miércoles, 28 de diciembre de 2016

¿Qué hiciste este año?


Unos días atrás, mi equipo de líderes en la iglesia y yo hicimos una especie de ejercicio espiritual. Si es que se le puede llamar así. Pues, en realidad no fue algo innovador o fuera de serie. Simplemente, nos preguntamos dos cosas con el fin de reflexionar cerca del fin de año. La primera pregunta fue: ¿Qué metas personales nos propusimos al inicio de año, que por alguna razón, no se dieron? Y la segunda: ¿cómo contribuimos nosotros a este resultado?

Las respuestas fueron variadas. En especial, porque las preguntas no se limitaban a las "cosas espirituales" sino a la vida en general. Algunos quisieron aprender a ejecutar un instrumento, pero no se pudo. Otros mencionaron que querían viajar, pero tampoco se pudo. Alguien incluso dijo que este año quería ser papá, pero su esposa perdió el bebé. Ese fue, sin duda alguna, el "no se pudo" más doloroso.

Comienzo fresco y reflexión continua
La mayoría de nosotros comenzamos el año con iniciativas frescas. Con deseos de cambiar nuestras vidas. La víspera de año nuevo siempre es un tiempo favorable para dar lugar a cambios. O al menos de hacer el intento. Por eso, las dietas se vuelven populares y los dueños de gimnasio hacen mucha plata en enero. Muchos incluso quieren que el año termine pronto. Porque el que viene, sin duda, será "mejor." Según como se entienda "mejor."

Pero, si somos honestos, muchos de nuestros deseos al iniciar el 2016 no se cumplieron. Por cualquiera que sea la razón. En algunos casos, los factores externos pudieron haber tenido mucho que ver. Ya sea cosas como la economía nacional o tendencias globales que están más allá de nuestro círculo de control.

Pero, también, si queremos crecer, de verdad, es importante reconocer que algunas veces, nosotros fuimos los responsables de porqué las cosas no se cumplieron. A lo mejor hay muchas cosas malas que hicimos. O muchas cosas buenas que dejamos de hacer.

Cualquiera que sea el caso, es importante que encontremos un tiempo y espacio, en estas fechas, para sentarnos a reflexionar. Esto no siempre es fácil. Muchos viven intencionalmente huyendo de tiempos así. Temen meditar sobre lo que hacen porque quieren seguir bajo la falsa ilusión de qué estar ocupado significa ser productivo. En lo personal, conozco demasiadas personas que tienen una fascinación con hacerles ver a todo mundo que pasan bien ocupados. Porque así engañan a muchos haciéndoles creer que en realidad están haciendo algo sólo porque andan “de aquí para allá.”

El peligro de reflexionar
Con todo y esto, meditar en el logro de nuestras metas a veces puede ser peligroso. Pues, por lo general, una de dos cosas usualmente ocurre en nuestros corazones que tanto necesitan de la gracia santificadora de Dios.

En primer lugar, si hemos alcanzado lo que nos propusimos, es difícil evitar que el orgullo toque la puerta de nuestra alma. Siendo la arrogancia algo tan sutíl, a veces, es complicado identificar su multiforme manifestación. Y nos podemos volver más arrogantes al compararnos con personas que hacen lo mismo que nosotros, pero que tuvieron un muy mal año. La comparación es siempre tóxica. Y puede envenenar nuestro espíritu si continuamente nos ponemos al lado de quienes consideramos como "menos exitosos."

Pero, lo contrario también es igualmente peligroso. Si después de examinar nuestros resultados, nos damos cuenta que no hemos logrado, básicamente, "nada" entonces nos hundiremos en las arenas movedizas de la desesperación. Poco a poco. Y la frustración será mayor si piensas más en cómo tu pequeño negocio vendió en comparación con la gran empresa, de tu mismo rubro, en la ciudad.

Está bien sentarnos a reflexionar sobre lo que hicimos. O mejor dicho, sobre lo que quisimos hacer, pero no pudimos. Pero, la única manera de hacer esto sin que nuestro corazón caiga en el orgullo o en la desesperación es recordando no sólo lo que hemos hecho, o lo que quisimos haber hecho, sino lo que Jesús, por nosotros, ha hecho.

Sin importar cuan bien nos haya ido, debemos recordar que nuestra relación con el Padre no está determinada por nuestros buenos logros. Sino por mera gracia.

Al igual que debemos recordar, que sin importar los fracasos que hayamos tenido, nuestro caminar con Dios no está definido por las desilusiones que pasamos. Sino por mera gracia.

Está bien que reflexionemos sobre lo que hicimos o no hicimos para Dios. Pero, mayor es nuestro deber, y deleite, de considerar lo que Dios ha hecho por nosotros en Cristo.

Está bien que hagamos un análisis de las cosas que hicimos o dejamos de hacer por Jesús; pero, mayor que eso es tener presente que la vida cristiana no se trata de hacer algo por Jesús, sino de hacer todo con Jesús.
Pues, lo paradójico del evangelio es que entre más reflexionamos sobre lo que Dios ha hecho por nosotros, más se enciende nuestro corazón para hacer cosas por Él.

-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

Dilema: ¿Cristianos celebrando navidad?


Celebrar navidad puede volverse en un tema controversial. “¿Celebrarla o no celebrarla, Hamlet?” Ese es el dilema. Por una parte, es algo curioso que este sea un tema caliente. En especial, entre los cristianos. Digo, al menos debería haber consenso en la fecha de cumpleaños de quien fundó el movimiento del que eres parte, ¿no es cierto?

Sin embargo, con todo y esto, es importante aclarar que celebrar o no celebrar navidad no nos hace más santos o más paganos. Tengo buenos amigos que aman a Dios y a las personas que están en ambos lados de la opinión.

Pero, hoy veremos algunos argumentos usados por quienes deciden, en buena consciencia, no celebrar este día. Veamos algunos de ellos:

1. Jesús no nació en esta fecha
La mayoría de historiadores aseguran que Jesús no nació el 25 de diciembre. Sí, lo siento. Lamento romperte la burbujita. A mí me dolió también. De hecho, muchos estudiosos acuerdan que Jesús nació alrededor del primer cuarto del año. Casi por los meses de marzo y abril. ¿La razón? Esos son los meses equivalentes al tiempo en el calendario judío cuando se celebraba la fiesta de los tabernáculos. Todas las obras navideñas que has visto a Jesús salir en un pesebre cubierto de nieve a su alrededor son lindas…pero, equivocadas. Es poco probable que caiga nieve en lugares como el medio oriente. Como Jesús no nació en diciembre, entonces no debemos celebrar navidad, dicen algunos.

