jueves, 14 de julio de 2016

Predicador, eres un exégeta de la cultura



Uno de los aspectos básicos en la tarea de la predicación es aprender a estudiar el texto bíblico. Después de todo, como suele decir el pastor Tim Keller, debemos predicar la Palabra y no nuestras opiniones. La gente quiere escuchar lo que Dios tiene que decir. No tanto nuestros comentarios editoriales sobre los acontecimientos nacionales e internacionales.

El proceso de estudiar detenidamente un texto para extraer la idea central que el autor original quiso comunicar a la audiencia original es conocido como "exégesis." Esta palabra significa "sacar a la luz lo que ya estaba dentro." Los predicadores bíblicos no se afanan por decir cosas nuevas. Sino que buscan decir verdades eternas de manera fresca. Lo opuesto a la exégesis es la eiségesis. Esto significa ir al texto con ideas preconcebidas. Es básicamente, doblarle el brazo al texto para que diga no lo que está diciendo. Sino, lo que nosotros queremos que diga.

Algún tiempo atrás escuché a un predicador enseñar sobre los lujos que los cristianos nos debemos dar. El usó como texto base el pasaje que dice que el hijo del hombre no tiene lugar para recostar su cabeza (Mateo 8:20). Él después prosiguió a explicar que Jesús era tan lleno de glamour que no había ningún lugar tan fino en toda la provincia en donde el Creador del Universo recostara su cabeza.

Eso es un claro y horrendo ejemplo de hacer eisegesis. Y si tú estás de acuerdo con esta interpretación estás haciendo eiségesis también. Porque estás poniendo tus ideas preconcebidas para que tus ideas guíen el texto. En lugar de que el texto guíe tus ideas. Por tanto, debes arrepentirte. O dejar de predicar. O las dos cosas.

Pero, con todo y el hecho que es importante hacer una lectura apropiada del texto y extraer la verdad central original hacia la audiencia original, la labor no termina ahí. Después de esta ardua tarea hay algo más que debemos estudiar: el contexto. Y no me refiero al contexto del texto. Me refiero al contexto de la audiencia a la que vamos a predicar. Hace algunos días atrás estuve en el país de El Salvador. Josué Campos, un amigo y líder de jóvenes salvadoreño apasionado por Jesús, me recordó acerca de la importancia de esto. Él continuamente decía en nuestras conversaciones: “Luís, quiero aprender a leer bien el contexto de mi ciudad y de mi país.”

Debemos estudiar cuidadosamente el texto. Pero, de la misma forma, debemos estudiar cuidadosamente el contexto que forma los corazones de las personas que nos escuchan. La cultura no determina lo que dice la Escritura. Pero, si nos informa en cómo vamos a decir lo que dice la Escritura. 

Lo que decimos no es más importante de como lo decimos. Pero, cómo lo decimos nunca ha sido tan importante.

Ahora, ¿cómo estudiamos la cultura? Hay mucho que se puede decir acerca de esto. Pero, quiero compartir dos preguntas que continuamente nos debemos hacer si queremos entender mejor la cultura a la que le predicamos.

¿Cuáles son las esperanzas más grandes de la gente a la que le voy a predicar?

Cada comunidad de personas ha depositado la esperanza de su corazón en algo particular y representativo de su entorno. Es cierto, la globalización ha permeado el mundo. Pero, en la mayoría de los casos un grupo demográfico puede tener esperanzas muy particulares y diferentes a las de otro grupo demográfico. Dicho de otra manera, ¿qué es lo que las personas a las que les predicas miran como "la tierra prometida"?

Un tiempo atrás estuve en una congregación en donde el pastor me compartió que la esperanza de los jóvenes en esa comunidad era obtener trabajar como marino en un barco. Trabajar como marino es la tierra prometida ahí. En otro lugar, una zona rural, la esperanza de los muchachos es mudarse a la ciudad. La vida metropolitana puede ser "la tierra prometida." ¿Cuál es la “tierra prometida” de la gente a la que le predicas?

La segunda pregunta es: ¿Cuáles son los temores más grandes de la gente a la que voy a predicar?

De manera similar, los temores que persiguen a un grupo comunitario son peculiares y distintos. A lo mejor el fenómeno de las pandillas es una realidad punzante en tu vecindario y la peor pesadilla de las madres es que sus hijos sean reclutados por estos grupos. 

Tal vez te encuentras en una zona agrario en donde la gente que asiste a tu congregación tema que el verano sea duro y cause que la cosecha se pierda. Puede que ser que la mayoría de personas en tu congregación teman al hecho de quedarse sin empleo. O probablemente lideras una comunidad emprendedora en donde su miedo sea siempre quedarse en el mismo empleo trabajando para alguien más.

En otras palabras, ¿cuál sería la peor pesadilla de alguien en tu comunidad? ¿Qué es lo peor que podría pasar a una persona representativa del entorno en el que ministras?

La razón por la que buscamos entender las esperanzas y los miedos de las personas a las que predicamos no es por acomodar el contenido del mensaje. Sino, más bien porque para confrontar efectivamente primero hay que conocer profundamente. Para confrontar al pueblo con el texto de la Palabra primero hay que conocer el contexto que forma las esperanzas y los miedos del pueblo. Sólo así podrán experimentar a Jesús como la única esperanza y su gracia es la cobija que nos arropa en la noche oscura del alma.


-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba