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domingo, 16 de abril de 2017

La Resurrección de Cristo: Evidencia y Significado


Hoy se celebra en el calendario lo que se conoce como "Domingo de Resurrección." Pero, muchos incluso aquellos que provienen de un trasfondo cristiano ven este día como algo meramente simbólico. De la misma forma que sucede con todo lo demás en la vida, lo que es concreto se vuelve simbólico, para después convertirse en nada más que una leyenda. Muchos que profesan a Cristo creen que Él está vivo porque "vive en sus corazones." 

Aunque entiendo el sentir detrás de una afirmación como esta, es algo muy erróneo de creer. Pensar así contribuye a que tengamos ideas con matices más platónicos que cristianos sobre la resurrección. En lugar de sostener una firme, sólida e inquebrantable convicción que Cristo en realidad resucitó de entre los muertos. Física y corporalmente.

Comprender bien la resurrección de Cristo significa, primero, situar este acontecimiento en la categoría de pensamiento adecuada. Esto quiere decir, por ejemplo, que la resurrección no es un asunto filosófico. Aunque tenga muchas implicaciones acerca de la metafísica (el ser), la ética (el hacer) y la epistemología (el saber).

De la misma forma, que la resurrección tampoco es un asunto exclusivamente teológico. Quiero ser claro aquí. Es cierto que la resurrección tiene explicaciones teológicas. Muchas. Y no puede ser entendida apropiadamente en un vacío exento de una interpretación acertada de lo que Dios ha revelado. En la Escritura y en Su hijo. Pero, no es algo que sólo se circunscribe, en última instancia, al campo de la teología.

Sino, que para entender mejor la resurrección debemos saber que es un asunto, primordialmente, histórico. Claro, hay una relación estrecha entre la historia y la teología. Los actos históricos son la materia prima de la interpretación teológica. Aquello que ocurre es lo que genera teología. Y la teología explica aquello que ocurrió. 

"Cristo resucitó" es un hecho histórico. "Cristo resucitó para justificación de nuestros pecados" es una explicación teológica al hecho histórico. Por eso, sólo se necesita dar un breve repaso a los escritos contemporáneos del judaísmo del tiempo de Jesús para darse cuenta que una afirmación como la de "Cristo está vivo porque Él vive en mi corazón" sería un concepto muy lejano para alguien viviendo en la Palestina del siglo I.

Incluso, el mismo apóstol Pablo asevera contundentemente que las personas deberían sentir lástima por los cristianos si Jesús en realidad no resucitó. Porque si Cristo no ha resucitado, vana es nuestra fe. Y también vana es nuestra predicación. Entonces aquel que con seguridad afirman que la única evidencia por la que Jesús vive es porque "Él vive en sus corazón" está consecuentemente socavando la misma fe que con ahínco ha decidido profesar.

El cristianismo está fundamentado principalmente en el acto histórico de la resurrección del hijo de Dios. Sin esto, nuestra fe sólo sería una forma ética de vivir con un par de recursos existenciales que ayudan a las personas a lidiar con el sufrimiento en el mundo.

La resurrección de Cristo es un elemento central en la buena noticia del Reino.

Lo que en verdad importa no es cuantos años tiene la tierra. Sino que Cristo resucitó. Lo esencial no es si los evangelios tuvieron o no el documento Q como fuente común. Sino que Cristo se levantó de entre los muertos. Es importante, entonces, que nos preguntemos: ¿En realidad fue la resurrección física y corporal de Jesús un acontecimiento que ocurrió dentro de la historia de la humanidad?

El historiador académico Gary Habermas comparte tres razones como explicaciones que así lo fue.

1. Los primeros testigos
Los relatos de los evangelios que registran la resurrección de Cristo afirman algo en común: los primeros testigos fueron mujeres. ¡Mujeres! Esto es un detalle importante. Pues, en esta época el testimonio de una mujer no se tomaba en cuenta. En ningún lugar. Mucho menos en una corte. Si la resurrección era un invento, estaba muy mal planeado desde el inicio. 

Según el apologista William Craig, el testimonio de las mujeres acerca de la resurrección de Jesús arruinaría la credulidad del mensaje para la audiencia original. Los discípulos tenían que haberse asegurado de registrar que los primeros testigos fueron hombres. No mujeres. A menos, claro, que en realidad Cristo haya resucitado. Y los biógrafos evangelistas nada más estaban registrando los hechos.


2. El lugar donde inició la predicación del evangelio
Lucas, el historiador, quien también era médico de profesión, relata que uno de los primeros lugares en donde se comenzó a predicar el evangelio fue en Jerusalén. ¿Qué tiene de importancia esto? Bueno, si tu mensaje es un cuento de hadas y puras patrañas, entonces lo más lógico es proclamarlo en un lugar lejos de los acontecimientos en los que tu mensaje se basa. 

Si todo es mentira, entonces lo normal sería comenzarlo a predicar en un lugar lejano en donde sería más fácil engañar a las personas. Pero, no. Los discípulos comenzaron a hablar del Cristo resucitado en aquellos lugares en donde Él había andado. Y específicamente en la ciudad en donde había sido brutalmente asesinado y muchos lo habían visto morir.

La explicación más viable de hacer algo tan sin sentido como proclamar acerca de una persona resucitada en el mismo lugar en donde fue asesinado es que, en verdad, esto ocurrió.

3. El origen de la iglesia.
Muchos críticos y escépticos afirman que la resurrección es nada más que un invento de los primeros cristianos para legitimar su fe. La iglesia, dicen, dio origen a la creencia de la resurrección de Jesús. Pero, esto es a la inversa. No fue la iglesia que originó, por así decirlo, la "idea" de la resurrección. 

Más bien, fue la resurrección como acto histórico que dio origen a la iglesia. Y que también sirvió como catalizador para la multiplicación tan rápida del cristianismo en el mundo entonces conocido.

