miércoles, 29 de junio de 2016

La noche que dios lloró



Algunos días han pasado. Pero, la imagen todavía sigue presente en la retina de muchos. La mayoría de quienes vieron la final de la copa américa recuerdan poco acerca del partido en sí. En general, fue un juego ríspido marcado por el protagonismo arbitral. La imagen que todos recordamos no es ni siquiera la merecida victoria del equipo chileno. La imagen que todos recordamos es otra.
La imagen de la desilusión. La foto de los sueños quebrantados y de las esperanzas fallidas. La imagen de la noche en que Lionel Messi lloró.  La confusión de emociones incrementó más aun cuando minutos después el argentino declaró en la zona mixta ante la prensa que se retiraba por completo de la selección argentina de fútbol. Después de perder 4 finales. "Evidentemente no es para mí", dijo Messi.

Claro, las opiniones de diferentes bandos vinieron como un torrente. Algunos, sus críticos acérrimos, dicen que Messi es un "pecho frío", que no siente los colores de la camiseta. No juega con pasión. Pasa caminando en la cancha. Ha ganado todo con su club. Pero, necesita demostrarlo con la selección. No se le compara a Maradona. Messi le debe a Argentina, dicen.

Otros, sus fieles defensores, dicen que siente demasiado los colores de la camiseta. Pudiendo haber jugado para España, decidió jugar para Argentina. No necesita correr por todos lados pues de la nada saca una genialidad. Ha ganado todo con su club. Por eso, no necesita demostrar nada a nadie. Menos con la selección. Mejor, por mucho, que el Diego. Argentina le debe a Messi, dicen.

Cualquiera que sea la opinión, podemos estar de acuerdo, al menos, en esto: Lionel Messi Cuccitini es un gran atleta. Incluso, aficionados del eterno rival, el Real Madrid, son prestos en admitirlo. Y más de alguna vez no les ha quedado otra que pararse y celebrar involuntariamente un gol imposible de la pulga. ¿Y quién no? Me atrevería a decir que ver jugar a Lionel Messi es un regalo de la gracia común de Dios. Déjame explicar. La gracia común es el favor general de Dios hacia el mundo, creyentes e inconversos por igual (Salmo 145:9; Hechos 14:17; Nahúm 1:3). Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando declara que Dios hace llover y salir al sol a buenos y a malos (Mateo 5:45; Lucas 6:35). Por ejemplo, no necesitas ser cristiano para disfrutar un lindo atardecer en la playa. Eso es un regalo de gracia común. No tienes que entregar tu vida a Jesús para degustar de un buen café cosechado a 1,700 pies de altura. Eso es un don de gracia común. No hay que ser discípulo de Jesús para disfrutar de la 5ta sinfonía de Beethoven ejecutada por una gran orquesta. Eso es evidencia de la gracia común. No tienes que ser cristiano (Ronaldo) para disfrutar del talento de un gran deportista, como Messi, en acción. Eso es gracia común.

Sin embargo, un teólogo llamado Juan Calvino escribe en su obra magna, "Institutos de la Religión Cristiana", que el corazón humano es una manufacturera de hacer ídolos. Calvino quiere decir que nosotros tenemos la tendencia natural de idolatrar de manera continua e inconsciente. Ahora, cuando pensamos en ídolos se nos viene a la mente estatuillas de madera. O unos aborígenes danzando alrededor de una fogata. Pero, un ídolo es algo o alguien que ocupa funcionalmente el lugar de Jesús en el altar de tu corazón. Y como resultado de la caída, nuestro corazón toma buenos regalos de parte de Dios y los eleva a un estatus divino, sin siquiera nosotros darnos cuenta. Está bien, entonces, disfrutar de un partido en el que Lionel Messi hace cosas fuera de serie. Pero, si lo que hace dentro del campo afecta tu vida de manera funcional fuera del campo. Como por ejemplo, tus relaciones, tu estado de ánimo y tu perspectiva hacia la vida, entonces está ocupando un lugar para el que no fue diseñado ocupar. Es cierto. Lionel Messi es un gran jugador, pero es un pésimo salvador.

Esa es la razón por la que lo ocurrido en la final del domingo haya enviado ondas expansivas por todos lados. En realidad, cualquiera puede fallar un penal. Hasta jugadores que son conocidos por ser efectivos desde los 11 pasos han fallado lanzamientos decisivos. Roberto Baggio en la final del mundial de USA 94 viene a la mente. Pero, el domingo que pasó, Messi no sólo falló un penal.

Cualquier equipo, por muy bueno que sea, puede perder una final. Los registros históricos del fútbol están llenos de equipos con una larga racha de perder partidos decisivos y finales de manera dramática o, hasta injusta. Pero, el domingo Messi no sólo perdió una final. Fue mucho más allá que perder una final o fallar un penal.

Cuando Messi falló el penal, Messi le falló al obrero que gana salario mínimo y está preocupado a ver si llegará con las cuentas al fin de mes. Pero que un gane de la Albi le hubiera traído un éxtasis que habría hecho olvidar todo.

Cuando Messi falló el penal, Messi le falló al pastor evangélico desanimado por una mala racha de baja asistencia en los cultos. Pero, que de Argentina haberse traído la copa sus problemas se hubieran, temporalmente, desvanecido.

Cuando Messi falló el penal, Messi le falló a la esposa desilusionada porque está pasando una mala temporada en su matrimonio pero que ver a la selección triunfar la hubiera consolado.

Cuando Messi falló el penal, Messi le falló a su gente. La esperanza de un país entero y de un mundo futbolístico estaban sobre los hombros de un tímido muchacho proveniente de la ciudad de Rosario.

Un dios fue edificado. Pero, falló. Y lloró. Porque Messi es un gran jugador. Pero, un pésimo redentor. Los dioses falsos, los ídolos, los pseudo-salvadores siempre desilusionan. No importa cuan altas sean las esperanzas. 

¡Oh! Si tan sólo tuviéramos a un salvador que hiciera realidad nuestros anhelos de gozo exhilarante... (Salmo 16:11).

¡Oh! Si tan sólo tuviéramos un salvador que nos asegurara siempre la victoria... (1 Cor. 15:57).

