sábado, 27 de junio de 2015

Porque la Iglesia no debe entrar en pánico ante la Decisión del Matrimonio Gay




Mientras escribo esto, la Corte suprema ha realizado lo que será conocido como el "Roe vs. Wade" del matrimonio, redefiniendo el matrimonio en 50 estados. Este es un momento que debe traer sobriedad y yo soy consciente opositor de este fallo legal. La Corte ahora ha desechado miles de años de definiciones de la unidad más fundamental de la sociedad y los cambios culturales a raíz de esto serán amplios y profundos. Así que, ¿cómo debe responder la Iglesia?

Primero que nada, la Iglesia no debe tener pánico. La Corte Suprema puede hacer muchas cosas, pero lo que la Corte Suprema no puede hacer es poner a Jesús otra vez en la tumba. Jesús de Nazaret está vivo todavía. Él todavía está llamando al universo hacia Su Reino.

Si bien es cierto, aunque esta decisión, creo yo, traerá dolor a muchas personas, familias y a la civilización misma, el evangelio no necesita "valores familiares" para florecer. De hecho, la Iglesia usualmente prospera cuando está en contraste directo con las culturas que le rodean. Ese era el caso en Éfeso, Filipo, Corinto y Roma, ciudades que sostenían perspectivas del matrimonio alejadas de la Escritura.

La Iglesia necesitará en los años que vienen articular lo que creemos acerca del matrimonio; no podemos asumir que la gente estará de acuerdo con nosotros, o que nos comprenderán con exactitud. Es necesario que no hablemos del matrimonio simplemente en términos de valores, cultura y florecimiento humano. Hablemos del matrimonio de la manera en que Jesús y los apóstoles nos enseñaron--como algo atado al evangelio, una imagen de la Unión de Cristo con su iglesia (Efesios 5:32).

Y mientras lo hacemos, debemos no solamente articular nuestras perspectivas sobre el matrimonio, sino debemos encarnar una cultura matrimonial de acuerdo con el evangelio. No hemos hecho un tan buen trabajo en el pasado con respecto a esto. Muchos de nuestros matrimonios han sido saboteados por el divorcio. Demasiadas veces hemos descuidado aplicar la disciplina en la Iglesia en los casos de aquellos que sin arrepentimiento destruyeron sus matrimonios. Debemos arrepentirnos de nuestros errores y mostrarle al mundo lo que el matrimonio en realidad debe ser y mantener la luz encendida a los caminos antiguos.

Esto le da una oportunidad a la Iglesia de hacer lo que Jesús nos llamó a hacer con nuestros matrimonios en primer lugar: servir de luz en los lugares oscuros. Los matrimonios estables y permanentes con familias compuestas por un padre y una madre pueden volverse una peculiaridad en la cultura del siglo 21.

No debemos temer eso. Nosotros creemos cosas más extrañas que eso. Creemos que un hombre previamente muerto está vivo y aparecerá en los cielos orientales con un tatuaje en su musloo montado en un caballo. Creemos que el evangelio puede perdonar pecadores como nosotros y hacernos hijos e hijas. Es tiempo que abracemos el tipo de peculiaridades que salvan.

Reconozcamos también que si estamos en lo cierto con respecto al matrimonio, y yo creo firmemente que sí lo estamos, muchas personas se decepcionarán de obtener lo que quieren. Muchos de nuestros vecinos creen que un concepto redefinido del matrimonio simplemente expandirá la institución (y seamos honestos, muchos querrán que se siga expandiendo). Esto no será así, porque la complementariedad sexual no es algo adicional y periférico al matrimonio. La Iglesia debe estar preparada para los refugiados y deportados que regresen de la revolución sexual heridos y abatidos.

Debemos prepararnos para aquellos, como la mujer en el pozo de Samaria, que estarán sedientos por el agua que todavía no conocen.

Hay dos tipos de iglesias que no serán capaces de alcanzar los refugiados de la revolución sexual. La primera, es la Iglesia que ha desechado la verdad de las Escrituras, incluyendo lo que dice sobre la sexualidad y el matrimonio y como resultado, no tiene nada que decirle a un mundo quebrantado. Y la segunda, es el tipo de Iglesia que grita con furia a aquellos que están en desacuerdo. Esta iglesia no tendrá nada que decirles a los que buscan nacer de nuevo.

Debemos pararnos con convicción y con amor, con verdad y con gracia. Debemos ser fieles a nuestras creencias y amar a aquellos que nos odian por ellas. Debemos no solamente hablar verdades cristianas; debemos hablar con un acento cristiano. Debemos decir lo que Jesús ha revelado, y debemos decir esas cosas de la manera en que Jesús lo hace--con misericordia y con una invitación a una nueva vida.

Algunos cristianos estarán tentadas a la ira, desquitándoselas con el mundo alrededor con una narrativa de rechazo. Esa tentación es mala. Dios decidió cuando nosotros habríamos de nacer, y cuando habríamos de nacer de nuevo. Tenemos el Espíritu y el evangelio. Pensar que merecemos vivir en tiempos diferentes es decirle a Dios que merecemos un mejor campo misionero que el que nos ha dado. Marchemos gozosamente hacia Sion.

El testimonio del matrimonio será, como el movimiento pro-vida, una estrategia a largo plazo que será multi-prolongada. No hay tiempo para temer, indignarse o politizar. Vemos que somos extranjeros y exiliados en la cultura americana. Estamos en el lado equivocado de la historia, así como comenzamos. Debimos haberlo estado todo el tiempo.


Busquemos el Reino. Seamos firmes con el evangelio. Temamos a Dios. Pero, no temamos a nuestro campo misionero.

Este post fue orignalmente escrito por el Dr. Russell Moore, presidente de la Comisión Ética de la Convención Bautista del Sur en su columna del Washington Post. Traducido por Luís Luna Jr.