2. La navidad es una fiesta pagana.
Muchos registros históricos constatan que los cristianos del primer siglo querían apartar un día del año para celebrar el nacimiento de Jesús. Pero, como no estaban seguros de la fecha de nacimiento, decidieron tomar una fecha que todo mundo conociera y que fuera celebrada. Así que secuestraron el día apartado a Saturnalia y comenzaron a celebrar navidad en su lugar. Entonces, como navidad tiene un origen pagano, no podemos celebrarla ahora. Porque los cristianos no somos parte de cosas paganas…¿verdad?

3. La navidad es una fiesta de consumo.
La navidad es un tiempo en donde la gente se dedica a gastar dinero comprando cosas que no necesitan para sorprender a gente que ni siquiera les cae bien. El capitalismo consumista occidental ha colonizado la navidad y la ha convertido en una fiesta materialista. Y los cristianos no podemos ser parte del sistema. Pues, esto sería compartir los valores de una cosmovisión opuesta al sistema del reino de Dios, dicen muchos.

Entonces, ante esto, ¿qué hacemos? ¿Celebramos la navidad o qué? Bueno, déjame intentar responder a estas objeciones.

1. Es cierto, la evidencia histórica en su mayoría indica que Jesús no nació exactamente la fecha del 25 de diciembre. Pero, que no sepamos la fecha exacta en que Jesús nació no debería impedirnos celebrar el hecho que él nació. Así que me imagino que puedes celebrar el nacimiento de Jesús alrededor de los meses de marzo o abril. No creo que mucha gente llegue a tu fiesta. Pero, puedes intentarlo, creo.

2. La segunda objeción puede ser un tanto más sensible ya que es muy probable que los primeros cristianos hayan empezado a celebrar la navidad secuestrando un festival con tintes paganos. Sin embargo, no todo lo que tuvo un origen pagano sigue teniendo la intención inicial en la actualidad. Por ejemplo, si tú manejas un volskwagen, entonces estás siendo partícipe del genocidio. Los carros volkswagen fueron concebidos por Adolfo Hitler, el canciller alemán responsable del asesinato de más de un millón de judíos. Piensa en eso la próxima vez que enciendas tu coche volskwagen. ¿Estás en pecado? ¡Claro que no! Porque la concepción ideológica inicial que tuvieron los diseñadores originales de esos carros ahora no es la misma. Esto es cierto también de la celebración de la navidad: que haya tenido un origen pagano no significa que tenga esa misma intención ahora. En este sentido, los cristianos redimimos la celebración de la navidad.

3. Sí, vivimos en un mundo obsesionado con las cosas. Y por eso, las tiendas en todo el mundo aprovechan este día para sacarle el dinero a la gente. Pero, no podemos exigir que el mundo se comporte cristiano. No deberíamos escandalizarnos que los mundanos se comporten como mundanos. Específicamente, que los paganos gasten su dinero como paganos. En realidad sólo están siendo coherentes con su manera de ver. O su manera de no ver las cosas, mejor dicho. Lo que sí debería preocuparnos es cuando la gente que está en la iglesia no se comporta como cristianos. Pablo aconseja eso a los corintios.

También, el abuso de algo no invalida su uso. Siguiendo el ejemplo de los coches, podemos concluir que muchos carros son mal usados: para atropellar a gente y salir huyendo de crímenes. Pero, eso no significa que debemos dejar de usar los carros en definitiva.

Similarmente, la celebración de la navidad puede ser abusada en términos consumistas. Pero, eso no quiere decir que debamos desecharla. Es más, los cristianos, más que nadie, debemos ser los primeros en dar a conocer al mundo el verdadero mensaje de la navidad: el milagro de la Encarnación. Dios decidió acercarse a nosotros tomando forma de hombre en Jesús. El hijo de Dios se volvió hombre para que los hombres se volviesen hijos de Dios. En Jesús, Dios ha decidido habitar entre nosotros. Ha tomado la determinación de mudarse a nuestra vecindad. ¡Que alegría más grande! ¡Eso es navidad!

-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

lunes, 19 de diciembre de 2016

Como usar tu dinero (sabiamente) en Navidad



Son muchas las opiniones que hay acerca de si es correcto que los cristianos celebramos navidad o no. Tengo buenos amigos que son mejores cristianos que yo que deciden abstenerse y no celebrarla. También, tengo buenos amigos que son mejores cristianos que yo que deciden participar de ella. En lo personal, creo que hay buenos argumentos en ambos lados de la opinión. Pero, decido celebrar la navidad. Porque es más un asunto de consciencia que algo doctrinal.

Sin embargo, cualquiera que sea tu postura con respecto a la celebración de la navidad lo que es casi seguro es que todos participamos del consumismo excesivo de la navidad. Ya sea que decidas no hacer tamales o que si decidas hacerlos (de ser así por favor avísame), ya sea que decores arbolito o que no porque las bolitas que cuelgan de los árboles representan las cabezas de los niños que Herodes mandó a decapitar, lo que es casi seguro es que terminarás gastando más de lo normal para estas fechas.

Esta es la razón por la que considero que el verdadero enemigo a luchar para esta temporada no son tanto los demonios que se pueden infiltrar a nuestras vidas por participar en estas fiestas sino más bien el ídolo del consumismo que podemos levantar en nuestro propio corazón.

Por eso quiero compartir tres consejos para reflexionar sobre cómo usar nuestro dinero en estas fechas.

1. Distingue entre necesidades y deseos.
A veces la manera en que hablamos muestra el razonamiento que usamos para tomar decisiones. No siempre. Pero a veces. Creo que este es el caso cuando nos referimos sobre compras navideñas. Usualmente, nos hemos encontrado a nosotros mismos decir cosas como: “Necesito ese par de zapatos. Y necesito que sean de esa marca.” Claro, puesto de esa manera entonces, la compra parece justificada. Pues, de todos modos es algo necesario. Pero, ¿en realidad es una necesidad o un deseo? 

Esto no significa que una sea más espiritual que la otra. O que el hecho que quieras algo sea inherentemente malo. Pero, lo que sí significa es que debes reflexionar entre aquellas cosas que sí requieres para tus quehaceres o para ser más efectivo y aquellas que nada más son deseos tuyos. Hace algunos días estuve a punto de comprar una computadora nueva. Cuando estaba casi decidido a desembolsar una cantidad considerable de dinero, al menos para mí presupuesto, me detuve a reflexionar: “Yo ya tengo una computadora. Y me funciona perfectamente bien para lo que yo necesito hacer. Yo no necesito una computadora nueva. Yo quiero una computadora nueva.” Con el fin de ayudarte a ser más sabio y no para hacerte sentir mal después de comprar algo, ¿por qué no pruebas hacerte esta pregunta antes de comprar?: ¿Necesito esto o deseo esto?

