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lunes, 21 de noviembre de 2016

6 Estrategias Para Luchar Contra El Orgullo


Dios es quien se encarga de edificar Su obra. Y lo hace otorgando diferentes tipos de dones y habilidades a diferentes tipos de personas. Si por su gracia Dios te ha dotado sobrenaturalmente para algunas tareas específicas de Su Reino, las personas se acercarán para felicitarte y afirmarte. Y aunque este no sea el impulso que te mueve a hacer las cosas, es necesario que tu espíritu se mantenga vigilante a lo que puede ocurrirle a tu corazón al recibir aprobación humana.

No hay nada de malo en expresar admiración por lo que Dios hace a través de otros. Muchas veces siento que un sermón ha salvado mi vida. Y en la manera que puedo, intento expresar mi agradecimiento y admiración hacia la persona que Dios usó para edificarme.

Muchos obreros están haciendo una labor fenomenal. Pero, a la vez, caminan desanimados. Porque casi nunca reciben afirmación de parte de aquellos a quienes sirven fielmente. Por eso, cuando puedas, agradece y felicita a las personas que Dios usa para asistirte en tu caminar con Jesús.

Sin embargo, el fin de este artículo es ayudarte cuando recibas felicitaciones o afirmación de otros por lo que haces en el Reino de Dios. La aprobación humana puede intoxicar el corazón. Y al igual que muchas sustancias tóxicas, nos podemos volver adictos a ella si no tenemos cuidado. Una señal de esto, por ejemplo, es cuando sentimos que los demás están obligados a darnos un "like", "retweet" o una palmada en el hombro después de haber bateado lo que nosotros pensamos fue un "home run."

En nuestro caminar, la clave para crecer más en conformidad a Cristo radica no en controlar o domesticar nuestro ego. Sino en atravesarle una espada para matarlo. Una y otra vez. Y las veces que sean necesarias. Al compartir este artículo, en ninguna manera pretendo haber vencido en totalidad este tipo de pecado. Pensar eso sería suicidio para mi alma. Sino que en mi lucha contra la arrogancia remanente en mi propio corazón, que no es poca, me encontré con las siguientes recomendaciones prácticas del pastor John Piper. Creo que son útiles. 

Si bien es cierto el orgullo se manifiesta de muchas formas, estas dagas son más efectivas contra la arrogancia naciente en un corazón que se quiere acostumbrar a ser alabado:

1. Recuerda que no eres auto-existente; sólo el Dios trinitario lo es. Sólo Dios es absoluto. Tú eres contingente. Recuerda que eres dependiente de Dios en tu origen, presente y futuro. Recuerda esto y medita en esta verdad.

2. Recuerda que eres por naturaleza un pecador depravado y que en todo tu pecado has tratado a Dios con desprecio, prefiriendo otras cosas en lugar de su gloria. Recuerda que no hay nada bueno que hayas hecho que no requiera arrepentimiento. Todas tus buenas obras están, de alguna manera, manchadas por el pecado. Cada una tiene algún grado de error porque Dios demanda perfección. Y por eso, Dios no te debe nada más que dolor en esta vida y en la venidera. Todo lo bueno que tienes a tu alrededor, entonces, es una obra de gracia y no por tu propio mérito.

3. Medita en la realidad que tú condición era tan desesperada que sólo pudo ser remediada por la horrible muerte del hijo de Dios, quien llevó tu pecado y proveyó tu justicia. Y gózate en el perdón y justicia que ahora es tuya en Jesús.

4. Renuncia a todos los deseos de fama y notoriedad cuando sientas que se levantan en tu corazón diciendo: "¡No! En el nombre de Jesús salgan de mi cabeza." Y voltea tu mente con frescura hacia la belleza, verdad y valor de Cristo.

5. Trata de recibir toda crítica, ya sea de amigo o enemigo, asumiendo que casi siempre hay algún grado de verdad del cual te puedes beneficiar. "Sé pronto para oír, tardo para hablar y tardo para airarse." -Santiago 1:19.

