miércoles, 29 de marzo de 2017

Tu pecado no es invisible


Un sociólogo hondureño solía hacer la observación que nosotros le damos pleitesía a la corrupción en nuestro país. Muchos tienden a admirar secretamente a aquellos que hacen cosas malas, sin que nadie los vea, y logran salirse con la suya. Por ejemplo, es común escuchar siempre a más de algún señor alabar a un pícaro diciendo cosas como: "Fulano sí que le entiende al trámite." Como si esconder las fechorías es una virtud digna de admiración. No obstante, aunque gran parte de la población en nuestro país piense que uno puede libremente hacer el mal y escaparse de los mecanismos de justicia, hay una verdad inmutable: nadie logra que su pecado escape de la mirada de Dios.

El evangelio según Marcos (cap. 14) relata un episodio muy particular, acerca de un personaje interesante: Pedro, el apóstol. Pedro es el tipo de persona que habla más de lo que debe y que siempre actúa de forma impulsiva. Es de los hombres que siempre tienen 20 centavos de opinión para tirar acerca de todos los temas en la conversación. Una noche antes de ser apresado, Jesús comparte un tiempo con sus discípulos, los doce hombres que habían estado con él durante el transcurso de su ministerio. Y en esa reunión, Jesús advierte que ellos le dejarán y lo van a negar. Ante esto, Pedro, con el ego herido, pues había sido parte de una organización revolucionaria conocida como "los zelotes", y por naturaleza muy beligerante, se pone de pie y dice que eso no será así, al menos en el caso de él. Jesús conociendo mejor la situación le dice que en realidad, esa misma noche, antes que el gallo cante, Pedro negará a Su maestro. Dicho de otra manera, Jesús mira el pecado y el fracaso de Pedro aún antes que él lo cometa.

Más adelante, Lucas, el médico historiador, registra que una criada señala a Pedro diciendo que él era uno de los que andaban con el nazareno, pues su forma de hablar lo delataba. Pedro niega contundentemente tener alguna relación con Jesús. Y en uno de los versos más oscuros y tristes en los evangelios, Lucas 22:60 dice que Jesús se volteó y miró a Pedro mientras él lo estaba negando. Jesús no sólo miró a Pedro antes de que él pecara. Sino que también lo miró mientras él estaba pecando.

Porque los pecados de Pedro, así como los nuestros, no se escapan de la mirada de Dios. Parece que Dios conoce a Pedro mejor de lo que Pedro se conocía a sí mismo. Al igual, que Dios te conoce a ti mejor de lo que tú te conoces a ti.

Unos días atrás, los diarios hondureños publicaron las conversaciones telefónicas llevadas a cabo entre el hijo de un expresidente de la república y uno de sus socios comerciales. Ambos se encuentran en este momento tras las rejas, en una cárcel federal de los Estados Unidos por el delito de estar involucrados en asociaciones ilícitas.  Dudo mucho que ambos estuvieran pensando en ese momento que un día todo el país estaría al tanto de las cosas que ellos hablaban por teléfono. El asunto es que para Dios no existe una categoría de “pecados privados.” Todos los pecados son públicos ante Dios. Tus pecados, eventualmente, te alcanzarán. Por mucho que lo ocultes de las personas a tu alrededor, aún de los más suspicaces y perceptivas, no se escapará de la mirada de Dios.

El Señor mira los mensajes de texto que tú le envías a una mujer que no es tu esposa.
Dios observa el historial de navegación en tu celular.
El Señor escucha los falsos testimonios que tú levantas en contra de alguien.

En definitiva, tu pecado jamás está fuera del radar de Dios.


Es cierto, Dios nos mira. Pero, lo hace a través de los lentes de Jesús: con gracia y verdad. Y esto es una buena noticia. Jesús nos ve con verdad, sin ignorar lo que hemos hecho. Y tampoco pretende que la solución es esconder nuestros pecados debajo de la alfombra. Él llama al pecado como lo que es: una rebelión cósmica ante el Rey del Universo. Pero, Jesús también nos mira con gracia. Sabiendo que la naturaleza auto destructiva del pecado es, en muchas ocasiones, el castigo en sí mismo.

La verdad del evangelio no rasca nuestros corazones de forma superficial. Sino que cava profundamente hasta las capas de incredulidad más gruesas en nuestro espíritu. Porque es ahí donde Jesús nos espera con brazos abiertos para darnos agua viva y decirnos: "Arrepiéntete y cree en el evangelio." Tu pecado “privado”, tarde o temprano, te alcanzará. Y puede que se haga público. Pero, también lo hará Su gracia, exhibida públicamente en una cruz. 

-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.


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