2. Prioriza experiencia sobre objetos.
Según estudios recientes, las personas más satisfechas consigo mismos y con la vida en general son aquellas que tienen un repertorio lleno de experiencias en lugar de un armario lleno de ropa. En otras palabras, la gente feliz es la que tiene más y mejores recuerdos en lugar de más ropa, zapatos y aparatos tecnológicos. Las experiencias quedan para siempre. Las cosas se vuelven, con el tiempo, obsoletas. El Smartphone que tanto amas y que te hace sentir una persona “trendy” en un par de meses estará desactualizado porque saldrá uno mejor. Pero, un viaje a la playa con tus amigos estará lleno de gratos recuerdos. Y algunos no tan gratos también.

Entonces, si vas a usar tu dinero, considera gastarlo en experiencias enriquecedoras con tus amigos y familia en lugar de llenar tu casa de cosas que no necesites que compraste con dinero que no tienes para sorprender a gente que ni siquiera te cae bien. Así que lo que esto puede significar, es que en lugar de comprar zapatos caros, puedes planear un viaje a la playa un 25 de diciembre con tu familia. Claro, escribo esto desde un país tropical cercano al ecuador en el que la idea de viajar a la playa en diciembre es viable. Pero, si estás en otro lado del mundo, entiendes el punto. Las personas son más importantes que las cosas. Los recuerdos que hacemos con las personas valen mucho más que los objetos que almacenamos. Prioriza personas en lugar de cosas. 

3. Usa tu dinero como medio de gracia
Muchos de nosotros queremos atribuirle a la temporada de la navidad significados que son nobles, pero no esenciales. Por eso hay personas que dicen: “este es un tiempo para compartir en familia, este es un tiempo para agradecer por todo, este es un tiempo para sentarse a planear para el futuro, este es un tiempo para ser generoso.” Todas estas cosas son verdades. Y muy nobles. Pero, ese no es el verdadero significado de la navidad. Lo que en realidad celebramos en estas fechas es que nuestra situación pecaminosa era tan desesperada que requería que el hijo de Dios tomara forma de hombre para vivir entre nosotros y morir por nosotros.

Porque Jesús vino a habitar en medio de nuestro desastre es que nosotros podemos tener esperanza en medio de los diferentes desastres de la vida. Porque Jesús vino a nacer en un pesebre siendo temporalmente excluido nosotros estamos seguros que somos eternamente recibidos en el abrazo del Padre. Jesús vivió la vida que nosotros teníamos que vivir. Y murió la muerte que nosotros teníamos que morir. Navidad es Jesús. Y el milagro de la Encarnación.

Y porque el milagro de la encarnación es el centro de la navidad, nosotros podemos usar nuestro dinero como un medio de gracia. Nuestras posesiones, entonces, se convierten en canales de redención para apoyar lo que Dios ya está reconstruyendo. Por eso, puedes usar tus recursos para alcanzar a más gente para Cristo donando y siendo parte de diferentes iglesias y ministerios transparentes que están haciendo una diferencia alrededor nuestro. El dinero sí puede traer felicidad, cuando lo usamos para ayudar a otros.

-Luís Luna Jr. 
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente por Abba.

jueves, 15 de diciembre de 2016

Sobre La Reelección: Tú derecho y tu deber.


El tema de la reelección sigue viento en popa. El pueblo hondureño se vuelve cada más polarizado con respecto a qué posición tomar. Una de las cosas que ha hecho este proceso más polémico es que el actual presidente Juan Orlando Hernández Alvarado ha sido inscrito para ser parte del proceso electoral. Esto ha venido a estremecer la institucionalidad gubernamental, o lo que queda de ella, en nuestro país. Pues, el artículo 239 de la Constitución establece que tal cosa no puede ser posible.

"Cada cabeza es un mundo" dice el refrán. Y en temporada de elecciones políticas esto no puede ser más cierto. Todos tenemos una manera muy particular de ver el mundo. Y esto incluye la forma en como nuestro país debe ser administrado y por quien debe ser administrado.

Incluso, las personas que dicen no inmiscuirse en asuntos de política están tomando una postura, aunque ellos no se den cuenta. Están siendo políticamente indiferentes y apáticos.

“La iglesia no se debe meter en esto.”
En la diversidad de la flora y fauna que existe dentro del sistema ecológico evangélico, muchos enseñan que la iglesia debe estar fuera de asuntos que tengan que ver con la política. Porque es algo demasiado "impuro." Por eso, según piensan algunos, lo mejor que podemos hacer es lavarnos las manos, como Pilato. Y dejar que el mundo sea gobernado según sus patrones. Pues, nosotros "gobernamos desde las alturas" (lo que sea que eso signifique).

Esta alternativa puede sonar noble y muy espiritual. Pero, no es la más sabia ni la más saludable. Por varias razones.
En primer lugar, es un tanto ingenuo pensar así. Es imposible separar la fe de la política. El pensamiento religioso casi siempre está concatenado al actuar político. Cuando se hace bien, la reflexión teológica es el fundamento del activismo político coherente, en el mejor de los casos. La primera iglesia se fundamentaba sobre un enunciado en medio de la persecución que sufría: "Jesús es Señor y el César, no."

Este enunciado no está exento de implicaciones políticas sobre quién debe poseer nuestra lealtad suprema. De la misma forma cuando nosotros hoy cantamos sobre el establecimiento del trono de Dios eso significa que todos los demás tronos, o sillas presidenciales, son pequeñas en comparación con el gran Trono Celestial en el que está sentado nuestro Señor.

En segundo lugar, esta forma de pensar no es cristiana. Sino más bien, influenciada por el dualismo platónico. El filósofo griego Platón enseñó, y estoy sobre generalizando aquí, que el mundo de las formas o de las ideas (inmaterial) era superior al mundo material. Algunos pensadores intentaron sintetizar el pensamiento cristiano con el pensamiento platónico y concluyeron que el mundo espiritual (religión/inmaterial) es superior al mundo material (política/todo lo "secular"). 

Pero, hay algo que derriba este paradigma pagano: el milagro de la Encarnación. El hijo de Dios (verbo inmaterial) se hizo carne en Jesús (hombre físico/material). Por consiguiente, cuando enseñamos que la iglesia no debe meterse en asuntos “impuros” como la política porque es menos espiritual y es una actividad menos sublime entonces no estamos siendo coherentemente cristianos sino parcialmente platónicos.

Y en tercer lugar, si la iglesia de veras no tiene nada que hacer metiéndose en asuntos políticos, entonces ¿por qué la iglesia si se metió algunos años atrás en materia política reclamando y denunciando el intento de reelección de parte del presidente en gobierno durante la crisis del 2009? ¿Por qué lo que antes era condenado como un pecado y delito de traición a la patria ahora tiene una respuesta de silencio otorgador? ¿Acaso la moralidad muta con el pasar de los tiempos y de los gobiernos?

