viernes, 3 de marzo de 2017

Predicación expositiva: El antídoto para la adoración anémica


Los cristianos evangélicos han estado especialmente atentos a la adoración en años recientes, iniciando un renacimiento en pensamiento y conversación acerca de lo que la adoración en realidad significa y cómo debe llevarse a cabo. Aún cuando este renovado interés ha resultado en lo que algunos han llamado "guerras de adoración" en algunas iglesias, parece que lo que A.W. Tozer llamó "la joya perdida" de la adoración evangélica está siendo recuperada.

Sin embargo, aunque la mayoría de evangélicos estarían de acuerdo que la adoración es central para la vida de la iglesia, no habría consenso para una pregunta que no puede ser evadida: ¿Qué debe ser central en la adoración cristiana? Históricamente, las iglesias más litúrgicas han argumentado que los sacramentos forman el corazón de la adoración cristiana. Estas iglesias argumentan que los elementos de la Santa Cena y el agua del bautismo presentan el evangelio de una manera más poderosa. Entre los evangélicos, algunos claman que el evangelismo es el centro de la adoración, planeando cada faceta del culto-canciones, oraciones, el sermón-con la invitación evangelística en mente.

Aunque la mayoría de evangélicos mencionan la predicación de la Palabra como una parte necesaria y común de la adoración, el modelo prevaleciente de adoración en las iglesias evangélicas está continuamente siendo definido por la música, junto con formas innovadoras de presentaciones de video y dramas. Cuando la predicación de la Palabra se retira, un gran número de innovaciones de entretenimiento tomarán su lugar.

Las normas tradicionales de la adoración ahora están subordinadas a una demanda de relevancia y creatividad. Una cultura de medios dirigida por las imágenes ha reemplazada la cultura centrada en las palabras que dio a luz a las iglesias de la Reforma. En algún sentido, la cultura dirigida por las imágenes del evangelicalismo moderno es una recepción total de las mismas prácticas rechazadas por los Reformadores en su búsqueda por una adoración bíblica.

La música llena el espacio de la mayoría de la adoración evangélica y mucha de esta música viene en la forma de coros contemporáneos marcados por poco contenido teológico precioso. Más allá de la popularidad de los coros como forma musical, muchas iglesias evangélicas parecen intensamente enfocadas en replicar presentaciones musicales de mucha calidad de estudio.

En términos de estilo musical, las iglesias más tradicionales presentan coros grandes-en algunos casos con orquestas-y puede que a veces canten los himnos establecidos de la fe.  Las contribuciones corales son a veces masivas en escala y profesionales en calidad. En cualquier evento, la música llena el espacio y dirige la energía del servicio de adoración. Una planeación intensa, inversión financiera y prioridad en la preparación están enfocadas en las dimensiones musicales de la adoración. Un staff profesional y un ejército de voluntarios gastan gran parte de la semana en ensayos y sesiones de práctica.

Todo esto no es perdido en la congregación. Algunos cristianos deciden optar por iglesias que ofrecen el estilo de adoración y experiencia que encajan con su expectativa. En la mayoría de comunidades, las iglesias son conocidas por sus estilos de adoración y programas musicales. Aquellos que no están satisfechos con lo que encuentran en una iglesia rápidamente pueden moverse a otra, algunas veces usando el lenguaje de auto-expresión para explicar que la nueva iglesia "llena nuestras necesidades" o nos "permite adorar."

Una preocupación por la adoración bíblica verdadera estaba en el corazón de la Reforma misma. Pero, aún Martín Lutero, quien escribió himnos y requirió que sus predicadores fueran entrenados en canto, no aceptaría que esta preocupación moderna con la música sea legítima o saludable. ¿Por qué? Porque los reformadores estaban convencidos que el corazón de la verdadera adoración bíblica era la predicación de la Palabra de Dios.

Gracias sean dadas a Dios, que el evangelismo se lleva a cabo en la adoración cristiana. Confrontados por la presentación del evangelio y la predicación de la palabra, los pecadores son atraídos a la fe en Jesucristo y la oferta de salvación es presentada a todos. De la misma manera, La Cena del Señor y el bautismo son honradas como ordenanzas por el mandamiento mismo del Señor y cada uno encuentra su lugar en la verdadera adoración.

Más aún, la música es uno de los regalos más preciosos de Dios a su pueblo y es un lenguaje por medio del cual podemos adorar a Dios en espíritu y en verdad. Los  himnos de la fe transmiten confesiones y contenido teológico robusto y muchos coros modernos recuperan un sentido doxológico perdido en muchas iglesias evangélicas. Pero, la música no es el acto central de la adoración cristiana, y tampoco lo es el evangelismo y los sacramentos. El corazón de la adoración cristiana es la predicación auténtica de la Palabra de Dios.

La predicación expositiva es central, irreducible y no negociable hacia la misión bíblica de brindar adoración auténtica que agrada a Dios. La declaración simple de John Stott enuncia el asunto con denuedo: "La predicación es indispensable para el cristianismo." Más específicamente, la predicación es indispensable a la adoración cristiana y no sólo indispensable, sino que central.

La centralidad de la predicación es el tema de ambos testamentos de la Escritura. En Nehemías 8 encontramos que el pueblo le pedía a Esdras, el escriba, que sacara el libro de la ley para la asamblea. Esdras y sus colegas se paraban en una plataforma y leían el libro. Cuando el abría el libro para leerlo, la asamblea se ponía de pie en honor a la Palabra de Dios y respondía: "Amen, amen."

Interesantemente, el texto explica que Esdras y los que le ayudaban "leían del libro de la ley de Dios, explicando todo lo que decía de manera que la gente entendiera lo que leían" (Neh. 8:8). Este texto sorprendente presenta un paisaje de la predicación expositiva. Una vez que el texto era leído, era explicado detalladamente a la congregación. Esdras no coordinaba un evento ni orquestaba un espectáculo-él simplemente y cuidadosamente proclamaba la palabra de Dios.

Este texto es un juicio sobrio hacia una gran parte del cristianismo contemporáneo. De acuerdo al texto, una demanda de predicación bíblica hizo erupción en el corazón del pueblo. Ellos se reunieron como congregación y llamaron al predicador. Esto refleja un hambre intensa y una sed por la predicación de la Palabra de Dios. ¿Adónde se encuentra este deseo evidente en los evangélicos modernos?

En demasiadas iglesias, la Biblia se encuentra silenciada. La lectura pública de la Escritura ha sido removida de muchos cultos y el sermón ha sido puesto a un lado, reducido a un breve devocional que es más bien un apéndice a la música. Muchos predicadores han aceptado esto como una concesión necesaria a la era del entretenimiento. Algunos esperan dar un breve mensaje de ánimo y exhortación antes de terminar el servicio.

Como Michael Green lo dijo tan punzantemente: "Esta es la era de los sermoncitos. Y los sermoncitos hacen cristianitos."

La anemia de la adoración evangélica-poniendo la música y la energía a un lado-es directamente atribuible a la ausencia de predicación  expositiva. Tal predicación confrontaría a la congregación con nada menos que la palabra de Dios viva y activa. Esa confrontación moldeará mientras el Espíritu Santo acompaña la palabra, abre los ojos y aplica la palabra a los corazones humanos.

-Este artículo fue escrito por Albert Mohler, presidente del Seminario Teológico Bautista del Sur en Louisville, Kentucky.

Traducido por Luís Luna Jr.

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