Algunos observan que han habido relatos paganos similares a la resurrección de Jesús. En donde "hijos" de deidades paganos también regresan del más allá. Y esto influenció significativamente a los primeros cristianos de tal manera que adaptaron estos relatos paganos a la explicación de la historia sobre la resurrección. Pero, esto muestra un desconocimiento del judaísmo como religión. 

¿Por qué? Porque es necesario recordar que los primeros cristianos provenían de un trasfondo judío. Por tradición, los judíos son monoteístas. Es muy poco creíble pensar que una religión tan devota y celosa en mantenerse al margen de contaminaciones paganas sería fácilmente influenciada por estos relatos mitológicos de otros dioses. Tal cosa hubiese sido vista como una gran aberración hacia Yawheh.

Por otro lado, es importante observar que los primeros cristianos sufrieron persecución. Del peor tipo. Directa e indirectamente. Aun así, la sangre de los mártires fue la semilla de la expansión de la iglesia. Los primeros cristianos estuvieron dispuestos a dar su vida. No podían callar. Y la razón por la que no podían callar no era por lo que habían sido enseñados o instruidos. Sino por lo que habían visto y oído (Hechos 4:20).

Ahora, es necesario que nos preguntemos: ¿qué es lo que significa la resurrección? No sólo como un acontecimiento histórico en una línea de tiempo. Sino, ¿cuáles son algunas de las implicaciones teológicas de ella, por así decirlo?

El mensaje del Cristo resucitado significa, entre otras cosas, que la oscuridad no triunfó. Porque la muerte no lo pudo contener. En la resurrección, Dios estaba vindicando a Su hijo. Al mismo tiempo que estaba justificando a aquellos que habían de arrepentirse y creer en Su hijo. La resurrección es el mensaje que Dios venció a los principados y a las potestades de las tinieblas.

El milagro de la resurrección es lo que hace que el evangelio sea mucho más que un conjunto de buenos consejos. Sino, un mensaje de buenas noticias. La palabra evangelio proviene del vocablo griego "euangelion." En la antigua Grecia era usado de varias formas. Pero, una de ellas, la más común, quizá, era cuando era pronunciada por un mensajero que venía del campo de batalla. 

Cuando los ejércitos iban a la guerra, siempre llevaban a un muchacho en forma, atlético, que sirviera como mensajero para reportar el desarrollo del conflicto a las personas que quedaban en el pueblo. Los habitantes podían darse cuenta, viendo aún desde lejos, si las noticias que el mensajero traía eran buenas o malas. 

Ya sea por su forma de correr o por el semblante de su cara. Si el ejército iba perdiendo, el venía corriendo lentamente, por lo general, con un rostro desencajado. Eso daba la pauta para que los habitantes, atemorizados, se prepararan y tomaran las precauciones necesarias.

Pero, cuando las noticias eran buenas, entonces el mensajero corría rápidamente hacia la plaza de la ciudad o a los lugares más concurridos. Buscaba el lugar más alto en donde ubicarse, sacaba una espada y la alzaba al mismo tiempo que gritaba: "¡EUANGELION! ¡EUANGELION! ¡NUESTRO REY HA VENCIDO!"

Ese es exactamente el mensaje de la resurrección: ¡Buenas noticias: El Rey Jesús ha vencido a los ejércitos del mal! Y ahora nuestro Rey ofrece misericordia y perdón a aquellos rebeldes que se arrepienten y ponen su fe en Él.

La resurrección de Cristo deja de ser un simple acontecimiento dentro de la historia de la humanidad. Sino que es el nacimiento y el punto de partida de la nueva humanidad. La resurrección del Hijo de Dios comienza el ordenamiento de una comunidad alternativa a la sociedad en la que estamos. 

Un Reino inconmovible que es de otro mundo y que no es intimidado por los señores de este siglo. Y que avanza para instaurar el gobierno del orden, paz y armonía de Dios en cada pulgada de la tierra. Como en el Edén. Consumado es. La cabeza de la serpiente ha sido aplastada.

-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.


martes, 4 de abril de 2017

Tu pasado no te excluye de servir a Dios


Muchas personas piensan que sus pecados pasados son lo suficientemente grandes como para impedirles que sirvan a Dios. Pero, esto no es cierto. Y lo podemos evidenciar a través de la vida del apóstol Pedro, quien después de pecar de una forma tan escandalosa y pública, Dios lo siguió usando. Tanto así que el historiador Lucas registra que Pedro predicó uno de los sermones más efectivos en el comienzo de la iglesia primitiva.

En el día de pentecostés Pedro se pone de pie ante una multitud que no tenía idea alguna de lo que estaba pasando al ver personas bautizadas en el Espíritu Santo. Con mucho denuedo, Pedro prosigue a proclamar el mensaje del evangelio. Cualquiera diría que esto es un acto sorprendente. Considerando que un tiempo atrás, este mismo hombre había negado públicamente a Jesús. Y ahora se encontraba predicando con gran valentía, sin temor alguno a perder su vida, incluso.

Pensemos lo que pudo haber pasado por la mente de Pedro antes de pararse a predicar. Es posible que batalló entre si hacerlo o no. De todos modos, era muy probable que entre la audiencia reunida ahí se encontraba la criada que señaló a Pedro diciendo que él era uno de los seguidores del galileo, la noche que él negó a Jesús. ¿Qué tal si ahí estaban también las personas que insistieron esa fatídica vez reiterándole que él había andado con Jesús ya que su misma manera de hablar lo delataba? 

Era posible que el temor a que le sacaran a relucir su pecado pasado paralizara a Pedro. No obstante, él estaba confiado que su predicación no estaba fundamentada en su propia justicia, sino en la justicia de Cristo. De no haber sido así, entonces uno de los sermones más efectivos en la historia no se hubiera predicado.