6. Trata de acudir a escritores cristianos de siglos anteriores que conocían a Dios en profundidades que la mayoría de nosotros, gente moderna, somos incapaces de conocer.


*En lo personal, he sido redargüido, confrontado y edificado por los escritos de los Padres del Desierto del siglo IV y los predicadores puritanos del siglo 17.* 

-Luís Luna Jr. 
Pecador rescatado por Gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

Puedes encontrar todas las recomendaciones del pastor John Piper haciendo click aquí

jueves, 17 de noviembre de 2016

Más que luces y humo: el requisito indispensable en el ministerio juvenil






Comencé a servir en el ministerio de jóvenes a temprana edad. Pero, rápido me di cuenta de las cosas, o las presiones, con las que un pastor de jóvenes tiene que lidiar de forma continua. Si has estado en el ministerio juvenil por algún tiempo, tienes una idea de las presiones que estoy hablando. Algunas de ellas, claro, no son exclusivas al ministerio juvenil, sino que toda persona que sirve de alguna manera en el ministerio de forma vocacional las atraviesa de manera regular. Pero, algunas son muy características de la pastoral de la juventud.

Por un lado, están los adultos, algunos amables y con buenas intenciones, que siempre quieren decirte lo que tienes que hacer con los jóvenes. Eso no está del todo mal. La biblia dice que muchos consejos traen sabiduría. Pero, pareciera que algunas personas simplemente nunca están satisfechas. O los jóvenes hacen muy poca acción social. O se proyectan demasiado con la comunidad. O son demasiado ruidosos. O no son lo suficiente “enérgicos.”

Por otro lado, está la presión de ser continuamente creativo e innovador. Dios no permita que lleves a cabo una actividad que has hecho tiempo atrás. Estás arriesgando la vida de tus jóvenes y orillándolos a que se vayan al mundo. O lo que es peor: a otra iglesia con un ministerio de jóvenes más "trendy."

Tal vez escuchaste que "debemos cansar a los jóvenes haciendo cosas buenas porque están llenos de energías que pueden usar en cosas malas." Reconozco la buena intención detrás de esta forma de pensar. Pero, si somos honestos, a veces, en respuesta este paradigma, los pastores de jóvenes queremos inventar el agua caliente en cada reunión, ¿no es cierto?

También, existe la presión de ser culturalmente relevante. Aunque este término suene atractivo, en muchos casos, lo que de verdad significa es que debemos tener luces y humo en el escenario. Y nuestros campamentos deben tener nombres en inglés que al resto le cuesta pronunciar.

La cultura contemporánea exige varios requerimientos de aquellos que tienen la gran tarea de liderar a la juventud en la iglesia local. No debemos quejarnos. Sino, aprovechar la oportunidad para adaptarnos y crecer. Los tiempos han cambiado. Y siempre seguirán cambiando. No debemos ignorar esto. Necesitamos adaptarnos. Esto, claro está, no quiere decir que cambiemos el contenido del mensaje del evangelio. Pero sí los métodos que usamos para comunicar el contenido del mensaje.

Aunque la lista de requisitos puede continuar, vale la pena preguntarse: ¿Qué es lo que Dios requiere de los pastores de jóvenes? Pablo, el apóstol, inspirado por Dios, escribe a dos pastores jóvenes: Timoteo y Tito. Ambos ministraban en ciudades grandes y paganas. Las cartas a Timoteo y Tito son conocidas como las epístolas pastorales. Porque en ellas Pablo les aconseja a estos pastores jóvenes sobre como conducirse en sus vidas personales y ministeriales.

Así que, si la conversación sobre los requerimientos que debe cumplir un pastor de jóvenes nos interesa, debemos ver que es lo que dice al Dios al respecto, ¿no?
En 1 Timoteo 3, Pablo enumera los requisitos que debe cumplir todo aquel que sirve en el ministerio pastoral. Y sí, esto incluye a quienes estamos en el ministerio de jóvenes:

Palabra fiel es ésta: Si alguno aspira al cargo de obispo[a], buena obra desea hacer. 2 Un[b] obispo debe ser, pues, irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, 3 no dado a la bebida[c], no pendenciero, sino amable, no contencioso, no avaricioso. 4 Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad 5 (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?); 6 no un recién convertido, no sea que se envanezca y caiga en la condenación en que cayó el[d] diablo. 7 Debe gozar también de[e] una buena reputación entre los de afuera de la iglesia, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo.