A lo que tienes derecho y a lo que no tienes derecho.
En vista que cada ciudadano hondureño tiene su propia opinión al respecto, mi interés no radica en persuadir a las personas a cambiar su manera de pensar, sino más bien a reflexionar sobre cómo expresan su forma de pensar hacia aquellos que no la comparten.

Como ciudadano hondureño tienes el derecho de tener una de las dos opiniones predominantes en la población actualmente. Puedes estar indignado porque sientes que la constitución está siendo pisoteada. Puedes estar molesto con todos los líderes políticos y religiosos que años atrás a viva voz condenaban todo acto de reelección pero en la actualidad han decidido quedarse callados o hacerse de la vista gorda. Puedes sentirte incluso desesperanzado porque la institucionalidad de nuestro país cada vez está en mayor decadencia. Puedes sentir una gran desconfianza hacia nuestros líderes porque hacen lo que dijeron que no harían. O no hacen lo que dijeron que sí harían. Es tu derecho sentirte así. También es tu derecho de expresar tu opinión. Y esto, también puede incluir el activismo no violento a través de manifestaciones o marchas. 

También tienes el derecho de estar contento. Porque piensas que el actual mandatario ha sido el mejor presidente que nuestro país ha tenido en toda la historia. Y por lo tanto, ya que el estado en el que se encontraba nuestra nación era tan deplorable, hace falta que alguien gobierne por más de cuatro años. Por eso, la idea de la reelección no es tan mala después de todo. Puedes estar rebosante de alegría porque el actual presidente es el David que nuestra nación tanto ha necesitado por varios días. Estás en tu derecho de pensar así y de expresar tu pensamiento. Esto incluye la manifestación de tu apoyo hacia la adminsitración actual por medio del voto. Tengo hermanos en Cristo que son mejores cristianos que yo que genuinamente piensan de esta forma. 

Pero, aunque tengamos estas libertades, hay algo de lo que sí no tenemos libertad. Hay algo de lo cual no tenemos el derecho de hacer. Hay algo que no se nos es permitido. Podemos pensar diferente. Pero, no podemos satanizar a aquellos que piensan distinto a nuestra manera de pensar. Y esto, claro está, incluye la expresión de nuestra opinión en cuanto a asuntos políticos. Los siguientes días estarán llenos de debates acerca de los acontecimientos que han rodeado el tema de la reelección. Pero, lo que debe primar por encima de todo es algo mucho más que la tolerancia y el civismo. Para los que seguimos a Jesús debe reinar un espíritu de amabilidad. Pablo nos enseña que el siervo del Señor no debe ser contencioso. En otras palabras, no debe pelear por el mero hecho de iniciar una pelea.

Ser amable y amoroso con aquellos que diferimos no significa que nuestras convicciones políticas deban languidecer. Podemos mantener firmeza en nuestras convicciones. Y amabilidad en nuestro trato con aquellos que no comparten nuestras convicciones. Una cosa no niega la otra. Ser brusco y tosco no es señal de tener solidez ideológica.

De hecho, la verdadera tolerancia política no es la ausencia de convicciones. Sino, más bien como tus propias convicciones te llevan a tratar a las personas que no comparten lo que tú crees. Hay mucho camino que recorrer, muchos temas que debatir y muchas acciones que tomar. Pero, por encima de todo esto, debe reinar algo que es mucho mayor que el mero civismo: hablar la verdad en amor. En conclusión, tu derecho a opinar no significa libertad para irrespetar. Tienes derecho a expresar tu sentir. Pero, tienes deber de, no sólo respetar, sino amar a aquellos que no comparten tu sentir.

-Luís Luna Jr

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Pequé...¿y ahora qué?


Si estás respirando quiere decir que estás vivo. Si estás vivo es seguro que has pecado. O estás pecando. O vas a pecar. Al decir esto no es porque yo esté deseando que esto pase. Sino porque los humanos vivimos en mundo emponzoñado por el pecado. El pecado existe no sólo a nuestro alrededor sino también, y esta es la realidad más difícil de aceptar, en nuestro interior (Rom. 3:23). Incluso, para quienes estamos en Cristo.

Si estamos en Cristo, eso significa que Él ha pagado por la penalidad de nuestro pecado (Rom. 6:23; 8:1-2). Por medio del Espíritu Santo estamos siendo librados del poder del pecado (2 Tes. 2:13). Pero, un día, en la glorificación y en la venida total de Su Reino, seremos liberados totalmente de la presencia del pecado (Fil. 3:21). Sin embargo, lo que eso significa, es que en este lado de la eternidad lucharemos de forma continua con el pecado remanente en nuestros corazones. Es por esta razón que Pablo nos instruye a que nos vistamos del nuevo hombre (Efesios 4:24).

La lucha con el pecado es algo real que ocurrirá en nuestro caminar diario (Rom. 8:12-13). Nuestra lucha contra el pecado estará marcada por victorias. Confiamos en que la gracia del Señor nos sostiene y la mano del Espíritu nos llevará a salvo hasta el día que Cristo venga. Pero, también, en algunas ocasiones, más de lo que estamos dispuestos a admitir, experimentaremos derrotas. Así que, por esto, quiero compartir contigo tres sugerencias para levantarte después de haber caído en pecado.

1. Reconoce que has pecado. Pretender que todo está bien no anula la realidad del pecado que cometiste. Es más, una de las tantas cosas que hace es que alarga el proceso de restauración. Seguirás comiendo algarrobas para cerdos si sigues negando tu pecado. La restauración comienza al quitarnos la máscara. La Biblia enseña que "quien cubre sus pecados no prosperará. Más quien los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia” (Prov. 28:13).

Tal vez no quieres admitir que pecaste porque tienes miedo de lo que eso haría a la imagen que intentas proyectar hacia los demás. Sin embargo, ¿de qué le vale a un hombre ganar una buena reputación e imagen y perder su alma? El primer paso para curarse es admitir que uno está enfermo. Reconoce tu pecado. No te justifiques.

2. Cambia tu mente hacia el pecado. Puede que muchos no tengamos ningún problema en reconocer el pecado que hemos hecho. Pero, seguimos pensando de la misma manera con respecto a él. Podemos reconocer nuestras transgresiones, pero seguirlas amando al mismo tiempo. Debemos ver el pecado por lo que realmente es: una alta traición y rebelión ante el Soberano Creador del Universo que, en su infinita gracia, ha decidido llamarnos Sus hijos. El pecado es un suicidio espiritual. Es cauterizar la mente. Nos volvemos leprosos arrancando pedazos de nuestra misma piel. 

No hay nada más deshumanizante que el pecado. Y debemos verlo como Dios lo ve: aborreciéndolo. La palabra bíblica para esto es "arrepentimiento." En el idioma original el vocablo es "metanoia", que, esencialmente, significa cambiar de mentalidad y retornar en el camino acerca de algo. Cuando nos arrepentimos de verdad, estamos cambiando la manera en que pensamos acerca del pecado. Reconozcamos nuestro pecado y cambiemos la manera en que pensamos sobre el a través del arrepentimiento. Porque el reino de Dios ha venido (Mat. 3:2).