Verás, Dios tiene la irresistible facultad de tomar tu fracaso y volverlo en un milagro. Eso fue exactamente lo que pasó con Pedro, el apóstol. Y es exactamente lo mismo que Dios quiere hacer contigo.

Los humanos no somos inmutables. Eso quiere decir que el estado en el que nos encontramos no necesariamente será el estado en el que permaneceremos. Si estamos en Cristo, debemos  parecernos más a Él paulatinamente. Ninguno de nosotros somos un producto terminado y empaquetado. Por el contrario, somos obras en proceso. Jarrones de gracia que estamos siendo moldeados por las manos amorosas del Alfarero. 

Es por eso, entre otras cosas, que amo la Biblia. Porque en ningún momento esconde los errores y tropiezos de sus personajes. Sino que los muestra con toda claridad para que nuestro ánimo en el Señor sea edificado.

Y esto desarrollo lo vemos en la vida de Pedro. El Dr. Steven Cole muestra cómo Pedro creció en tres diferentes maneras.

En primer lugar, al comienzo de su ministerio con Jesús, Pedro era una persona extremadamente arrogante. Podemos observar esto cuando Jesús predice que sus discípulos huirían negándolo. Pedro es el primero en decir que esto no sería así en el caso de él, ya que de ser necesario, estaba dispuesto incluso a dar su vida. Pero, jamás haría algo como dejar abandonado a Jesús. 

Esta arrogancia no debe confundirse con valentía. Pues, momentos después notamos que las cosas no fueron así. Sino que más bien, Pedro seguía a Jesús desde lejos y lo negó cuando las personas señalaron que él andaba con Cristo. Pero, años después, cuando Pedro escribió una de sus cartas, ahora con alguna experiencia sobre sus hombros, él aconseja con prudencia: "Vístanse de humildad y sírvanse unos a otros.” 1 Pedro 5:5.

El fracaso tiene una pedagogía fructífera: nos enseña a ser humildes. Así como se lo enseñó a Pedro. Por eso, siempre que te encuentres con personas que caminan por la vida llevándose a los demás con el pecho, estás viendo a alguien que va en el carril izquierdo dirigiéndose hacia un fracaso inevitable que terminará, en el mejor de los casos, con una severa dosis de humildad.

En segundo lugar, cuando Jesús pidió a tres de sus seguidores más cercanos que le acompañarán a orar, Pedro también estaba ahí. Pero, no pudo velar junto al Maestro en oración. Ni siquiera una hora. Al parecer, orar no era una de las prioridades en el ministerio de Pedro. Sin embargo, años después, Pedro en una de sus cartas, escribe que: "debemos velar y orar” (1 Pedro 4:7).

El fracaso tiene el potencial de enseñarnos a depender más de Dios a través de la oración. Siempre que confiamos en nuestro repertorio de talentos, conexiones y recursos por encima de todo lo demás, Dios tiene el irresistible hábito de permitir que nuestros castillos de arena sean llevados por la marea alta de la vida. 

Para que así caigamos a la realidad que todo procede de Dios y debemos depender de Él. La vida cristiana no se trata de hacer algo por Jesús sino de hacer todo con Jesús. El fracaso nos enseña a depender más de Dios por medio de la oración. 

En tercer lugar, la noche que los soldados llegaron a traer Jesús para llevarlo preso, Pedro no soportó el hecho que su Maestro fuera tratado como un criminal. Habiendo sido miembro de la organización revolucionaria de los zelotes, cuya misión principal era liberar a Israel de las cadenas del imperialismo romano, Pedro se levanta con una espada y le corta la oreja a uno de los soldados. 

Sin embargo, un tiempo después, Pedro escribe en una de sus cartas que es necesario "padecer con paciencia en los sufrimientos pues sólo así tendremos una gloria segura." (1 Pedro 2:20).

El fracaso le enseñó a Pedro a ser paciente en la escuela del sufrimiento. De la misma manera que las lecciones aprendidas en la universidad del fracaso nos ayudan a confiar en Dios pacientemente en medio de las pruebas.

Pedro no fue valiente cuando negó a Jesús. Todo lo contrario, fue un acto de cobardía. Pero, cuando él se paró a predicar el evangelio en el día de pentecostés, Dios había usado su fracaso pasado para hacerlo un mejor hombre y un mejor seguidor de Jesús. Tu pecado podrá ser grande, oscuro, escandaloso y muchas cosas más. Pero, eso no significa que Dios no te pueda usar. Dios está interesado en restaurarte, no en reemplazarte.

En cierta ocasión, un hombre salió de vacaciones con su esposa e hijos en el carro de la familia. Poco tiempo después, el carro se averió y quedó varado en medio de la nada. Sin saber mucho que hacer, el hombre se bajó, levantó el capó e intentó repararlo. De pronto, un carro lujoso se detuvo. Y se bajó un hombre millonario vestido de manera muy elegante. Se acercó al dueño del carro malo y le ofreció ayuda. 

Éste, incrédulo, pensó: “¿Qué sabe un millonario de arreglar carros?” Pero, como estaba en apuros y no había nadie cerca, lo dejó que le ayudara. Después de hacer unos arreglos en el motor, el millonario le dijo al hombre: “Cuando yo le diga, enciéndalo.” El dueño, aún incrédulo, como no tenía nada que perder le contestó: “Sí, como usted diga.” “Ahora, enciéndalo.” Y de pronto, como por arte de magia, el carro encendió.

Muy sorprendido, el dueño del carro le dijo al hombre rico: "¡¿Cómo hizo eso?! ¡Por favor déjeme pagarle!" El magnate le contestó: "No se preocupe, señor, así déjelo. Además, como usted podrá ver, no necesito su dinero. Que tenga un buen viaje."-"¡No, señor, no puedo dejar que usted se vaya así por así. Al menos dígame porqué usted se detuvo en medio de la nada para ayudarme” replicó el dueño.

