Muchas personas piensan que
sus pecados pasados son lo suficientemente grandes como para impedirles que
sirvan a Dios. Pero, esto no es cierto. Y lo podemos evidenciar a través de la
vida del apóstol Pedro, quien después de pecar de una forma tan escandalosa y
pública, Dios lo siguió usando. Tanto así que el historiador Lucas registra que
Pedro predicó uno de los sermones más efectivos en el comienzo de la iglesia
primitiva.
En el día de pentecostés
Pedro se pone de pie ante una multitud que no tenía idea alguna de lo que
estaba pasando al ver personas bautizadas en el Espíritu Santo. Con mucho
denuedo, Pedro prosigue a proclamar el mensaje del evangelio. Cualquiera diría
que esto es un acto sorprendente. Considerando que un tiempo atrás, este mismo
hombre había negado públicamente a Jesús. Y ahora se encontraba predicando con
gran valentía, sin temor alguno a perder su vida, incluso.
Pensemos lo que pudo haber
pasado por la mente de Pedro antes de pararse a predicar. Es posible que
batalló entre si hacerlo o no. De todos modos, era muy probable que entre la
audiencia reunida ahí se encontraba la criada que señaló a Pedro diciendo que
él era uno de los seguidores del galileo, la noche que él negó a Jesús. ¿Qué
tal si ahí estaban también las personas que insistieron esa fatídica vez
reiterándole que él había andado con Jesús ya que su misma manera de hablar lo
delataba?
Era posible que el temor a que le sacaran a relucir su pecado pasado
paralizara a Pedro. No obstante, él estaba confiado que su predicación no
estaba fundamentada en su propia justicia, sino en la justicia de Cristo. De no
haber sido así, entonces uno de los sermones más efectivos en la historia no se
hubiera predicado.
Verás, Dios tiene la
irresistible facultad de tomar tu fracaso y volverlo en un milagro. Eso fue
exactamente lo que pasó con Pedro, el apóstol. Y es exactamente lo mismo que
Dios quiere hacer contigo.
Los humanos no somos
inmutables. Eso quiere decir que el estado en el que nos encontramos no
necesariamente será el estado en el que permaneceremos. Si estamos en Cristo,
debemos parecernos más a Él paulatinamente.
Ninguno de nosotros somos un producto terminado y empaquetado. Por el
contrario, somos obras en proceso. Jarrones de gracia que estamos siendo
moldeados por las manos amorosas del Alfarero.
Es por eso, entre otras cosas,
que amo la Biblia. Porque en ningún momento esconde los errores y tropiezos de
sus personajes. Sino que los muestra con toda claridad para que nuestro ánimo
en el Señor sea edificado.
Y esto desarrollo lo vemos
en la vida de Pedro. El Dr. Steven Cole muestra cómo Pedro creció en tres
diferentes maneras.
En primer lugar, al comienzo
de su ministerio con Jesús, Pedro era una persona extremadamente arrogante.
Podemos observar esto cuando Jesús predice que sus discípulos huirían
negándolo. Pedro es el primero en decir que esto no sería así en el caso de él,
ya que de ser necesario, estaba dispuesto incluso a dar su vida. Pero, jamás
haría algo como dejar abandonado a Jesús.
Esta arrogancia no debe confundirse
con valentía. Pues, momentos después notamos que las cosas no fueron así. Sino
que más bien, Pedro seguía a Jesús desde lejos y lo negó cuando las personas
señalaron que él andaba con Cristo. Pero, años después, cuando Pedro escribió una
de sus cartas, ahora con alguna experiencia sobre sus hombros, él aconseja con
prudencia: "Vístanse de humildad y sírvanse unos a otros.” 1 Pedro 5:5.
El fracaso tiene una
pedagogía fructífera: nos enseña a ser humildes. Así como se lo enseñó a Pedro.
Por eso, siempre que te encuentres con personas que caminan por la vida
llevándose a los demás con el pecho, estás viendo a alguien que va en el carril
izquierdo dirigiéndose hacia un fracaso inevitable que terminará, en el mejor
de los casos, con una severa dosis de humildad.