Hay algo interesante en esta lista. Y es esto: la descripción que Pablo hace incluye más rasgos de carácter que muestras de talento. De hecho, la única habilidad que aparece nombrada aquí es que quien anhela ministerio debe “ser apto para enseñar.” En otras palabras, Dios está diciendo que el ministro debe tener un carácter sólido más que un conjunto de habilidades fuera de serie.

Dios está más interesado en tu integridad que en tu habilidad. Esto no quiere decir que el talento, las habilidades y muchas otras virtudes no contribuyan a que tu ministerio juvenil sea efectivo. Tú tienes talentos que te hacen único. Fue Dios quien te los dio. Y Él quiere que los uses en el lugar en donde estás.

Pero, más que manos hábiles, más que una mente brillante, Dios busca integridad de carácter.

Las habilidades son aprendidas. El carácter es formado. Está bien que tengamos las actividades y los juegos más divertidos en nuestros campamentos o retiros. Está bien que nuestras reuniones sean llamativas con luces, humo y música que supere los 1000 decibeles. Está bien que hayamos leído todos los libros de Lucas Leys y no faltemos a las conferencias de Especialidades Juveniles. 

Pero, Dios quiere integridad. Esto significa que tus hechos sean consecuentes con tus palabras. Esto significa cumplir con lo prometido aunque el estado de ánimo en el que lo prometiste haya cambiado. Esto significa ser de una sola pieza: ser la misma persona cuando la gente te ve y cuando la gente no te ve.

La razón por la que Dios quiere formar integridad en tu carácter antes de llenarte de habilidades es simple: quien eres cuando nadie te ve determina cuán lejos llegarás. De lo contrario, si te enfocas más en perfeccionar tus talentos antes de formar tu carácter entonces tus habilidades te llevarán a lugares en donde tu carácter no te podrá sostener. Y eventualmente, colapsarás.

Pueden haber líderes juveniles clamando para que Dios les de multitudes. Por una cosecha de almas sobrenatural. Estas no son cosas malas de pedir. El hecho que las pidamos puede ser muestra de un corazón apasionado por almas. Pero, antes de bendecirte con crecimiento ministerial Dios quiere formarte con integridad en tu vida personal.

¿Permitiremos al Espíritu Santo que nos haga más parecido a Jesús?

-Luís Luna jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

viernes, 10 de junio de 2016

El mejor regalo que le puedes dar a un predicador



Hace algún tiempo me preguntaron cuál era el mejor regalo que se le puede dar a un predicador. Es una interesante pregunta. Nunca me había puesto a pensar en algo así. Bendecir a quien te instruye en La Palabra no es sólo una buena práctica sino un mandato bíblico (Gal. 6:6; 1 Tim. 5:17; 1 Tes. 5:12-13). Puede que tú aprecias a tu pastor o a alguien que predica la Palabra de Dios y quieres regalarle algo, pero no estás tan seguro que debes darle. En verdad, hay muchas cosas buenas que se le pueden dar a un predicador.

Tal vez estás pensando en regalarle un libro. Por lo general, a los predicadores nos gusta leer. Regalar buenos libros siempre es una buena idea. Herramientas como comentarios bíblicos, enciclopedias o diccionarios enriquecen el estudio de un predicador.

Puede que estés pensando en regalarle corbatas, trajes o zapatos. De todos modos, el pastor siempre está en bodas, funerales, graduaciones, etc. y en otros eventos que requieren una vestimenta formal.