 -"Bueno, ya que insiste, buen hombre. Me detuve porque usted maneja un carro Ford. Y mi nombre es Henry Ford, por tanto, no puedo permitir que algo que yo diseñé no esté funcionando a la manera para la cual yo lo construí. Por eso tuve que restaurar mi creación."

Dios, tu Creador está interesado en restaurarte, no en reemplazarte. Tu pasado no significa que estés excluido de servir a Dios en el presente. Y en el futuro.

-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

viernes, 31 de marzo de 2017

Tu pecado no es suficiente


Todos los pecados son ofensas delante de Dios. Pero, hay algunos que causan un impacto negativo mayor en las personas que nos rodean. Por ejemplo, no es lo mismo que un cristiano se pase un semáforo en rojo. A que un líder espiritual sea encontrado en una falta moral grave como el adulterio. Claro que uno causará mucho más escándalo que el otro. Por eso, si ha habido alguien que pecó de una forma tan públicamente escandalosa, ese fue el apóstol Pedro. La negación de Pedro hacia Jesús, según lo relatado por los biógrafos del Mesías, fue algo nefasto. Por muchas razones.

En primer lugar, Pedro fue muy cercano a Jesús. Durante el desarrollo de su ministerio, Cristo se convirtió en un líder popular. Las masas se aglomeraban para escuchar lo que él tenía que decir ya que la gente encontraba que enseñaba con una autoridad que parecía faltarle al resto de los rabinos contemporáneos. Así también, Jesús realizaba muchos milagros. Sanando enfermos y haciendo grandes prodigios. Por esto, las multitudes siempre estaban detrás de él en cualquier lugar que estuviera.

No obstante, aunque era muy seguido por muchos, Jesús eligió a doce hombres para compartir su vida y ministerio de una forma más íntima que con el resto. Si te tomas el tiempo de leer los evangelios, te darás cuenta que estos hombres no tenían nada espléndido. No eran la crema de la nata, ni mucho menos. Eran simples hombres comunes y corrientes que tenían trabajos sencillos.

Curiosamente, uno de los axiomas de liderazgo más populares es que si quieres llegar lejos debes rodearte de gente capaz con un buen pedigree. Tal parece que Jesús fracasó de acuerdo a la sabiduría convencional de los bestsellers modernos de liderazgo. Porque estos simples hombres eran nada más y nada menos que eso: simples hombres. Y dentro de estos doce discípulos, Jesús tenía un círculo más cercano aún, compuesto por tres de sus seguidores: Juan, Jacobo y Pedro. 

Es decir, Pedro era parte del grupo más íntimo con el que Jesús compartió. Y a pesar de esto, Pedro negó a Jesús.

En segundo lugar, Pedro fue de los discípulos que experimentó de primera mano muchas de las obras milagrosas del Maestro. Por ejemplo, cierta vez que Jesús se le apareció a un grupo de pescadores por la noche mientras caminaba por las aguas, Jesús invitó a Pedro a que hiciera lo mismo. Y por un breve momento de fe seguido de incredulidad, Pedro, al igual que Jesús, milagrosamente caminó por las aguas sin hundirse. 

Pedro también estuvo ahí cuando los panes y los peces fueron multiplicados delante de los ojos de la multitud. A sí mismo, Pedro estuvo en primera fila cuando Jesús sanaba a los paralíticos y daba vista a los ciegos. En definitiva, Pedro jamás podría argumentar que fue orillado a las periferias del ministerio por Cristo. Siempre tuvo acceso directo al Maestro. Y pesar de esto, Pedro negó públicamente al Salvador.

Y por si esto fuera poco, Pedro negó a Jesús en el momento en que su Maestro más necesitaba de los suyos. Antes que Jesús fuera apresado, él se retiró a orar en el monte Getsemaní. El escritor bíblico relata que la aflicción era tan grande en el corazón de Jesús que su sudor era tan denso como gotas de sangre. 

Estas fueron, muy probablemente, las horas más difíciles que Jesús tuvo que atravesar. Y cuando más Él necesitó de aquellos por los que estaba a punto de dar su vida, Pedro le dio la espalda. En el momento más vulnerable, el apóstol negó a Jesús.

Pedro fracasó de forma pública y escandalosa delante de muchos. Y puede que tú sientas que ese es tu caso también.

A lo mejor has amanecido demasiadas veces en la cama equivocada junto a la persona incorrecta.

Tal vez estás atravesando la difícil etapa de un embarazo pre-matrimonial.

Es posible, incluso, que has consumido más droga de la que tu sistema tolera y tus recuerdos están llenos de remordimientos a causa de eso.

O probablemente tu hogar se está desintegrando delante de tus propios ojos...y de los ojos de los demás.

Puede que todo eso sea cierto y sea una verdad difícil de confrontar.

Pero, también, la buena noticia del evangelio es que tu pecado, por muy estrepitoso y público que sea, al igual que el de Pedro, no puede separarte del amor de Dios en Cristo.

En la biografía de Jesús escrita por Juan Marcos, en el capítulo 16, Dios permite que un muchacho se encuentre providencialmente con un par de mujeres que llevaban especies aromáticas para ungir el cadáver de Jesús. Y el mensaje que este joven les da es el siguiente (v.7): "díganle a los discípulos y a Pedro, que él (Jesús) va delante de vosotros a Galilea, ahí le veréis, tal y como él lo había prometido."  Ahora, bien, notemos que lo que este muchacho NO dice es: "Díganle a los discípulos, EXCEPTO al traicionero de Pedro." 

Él pudo haber dicho esto. De todos modos, había vasta evidencia para desechar a una sabandija cobarde como lo fue este hombre. Pero, el comunicado no fue así. De haber usado la palabra "excepto" el mensaje hubiese denotado exclusión. Pero, la palabra que usó el mensajero fue una llena de compasión sacrificial. Él dijo: "Díganle a los discípulos Y a Pedro." Esto denota inclusión, misericordia y gracia escandalosa hacia alguien que públicamente negó a Su Salvador.