En segundo lugar, cuando
Jesús pidió a tres de sus seguidores más cercanos que le acompañarán a orar,
Pedro también estaba ahí. Pero, no pudo velar junto al Maestro en oración. Ni
siquiera una hora. Al parecer, orar no era una de las prioridades en el
ministerio de Pedro. Sin embargo, años después, Pedro en una de sus cartas,
escribe que: "debemos velar y orar” (1 Pedro 4:7).
El fracaso tiene el
potencial de enseñarnos a depender más de Dios a través de la oración. Siempre
que confiamos en nuestro repertorio de talentos, conexiones y recursos por
encima de todo lo demás, Dios tiene el irresistible hábito de permitir que
nuestros castillos de arena sean llevados por la marea alta de la vida.
Para
que así caigamos a la realidad que todo procede de Dios y debemos depender de
Él. La vida cristiana no se trata de hacer algo por Jesús sino de hacer todo
con Jesús. El fracaso nos enseña a depender más de Dios por medio de la
oración.
En tercer lugar, la noche
que los soldados llegaron a traer Jesús para llevarlo preso, Pedro no soportó
el hecho que su Maestro fuera tratado como un criminal. Habiendo sido miembro
de la organización revolucionaria de los zelotes, cuya misión principal era
liberar a Israel de las cadenas del imperialismo romano, Pedro se levanta con
una espada y le corta la oreja a uno de los soldados.
Sin embargo, un tiempo
después, Pedro escribe en una de sus cartas que es necesario "padecer con
paciencia en los sufrimientos pues sólo así tendremos una gloria segura." (1
Pedro 2:20).
El fracaso le enseñó a Pedro
a ser paciente en la escuela del sufrimiento. De la misma manera que las lecciones
aprendidas en la universidad del fracaso nos ayudan a confiar en Dios
pacientemente en medio de las pruebas.
Pedro no fue valiente cuando
negó a Jesús. Todo lo contrario, fue un acto de cobardía. Pero, cuando él se
paró a predicar el evangelio en el día de pentecostés, Dios había usado su
fracaso pasado para hacerlo un mejor hombre y un mejor seguidor de Jesús. Tu
pecado podrá ser grande, oscuro, escandaloso y muchas cosas más. Pero, eso no
significa que Dios no te pueda usar. Dios está interesado en restaurarte, no en
reemplazarte.
En cierta ocasión, un hombre
salió de vacaciones con su esposa e hijos en el carro de la familia. Poco
tiempo después, el carro se averió y quedó varado en medio de la nada. Sin
saber mucho que hacer, el hombre se bajó, levantó el capó e intentó repararlo.
De pronto, un carro lujoso se detuvo. Y se bajó un hombre millonario vestido de
manera muy elegante. Se acercó al dueño del carro malo y le ofreció ayuda.
Éste, incrédulo, pensó: “¿Qué sabe un millonario de arreglar carros?” Pero,
como estaba en apuros y no había nadie cerca, lo dejó que le ayudara. Después
de hacer unos arreglos en el motor, el millonario le dijo al hombre: “Cuando yo
le diga, enciéndalo.” El dueño, aún incrédulo, como no tenía nada que perder le
contestó: “Sí, como usted diga.” “Ahora, enciéndalo.” Y de pronto, como por
arte de magia, el carro encendió.
Muy sorprendido, el dueño
del carro le dijo al hombre rico: "¡¿Cómo hizo eso?! ¡Por favor déjeme
pagarle!" El magnate le contestó: "No se preocupe, señor, así déjelo.
Además, como usted podrá ver, no necesito su dinero. Que tenga un buen
viaje."-"¡No, señor, no puedo dejar que usted se vaya así por así. Al
menos dígame porqué usted se detuvo en medio de la nada para ayudarme” replicó
el dueño.
-"Bueno, ya que insiste, buen hombre. Me
detuve porque usted maneja un carro Ford. Y mi nombre es Henry Ford, por tanto,
no puedo permitir que algo que yo diseñé no esté funcionando a la manera para
la cual yo lo construí. Por eso tuve que restaurar mi creación."
Dios, tu Creador está
interesado en restaurarte, no en reemplazarte. Tu pasado no significa que estés
excluido de servir a Dios en el presente. Y en el futuro.
-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por
gracia. Hijo eternamente amado por Abba.
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