Tal vez has pensado en bendecir a un predicador económicamente. Eso está bien. Contrario a la idea popular que mucha gente tiene acerca de los predicadores, casi nadie está en este asunto por ganar dinero fácil. Claro, hay lobos vestidos de oveja y asalariados que explotan al pueblo de Dios. Pero, la gran mayoría de predicadores que conozco personalmente han incluso renunciado a trabajos bien pagados por dar su vida a la proclamación del evangelio. Créeme, hay maneras mucho más rápidas y menos complicadas de hacer grandes sumas de dinero que predicar el evangelio y cuidar del rebaño del Señor.

Todos estos son buenos regalos. Pero, hay algo aún mejor. El mejor regalo que le puedes dar a un predicador es algo intangible. No es material ni físico. No se usa para vestir ni comer ni conducir. Y es algo todos tenemos de sobra. Nunca se acaba. Y sé que tenemos de sobra porque ya la estamos dando a muchas personas en varios lugares.

El mejor regalo que le puedes dar a un predicador es tu atención mientras él está predicando.

Tal vez no lo creas así, pero tu atención es importante para nosotros. Incluso, estamos dispuestos a hacer cosas que nunca nos imaginamos con el fin de comunicar bien un punto. ¿Alguna vez has estado en algún culto o en algún evento en el que sentiste que el predicador fue un poco excéntrico o cruzó la línea? Sin ánimos de excusar o justificar su error, estoy seguro que lo hizo por una razón noble: captar tu atención.

Estar atento no significa estar de acuerdo con todo lo que el predicador dice. Donde la Biblia es silenciosa, es normal que haya espacio para diferir sobre algunos artículos. Ningún predicador serio desea que su congregación deje su cerebro en la entrada al templo. En lo personal, siempre me halaga que alguien se acerque para discutir algún punto sobre algo que prediqué. Porque eso significa que al menos pusieron atención.

Si te preguntas porque esto parece ser tan importante para nosotros, déjame explicarte. Si tu pastor o algún predicador que conozcas ama a Dios y ama a las personas es seguro que antes de pararse detrás del púlpito pasa mucho tiempo orando y preparándose. Ora por La Palabra. Y ora por ti. Específicamente, ora para que la Palabra haga efecto en ti a través del Espíritu. Lucha con el pasaje para entender su idea central. Consulta comentarios y compara interpretaciones. Y sigue orando por ti un poco más. Cuando llega el momento de servir la Palabra se siente, aunque le cueste admitirlo, vulnerable. Y hasta desnudo. Todo predicador honesto consigo mismo y consciente sobre la enorme carga de predicar La Palabra siente algún grado de inseguridad. Aunque tenga 20 años de predicar o haya comenzado la semana pasada. 

Por eso cuando estamos predicando y tú estás más interesado en el celular, lo notamos. Cuando estamos predicando y aunque tu cuerpo esté ahí pero tu mente está en la deliciosa cena que vas a comer después del culto, también lo notamos. Cuando bostezas y miras el reloj, también lo notamos. Cuando tu mirada está perdida y estás haciendo un esfuerzo desmedido por bloquearte, también lo notamos. Y porque nos sentimos vulnerables en ese momento eso tiende a hacernos sentir inseguros.

¿Quieres bendecir a un predicador y ayudarle a predicar mejor? Bendícelo con tu atención.

Pero, hay algo más por lo que tu atención es importante para nosotros. Este, en realidad, es el verdadero porqué.

Los predicadores fieles creemos que la Biblia es La Palabra de Dios. Es autoritativa. Es definitiva. Es suficiente. Como estamos persuadidos de esto, tenemos la convicción que la gente necesita escuchar lo que la Biblia dice. Porque Dios habla a través de la Biblia. Si nos paráramos a hablar por 45 minutos acerca de nuestras opiniones políticas, nuestros estereotipos y gustos, entonces merecemos ser ignorados. Total, no somos tan interesantes. Pero, es precisamente por el hecho que Dios habla cuando exponemos fielmente la Palabra que esperamos la atención de las personas que están ahí.

George Whitefield fue uno de los predicadores más poderosos de los últimos siglos. Dios lo usó como un catalizador para iniciar el segundo gran avivamiento en Inglaterra y el este de Estados Unidos. Era un orador prodigioso. Un actor británico contemporáneo solía decir que estaba dispuesto a matar por poseer la misma elocuencia que Whitefiled desplegaba al decir palabras como "Mesopotamia." 