Si alguna vez hubo alguien en la historia de la Iglesia cristiana con argumentos de sobra para ser excomulgado después de tocar fondo de una forma tan horrible, ese fue Pedro, el apóstol. Pero, las cosas no resultaron así. Porque tu pecado, tal como el de Pedro, es insuficiente para separarte del amor de Dios. Pues, el sacrificio de Cristo fue suficiente para reconciliarte con Dios.

Este amor no es barato. Todo lo contrario. Tiene un costo muy alto. Tu pecado fue tan grande que el hijo de Dios tuvo que morir por ti. Tu estado es peor de lo que crees. Pero, Su gracia es tan vasta que el hijo de Dios estuvo dispuesto a morir por ti.   Eres más amado de lo que imaginas. De hecho, las cicatrices de Jesús son fuentes inagotables de agua viva, que saben a gracia sacrificial y a misericordia fresca. 

Esto no quiere decir que tienes una licencia para seguir pecando. De todos modos, fue tu pecado lo que causó esas cicatrices. Sino, que ahora puedes correr libremente hacia el Trono. En donde siempre serás recibido por el Rey del Universo. El que murió por los cobardes que le han negado, como Pedro. Y como yo.

-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

miércoles, 29 de marzo de 2017

Tu pecado no es invisible


Un sociólogo hondureño solía hacer la observación que nosotros le damos pleitesía a la corrupción en nuestro país. Muchos tienden a admirar secretamente a aquellos que hacen cosas malas, sin que nadie los vea, y logran salirse con la suya. Por ejemplo, es común escuchar siempre a más de algún señor alabar a un pícaro diciendo cosas como: "Fulano sí que le entiende al trámite." Como si esconder las fechorías es una virtud digna de admiración. No obstante, aunque gran parte de la población en nuestro país piense que uno puede libremente hacer el mal y escaparse de los mecanismos de justicia, hay una verdad inmutable: nadie logra que su pecado escape de la mirada de Dios.

El evangelio según Marcos (cap. 14) relata un episodio muy particular, acerca de un personaje interesante: Pedro, el apóstol. Pedro es el tipo de persona que habla más de lo que debe y que siempre actúa de forma impulsiva. Es de los hombres que siempre tienen 20 centavos de opinión para tirar acerca de todos los temas en la conversación. Una noche antes de ser apresado, Jesús comparte un tiempo con sus discípulos, los doce hombres que habían estado con él durante el transcurso de su ministerio. Y en esa reunión, Jesús advierte que ellos le dejarán y lo van a negar. Ante esto, Pedro, con el ego herido, pues había sido parte de una organización revolucionaria conocida como "los zelotes", y por naturaleza muy beligerante, se pone de pie y dice que eso no será así, al menos en el caso de él. Jesús conociendo mejor la situación le dice que en realidad, esa misma noche, antes que el gallo cante, Pedro negará a Su maestro. Dicho de otra manera, Jesús mira el pecado y el fracaso de Pedro aún antes que él lo cometa.

Más adelante, Lucas, el médico historiador, registra que una criada señala a Pedro diciendo que él era uno de los que andaban con el nazareno, pues su forma de hablar lo delataba. Pedro niega contundentemente tener alguna relación con Jesús. Y en uno de los versos más oscuros y tristes en los evangelios, Lucas 22:60 dice que Jesús se volteó y miró a Pedro mientras él lo estaba negando. Jesús no sólo miró a Pedro antes de que él pecara. Sino que también lo miró mientras él estaba pecando.

Porque los pecados de Pedro, así como los nuestros, no se escapan de la mirada de Dios. Parece que Dios conoce a Pedro mejor de lo que Pedro se conocía a sí mismo. Al igual, que Dios te conoce a ti mejor de lo que tú te conoces a ti.

Unos días atrás, los diarios hondureños publicaron las conversaciones telefónicas llevadas a cabo entre el hijo de un expresidente de la república y uno de sus socios comerciales. Ambos se encuentran en este momento tras las rejas, en una cárcel federal de los Estados Unidos por el delito de estar involucrados en asociaciones ilícitas.  Dudo mucho que ambos estuvieran pensando en ese momento que un día todo el país estaría al tanto de las cosas que ellos hablaban por teléfono. El asunto es que para Dios no existe una categoría de “pecados privados.” Todos los pecados son públicos ante Dios. Tus pecados, eventualmente, te alcanzarán. Por mucho que lo ocultes de las personas a tu alrededor, aún de los más suspicaces y perceptivas, no se escapará de la mirada de Dios.

El Señor mira los mensajes de texto que tú le envías a una mujer que no es tu esposa.
Dios observa el historial de navegación en tu celular.
El Señor escucha los falsos testimonios que tú levantas en contra de alguien.

En definitiva, tu pecado jamás está fuera del radar de Dios.


Es cierto, Dios nos mira. Pero, lo hace a través de los lentes de Jesús: con gracia y verdad. Y esto es una buena noticia. Jesús nos ve con verdad, sin ignorar lo que hemos hecho. Y tampoco pretende que la solución es esconder nuestros pecados debajo de la alfombra. Él llama al pecado como lo que es: una rebelión cósmica ante el Rey del Universo. Pero, Jesús también nos mira con gracia. Sabiendo que la naturaleza auto destructiva del pecado es, en muchas ocasiones, el castigo en sí mismo.

La verdad del evangelio no rasca nuestros corazones de forma superficial. Sino que cava profundamente hasta las capas de incredulidad más gruesas en nuestro espíritu. Porque es ahí donde Jesús nos espera con brazos abiertos para darnos agua viva y decirnos: "Arrepiéntete y cree en el evangelio." Tu pecado “privado”, tarde o temprano, te alcanzará. Y puede que se haga público. Pero, también lo hará Su gracia, exhibida públicamente en una cruz. 

