El fútbol forma una parte
importante del tejido social que compone a la cultura hondureña. Esta es algo
que pocos se atreverían a debatir. Claro, el hecho que seamos una nación
apasionada por el fútbol no significa necesariamente que sobresalgamos en el
fútbol. Nuestro desborde de fervor no siempre corresponde a nuestro despliegue
de calidad.
Hoy una vez más, la selección
nacional nos dio un triunfo. Aunque algunos estaban desilusionados después de
la derrota pasada, un gane como el de hoy hace que la afición del equipo de
todos vuelva a soñar en la mira a Rusia 2018.
El deporte y la religión son
elementos universales que se encuentran presentes en casi todas las
civilizaciones humanas a lo largo de la historia. A pesar de eso, la Iglesia
necesita mejorar enseñando una visión integradora, y no fragmentaria, de la perspectiva
cristiana hacia la vida entera. Y eso incluye, el fútbol.
La mayoría de los cristianos
caen en dos extremos en relación con el fútbol:
1. El fútbol como algo
meramente secular.
Muchos aseveran que el deporte debe ser visto como algo
secular. Como un elemento ajeno a la sub-cultura cristiana. Tanto así que, Dios
no debe ser metido en el deporte porque "a Él no le interesa y no tiene
nada que ver en esas cosas." Pero, esta perspectiva, lejos de ser bíblica,
es más platónica que cristiana en su naturaleza. Platón, filósofo griego,
dividió la realidad en dos categorías: el mundo de las ideas y el mundo de la
materia. Este paradigma infiltró gran parte del pensamiento de la iglesia
cristiana por mucho tiempo.
Tanto así que vemos remanente
de ello hoy cuando los cristianos hacen distinciones innecesarias y no-bíblicas
entre lo sagrado (mundo espiritual) y lo secular (mundo natural).
Pero, la Escritura nos muestra
algo diferente. Y mucho más hermoso. El libro de Génesis relata la historia de
cómo Dios puso a Adán y Eva, nuestros primeros antepasados, a gobernar y a
enseñorear sobre la tierra. Esta orden significó que Dios le estaba pidiendo a
Adán y a Eva que hicieran "cultura" con lo que Dios había puesto a su
disposición en el jardín del Edén. Pero, este mandato tiene diferentes facetas.
Dios le comanda a Adán que no sólo desarrolle la creación sino que se deleite
en la creación (Gen. 2:16-17).
Dios nos está diciendo que Él creó el mundo no
sólo para que vivamos en el o para que trabajemos en el sino también para que
encontremos deleite sano en el. En otras palabras, Dios quiere que seamos
buenos mayordomos de su creación. Pero, que también nos divirtamos con su
creación. Dios se deleita cuando nos divertimos en lo que Él diseñó.
Y casi todas las culturas han
expresado este deseo instintivo de divertirse practicando una variedad de
recreación deportiva. Entonces, cuando nosotros practicamos un deporte o cuando
nos deleitamos viendo el desarrollo de una gesta deportiva, estamos siendo
obedientes al mandato de Dios de deleitarnos en su creación. Y esto trae gloria
a Dios.
Por eso, un jugador que se deleita pateando un balón glorifica a Dios
de la misma manera que un predicador enseñando la biblia a su congregación.
Ninguna cosa es más sagrada que la otra. Y si te sientes algo ofendido y lo
tomas como una blasfemia, está bien. Pero, necesitas darte cuenta que tu
pensamiento está siendo más influenciado por Platón que por Jesús en este
asunto. El fútbol, entonces es más que "un simple juego."
2. El fútbol como algo
supremo.
No quiero herir ninguna sensibilidad aquí, pero el fútbol es el
deporte rey. Cuando Luís Omar Tapia dice: "Arrancan los 90 minutos del
deporte más hermoso del mundo", ese hombre está hablando la verdad. Está
bien, pueden escribirme en los comentarios porque estoy equivocado, pero es
sólo mi opinión. Y por lo cual, estoy en lo cierto. Es broma.