¡Oh! Si tan sólo tuviéramos a un salvador que interviniera en momentos decisivos...(Rom. 5:6)

¡Oh! Si tan sólo tuviéramos a un salvador de verdad...

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

viernes, 17 de junio de 2016

Piensa dentro de la caja




He escuchado muchos consejos y principios sobre liderazgo. La mayoría de ellos son muy buenos. Con el tiempo algunos prevalecen. Otros, no tanto. Entre aquellos que más he escuchado está el famoso: "Piensa fuera de la caja.” Esto puede ser traducido en las siguientes frases inspiracionales: "No te limites"; "No seas conformista"; "Piensa en grande."

En resumidas cuentas "pensar fuera de la caja" significa abordar un problema considerando alternativas externas o diferentes.

A lo mejor eres un emprendedor y pensar fuera de la caja, para ti, significa expandir tu visión a diferentes ciudades a lo largo y ancho del país.

Tal vez eres un líder de jóvenes y pensar fuera de la caja equivale a hacer uso de la materia prima extranjera que puede ayudar a tu ministerio de jóvenes.

Es probable que estés teniendo problemas con tu familia y pensar fuera de la caja es ver a un diferente consejero o terapeuta.

Para la mayoría, pensar fuera de la caja representa que eres una persona de visión. Es una señal de valentía. Es evidencia de un espíritu innovador y atrevido. Es un testimonio que estás dispuesto a mirar a los ojos al status quo y desafiarlo.

Pero, a veces, pensar fuera de la caja puede paralizarte en lugar de impulsarte. Ya que puedes estar demasiado enfocado en la solución que está "allá afuera" que pierdes de vista los recursos que ya están "aquí adentro."

Por eso, deja de pensar fuera de la caja. Y comienza a pensar “dentro de la caja.”

Para algunos esto puede sonar mediocre. Demasiado corriente. Porque están tan programados a ver la solución allá afuera que este tipo de lenguaje puede olerles a conformismo. Incluso, hay libros enteros diciendo que evadas este manera de pensar.

Pero, pensar dentro de la caja envuelve desarrollar la costumbre de inventariar las soluciones que pueden estar dentro en lugar de las ayudas que pueden estar fuera. Pensar dentro de la caja es trabajar con lo que tienes en lugar de analizar los recursos que quisieras tener. La práctica de pensar dentro de la caja no es un conformismo maquillado de psicología positiva. Sino que está firmemente arraigada en la convicción del carácter soberano de Dios.

La soberanía de Dios es tan grande que Él te ha dado todo lo que necesitas para hacer lo que Él quiere que hagas en este preciso momento. En ocasiones, lo que puede parecer un límite que te impide en realidad es una pista que te guía.

Detente. Y lee esas dos últimas líneas. Despacio.

Toma a Moisés por ejemplo. Dios lo llama a liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto (Éxodo 4). Nada mal para un fugitivo de la ley que ahora es pastor de ovejas. Y que también tiene problemas para hablar. Cuando Moisés expresa su desacuerdo, Dios le hace una pregunta punzante: "¿Qué tienes en tu mano?" Este episodio es fascinante porque lo que Moisés tiene en su mano es una maravillosa e innovadora...vara de madera. Sí, una vara. ¿Acaso Dios estaba bromeando? ¿Cómo era posible que Moisés podía causar una revolución libertadora con un pedazo de madera? Digo, sería comprensible si lo que tuviera sería una especie de cetro. O al menos, una espada. Pero, ¿una vara?

Sí, una vara. Porque con esto, Dios le está diciendo a Moisés: la solución no está allá afuera. Sino, cerca de ti. En tu mano. La solución no está fuera de la caja. Sino dentro de la caja: tu vara.

Los relatos del Éxodo muestran más adelante que la vara de Moisés fue un símbolo de libertad e intervención divina (Éxodo 14:21).

En ocasiones, Dios hace más con los recursos dentro de la caja que con las opciones fuera de la caja.

Puedes pensar fuera de la caja y paralizarte. O hacer uso de la vara que está en tu mano, dentro de la caja, y accionar.

Cuando te preguntes: ¿Qué es lo que Dios quiere que haga en este problema?

Dios, irónicamente te contestará con otra pregunta: ¿Qué tienes en tu mano? ¿Qué hay dentro de la caja?

Antes de ver las opciones que están fuera, ¿ya te fijaste en los recursos que hay dentro?

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-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

miércoles, 15 de junio de 2016

Cómo crecer en santidad (sin volverte un fariseo en el intento)

No soy el más indicado para escribir un artículo sobre “cómo ser santo.” Por gracia de Dios, Él me ha rodeado de personas espirituales que persiguen la santidad y me animan cada día a crecer en semejanza a Jesús. Y es, en parte, del aprendizaje de estar cerca de estas personas que comparte este artículo.

La santidad es un tema recurrente en la biblia. El libro de Levítico, con todo y sus pasajes difíciles de entender para una audiencia moderna, expresa la idea general que un Dios santo no acepta cualquier tipo de sacrificio. El profeta Isaías llama a Dios como el Santo de Israel (Isaías 43:3) e invoca diciendo que Él es tres veces santo (Isaías 6:3). Y porque Dios es santo, Él desea que nosotros, sus hijos, seamos santos también (1 Pedro 1:16). Debemos caminar en santidad para glorificar a Dios. De lo contrario, nuestra "santidad" puede ser causa de orgullo.

El orgullo tiene diferentes facetas. Una de ellas es el orgullo intelectual, como resultado de ver al conocimiento como un fin en sí mismo. La otra, es el orgullo espiritual, como resultado de cumplir las disciplinas espirituales como un fin en sí mismo también.

C.S Lewis describe que hay dos categorías de pecados, según él. La primera categoría es el "pecado animal." Son aquellas rebeliones impulsadas por nuestros instintos más bajos. Pecados como la lujuria, la lascivia, las adicciones, etc. Y la segunda categoría es el "pecado espiritual." Pecados como la envidia, los celos y el orgullo, respectivamente. Lewis, en esta categoría, tiene en mente el tipo de arrogancia que acompaña después de orar 3 horas al día o ayunar tres días a la semana.