-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.


martes, 3 de enero de 2017

No pongas a Jesús primero en el 2017



Siempre he tenido la costumbre de ponerme metas a inicio de año. Esto no significa que las logre todas, claro. Lo digo reconociendo que necesito ser más constante. Para mí, este año 2017 significa que tengo la oportunidad de lograr las metas que me puse...en el 2014. Algunas metas son más fáciles de alcanzar que otras. Y algunas, pues rápido me doy cuenta que no lo lograré y mejor desisto. No porque sea un mediocre que le gusta renunciar, aunque tal vez sí. Sino porque prefiero enfocar mi energía en aquello que en realidad veo que está dando resultado. Pero, esa es mi opinión personal, nada más. A pesar de esto, creo que es importante y necesario que nos establezcamos metas. Y el inicio de año es un tiempo favorable para hacerlo.

Tal vez no estoy solo. Muchos leyendo esto han estado reflexionando sobre cómo quieren terminar estos próximos 12 meses. Porque dejar de hacerlo seguramente causará malos resultados. "Fallar en planear es planear para fallar", me dijo alguien. La gente que critica el proceso de establecerse objetivos debe admitir que el que a nada le apunta, a nada le pega.

Puede que a veces sea más fácil no ponerse metas. Porque si lo hacemos y no lo logramos, el fracaso duele más. Pero, esto no debe impedir que lo hagamos. Porque al menos si tenemos una idea de lo que queremos alcanzar ya sea a nivel personal, familiar u organizacional, vamos a tener un camino más claro sobre qué hacer para llegar ahí. Es mejor tener un rumbo y fallar. Que no tener un rumbo y tener un falso sentido de éxito. Las personas que sienten que nunca fracasan es porque nunca se han sentido a ponerse un objetivo.

Nuestras metas pueden ser variadas. Para algunos se trata de bajar unas libras y lograr el peso ideal. Y por eso, ya tienen en sus manos una membresía de gimnasio, aunque esto sea un artefacto irrelevante que no volverán a usar jamás. Para otros, su meta es casarse. No saben con quién, o con qué, pero ya no soportan el "infierno" de la soltería. Para algunos, su meta principal puede ser salir de una deuda. Terminar la universidad. O al fin, empezar la universidad. Cualquiera que sea el caso, las metas que nos ponemos son el reflejo de las prioridades que hay en nuestro corazón.

Por encima de todo esto hay algo que necesitamos tener presente en el proceso de definir nuestro futuro, a corto y largo plazo: ninguna meta u objetivo es más importante que crecer en nuestra relación con Jesús. Todo lo demás es periférico a esto. Para las personas que no tienen una relación con Jesús, es necesario que inicies una a través de la fe y el arrepentimiento. El presente y el futuro de tu alma dependen de esto, literalmente. Y si ya has comenzado una relación con Jesús, es necesario que crezcas en ella.

Pero, muchas veces cuando "tomamos en cuenta" a Jesús en el proceso de definir nuestras resoluciones, en nuestro deseo de ser espirituales, queremos poner a Jesús “de primero.” Y esto está mal. De hecho, uno de los mejores consejos que puedo darte en el inicio de año es que no pongas a Jesús de primero en tu lista de prioridades. Nací y crecí en la iglesia. Así que, estoy al tanto de lo que la gente se refiere cuando decimos que "Jesús debe ser primero." Normalmente, esto se traduce en que queremos leer más la biblia, o tener más tiempo de oración o congregarnos más.

Sin embargo, el problema radica en lo que estamos diciendo implícitamente. Al querer poner a Jesús de primero, estamos diciendo que hay cosas que vienen de segundo y luego de tercero. Esto quiere decir que nuestras vidas están ordenadas, entonces, por compartimentos separados uno del otro. Por un lado, se encuentra nuestro rol como cristiano. Por otro, nuestro papel como empleado. Y por otro, nuestra responsabilidad como padre. Y así sucesivamente. Al pensar así, corremos el riesgo de creer que Jesús sólo es Señor "de nuestra vida espiritual" (lo que sea que eso signifique). Ignorando que cuando decimos que "Jesús es Señor", eso tiene incidencia en el resto de quienes somos y lo que hacemos.

Por eso, el pastor Steven Furtick aconseja: Jesús no quiere ser el primero en la lista de tus prioridades, sino el centro de tu vida. No se trata de Jesús y después la familia, trabajo e iglesia. En lugar de eso, se trata de Jesús en nuestra familia. Jesús en nuestro trabajo. Jesús en nuestros estudios. Jesús no debe ocupar el primer lugar seguido por un montón de cosas más como si una cosa estuviera excluida de la otra. Jesús quiere que nuestra vida entera, cada aspecto de ella, gire alrededor de Él.

Por eso, en este 2017 no pongas a Jesús "de primero", sino en el centro.

-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Pequé...¿y ahora qué?


Si estás respirando quiere decir que estás vivo. Si estás vivo es seguro que has pecado. O estás pecando. O vas a pecar. Al decir esto no es porque yo esté deseando que esto pase. Sino porque los humanos vivimos en mundo emponzoñado por el pecado. El pecado existe no sólo a nuestro alrededor sino también, y esta es la realidad más difícil de aceptar, en nuestro interior (Rom. 3:23). Incluso, para quienes estamos en Cristo.

Si estamos en Cristo, eso significa que Él ha pagado por la penalidad de nuestro pecado (Rom. 6:23; 8:1-2). Por medio del Espíritu Santo estamos siendo librados del poder del pecado (2 Tes. 2:13). Pero, un día, en la glorificación y en la venida total de Su Reino, seremos liberados totalmente de la presencia del pecado (Fil. 3:21). Sin embargo, lo que eso significa, es que en este lado de la eternidad lucharemos de forma continua con el pecado remanente en nuestros corazones. Es por esta razón que Pablo nos instruye a que nos vistamos del nuevo hombre (Efesios 4:24).