Si bien es cierto el fútbol es
hermoso, porque entre otras cosas, es algo que los humanos hemos hecho con los
recursos y facultades que Dios soberanamente ha puesto en la humanidad. Pero,
tampoco podemos ignorar como la realidad del pecado ha afectado todo lo que
nosotros somos. Y por consiguiente, todo lo que nosotros hacemos. Eso incluye,
claro está, el deporte. Las manchas del pecado en el deporte son evidentes en
los humanos que participan en el, aficionados y jugadores respectivamente.
En los
aficionados, el pecado se manifiesta cuando hacemos del deporte algo supremo y
lo elevamos a un lugar en el que no debe estar. Una cosa es estar apesarado
porque tu equipo perdió.
Pero, es algo diferente que la
perspectiva de tu vida se desbarate porque tu equipo no tuvo un resultado
favorable. De ser así, la lealtad a tu equipo o jugador predilecto ocupa,
funcionalmente, el lugar que Jesús debe llenar en tu corazón.
También, el hecho
que vayamos al estadio como medida catártica desquitando nuestra ira acumulada
contra los jugadores, director técnico y, sí como casi siempre suele suceder,
con el árbitro, es una señal que buscamos el cumplimiento de nuestras
esperanzas frustradas en once hombres que son meros humanos propensos a
defraudarnos.
Por parte de los jugadores el
pecado se muestra dentro de la cancha
como fuera de ella. Cuando un jugador lesiona a otro a propósito, cuando un
delantero hace un clavado dentro del área chica para que le marquen penal y
cuando el equipo le recuerda al árbitro su progenitora, estamos viendo la
naturaleza pecaminosa obrar dentro de la cancha. También, cuando los jugadores
se dopan para tener un mejor desempeño y cuando los partidos son amañados vemos
al pecado obrar fuera de ella.
Sí, claro el deporte es algo hermoso.
Es un diseño creacional que Dios nos permite, nos ordena, incluso disfrutar.
Pero, el pecado también puede afectarlo. Por eso, si bien es cierto, el fútbol
es más que un juego. Pero, menos que Dios.
¿Cómo, entonces, debemos ver los cristianos el fútbol?
Así como el pecado ha afectado
todas las áreas de nuestra vida, el evangelio también nos redime de forma
integral. Cristo hace nueva todas las cosas. Y transforma quien nosotros somos
y lo que nosotros hacemos en respuesta a quien somos.
Nuestra realidad vertical
teológica tiene implicaciones horizontales sociológicas sobre la manera en que “hacemos”
cultura y deporte.
Todo lo que hacemos es
influenciado e informado por el evangelio. Esto quiere decir que el evangelio
nos da una nueva identidad para participar y deleitarnos en los deportes.
Nuestra identidad no depende de los resultados después de un juego. Sino, que
está asegurada en Jesús.
Los resultados favorables o
desfavorables no determinan, por tanto, el valor intrínseco de cada individuo.
Tanto de los que somos espectadores como de los que son jugadores.
Y si esto es cierto, entonces
la nueva identidad en Cristo también significa una nueva ética para la vida
entera, incluyendo nuestra participación en el deporte, como espectadores y
participantes.
Considerando que los resultados de un partido no ponen en tela de juicio nuestro valor delante de los ojos de Dios, los deportistas cristianos pueden, y deben, jugar honestamente. Con integridad. Porque es en vano engañar al sistema con el fin de obtener un resultado favorable. Porque si ganar significa tener que hacer trampa, entonces la victoria es ilusoria.
También a la luz de esta realidad, como espectadores cristianos del deporte, nuestras pasiones deberían estar dirigidas a disfrutar de el, sin ponerlo en un lugar en donde no pertenece.
Ninguno los muchachos de nuestra selección nacional puede soportar el peso de una nación que, en ocasiones, lo que exige
no son jugadores sino salvadores que traigan expiación por los flagelos que
atraviesa la población.
Por eso, ver al fútbol, o a todos los deportes en ese caso, a
través de los lentes del evangelio es la única manera de disfrutar
saludablemente un regalo de Dios sin crucificar ni idolatrar a nuestro equipo
después de un resultado.
-Luis Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia.
Hijo eternamente amado por Abba.
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