Whitefield estaba seguro que Dios habla a través de la exposición de la Escritura. Tan convencido estaba de esta realidad que mientras estaba predicando en una iglesia alguien en las primeras filas comenzó a dormirse. Al ver esto, Whitefield golpeó el púlpito y le dijo: "Si viniera a hablar de mis opiniones, tendrías el derecho a dormirte. Pero, vengo a dar un mensaje de parte de Dios. Y por lo tanto, debo ser escuchado y seré escuchado."

Si alguien predica un mensaje de parte de Dios a través de la Biblia y en el poder del Espíritu, esa persona espera tu atención porque merece tu atención. Tal vez tu predicador o pastor no sea Spurgeon. O Whitefield. O John Piper. Puede que no cautive contando una historia. Tal vez tenga una muletilla incómoda. Pero si durante el tiempo que predica está exponiendo la Escritura con fidelidad él es la boca de Dios hacia el pueblo. Y por lo tanto, debes estar atento.

¿Quieres darle el mejor regalo a un predicador? Dale tu atención mientras él está predicando.

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

lunes, 6 de junio de 2016

La oración es un acto de rebeldía



El corazón humano tiene una habilidad inusual para amoldarse. Por eso es común que lo que antes rechazamos ahora abrazamos.

Puede ser que considerabas la mentira como un mal horrible, pero ahora mientes más de lo normal para proteger tu reputación.

Tal vez tenías un celo evangelístico implacable, pero ahora justificas tu apatía diciendo que eso ya no es tu llamado.

A lo mejor eras un esposo que amaba a tu esposa de manera sacrificial, pero ahora te excusas diciendo que los tiempos han cambiado.

Cualquiera que sea el caso, el corazón humano se adapta con facilidad hacia la tendencia natural de la carne.

Es precisamente por esto que la oración es un acto de rebelión. Orar es expresar nuestra insatisfacción hacia la situación actual de las cosas.

La oración es rebelión en contra del status quo dentro de nosotros.

Cuando confesamos nuestros pecados a través de la oración estamos rebelándonos en contra del mal presente en nuestras vidas. Es fácil señalar y hablar sobre el mal dentro de nuestras escuelas.
Es fácil hablar sobre el mal que existe dentro de nuestras iglesias.
Cualquiera puede despotricar acerca del mal que existe dentro de nuestros gobiernos, en especial cuando los periódicos exponen algún caso polémico dentro del gabinete.

Pero, del mal que no hablamos es del que habita en nosotros. Dentro de las cámaras más profundas de nuestros corazones.

Ravi Zacharias cuenta sobre una vez que estaba evangelizando a un alto ejecutivo de una prestigiosa empresa. Este hombre se autoproclamaba ateo. Él decía que la razón de su secularismo era que había visto el mal de primera mano en diferentes lugares del mundo. "¿Cómo es posible que si Dios existe permita tanto mal en el mundo entero?" se cuestionaba.  Cada vez que Ravi intentaba penetrar su muro de incredulidad este hombre volvía a la piedra angular que lo sostenía: el problema del mal. Después de un tiempo de estar conversando, Ravi Zacharias le dijo: "Veo que estás muy atento y consternado ante el mal que está a tu alrededor, y tienes todo el derecho. Pero, ahora hablemos acerca del mal que hay dentro de tu corazón."

Por eso, arrepentirnos de nuestros pecados a través de la oración es rebelarnos en contra del mal latente no en nuestro exterior, sino en nuestro interior. Volvernos a Dios es rebelarnos en contra de nuestra rebelión. En este sentido, nuestra oración es un acto de contrainsurgencia.
Cuando pedimos a Dios que nos cambie es porque gritamos: ¡YA BASTA! a nuestra pasada manera de vivir.

Así también, la oración es rebelión en contra del status quo alrededor de nosotros.