La lucha con el pecado es algo real que ocurrirá en nuestro caminar diario (Rom. 8:12-13). Nuestra lucha contra el pecado estará marcada por victorias. Confiamos en que la gracia del Señor nos sostiene y la mano del Espíritu nos llevará a salvo hasta el día que Cristo venga. Pero, también, en algunas ocasiones, más de lo que estamos dispuestos a admitir, experimentaremos derrotas. Así que, por esto, quiero compartir contigo tres sugerencias para levantarte después de haber caído en pecado.

1. Reconoce que has pecado. Pretender que todo está bien no anula la realidad del pecado que cometiste. Es más, una de las tantas cosas que hace es que alarga el proceso de restauración. Seguirás comiendo algarrobas para cerdos si sigues negando tu pecado. La restauración comienza al quitarnos la máscara. La Biblia enseña que "quien cubre sus pecados no prosperará. Más quien los confiesa y se aparta, alcanzará misericordia” (Prov. 28:13).

Tal vez no quieres admitir que pecaste porque tienes miedo de lo que eso haría a la imagen que intentas proyectar hacia los demás. Sin embargo, ¿de qué le vale a un hombre ganar una buena reputación e imagen y perder su alma? El primer paso para curarse es admitir que uno está enfermo. Reconoce tu pecado. No te justifiques.

2. Cambia tu mente hacia el pecado. Puede que muchos no tengamos ningún problema en reconocer el pecado que hemos hecho. Pero, seguimos pensando de la misma manera con respecto a él. Podemos reconocer nuestras transgresiones, pero seguirlas amando al mismo tiempo. Debemos ver el pecado por lo que realmente es: una alta traición y rebelión ante el Soberano Creador del Universo que, en su infinita gracia, ha decidido llamarnos Sus hijos. El pecado es un suicidio espiritual. Es cauterizar la mente. Nos volvemos leprosos arrancando pedazos de nuestra misma piel. 

No hay nada más deshumanizante que el pecado. Y debemos verlo como Dios lo ve: aborreciéndolo. La palabra bíblica para esto es "arrepentimiento." En el idioma original el vocablo es "metanoia", que, esencialmente, significa cambiar de mentalidad y retornar en el camino acerca de algo. Cuando nos arrepentimos de verdad, estamos cambiando la manera en que pensamos acerca del pecado. Reconozcamos nuestro pecado y cambiemos la manera en que pensamos sobre el a través del arrepentimiento. Porque el reino de Dios ha venido (Mat. 3:2).

3. Contempla a Jesús. Puede ser que cuando pensamos en restaurarnos después de haber pecado, lo primera idea que se nos viene a nuestra mente es "esfuerzo." Esto es cierto, en gran medida. Debemos estar vigilantes hacia aquellos pecados que eventualmente pueden enfriar nuestro corazón. Debemos esforzarnos y estar alertas. Pero, es importante que dirijamos bien nuestros esfuerzos. Debemos esforzarnos en enfocar nuestra mirada en Jesús. Dios transforma nuestras vidas no cuando decidimos "portarnos bien" sino cuando determinamos poner la mirada de nuestros ojos espirituales en la belleza y la majestad de Jesús. 

Ese es el camino para la restauración después de haber pecado y para la liberación progresiva del pecado mismo (2 Cor. 3:18). Porque cuando vemos la hermosura de Dios en Cristo, al mismo tiempo vemos lo horrible que es el pecado. El famoso predicador londinense Charles Spurgeon solía decir: "Cuando el pecado se vuelve amargo, Cristo comienza a sentirse dulce." De la misma manera, cuando vemos que Dios es hermoso, comenzamos a repugnar el pecado.

Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente por Abba.

martes, 15 de noviembre de 2016

Una visión teológica sobre el fútbol




El fútbol forma una parte importante del tejido social que compone a la cultura hondureña. Esta es algo que pocos se atreverían a debatir. Claro, el hecho que seamos una nación apasionada por el fútbol no significa necesariamente que sobresalgamos en el fútbol. Nuestro desborde de fervor no siempre corresponde a nuestro despliegue de calidad.
Hoy una vez más, la selección nacional nos dio un triunfo. Aunque algunos estaban desilusionados después de la derrota pasada, un gane como el de hoy hace que la afición del equipo de todos vuelva a soñar en la mira a Rusia 2018.

El deporte y la religión son elementos universales que se encuentran presentes en casi todas las civilizaciones humanas a lo largo de la historia. A pesar de eso, la Iglesia necesita mejorar enseñando una visión integradora, y no fragmentaria, de la perspectiva cristiana hacia la vida entera. Y eso incluye, el fútbol.

La mayoría de los cristianos caen en dos extremos en relación con el fútbol:

1. El fútbol como algo meramente secular. 
Muchos aseveran que el deporte debe ser visto como algo secular. Como un elemento ajeno a la sub-cultura cristiana. Tanto así que, Dios no debe ser metido en el deporte porque "a Él no le interesa y no tiene nada que ver en esas cosas." Pero, esta perspectiva, lejos de ser bíblica, es más platónica que cristiana en su naturaleza. Platón, filósofo griego, dividió la realidad en dos categorías: el mundo de las ideas y el mundo de la materia. Este paradigma infiltró gran parte del pensamiento de la iglesia cristiana por mucho tiempo. 

Tanto así que vemos remanente de ello hoy cuando los cristianos hacen distinciones innecesarias y no-bíblicas entre lo sagrado (mundo espiritual) y lo secular (mundo natural).

Pero, la Escritura nos muestra algo diferente. Y mucho más hermoso. El libro de Génesis relata la historia de cómo Dios puso a Adán y Eva, nuestros primeros antepasados, a gobernar y a enseñorear sobre la tierra. Esta orden significó que Dios le estaba pidiendo a Adán y a Eva que hicieran "cultura" con lo que Dios había puesto a su disposición en el jardín del Edén. Pero, este mandato tiene diferentes facetas. Dios le comanda a Adán que no sólo desarrolle la creación sino que se deleite en la creación (Gen. 2:16-17). 