3. Contempla a Jesús. Puede ser que cuando pensamos en restaurarnos después de haber pecado, lo primera idea que se nos viene a nuestra mente es "esfuerzo." Esto es cierto, en gran medida. Debemos estar vigilantes hacia aquellos pecados que eventualmente pueden enfriar nuestro corazón. Debemos esforzarnos y estar alertas. Pero, es importante que dirijamos bien nuestros esfuerzos. Debemos esforzarnos en enfocar nuestra mirada en Jesús. Dios transforma nuestras vidas no cuando decidimos "portarnos bien" sino cuando determinamos poner la mirada de nuestros ojos espirituales en la belleza y la majestad de Jesús. 

Ese es el camino para la restauración después de haber pecado y para la liberación progresiva del pecado mismo (2 Cor. 3:18). Porque cuando vemos la hermosura de Dios en Cristo, al mismo tiempo vemos lo horrible que es el pecado. El famoso predicador londinense Charles Spurgeon solía decir: "Cuando el pecado se vuelve amargo, Cristo comienza a sentirse dulce." De la misma manera, cuando vemos que Dios es hermoso, comenzamos a repugnar el pecado.

Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente por Abba.

jueves, 24 de noviembre de 2016

Una actitud de gratitud


¿Has estado al lado de alguien que se queja siempre? ¡Que duro que es! ¡Soportar su verborrea negativa! ¡Ver siempre la manera en cómo contentarlos y cumplirles sus caprichos porque de lo contrario no se callaran! ¡Hay gente con la que simplemente nunca se queda bien!

Algunos se quejan porque hace mucho calor. Otros se quejan porque hace mucho frío. Algunos se quejan porque la música está muy bajita. Otros porque está demasiado estridente. 

Algunos se quejan porque tienen mucho tiempo de trabajar y no les han aumentado el sueldo. Otros se quejan porque les aumentaron el sueldo y ahora tendrán que pagar más impuestos. 

Algunos se quejan porque no soportan ya la vida de soltero y quieren casarse. Otros se quejan porque no soportan la vida de casados y quieren regresar a estar solteros.

Todos nosotros en algún punto de nuestra vida nos hemos quejado. O nos vivimos quejando. La ironía del comienzo de este artículo es que inicié quejándome de la gente que se queja. Entonces, creo que eso automáticamente me convierte en alguien igual a las personas de las que me estoy quejando, ¿no?

Pero, Dios no quiere que nuestras vidas estén marcadas por un corazón quejumbroso. Todo lo contrario, Dios espera que caminemos con un espíritu agradecido.

Porque una actitud de gratitud abre las puertas a la plenitud.

La manera en cómo desarrollamos un espíritu de gratitud es a través de la práctica del agradecimiento. Esto es: continuamente agradecer a Dios por todo lo que proviene de su mano. Esto no quiere decir vamos a agradecer hipócritamente, sin sentir lo que estamos expresando. La gratitud fingida es esencialmente, al fin y al cabo, mera ingratitud. 

Pero, en ocasiones no necesitamos sentir el deseo de algo para realizar la acción. Sino, más bien, cuando decidimos hacer algo por convicción el sentimiento se une después. Aunque no “sintamos” ser agradecidos, si decidimos ser agradecidos entonces el "sentimiento" de gratitud nos acompañará después.

Pero, ante todo esto es importante que nos preguntemos porque es necesario cultivar un corazón agradecido en primer lugar.

La gratitud sustituye al pecado. Ni palabras deshonestas, ni necedades, ni truhanerías, que no convienen, sino antes bien acciones de gracias." (Efesios 5:4).

Las palabras que hablamos evidencian el contenido que llena el corazón que cargamos. Si nuestras palabras están marcadas por negativismo, quejas y reclamos entonces eso significa que nuestro corazón está seriamente descontento. Y por consiguiente, el círculo vicioso es reforzado. Ósea, un corazón descontento expresa palabras negativas que a su vez refuerzan el malestar de un corazón que ya estaba inconforme en primer lugar.

Hablar con negativismo es algo malo no porque los libros de auto-ayuda y de psicología popular lo condenan, pues nos impiden "cumplir nuestras metas." En realidad, el asunto es más profundo que eso. Dejar de ser agradecido, o ser mal-agradecido, es un síntoma que indica una patología más peligrosa: la incredulidad en el carácter bondadoso de Dios. 

Un cristiano con un corazón quejumbroso es, en primera instancia, alguien que no cree que Dios verdaderamente cuida de sus hijos. No lo expresaríamos de esta manera tan cruda. Pero, esa es la música de fondo que suena en el corazón de una persona que se pasa la vida quejándose.

Si somos malagradecidos significa que primero fuimos incrédulos. No creemos, o creemos parcialmente, que Dios es bueno y que cuida de nosotros. Y todo lo que proviene de la incredulidad es pecado (Rom. 14:23). Vivir con una mentalidad quejumbrosa, no sólo es señal de incredulidad, sino que también asfixia el proceso de ver las cosas desde una perspectiva celestial. La vela de la esperanza y el optimismo se apagan por el viento implacable de las quejas. El pecado se nutre de la incredulidad y crece en la oscuridad. Por consiguiente, un corazón quejumbroso está más propenso a vivir en pecado.

Es en vista de esto, que tenemos la necesidad de cultivar un corazón agradecido. Porque cuando lo hacemos nos estamos poniendo lentes de optimismo. Estamos viendo al mundo de la manera en que Dios lo ve.  Los cristianos, de todas las personas, deberíamos ser los más agradecidos, optimistas y llenos de esperanza. Porque nuestro optimismo no es ingenuo y frágil, basado en nuestros impulsos intermitentes de hacer el bien. Sino, sólido y bien fundamentado, basado en la revelación de un Dios que está haciendo nuevas todas las cosas.

La esperanza escatológica de un cielo nuevo y una tierra nueva deben llenarnos de agradecimiento por lo que Dios hará. Un corazón distinguido por el agradecimiento a un Dios que cumple sus promesas es terreno fértil para que crezcan las flores de la piedad en lugar de la maleza del pecado.

¿Agradecido en todas las circunstancias? Dad gracias en todo, porque esta es la voluntad de Dios para con vosotros en Cristo Jesús” (1 Tes. 5:16-18).

Muchos leyendo esto sienten que tienen derecho a quejarse. Porque las personas los han tratado mal. O la vida les ha jugado una mala carta. Es fácil sentirse agradecido cuando todo está bien. Cuando lo que emprendamos da resultados. Cuando la familia está unida. Cuando las cuentas están pagadas. Pero, ¿qué pasa cuando todo se desmorona? ¿Qué ocurre cuando, a simple vista, no hay ninguna razón lógica por la que deberíamos estar agradecidos?