El resultado de cometer pecados en la primera categoría es la culpabilidad. Porque nuestra consciencia reclama que hicimos mal. Pero, el segundo tipo de pecado es más sutil. Usualmente puede venir, incluso, después de ayunar 3 días a la semana. El orgullo espiritual puede residir en nuestro corazón sin siquiera nosotros darnos cuenta. Es por esto, que según Lewis, en ocasiones una prostituta llena de culpa por haber trabajado una noche entera puede estar más cerca de Dios que un pastor arrogante después de haber predicado un gran sermón.

Aquí hay algunas señales que debes examinar tu corazón en búsqueda de rastros de orgullo espiritual:

1. Cuando te sientes bien al comparar tu desempeño espiritual con el de otros. Dios quiere que vivamos en santidad. Que caminemos en oración. Que busquemos su rostro a través de la meditación en Su Palabra. Con el fin de deleitarnos en Él. Pero si te sientes mejor porque tú oras 4 horas al día en comparación con tu hermano que está luchando por orar 15 minutos diarios entonces necesitas examinar tu corazón.

2. Cuando quieres que un asunto de consciencia sea un dogma para todos. Recuerdo la primera vez que fui a un ayuno congregacional en la iglesia. Nunca antes había ayunado. Sabía que debía hacerlo. Pero, no estaba exactamente seguro de cómo hacerlo. En un tiempo de receso, fui a tomar agua. Una hermana de edad avanzada me quedó viendo con desdén mientras yo me hidrataba. Y me dijo: "¿Usted tiene el valor de ayunar bebiendo agua?" Sin saber que responderle, me quedé callado y después le dije que era mi primera vez ayunando. Ella procedió a explicarme que tomar agua mientras estaba en ayuno desagradaba a Dios y anulaba mi ayuno. Después me di cuenta que la Biblia tiene mucho que decir acerca de porqué ayunar. Pero, es un tanto silenciosa con respecto a cómo hacerlo. Este punto es la diferencia entre la santidad bíblica y el legalismo. Los legalistas son rígidos con otros, pero condescendientes consigo mismo, cuando incumplen asuntos de consciencia. Las personas que caminan en santidad bíblica son rígidos consigo mismo pero condescendientes con otros cuando incumplen estándares de consciencia o preferencia personal. Los legalistas son bulliciosos donde la biblia es silenciosa. Pero, son silenciosos en donde la Biblia es clara.

3. Cuando crees que tu desempeño espiritual es la base para obtener favor de Dios. Algunas semanas obedecer a Dios parece que está a flor de piel. Y es tan natural como respirar. Pero, en otras temporadas obedecer a Dios requiere todo el esfuerzo de cada fibra de tu ser. Una señal de peligro es cuando crees que porque has tenido una buena semana en tu santificación Dios está obligado a actuar como tú quieres. O vas a tener más favor de parte de Dios. Eso, en realidad no es el evangelio. Eso es un sistema de religiosidad. Todas las religiones enseñan que primero debes obedecer para recibir aceptación y favor de parte de Dios. El evangelio es radicalmente diferente porque primero somos aceptados en Cristo y es en respuesta a esa aceptación que nosotros obedecemos con gozo y amor. Aún en nuestros mejores días de caminar en santidad, nuestras buenas obras son como trapos de inmundicia delante de un Dios eminentemente santo. Es por eso que el favor de Dios hacia nosotros es el resultado de la doble imputación. Nuestros pecados imputados a Cristo. Y la justicia de Cristo imputada a nuestra cuenta. ¡Glorioso intercambio! (2 Cor. 5:21). Todas las bendiciones que provienen de la mano de Dios son obras de gracia. No de nuestro mérito. El reclamo jactancioso se disipa cuando nuestros ojos ven la obra de Jesús con claridad.

Esto no significa que es mejor dejar de caminar en santidad sólo porque la tentación de volverse orgullo está presente. Lo que sí significa es que Dios está más interesado en la transformación de nuestro corazón que en la modificación de nuestro comportamiento.

Si hemos detectado que el orgullo ha subido a nuestro corazón como resultado de cumplir con nuestros deberes espirituales debemos comenzar por arrepentirnos. Es interesante notar Jesús fue cálido con pecadores que no se parecían a él. Pero, directo y confrontativo con fariseos legalistas y arrogantes. Aun así, la gracia de Dios puede transformar al hijo pródigo depravado como al hermano mayor religioso (Lucas 15).


Corrijamos, también, el concepto primario que tenemos sobre Jesús. Tu perspectiva sobre Jesús determina tu abordaje a la santidad. Si miras a Jesús primordialmente como un ejemplo a seguir, entonces serás tosco y rígido con aquellos que tropiezan. Pero, Jesús no es sólo nuestro ejemplo a seguir. La humanidad caída no necesita un ejemplo a seguir. Necesita un Redentor. Un segundo Adán (1 Cor. 15:45). Ese es Jesús. El sustituto que vivió la vida que nosotros teníamos que vivir. Y murió la muerte que nosotros teníamos que morir. Sólo cuando ponemos nuestra mirada en él que seremos transformados de gloria en gloria (2 Cor. 3:18). Somos salvos por fe en la gracia de Dios. De la misma manera, que somos santificados por fe en la gracia de Dios.

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-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

martes, 14 de junio de 2016

Como estudiar teología sin morir (de orgullo) en el intento


Algunos sectores de la iglesia evangélica han estado marcados por la indiferencia teológica. Al menos por algún tiempo. Los cantos de las sirenas del pragmatismo ministerial han atraído a más de un pastor o líder evangélico a implementar lo que parece "tener éxito" en el momento. Aunque en ocasiones eso esté directamente en contra de enseñanzas bíblicas claras.

Las palabras “teología” y “doctrina” han tenido connotaciones no tan positivas. Vistas por muchos como cosas que traen división en lugar de unidad.  Algunos, por otro lado, sienten apatía doctrinal porque ven a la teología como un conjunto de postulados abstractos que no son pertinentes al día a día de las personas. Aunque, en cierto sentido, no hay nada más práctico que tener una buena y sólida teología.

Pero, con todo y esto, en la actualidad se respiran otros aires. Muchas personas laicas en general y jóvenes en particular muestran un creciente interés por entender mejor la fe que ha sido una vez dada a todos los santos (Judas 1:3).