Dios nos está diciendo que Él creó el mundo no sólo para que vivamos en el o para que trabajemos en el sino también para que encontremos deleite sano en el. En otras palabras, Dios quiere que seamos buenos mayordomos de su creación. Pero, que también nos divirtamos con su creación. Dios se deleita cuando nos divertimos en lo que Él diseñó.

Y casi todas las culturas han expresado este deseo instintivo de divertirse practicando una variedad de recreación deportiva. Entonces, cuando nosotros practicamos un deporte o cuando nos deleitamos viendo el desarrollo de una gesta deportiva, estamos siendo obedientes al mandato de Dios de deleitarnos en su creación. Y esto trae gloria a Dios. 

Por eso, un jugador que se deleita pateando un balón glorifica a Dios de la misma manera que un predicador enseñando la biblia a su congregación. Ninguna cosa es más sagrada que la otra. Y si te sientes algo ofendido y lo tomas como una blasfemia, está bien. Pero, necesitas darte cuenta que tu pensamiento está siendo más influenciado por Platón que por Jesús en este asunto. El fútbol, entonces es más que "un simple juego."

2. El fútbol como algo supremo. 
No quiero herir ninguna sensibilidad aquí, pero el fútbol es el deporte rey. Cuando Luís Omar Tapia dice: "Arrancan los 90 minutos del deporte más hermoso del mundo", ese hombre está hablando la verdad. Está bien, pueden escribirme en los comentarios porque estoy equivocado, pero es sólo mi opinión. Y por lo cual, estoy en lo cierto. Es broma.

Si bien es cierto el fútbol es hermoso, porque entre otras cosas, es algo que los humanos hemos hecho con los recursos y facultades que Dios soberanamente ha puesto en la humanidad. Pero, tampoco podemos ignorar como la realidad del pecado ha afectado todo lo que nosotros somos. Y por consiguiente, todo lo que nosotros hacemos. Eso incluye, claro está, el deporte. Las manchas del pecado en el deporte son evidentes en los humanos que participan en el, aficionados y jugadores respectivamente. 

En los aficionados, el pecado se manifiesta cuando hacemos del deporte algo supremo y lo elevamos a un lugar en el que no debe estar. Una cosa es estar apesarado porque tu equipo perdió.

Pero, es algo diferente que la perspectiva de tu vida se desbarate porque tu equipo no tuvo un resultado favorable. De ser así, la lealtad a tu equipo o jugador predilecto ocupa, funcionalmente, el lugar que Jesús debe llenar en tu corazón. 

También, el hecho que vayamos al estadio como medida catártica desquitando nuestra ira acumulada contra los jugadores, director técnico y, sí como casi siempre suele suceder, con el árbitro, es una señal que buscamos el cumplimiento de nuestras esperanzas frustradas en once hombres que son meros humanos propensos a defraudarnos.

Por parte de los jugadores el pecado se  muestra dentro de la cancha como fuera de ella. Cuando un jugador lesiona a otro a propósito, cuando un delantero hace un clavado dentro del área chica para que le marquen penal y cuando el equipo le recuerda al árbitro su progenitora, estamos viendo la naturaleza pecaminosa obrar dentro de la cancha. También, cuando los jugadores se dopan para tener un mejor desempeño y cuando los partidos son amañados vemos al pecado obrar fuera de ella. 

Sí, claro el deporte es algo hermoso. Es un diseño creacional que Dios nos permite, nos ordena, incluso disfrutar. Pero, el pecado también puede afectarlo. Por eso, si bien es cierto, el fútbol es más que un juego. Pero, menos que Dios.

¿Cómo, entonces, debemos ver los cristianos el fútbol?

Así como el pecado ha afectado todas las áreas de nuestra vida, el evangelio también nos redime de forma integral. Cristo hace nueva todas las cosas. Y transforma quien nosotros somos y lo que nosotros hacemos en respuesta a quien somos.
Nuestra realidad vertical teológica tiene implicaciones horizontales sociológicas sobre la manera en que “hacemos” cultura y deporte. 

Todo lo que hacemos es influenciado e informado por el evangelio. Esto quiere decir que el evangelio nos da una nueva identidad para participar y deleitarnos en los deportes. Nuestra identidad no depende de los resultados después de un juego. Sino, que está asegurada en Jesús.

Los resultados favorables o desfavorables no determinan, por tanto, el valor intrínseco de cada individuo. Tanto de los que somos espectadores como de los que son jugadores.
Y si esto es cierto, entonces la nueva identidad en Cristo también significa una nueva ética para la vida entera, incluyendo nuestra participación en el deporte, como espectadores y participantes. 

Considerando que los resultados de un partido no ponen en tela de juicio nuestro valor delante de los ojos de Dios, los deportistas cristianos pueden, y deben, jugar honestamente. Con integridad. Porque es en vano engañar al sistema con el fin de obtener un resultado favorable. Porque si ganar significa tener que hacer trampa, entonces la victoria es ilusoria.

También a la luz de esta realidad, como espectadores cristianos del deporte, nuestras pasiones deberían estar dirigidas a disfrutar de el, sin ponerlo en un lugar en donde no pertenece.

Ninguno los muchachos de nuestra selección nacional puede soportar el peso de una nación que, en ocasiones, lo que exige no son jugadores sino salvadores que traigan expiación por los flagelos que atraviesa la población. 

Por eso, ver al fútbol, o a todos los deportes en ese caso, a través de los lentes del evangelio es la única manera de disfrutar saludablemente un regalo de Dios sin crucificar ni idolatrar a nuestro equipo después de un resultado.

-Luis Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.