¿Qué pasa cuando sentimos que tenemos todo el derecho de quejarnos después de lo que hemos sufrido? Es importante entender que Dios no te llama a negar la, a veces, cruda realidad que rodea tu vida. La fe bíblica no niega lo que es. 

Al contrario, al negar lo que realmente es estamos removiendo el escenario para que Dios haga lo que sólo Él puede hacer. Es como si estuviéramos sentados frente a un médico y juráramos que no hemos estado teniendo los síntomas respectivos de un tumor maligno.

Sin embargo, la verdadera fe bíblica es creer que la realidad de Dios puede invadir la realidad aquí en la tierra y transformarla para Su gloria. Cuando creemos esa verdad entonces estamos comenzando a ver el mundo a través de los lentes de Dios. Con los ojos de la fe. 

Y sólo cuando vemos al mundo con los ojos de la fe es que podemos estar agradecidos ante cualquier tipo de circunstancia. Creemos en lo que Dios puede hacer y creemos en lo que Dios ha prometido hacer. ¿Por qué? Nuestra confianza en lo que Dios promete descansa en que Él ha cumplido lo que ha prometido en el pasado.

Del cumplimiento de las promesas pasadas dependen la certeza de nuestra fe en el futuro y nuestra gratitud en el presente. ¿Y cómo podemos estar seguros que Dios cumple sus promesas? Viendo la cruz. Mucho se puede decir sobre las razones por las que Dios permite el mal. Pero, una de las razones que con seguridad podemos afirmar que NO es, es esta: Dios es indiferente al sufrimiento y al mal en el mundo. Eso no es cierto. 

De hecho, Dios mismo ha pasado por los niveles de dolor y sufrimiento más grandes que alguien haya podido experimentar siendo brutalmente asesinado en una cruz romana. La cruz, al igual que la tumba vacía, son las evidencias más grandes que Dios cumple lo que promete. Las promesas del Antiguo Testamento sobre un Redentor que salvaría el mundo a través de su propio sufrimiento se llevan a cabo en la vida y obra de Jesús.

Por eso, ahora a la luz de estas verdades nosotros caminemos con seguridad. Pues estamos siendo sostenidos por las mismas manos que diseñaron el cosmos y fueron clavadas por nosotros. Pase lo que pase y venga lo que se venga, podemos tener una actitud de gratitud. Porque aunque no tengamos el control de las cosas, somos inmensamente amados por Aquel que sí lo tiene. Y por eso, gracias Dios.

-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

martes, 22 de noviembre de 2016

No desperdicies tu dolor


El recuerdo está fresco. Recién había salido del trabajo e iba bebiendo un sorbo de un café mocca, cuando de pronto mi mamá me envió un mensaje que la llamara por algo que era urgente. Y vaya que sí resultó serlo.

Mi mamá me informó que los doctores habían desahuciado a mi abuela. Ningún tratamiento u operación impedirían el avance implacable de su enfermedad. Lo único que quedaba, era esperar su inevitable muerte. Que en efecto llegaría unos días después del fatídico diagnóstico.

La noticia me golpeó más porque en ese momento todo me estaba saliendo bien. Estaba avanzando en mis estudios, viendo frutos en el ministerio de jóvenes y teniendo buenos resultados en mi trabajo. Pero, de un momento a otro, fui sacudido. Los días antes y después de su muerte fueron difíciles. 

Especialmente porque sentí que Dios actuó injustamente con mi abuela. Ella era el tipo de persona que siempre estaba dispuesta a servir al Señor y a su obra. Casi todos los fines de semana ella estaba involucrada en una actividad para recaudar fondos para la iglesia a la que ella pertenecía. Ella tenía la costumbre de ofrecer comida a quien llegara a visitarla. Por eso, su casa estaba lleno de gente que yo no conocía. Porque ellos sabían que la hermana Josefa no los iba a dejar ir con hambre.

En verdad fueron días duros. Mis ojos todavía se humedecen cuando recuerdo lo que pasó. Es sorprendente como la vida destruye la falsa ilusión de que tú tienes el control de las cosas.

Tal vez no has perdido a un ser amado, pero has atravesado algo similar. Puede ser que conozcas lo que significa que tu mundo se derrumbe. O lo que es peor aún, puede que en este momento tu vida se esté derrumbando y no hay nada que puedes hacer al respecto.

Tal vez invertiste energía, recursos y tiempo en lanzar una iniciativa empresarial, sólo para saborear el fracaso amargo y querer renunciar a todo.

A lo mejor iniciaste el ministerio con ganas de cambiar el mundo. Pero, sentiste el dolor de la traición por parte de quienes prometieron ayudarte a cumplir la visión de Dios para la iglesia.
Es probable que te ilusionaste en una relación amorosa. Y todo era color de rosa. Hasta que te diste cuenta que jugaron contigo.

Cuando estás pasando por cosas como estas hay algo que es seguro que no deseas escuchar: Consejos simplistas de parte de quienes  no tienen la menor idea de cómo te sientes.

Atravesar estos desiertos es difícil. Atravesarlos por nuestra propia cuenta lo hace peor.
Pero, Dios no quiere que este sea el caso. De hecho, en su providencia, Dios nos ha dado la iglesia como una familia sanadora y como una comunidad solidaria. Por favor lee bien lo que estoy a punto de decir: Uno de los propósitos de Dios para la iglesia es que en ella encontremos un oasis de amor, esperanza y solidaridad en el desierto de nuestras tragedias.

 El apóstol Pablo entendió esto. 2 Cor. 7:5-7 relata lo siguiente:
Pues aun cuando llegamos a Macedonia, nuestro cuerpo[a] no tuvo ningún reposo, sino que nos vimos atribulados por todos lados: por fuera, conflictos; por dentro, temores. 6 Pero Dios, que consuela a los deprimidos[b], nos consoló con la llegada de Tito; 7 y no sólo con su llegada, sino también con el consuelo con que él fue consolado en vosotros, haciéndonos saber vuestro gran afecto[c], vuestro llanto y vuestro celo por mí; de manera que me regocijé aún más.

Pablo confiesa con libertad la depresión que pasaron. Sin embargo, por importantes que son los medios de gracia para fortalecer nuestra fe, la provisión de Dios a Pablo fue a través de Tito. Pablo y los suyos estaban en crisis; pero, fueron consolados cuando llegó Tito.
Pablo relata que Tito le hizo saber que los corintios "lloraban por él." Y esto fue causa de regocijo en el corazón del apóstol.