Muchas organizaciones han usado las herramientas de la era de la informática para difundir diversos recursos provenientes de tradiciones teológicas robustas.

Casi siempre que predico en algún lugar hay personas que expresan su deseo de entender mejor a las Escrituras y al Dios de las Escrituras. Cuando alguien expresa un deseo genuino de entender mejor la revelación de Dios a eso digo: "Amen" con un corazón rebosante de alegría. Pues, Dios nos ha llamado a ser obreros que no tenemos nada de que avergonzarnos y que usamos bien la Palabra de verdad (2 Tim. 2:15).

Sin embargo, aunque toda esta resurgencia debe alegrarnos, es necesario reconocer que una de las tentaciones más grandes al estudiar teología ya sea formalmente en una institución académica o informalmente por medios autodidactas, es caer en orgullo intelectual.

El orgullo es un pecado sutil. Similar al mal aliento. Todo mundo sabe que está presente en una persona. Excepto aquel quien lo carga. Para ser justos, la arrogancia es una tentación para cualquiera en cualquier campo de desempeño. Un carpintero puede jactarse de hacer mejores sillas que los demás en su oficio. Pero, sumergirse en las mentes de los pensadores que han influenciado nuestro entendimiento de la fe cristiana puede intensificar exponencialmente nuestra tentación de caer en orgullo intelectual.  

Considerando que el orgullo puede ser difícil de detectar en uno mismo, aquí hay algunas señales que te estás volviendo arrogante a causa de estudiar teología.

1. Te vuelves hipercrítico. Piensas que todo lo que se hace en tu iglesia local está equivocado. Y la culpa es de los hermanos ignorantes que no conocen los complejos matices de la teología de Barth. Permíteme ser claro aquí. Debemos asegurarnos que la sana doctrina sea predicada en nuestros púlpitos. Pero, también debemos reconocer que hay un espacio y tiempo para crecer y ser corregidos. De la misma manera, que Apolos un joven elocuente y poderoso en las Escrituras fue tomado a parte para ser instruido de una mejor manera en el camino de la fe (Hechos 18:24-28). Si todo lo que resaltas del sermón de otro es lo impreciso que fue doctrinalmente es probable que el verdadero problema no provenga del púlpito sino de tu propio corazón. Es tragicómico intoxicarse hablando de las doctrinas de la gracia en maneras que no despliegan gracia.

2. Siempre quieres tener la última palabra. La teología es una disciplina basada en argumentos. Quienes hacemos teología persuadimos a otros, en el poder del Espíritu, a través de argumentos. Sin embargo, esto se puede llevar demasiado lejos. Usar argumentos está bien. Volverse una persona argumentativa está mal. Algunos pueden ser tan argumentativos que no están dispuestos a perder ni la más mínima discusión sobre temas terciarios como el debate entre el supralapsarianismo vs. infralapsarianismo. Hay un serio problema en tu corazón si caminas por la vida queriendo corregir a todo mundo en cualquier conversación.

3. Quieres convertir a todo mundo. Hay personas que leen Mateo 28:19 de la siguiente manera: "Por tanto, id por todo el mundo y haced calvinistas...” o arminianos. O wesleyanos. Tanto así que se consideran más calvinistas que Juan Calvino. O más arminianos que Jacobo Arminio. O más barthianos que el propio Karl Barth. Es bueno ser parte de una herencia teológica. Pero, no perdamos de vista que en el amplio espectro del cristianismo hay personas que aman a Jesús profundamente y aman a las personas genuinamente pero no firmarían nuestra declaración de fe.

SUGERENCIAS
Reconozco que el título de este artículo es ostentoso. Cualquiera puede llevarse la impresión que estoy ausente de orgullo y he "logrado" la humildad. No es así. He nacido de nuevo. Pero, mi corazón tiene residuos de arrogancia. Más de lo que a veces estoy dispuesto a reconocer. Necesito con desesperación la gracia de Jesús. De hecho, la razón por la que conozco las características del orgullo intelectual no es tanto por que las he notado en otros, sino porque las he visto en mi propio corazón.

Más bien, estas sugerencias son consejos que uno de mis mentores compartió conmigo. Él es un pastor erudito. Con diversos postgrados de varias universidades y seminarios bíblicos. Tiene un vasto conocimiento acerca de Dios y la Biblia. Pero, lo que me sigue impresionando es su profunda humildad y gentileza. No doy su nombre porque seguro se incomodaría de leer que estoy escribiendo acerca de su humildad, atributo que él negaría tener.

En cierta ocasión, él me contó que cada vez que aprendía algo nuevo acerca de Dios, sentía la tentación dentro de sí de ver de manera condescendiente a aquellas personas que no tenían acceso a este tipo de estudio. De inmediato, él cerraba los ojos y oraba algo como: "Señor, gracias por enseñarme acerca de la igualdad ontológica entre las personas de la Trinidad. Ayúdame a amarte más. Y ayúdame a amar a las personas más a causa de esto. En el nombre de Jesús, amen." Orar en agradecimiento a lo que has aprendido acerca de Dios desciende el contenido de tu cabeza a tu corazón. Responder hacia lo que aprendes en oración es una manera de reconocer tu finitud ante un Dios infinitamente sabio.

También, él suele decir: “Asegúrate de oler a oveja.” Cuando Jesús inició su ministerio pudo haber elegido a la crema y nata del mundo teológico. Pudo haber elegido a los profesores de la ley y a los eruditos de ese entonces. Pero, en lugar de eso decidió pasar tiempo con un puñado de hombres que olían a pescado. Jesús siempre buscaba estar con su Padre y con la gente. Nuestro olor a personas debe opacar nuestro olor a libros. De hecho, la razón por la que pasamos tiempo en libros es para amar mejor a nuestro Padre y ayudar más a las personas.  


Tener acceso a recursos teológicos es una bendición. Pero, es un medio para un fin. La arrogancia intelectual es el resultado de mirar al estudio teológico como un fin en sí mismo. El fin es amar a Dios y amar a las personas (Lucas 10:27).

