Los cristianos evangélicos
han estado especialmente atentos a la adoración en años recientes, iniciando un
renacimiento en pensamiento y conversación acerca de lo que la adoración en
realidad significa y cómo debe llevarse a cabo. Aún cuando este renovado
interés ha resultado en lo que algunos han llamado "guerras de
adoración" en algunas iglesias, parece que lo que A.W. Tozer llamó
"la joya perdida" de la adoración evangélica está siendo recuperada.
Sin embargo, aunque la
mayoría de evangélicos estarían de acuerdo que la adoración es central para la
vida de la iglesia, no habría consenso para una pregunta que no puede ser
evadida: ¿Qué debe ser central en la adoración cristiana? Históricamente, las
iglesias más litúrgicas han argumentado que los sacramentos forman el corazón
de la adoración cristiana. Estas iglesias argumentan que los elementos de la
Santa Cena y el agua del bautismo presentan el evangelio de una manera más
poderosa. Entre los evangélicos, algunos claman que el evangelismo es el centro
de la adoración, planeando cada faceta del culto-canciones, oraciones, el
sermón-con la invitación evangelística en mente.
Aunque la mayoría de
evangélicos mencionan la predicación de la Palabra como una parte necesaria y
común de la adoración, el modelo prevaleciente de adoración en las iglesias
evangélicas está continuamente siendo definido por la música, junto con formas
innovadoras de presentaciones de video y dramas. Cuando la predicación de la
Palabra se retira, un gran número de innovaciones de entretenimiento tomarán su
lugar.
Las normas tradicionales de
la adoración ahora están subordinadas a una demanda de relevancia y
creatividad. Una cultura de medios dirigida por las imágenes ha reemplazada la
cultura centrada en las palabras que dio a luz a las iglesias de la Reforma. En
algún sentido, la cultura dirigida por las imágenes del evangelicalismo moderno
es una recepción total de las mismas prácticas rechazadas por los Reformadores
en su búsqueda por una adoración bíblica.
La música llena el espacio
de la mayoría de la adoración evangélica y mucha de esta música viene en la
forma de coros contemporáneos marcados por poco contenido teológico precioso.
Más allá de la popularidad de los coros como forma musical, muchas iglesias
evangélicas parecen intensamente enfocadas en replicar presentaciones musicales
de mucha calidad de estudio.
En términos de estilo musical,
las iglesias más tradicionales presentan coros grandes-en algunos casos con
orquestas-y puede que a veces canten los himnos establecidos de la fe. Las contribuciones corales son a veces
masivas en escala y profesionales en calidad. En cualquier evento, la música
llena el espacio y dirige la energía del servicio de adoración. Una planeación
intensa, inversión financiera y prioridad en la preparación están enfocadas en
las dimensiones musicales de la adoración. Un staff profesional y un ejército
de voluntarios gastan gran parte de la semana en ensayos y sesiones de
práctica.
Todo esto no es perdido en
la congregación. Algunos cristianos deciden optar por iglesias que ofrecen el
estilo de adoración y experiencia que encajan con su expectativa. En la mayoría
de comunidades, las iglesias son conocidas por sus estilos de adoración y programas
musicales. Aquellos que no están satisfechos con lo que encuentran en una
iglesia rápidamente pueden moverse a otra, algunas veces usando el lenguaje de
auto-expresión para explicar que la nueva iglesia "llena nuestras
necesidades" o nos "permite adorar."
Una preocupación por la adoración bíblica verdadera estaba en el corazón de la Reforma misma. Pero, aún
Martín Lutero, quien escribió himnos y requirió que sus predicadores fueran
entrenados en canto, no aceptaría que esta preocupación moderna con la música
sea legítima o saludable. ¿Por qué? Porque los reformadores estaban convencidos
que el corazón de la verdadera adoración bíblica era la predicación de la
Palabra de Dios.
Gracias sean dadas a Dios,
que el evangelismo se lleva a cabo en la adoración cristiana. Confrontados por
la presentación del evangelio y la predicación de la palabra, los pecadores son
atraídos a la fe en Jesucristo y la oferta de salvación es presentada a todos.
De la misma manera, La Cena del Señor y el bautismo son honradas como
ordenanzas por el mandamiento mismo del Señor y cada uno encuentra su lugar en
la verdadera adoración.
Más aún, la música es uno de
los regalos más preciosos de Dios a su pueblo y es un lenguaje por medio del
cual podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad. Los himnos de la fe transmiten confesiones y
contenido teológico robusto y muchos coros modernos recuperan un sentido
doxológico perdido en muchas iglesias evangélicas. Pero, la música no es el
acto central de la adoración cristiana, y tampoco lo es el evangelismo y los
sacramentos. El corazón de la adoración cristiana es la predicación auténtica
de la Palabra de Dios.
La predicación expositiva es
central, irreducible y no negociable hacia la misión bíblica de brindar
adoración auténtica que agrada a Dios. La declaración simple de John Stott
enuncia el asunto con denuedo: "La predicación es indispensable para el
cristianismo." Más específicamente, la predicación es indispensable a la
adoración cristiana y no sólo indispensable, sino que central.
La centralidad de la
predicación es el tema de ambos testamentos de la Escritura. En Nehemías 8
encontramos que el pueblo le pedía a Esdras, el escriba, que sacara el libro de la
ley para la asamblea. Esdras y sus colegas se paraban en una plataforma y leían
el libro. Cuando el abría el libro para leerlo, la asamblea se ponía de pie en
honor a la Palabra de Dios y respondía: "Amen, amen."
Interesantemente, el texto
explica que Esdras y los que le ayudaban "leían del libro de la ley de
Dios, explicando todo lo que decía de manera que la gente entendiera lo que
leían" (Neh. 8:8). Este texto sorprendente presenta un paisaje de la predicación
expositiva. Una vez que el texto era leído, era explicado detalladamente a la
congregación. Esdras no coordinaba un evento ni orquestaba un espectáculo-él
simplemente y cuidadosamente proclamaba la palabra de Dios.
Este texto es un juicio
sobrio hacia una gran parte del cristianismo contemporáneo. De acuerdo al
texto, una demanda de predicación bíblica hizo erupción en el corazón del
pueblo. Ellos se reunieron como congregación y llamaron al predicador. Esto
refleja un hambre intensa y una sed por la predicación de la Palabra de Dios.
¿Adónde se encuentra este deseo evidente en los evangélicos modernos?
En demasiadas iglesias, la
Biblia se encuentra silenciada. La lectura pública de la Escritura ha sido
removida de muchos cultos y el sermón ha sido puesto a un lado, reducido a un
breve devocional que es más bien un apéndice a la música. Muchos predicadores
han aceptado esto como una concesión necesaria a la era del entretenimiento.
Algunos esperan dar un breve mensaje de ánimo y exhortación antes de terminar
el servicio.
Como Michael Green lo dijo
tan punzantemente: "Esta es la era de los sermoncitos. Y los sermoncitos
hacen cristianitos."
La anemia de la adoración
evangélica-poniendo la música y la energía a un lado-es directamente atribuible
a la ausencia de predicación expositiva.
Tal predicación confrontaría a la congregación con nada menos que la palabra de
Dios viva y activa. Esa confrontación moldeará mientras el Espíritu Santo
acompaña la palabra, abre los ojos y aplica la palabra a los corazones humanos.
-Este artículo fue escrito
por Albert Mohler, presidente del Seminario Teológico Bautista del Sur en
Louisville, Kentucky.
Traducido por Luís Luna Jr.
No hay comentarios.:
Publicar un comentario