En ocasiones, es común ver el dolor de otros y de inmediato disponernos a decirles lo que está mal y cómo deben cambiarlo. Está bien querer ayudar. Pero, también existe el riesgo de querer aconsejar a los que lloran sin primero llorar con los que lloran. Demasiadas veces queremos sonar expertos en cosas que ni siquiera hemos atravesado. Cuando alguien está interesado en nada más dispensar sabiduría, pero no siente el dolor de quien está recibiéndola, el consejo puede ser bueno. Pero, permanece en la superficie del corazón de quien lo recibe.

Por eso, la única manera de sentir, en verdad, el dolor de quien se desmorona frente a tus ojos es que tú hayas sido previamente desmoronado por eso mismo también. Un tiempo atrás mi mamá estuvo hospitalizada y pasó varios días en la clínica. Mi papá y yo nos turnamos para cuidar de ella durante la noche. La mayoría del personal médico cuidó bien de ella. Excepto por algunas de las enfermeras. Me imagino que era el cansancio físico y emocional de estar cuidando a tanta gente durante largos turnos. A pesar de esto, hubo una enfermera que atendió a mi mamá de una forma tan especial que arrestó mi atención.

En lo que fuese, ella siempre daba la milla extra para que mi mamá estuviera cómoda durante su estadía en la clínica. Un día me le acerqué para agradecerle por lo que hacía por mi mamá. Sé que, en parte, era su trabajo pero lo hacía tan genuino. Ella me contestó: "No se preocupe. Hace algunos meses atrás yo estuve hospitalizada por la misma razón que su mamá está hospitalizada. Así que sé muy bien como ella se siente y como necesita ser atendida."

Dios te permitirá atravesar episodios que no entenderás al principio para que brindes amor, solidaridad y empatía a quienes están atravesando el desierto que tú ya pasaste. Porque, ¿quién es la persona más adecuada para solidarizarse con una joven sufriendo de anorexia que alguien que haya atravesado por eso?

¿Quién es más indicado para ministrar a un joven pastor desanimado que alguien que ya haya sentido de primera mano lo duro que puede ser el corazón del pueblo de Dios en muchas ocasiones?
¿Quién puede a ayudar a una joven que haya sufrido abuso sino alguien que haya pasado por el mismo infierno?

Aún el apóstol que escribió casi la mitad del Nuevo Testamento y plantó iglesias por todo el Mediterráneo necesito del consuelo y la solidaridad de alguien. De la misma forma, Dios quiere que nosotros brindemos y recibamos amor, empatía y solidaridad a través de nuestra iglesia local.  No tengo idea de cómo mi familia hubiera atravesado el duelo después de la muerte de mi abuela de no haber sido por el consuelo, la solidaridad y el amor que recibimos por parte de nuestra iglesia local.

En Jesús, Dios no sólo se solidariza con nuestra condición. Sino que encarna nuestra realidad. Ese es el milagro de la Encarnación, según Atanasio: “El hijo de Dios se volvió hombre para que los hombres se volviesen en hijos de Dios.”

Hemos recibido gracia para brindar gracia a otros. Hemos recibido consuelo para consolar a otros. Hemos recibido solidaridad para solidarizarnos con otros. En Cristo, Dios se da a nosotros para que nosotros nos demos a los demás.

-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

lunes, 21 de noviembre de 2016

6 Estrategias Para Luchar Contra El Orgullo


Dios es quien se encarga de edificar Su obra. Y lo hace otorgando diferentes tipos de dones y habilidades a diferentes tipos de personas. Si por su gracia Dios te ha dotado sobrenaturalmente para algunas tareas específicas de Su Reino, las personas se acercarán para felicitarte y afirmarte. Y aunque este no sea el impulso que te mueve a hacer las cosas, es necesario que tu espíritu se mantenga vigilante a lo que puede ocurrirle a tu corazón al recibir aprobación humana.

No hay nada de malo en expresar admiración por lo que Dios hace a través de otros. Muchas veces siento que un sermón ha salvado mi vida. Y en la manera que puedo, intento expresar mi agradecimiento y admiración hacia la persona que Dios usó para edificarme.

Muchos obreros están haciendo una labor fenomenal. Pero, a la vez, caminan desanimados. Porque casi nunca reciben afirmación de parte de aquellos a quienes sirven fielmente. Por eso, cuando puedas, agradece y felicita a las personas que Dios usa para asistirte en tu caminar con Jesús.

Sin embargo, el fin de este artículo es ayudarte cuando recibas felicitaciones o afirmación de otros por lo que haces en el Reino de Dios. La aprobación humana puede intoxicar el corazón. Y al igual que muchas sustancias tóxicas, nos podemos volver adictos a ella si no tenemos cuidado. Una señal de esto, por ejemplo, es cuando sentimos que los demás están obligados a darnos un "like", "retweet" o una palmada en el hombro después de haber bateado lo que nosotros pensamos fue un "home run."

En nuestro caminar, la clave para crecer más en conformidad a Cristo radica no en controlar o domesticar nuestro ego. Sino en atravesarle una espada para matarlo. Una y otra vez. Y las veces que sean necesarias. Al compartir este artículo, en ninguna manera pretendo haber vencido en totalidad este tipo de pecado. Pensar eso sería suicidio para mi alma. Sino que en mi lucha contra la arrogancia remanente en mi propio corazón, que no es poca, me encontré con las siguientes recomendaciones prácticas del pastor John Piper. Creo que son útiles. 

Si bien es cierto el orgullo se manifiesta de muchas formas, estas dagas son más efectivas contra la arrogancia naciente en un corazón que se quiere acostumbrar a ser alabado:

1. Recuerda que no eres auto-existente; sólo el Dios trinitario lo es. Sólo Dios es absoluto. Tú eres contingente. Recuerda que eres dependiente de Dios en tu origen, presente y futuro. Recuerda esto y medita en esta verdad.

2. Recuerda que eres por naturaleza un pecador depravado y que en todo tu pecado has tratado a Dios con desprecio, prefiriendo otras cosas en lugar de su gloria. Recuerda que no hay nada bueno que hayas hecho que no requiera arrepentimiento. Todas tus buenas obras están, de alguna manera, manchadas por el pecado. Cada una tiene algún grado de error porque Dios demanda perfección. Y por eso, Dios no te debe nada más que dolor en esta vida y en la venidera. Todo lo bueno que tienes a tu alrededor, entonces, es una obra de gracia y no por tu propio mérito.

3. Medita en la realidad que tú condición era tan desesperada que sólo pudo ser remediada por la horrible muerte del hijo de Dios, quien llevó tu pecado y proveyó tu justicia. Y gózate en el perdón y justicia que ahora es tuya en Jesús.

4. Renuncia a todos los deseos de fama y notoriedad cuando sientas que se levantan en tu corazón diciendo: "¡No! En el nombre de Jesús salgan de mi cabeza." Y voltea tu mente con frescura hacia la belleza, verdad y valor de Cristo.