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-Luis Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

viernes, 10 de junio de 2016

El mejor regalo que le puedes dar a un predicador



Hace algún tiempo me preguntaron cuál era el mejor regalo que se le puede dar a un predicador. Es una interesante pregunta. Nunca me había puesto a pensar en algo así. Bendecir a quien te instruye en La Palabra no es sólo una buena práctica sino un mandato bíblico (Gal. 6:6; 1 Tim. 5:17; 1 Tes. 5:12-13). Puede que tú aprecias a tu pastor o a alguien que predica la Palabra de Dios y quieres regalarle algo, pero no estás tan seguro que debes darle. En verdad, hay muchas cosas buenas que se le pueden dar a un predicador.

Tal vez estás pensando en regalarle un libro. Por lo general, a los predicadores nos gusta leer. Regalar buenos libros siempre es una buena idea. Herramientas como comentarios bíblicos, enciclopedias o diccionarios enriquecen el estudio de un predicador.

Puede que estés pensando en regalarle corbatas, trajes o zapatos. De todos modos, el pastor siempre está en bodas, funerales, graduaciones, etc. y en otros eventos que requieren una vestimenta formal.

Tal vez has pensado en bendecir a un predicador económicamente. Eso está bien. Contrario a la idea popular que mucha gente tiene acerca de los predicadores, casi nadie está en este asunto por ganar dinero fácil. Claro, hay lobos vestidos de oveja y asalariados que explotan al pueblo de Dios. Pero, la gran mayoría de predicadores que conozco personalmente han incluso renunciado a trabajos bien pagados por dar su vida a la proclamación del evangelio. Créeme, hay maneras mucho más rápidas y menos complicadas de hacer grandes sumas de dinero que predicar el evangelio y cuidar del rebaño del Señor.

Todos estos son buenos regalos. Pero, hay algo aún mejor. El mejor regalo que le puedes dar a un predicador es algo intangible. No es material ni físico. No se usa para vestir ni comer ni conducir. Y es algo todos tenemos de sobra. Nunca se acaba. Y sé que tenemos de sobra porque ya la estamos dando a muchas personas en varios lugares.

El mejor regalo que le puedes dar a un predicador es tu atención mientras él está predicando.

Tal vez no lo creas así, pero tu atención es importante para nosotros. Incluso, estamos dispuestos a hacer cosas que nunca nos imaginamos con el fin de comunicar bien un punto. ¿Alguna vez has estado en algún culto o en algún evento en el que sentiste que el predicador fue un poco excéntrico o cruzó la línea? Sin ánimos de excusar o justificar su error, estoy seguro que lo hizo por una razón noble: captar tu atención.

Estar atento no significa estar de acuerdo con todo lo que el predicador dice. Donde la Biblia es silenciosa, es normal que haya espacio para diferir sobre algunos artículos. Ningún predicador serio desea que su congregación deje su cerebro en la entrada al templo. En lo personal, siempre me halaga que alguien se acerque para discutir algún punto sobre algo que prediqué. Porque eso significa que al menos pusieron atención.

Si te preguntas porque esto parece ser tan importante para nosotros, déjame explicarte. Si tu pastor o algún predicador que conozcas ama a Dios y ama a las personas es seguro que antes de pararse detrás del púlpito pasa mucho tiempo orando y preparándose. Ora por La Palabra. Y ora por ti. Específicamente, ora para que la Palabra haga efecto en ti a través del Espíritu. Lucha con el pasaje para entender su idea central. Consulta comentarios y compara interpretaciones. Y sigue orando por ti un poco más. Cuando llega el momento de servir la Palabra se siente, aunque le cueste admitirlo, vulnerable. Y hasta desnudo. Todo predicador honesto consigo mismo y consciente sobre la enorme carga de predicar La Palabra siente algún grado de inseguridad. Aunque tenga 20 años de predicar o haya comenzado la semana pasada. 

Por eso cuando estamos predicando y tú estás más interesado en el celular, lo notamos. Cuando estamos predicando y aunque tu cuerpo esté ahí pero tu mente está en la deliciosa cena que vas a comer después del culto, también lo notamos. Cuando bostezas y miras el reloj, también lo notamos. Cuando tu mirada está perdida y estás haciendo un esfuerzo desmedido por bloquearte, también lo notamos. Y porque nos sentimos vulnerables en ese momento eso tiende a hacernos sentir inseguros.

¿Quieres bendecir a un predicador y ayudarle a predicar mejor? Bendícelo con tu atención.

Pero, hay algo más por lo que tu atención es importante para nosotros. Este, en realidad, es el verdadero porqué.

Los predicadores fieles creemos que la Biblia es La Palabra de Dios. Es autoritativa. Es definitiva. Es suficiente. Como estamos persuadidos de esto, tenemos la convicción que la gente necesita escuchar lo que la Biblia dice. Porque Dios habla a través de la Biblia. Si nos paráramos a hablar por 45 minutos acerca de nuestras opiniones políticas, nuestros estereotipos y gustos, entonces merecemos ser ignorados. Total, no somos tan interesantes. Pero, es precisamente por el hecho que Dios habla cuando exponemos fielmente la Palabra que esperamos la atención de las personas que están ahí.

George Whitefield fue uno de los predicadores más poderosos de los últimos siglos. Dios lo usó como un catalizador para iniciar el segundo gran avivamiento en Inglaterra y el este de Estados Unidos. Era un orador prodigioso. Un actor británico contemporáneo solía decir que estaba dispuesto a matar por poseer la misma elocuencia que Whitefiled desplegaba al decir palabras como "Mesopotamia." 

Whitefield estaba seguro que Dios habla a través de la exposición de la Escritura. Tan convencido estaba de esta realidad que mientras estaba predicando en una iglesia alguien en las primeras filas comenzó a dormirse. Al ver esto, Whitefield golpeó el púlpito y le dijo: "Si viniera a hablar de mis opiniones, tendrías el derecho a dormirte. Pero, vengo a dar un mensaje de parte de Dios. Y por lo tanto, debo ser escuchado y seré escuchado."