5. Trata de recibir toda crítica, ya sea de amigo o enemigo, asumiendo que casi siempre hay algún grado de verdad del cual te puedes beneficiar. "Sé pronto para oír, tardo para hablar y tardo para airarse." -Santiago 1:19.

6. Trata de acudir a escritores cristianos de siglos anteriores que conocían a Dios en profundidades que la mayoría de nosotros, gente moderna, somos incapaces de conocer.


*En lo personal, he sido redargüido, confrontado y edificado por los escritos de los Padres del Desierto del siglo IV y los predicadores puritanos del siglo 17.* 

-Luís Luna Jr. 
Pecador rescatado por Gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

Puedes encontrar todas las recomendaciones del pastor John Piper haciendo click aquí

jueves, 17 de noviembre de 2016

Más que luces y humo: el requisito indispensable en el ministerio juvenil






Comencé a servir en el ministerio de jóvenes a temprana edad. Pero, rápido me di cuenta de las cosas, o las presiones, con las que un pastor de jóvenes tiene que lidiar de forma continua. Si has estado en el ministerio juvenil por algún tiempo, tienes una idea de las presiones que estoy hablando. Algunas de ellas, claro, no son exclusivas al ministerio juvenil, sino que toda persona que sirve de alguna manera en el ministerio de forma vocacional las atraviesa de manera regular. Pero, algunas son muy características de la pastoral de la juventud.

Por un lado, están los adultos, algunos amables y con buenas intenciones, que siempre quieren decirte lo que tienes que hacer con los jóvenes. Eso no está del todo mal. La biblia dice que muchos consejos traen sabiduría. Pero, pareciera que algunas personas simplemente nunca están satisfechas. O los jóvenes hacen muy poca acción social. O se proyectan demasiado con la comunidad. O son demasiado ruidosos. O no son lo suficiente “enérgicos.”

Por otro lado, está la presión de ser continuamente creativo e innovador. Dios no permita que lleves a cabo una actividad que has hecho tiempo atrás. Estás arriesgando la vida de tus jóvenes y orillándolos a que se vayan al mundo. O lo que es peor: a otra iglesia con un ministerio de jóvenes más "trendy."

Tal vez escuchaste que "debemos cansar a los jóvenes haciendo cosas buenas porque están llenos de energías que pueden usar en cosas malas." Reconozco la buena intención detrás de esta forma de pensar. Pero, si somos honestos, a veces, en respuesta este paradigma, los pastores de jóvenes queremos inventar el agua caliente en cada reunión, ¿no es cierto?

También, existe la presión de ser culturalmente relevante. Aunque este término suene atractivo, en muchos casos, lo que de verdad significa es que debemos tener luces y humo en el escenario. Y nuestros campamentos deben tener nombres en inglés que al resto le cuesta pronunciar.

La cultura contemporánea exige varios requerimientos de aquellos que tienen la gran tarea de liderar a la juventud en la iglesia local. No debemos quejarnos. Sino, aprovechar la oportunidad para adaptarnos y crecer. Los tiempos han cambiado. Y siempre seguirán cambiando. No debemos ignorar esto. Necesitamos adaptarnos. Esto, claro está, no quiere decir que cambiemos el contenido del mensaje del evangelio. Pero sí los métodos que usamos para comunicar el contenido del mensaje.

Aunque la lista de requisitos puede continuar, vale la pena preguntarse: ¿Qué es lo que Dios requiere de los pastores de jóvenes? Pablo, el apóstol, inspirado por Dios, escribe a dos pastores jóvenes: Timoteo y Tito. Ambos ministraban en ciudades grandes y paganas. Las cartas a Timoteo y Tito son conocidas como las epístolas pastorales. Porque en ellas Pablo les aconseja a estos pastores jóvenes sobre como conducirse en sus vidas personales y ministeriales.

Así que, si la conversación sobre los requerimientos que debe cumplir un pastor de jóvenes nos interesa, debemos ver que es lo que dice al Dios al respecto, ¿no?
En 1 Timoteo 3, Pablo enumera los requisitos que debe cumplir todo aquel que sirve en el ministerio pastoral. Y sí, esto incluye a quienes estamos en el ministerio de jóvenes:

Palabra fiel es ésta: Si alguno aspira al cargo de obispo[a], buena obra desea hacer. 2 Un[b] obispo debe ser, pues, irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, 3 no dado a la bebida[c], no pendenciero, sino amable, no contencioso, no avaricioso. 4 Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad 5 (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?); 6 no un recién convertido, no sea que se envanezca y caiga en la condenación en que cayó el[d] diablo. 7 Debe gozar también de[e] una buena reputación entre los de afuera de la iglesia, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo.


Hay algo interesante en esta lista. Y es esto: la descripción que Pablo hace incluye más rasgos de carácter que muestras de talento. De hecho, la única habilidad que aparece nombrada aquí es que quien anhela ministerio debe “ser apto para enseñar.” En otras palabras, Dios está diciendo que el ministro debe tener un carácter sólido más que un conjunto de habilidades fuera de serie.

Dios está más interesado en tu integridad que en tu habilidad. Esto no quiere decir que el talento, las habilidades y muchas otras virtudes no contribuyan a que tu ministerio juvenil sea efectivo. Tú tienes talentos que te hacen único. Fue Dios quien te los dio. Y Él quiere que los uses en el lugar en donde estás.

Pero, más que manos hábiles, más que una mente brillante, Dios busca integridad de carácter.

Las habilidades son aprendidas. El carácter es formado. Está bien que tengamos las actividades y los juegos más divertidos en nuestros campamentos o retiros. Está bien que nuestras reuniones sean llamativas con luces, humo y música que supere los 1000 decibeles. Está bien que hayamos leído todos los libros de Lucas Leys y no faltemos a las conferencias de Especialidades Juveniles. 

Pero, Dios quiere integridad. Esto significa que tus hechos sean consecuentes con tus palabras. Esto significa cumplir con lo prometido aunque el estado de ánimo en el que lo prometiste haya cambiado. Esto significa ser de una sola pieza: ser la misma persona cuando la gente te ve y cuando la gente no te ve.

La razón por la que Dios quiere formar integridad en tu carácter antes de llenarte de habilidades es simple: quien eres cuando nadie te ve determina cuán lejos llegarás. De lo contrario, si te enfocas más en perfeccionar tus talentos antes de formar tu carácter entonces tus habilidades te llevarán a lugares en donde tu carácter no te podrá sostener. Y eventualmente, colapsarás.

Pueden haber líderes juveniles clamando para que Dios les de multitudes. Por una cosecha de almas sobrenatural. Estas no son cosas malas de pedir. El hecho que las pidamos puede ser muestra de un corazón apasionado por almas. Pero, antes de bendecirte con crecimiento ministerial Dios quiere formarte con integridad en tu vida personal.

¿Permitiremos al Espíritu Santo que nos haga más parecido a Jesús?

-Luís Luna jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.