Si alguien predica un mensaje de parte de Dios a través de la Biblia y en el poder del Espíritu, esa persona espera tu atención porque merece tu atención. Tal vez tu predicador o pastor no sea Spurgeon. O Whitefield. O John Piper. Puede que no cautive contando una historia. Tal vez tenga una muletilla incómoda. Pero si durante el tiempo que predica está exponiendo la Escritura con fidelidad él es la boca de Dios hacia el pueblo. Y por lo tanto, debes estar atento.

¿Quieres darle el mejor regalo a un predicador? Dale tu atención mientras él está predicando.

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

jueves, 9 de junio de 2016

Si no oras, te mueres


 
Mucho puede decirse sobre la oración. Podemos mencionar todas las razones para orar. Podemos experimentar con diferentes métodos para que no se vuelva monótono. Incluso, podemos reflexionar sobre las ocasiones en las que Dios parece no contestar nuestras peticiones de la manera en que queremos. Pero, en el análisis final, por nuestra propia cuenta, debemos caer a la realidad que si no oramos nos morimos.
 
Tim Keller en su libro "Prayer: Experiencing Awe and Intimacy with God" relata la manera en que él llegó a esta conclusión. Mientras pasaba una temporada tumultuosa en su matrimonio, su esposa Kathy sugirió orar juntos todos los días. Tal vez eso podría rescatar su unión matrimonial. Él estuvo de acuerdo. Pero, preguntó qué pasaría si alguno de ellos, por alguna razón, simplemente no podía orar con el otro. Ya fuera porque ambos estaban de viaje y el cambio de horario se interpusiera. O porque estaban tan enfocados en algo, como en un proyecto de la iglesia,  que causaría que pasarán por alto su compromiso. Todas estas eran razones entendibles.
 
Kathy presionó un poco plasmando la idea que ella quería comunicar de la siguiente manera: "Imagina que tienes una enfermedad terminal. Pero, un día vas al médico a tu chequeo rutinario, sabiendo que te quedan pocos días para vivir. De repente, tu doctor te dice que hay una pastilla que puede salvarte por completo. Puede curar la enfermedad. Pero, hay un inconveniente: tienes que tomarte esta pastilla todos los días. Si comienzas el tratamiento y lo interrumpes, la recaída será peor. Y si dejas de tomártela por una tan sola vez, eres un hombre muerto."
 
En verdad que eso suena extremo. Pero, ¿cuál crees que serían las implicaciones? Por una parte, pase lo que pase, nunca olvidarás beberte la pastilla. Aunque estés haciendo muchas cosas a la vez siempre recordarás que debes tomártela. Tu vida depende de ello. También, nunca estarás demasiado ocupado haciendo algo más como para no beberla. Siempre encontrarás tiempo para hacerlo. Tu vida depende de ello. ¿Por qué tu agenda y prioridades ahora giran alrededor de tomar esa pastilla? Porque la realidad te ha atropellado como un camión Mack: si no tomas la pastilla, estás muerto. Tu vida depende de ello.
Cristiano, si tú no oras, estás muerto. No quiero decir que si dejas de orar un día irás al infierno. Tampoco quiero decir que si oras más Dios te amará más. O si oras menos Dios te amará menos. El amor de Dios hacia ti no está condicionado en base a tu desempeño, sino al desempeño de Cristo en su vida y obra. Pero, lo que si ocurrirá si dejas de orar es que poco a poco tu espíritu se irá debilitando. Poco a poco, tu alma se irá marchitando. Poco a poco tu corazón encontrará deleite en ídolos falsos en lugar de Jesús.
 
Lo espeluznante de esto es que serás tentado a fingir que nada está pasando y todo marcha en orden. Puede que estés tan ocupado sirviendo que todo mundo te considere en buen estado. A lo mejor estás tan involucrado en la iglesia que a nadie se le ocurre que estás en problemas. O tal vez estás liderando un ministerio tan activo que todo mundo asume que tu corazón está en el lugar correcto. Pero, si tienes algún tiempo de estar en la iglesia, tú y yo sabemos que puedes liderar un ministerio muy activo con un corazón muy seco.
 
Ahora, sólo el Espíritu Santo puede implantar esta convicción en lo más profundo de tu ser. Nadie más puede hacerlo. No es la habilidad retórica o elocuencia inteligente lo que puede bendecir a alguien con una dosis tan cargada de esta realidad sino el Espíritu Santo. Sólo Él puede soplar vida y despertar tu distraído corazón al hecho que: si no oras te mueres.
 
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Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

miércoles, 8 de junio de 2016

La (posible) causa de tu falta de oración. Y qué hacer al respecto.


Puede que no te conozca. Pero, me atrevo a decir algo acerca de ti. Cada 1ro de enero cuando estás pensando en tus metas para el próximo año estoy casi seguro que no dices algo como esto: "El año pasado oré demasiado. Este año me voy a calmar un poco."

Todo lo contrario. Casi todos  estamos conscientes que debemos orar mucho más. De manera ideal, reconocemos la necesidad de la oración. Pero, en la realidad tal vez no oramos como sabemos que debemos.

Entonces, si sabemos que es importante, ¿por qué no lo estamos haciendo?

Claro, hay muchos factores. Intentar dar una respuesta definitiva sería simplista.
Pero, nuestra falta de oración es causada, en gran medida, por nuestra falta de planeación.

El pastor John Piper ilustra este concepto diciendo que las vacaciones que más se disfrutan en familia son aquellas planeadas con anticipación. Nadie con un salario promedio se levanta un día queriendo esquiar en los Alpes suizos y toma el vuelo con toda su familia.

En lo absoluto. Primero, busca hoteles. Cotiza precios. Planea el viaje. Se asegura que sus hijos estén fuera de colegio. Solicita las vacaciones en su empleo. Y luego emprende rumbo.

Entonces, si nuestros tiempos de mayor intimidad en familia son aquellos que han sido planeados con expectativa, ¿cómo esperamos rejuvenecernos en intimidad con el Padre orando nada más "cuando me quede tiempo durante el día."?

Por eso una pequeña decisión que puede revolucionar exponencialmente tus tiempos de intimidad con Dios es esta: Intenta poner una hora y lugar. Estudios recientes demuestran que es más probable que los seres humanos hagamos algo cuando establecemos la fecha, el lugar y la hora en que lo haremos a que sólo hablemos de manera general y ambigua.

Te lo pongo de esta manera. Imagina que tienes un sobrino que quiere un par de tenis nuevos. Tú eres el tío soltero con un buen corazón y le dices: "Yo te los compro." El niño te va a preguntar: "Sí, pero, ¿cuándo?" Amablemente vas a responder: "La otra semana." Insatisfecho, él te preguntará: "Sí, pero, ¿cuándo la otra semana?" Un tanto incómodo, vas a decir: "Ehh, el martes." Aún sin estar convencido, preguntará: "Sí, pero, ¿a qué horas el martes?" Ya medio sacado de onda y deseando no haber dicho nada tú vas a responder: "¡El martes al salir del trabajo, a las 5:30pm te los iré a comprar!" Ya tranquilo tu sobrino te dirá: "Gracias, tío. Por eso te amo." Y se irá saltando.

En una forma similar, hay un mundo de diferencia en decir: "Voy a comenzar a orar la siguiente semana." A que digas: "El jueves 9 de Junio comenzaré a orar de 6:30am-7:00am todos los días en el baño de mi oficina."

Sabes que debes orar. Sé que quieres orar. Tienes todas las buenas intenciones. Ahora, erradica las generalidades y ponle hora y lugar a tu tiempo de oración.

Puede que esto suene mecánico para quienes tienen una personalidad más bohemia. Tal vez eres de la idea que los mejores tiempos con el Señor son los espontáneos. Los que no son planeados. Hay algo de verdad en eso. La Biblia dice que el Espíritu Santo es como el viento (Juan 3:8). Nadie sabe de dónde viene. Nadie sabe hacia dónde va. Al final del día, cuando todo ha sido dicho y hecho, El Espíritu Santo es Soberano. 

Nadie puede torcerle el brazo con una fórmula mecánica. Orar a cierta hora en cierto lugar no garantiza que El Espíritu Santo se manifieste. Pero, tener al menos una estructura definida en tu tiempo devocional te posiciona bajo la catarata de la presencia de Dios.

Sí, orar es un deleite. Pero, también es una disciplina. Mejor dicho, orar es un deleite disciplinado.

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

martes, 7 de junio de 2016

La oración no es como el portero gordito


Siempre me gustó jugar fútbol. Por eso, de niño siempre esperaba con ansias salir a recreo. Cuando sonaba la campana, todos salíamos al campo. Hacíamos una sola fila. Los capitanes, que eran los más habilidosos, elegían los jugadores de ambos equipos, uno por uno.

Hasta llegar al gordito menos habilidoso del grado. El niño que quedaba de último. Ninguno de los "capitanes habilidosos" lo quería en su equipo. Era, por así decirlo, como la última opción. 

Ya de perdida, alguien tenía compasión y lo elegía. Luego le decía una de las mentiras más grandes en la historia de la humanidad: "Ponte de portero. Y al gol cambiamos."

El gordito menos habilidoso siempre era el último en ser elegido.

Muchos de nosotros vemos la oración de la misma manera que los capitanes ven al gordito menos habilidoso.

Como la última opción en la lista de las posibles soluciones a un problema. Podemos decir mucho acerca de lo importante que nosotros creemos que la oración es. Pero, la manera en que nos referimos sobre la oración después que lo que intentamos no funcionó revela nuestras creencias fundamentales.

¿Alguna vez te has puesto a pensar en lo que decimos con respecto a la oración cuando después de intentarlo todo las cosas han fallado?

"Ya fui a todos los bancos a solicitar un préstamo y en todos me lo negaron. Ahora...lo único que queda es orar."

"Ya obtuve diferentes diagnósticos de diferentes médicos y no hay tratamiento para esto...lo único que queda es orar."

"Ya fui a los mejores consejeros y terapeutas sobre familia para rescatar mi matrimonio. Pero, nada ha funcionado. Creo que lo único que queda es orar."

¡¿Cómo que lo único que queda es orar?! 

Podemos hablar mucho acerca de lo grande que nosotros creemos que Dios es. Pero, nada revela la verdadera convicción que alguien tiene acerca de Dios que la manera en que ora.

La oración no es el último recurso en el “arsenal” de resolución de problemas. La oración es la vía principal para la transformación.

Cada vez que Dios quiere hacer algo radicalmente nuevo en una persona, en una iglesia, en una organización, en un país o en un continente, Él lo hace a través de las oraciones de su iglesia.

Los avivamientos en la historia de la iglesia cristiana no fueron causados por las reuniones estratégicas de los líderes denominacionales en donde ideaban que método usar para atraer más gente. No, los grandes avivamientos en la historia cristiana iniciaron mientras la iglesia se volvía consciente de su pobreza espiritual y su inmensa dependencia en el Dios Todopoderoso. Los avivamientos, antes, al igual que ahora, siempre han iniciado de rodillas.

Es curioso que mientras los hombres buscan maneras trendy y “en vogue” para resolver problemas, Dios está buscando hombres acostumbrados a oler el piso de sus cuartos, con su rostro postrado en tierra en oración.

¿Lo único que queda es orar? Claro. Desde el comienzo, la única alternativa que ha quedado ha sido y será…orar.

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

lunes, 6 de junio de 2016

La oración es un acto de rebeldía



El corazón humano tiene una habilidad inusual para amoldarse. Por eso es común que lo que antes rechazamos ahora abrazamos.

Puede ser que considerabas la mentira como un mal horrible, pero ahora mientes más de lo normal para proteger tu reputación.

Tal vez tenías un celo evangelístico implacable, pero ahora justificas tu apatía diciendo que eso ya no es tu llamado.

A lo mejor eras un esposo que amaba a tu esposa de manera sacrificial, pero ahora te excusas diciendo que los tiempos han cambiado.

Cualquiera que sea el caso, el corazón humano se adapta con facilidad hacia la tendencia natural de la carne.

Es precisamente por esto que la oración es un acto de rebelión. Orar es expresar nuestra insatisfacción hacia la situación actual de las cosas.

La oración es rebelión en contra del status quo dentro de nosotros.

Cuando confesamos nuestros pecados a través de la oración estamos rebelándonos en contra del mal presente en nuestras vidas. Es fácil señalar y hablar sobre el mal dentro de nuestras escuelas.
Es fácil hablar sobre el mal que existe dentro de nuestras iglesias.
Cualquiera puede despotricar acerca del mal que existe dentro de nuestros gobiernos, en especial cuando los periódicos exponen algún caso polémico dentro del gabinete.

Pero, del mal que no hablamos es del que habita en nosotros. Dentro de las cámaras más profundas de nuestros corazones.

Ravi Zacharias cuenta sobre una vez que estaba evangelizando a un alto ejecutivo de una prestigiosa empresa. Este hombre se autoproclamaba ateo. Él decía que la razón de su secularismo era que había visto el mal de primera mano en diferentes lugares del mundo. "¿Cómo es posible que si Dios existe permita tanto mal en el mundo entero?" se cuestionaba.  Cada vez que Ravi intentaba penetrar su muro de incredulidad este hombre volvía a la piedra angular que lo sostenía: el problema del mal. Después de un tiempo de estar conversando, Ravi Zacharias le dijo: "Veo que estás muy atento y consternado ante el mal que está a tu alrededor, y tienes todo el derecho. Pero, ahora hablemos acerca del mal que hay dentro de tu corazón."

Por eso, arrepentirnos de nuestros pecados a través de la oración es rebelarnos en contra del mal latente no en nuestro exterior, sino en nuestro interior. Volvernos a Dios es rebelarnos en contra de nuestra rebelión. En este sentido, nuestra oración es un acto de contrainsurgencia.
Cuando pedimos a Dios que nos cambie es porque gritamos: ¡YA BASTA! a nuestra pasada manera de vivir.

Así también, la oración es rebelión en contra del status quo alrededor de nosotros.

Las personas conformes nunca cambian nada. Son aquellos que han sido bendecidos con un descontento santo que tienen la compulsión insaciable de ver la realidad de Dios invadiendo su entorno.

Sólo las personas inconformes con la perdición de su país son los que piden que Dios sane su tierra.

Sólo los esposos inconformes con la frialdad en su matrimonio son los que claman al Esposo que avive la llama del primer amor.

Sólo los ministros inconformes con la falta de devoción de sus feligreses son los que importunan a Dios pidiendo un avivamiento.

Los cristianos domesticados, adaptados al mal, hablan con los hombres acerca de los problemas de los hombres. Los cristianos "rebeldes", fastidiados del mal, hablan con Dios acerca de los problemas de los hombres.

Por esta razón, no hay un grito de guerra más grande hacia el reino de las tinieblas que el acto silencioso de apretar tus manos, doblar tus rodillas y orar: Padre, aquí vengo...

"Si ustedes no quieren que el bien se oscurezca y que el mal triunfe, junten de nuevo las manos, y en nombre del que por siempre vive para interceder, prevalezca una vez más en oración para que vuelva a descender la bendición. -"Charles Spurgeon

"Cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración." -2 Cor. 1:11

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

sábado, 4 de junio de 2016

Que Hacer Cuando No Quieres Orar, parte 2.


Aunque en Honduras sólo tengamos dos temporadas: calor con lluvia y calor sin lluvia, el planeta entero atraviesa por cuatro estaciones.

Lo mismo puede decirse acerca de nuestra vida en general y nuestra vida de oración en particular.

En algunas ocasiones, orar puede sentirse fácil. Tus deseos de orar se encuentran a flor de piel. Y cada vez que cierras tus ojos en oración tienes un momento significativo con el Señor. Podríamos llamarle a eso una primavera de oración.

Pero, puede ser que tu vida de oración esté tan seca como la árida tierra azotada por el fenómeno del Niño.

O a lo mejor tu corazón está frío como el duro invierno Siberiano.

Cuando estás en una temporada así, orar puede sentirse monótono y hasta intrascendente. Aquí hay algunas sugerencias que puedes seguir.

1. Ora Los Salmos.
Los niños aprenden a hablar escuchando a otros adultos. Los cristianos aprendemos a orar escuchando a grandes hombres y mujeres de Dios orando. En este sentido, los Salmos son una gran guía para nuestras oraciones pues expresan con franqueza la realidad del corazón humano. Los escritores de los salmos no esconden nada ni aparentan nada. Incluso, algunos salmos pueden parecer hasta ambiguos. "Señor, porque me has dejado?" "Señor, tú nunca me dejas."
Cuando se te haga difícil orar, toma la Biblia, abre un salmo y ora en respuesta a la revelación del carácter de Dios declarado en el Salmo.

2. Escribe tus oraciones en un diario.
Escribir enfoca tu mente en lo que quieres decir. Aquellas veces en que sientas que tu corazón está por todos lados como para tener un tiempo de oración poderoso, toma un cuaderno y comienza a escribir tus oraciones. Llevar un diario de tus oraciones también fortalece tu fe. Escribe las peticiones que le haces a Dios. Y también anota la fecha en que fueron contestadas. Pues cuando te encuentres en una situación en la que dudas de su bondad y soberanía, puedes regresar al diario y recordar las ocasiones en las que Dios intervino a tu favor.  

3. Ora a pesar que no tengas ganas.
Esto puede sonar contraproducente. De todos modos, el artículo se trata acerca de qué hacer cuando no tienes ganas de orar. Pero, podemos caer en el peligro de creer que la vida devocional se trata exclusivamente acerca de tener un éxtasis. Nuestro objetivo en la oración no debe ser sentir escalofríos en la espalda sino glorificar a Dios al conformar nuestro corazón al de Él. ¿De veras crees que el Dios todopoderoso, Creador de todo lo que hay decide manifestar su presencia sólo para darte "piel de gallina"?

Cuando los deseos de orar no estén a flor de piel, sólo hazlo y deja que los deseos te alcancen. Los predicadores puritanos aconsejaban a sus feligreses diciéndoles: "Oren hasta que oren." Suena redundante. Pero, lo que querían decir es que debemos orar hasta pasar el formalismo y la falta de realidad que experimentamos al comienzo de todo tiempo de oración.

El Dr. D.A Carson dice que el poder de Dios está ausente en aquellas oraciones que son como el típico niño bromista que sólo toca el timbre de una casa y sale corriendo.

Oremos hasta que oremos.

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.