Las personas conformes nunca cambian nada. Son aquellos que han sido bendecidos con un descontento santo que tienen la compulsión insaciable de ver la realidad de Dios invadiendo su entorno.

Sólo las personas inconformes con la perdición de su país son los que piden que Dios sane su tierra.

Sólo los esposos inconformes con la frialdad en su matrimonio son los que claman al Esposo que avive la llama del primer amor.

Sólo los ministros inconformes con la falta de devoción de sus feligreses son los que importunan a Dios pidiendo un avivamiento.

Los cristianos domesticados, adaptados al mal, hablan con los hombres acerca de los problemas de los hombres. Los cristianos "rebeldes", fastidiados del mal, hablan con Dios acerca de los problemas de los hombres.

Por esta razón, no hay un grito de guerra más grande hacia el reino de las tinieblas que el acto silencioso de apretar tus manos, doblar tus rodillas y orar: Padre, aquí vengo...

"Si ustedes no quieren que el bien se oscurezca y que el mal triunfe, junten de nuevo las manos, y en nombre del que por siempre vive para interceder, prevalezca una vez más en oración para que vuelva a descender la bendición. -"Charles Spurgeon

"Cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración." -2 Cor. 1:11

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

viernes, 3 de junio de 2016

Que Hacer Cuando No Quieres Orar


¿Te confieso algo? A veces no tengo el más mínimo deseo de orar. Tal vez has leído uno que otro artículo de este blog que te ayudó en tu vida espiritual y no esperabas leer algo como eso. De todos modos, soy un predicador y se supone que los predicadores siempre queremos orar, ¿verdad?

Pues…no es cierto. Al menos, no todo el tiempo. Hay días en los que simplemente no quiero orar. Esto no quiere decir que he perdido mi fe en Dios. Es sólo que la experiencia subjetiva de gozo en respuesta a la realidad objetiva de mi adopción no siempre está ahí.

Si tienes algún tiempo de ser cristiano estoy seguro que sabes a lo que me refiero.

Cuando tus oraciones se sienten más como un deber que un deleite; entonces, mejor revisas tú celular.

Cuando repites frases trilladas que no expresan con franqueza el estado de tu corazón; entonces, mejor te levantas a hacer cosas más “productivas.”

Cuando tus pensamientos distraídos, que varían desde la posible reelección del presidente hasta los nuevos pañales que tienes que comprar en la farmacia, entorpecen tus oraciones y mejor enciendes el televisor.

Cuando esto ocurre… ¿qué debemos hacer?

Aquí hay algunas sugerencias. Puede que no apliquen a ti. Pero, me han servido cuando orar no me sale tan natural.

1. Lee un devocional antes de orar.
El Dr. David Martin Lloyd Jones aconsejó a sus estudiantes leer un devocional antes de orar. Este hábito calienta el corazón y reagrupa nuestros pensamientos esparcidos enfocándolos en Jesús. La belleza de Dios en el rostro de Jesús puede derretir la cera de tu corazón endurecido. Por eso, asegúrate que la lectura devocional sea Cristo céntrica y no "selfie"-céntrica. Es decir, lee algo que enfoque la mirada de tu corazón en lo maravilloso que Cristo es en lugar de lo "fenomenal" que tú eres. 

Te sugiero "Lecturas de Mañana y Tarde" de Charles Spurgeon. O "En pos de lo supremo" por Oswald Sanders. O si sabes inglés, descarga la app Solid Joys de John Piper.

2. Cambia tu postura física.
La postura más común para orar es de rodillas. Ha sido la más usada porque externaliza el sentir de un espíritu humilde y postrado. Pero, no significa que sea la única forma de orar. En lo personal, arrodillarme a orar por las mañanas es una tentación para quedarme dormido. ¡Y vaya que sí ha pasado! Así que yo oro mientras camino dentro de mi pequeño cuarto. El movimiento hace que mi mente esté alerta. 

¡Un amigo pastor dice que sus mejores momentos de oración son mientras está corriendo o escalando una montaña! , la Biblia dice en 2 Samuel 7:18 que "David fue y se puso delante de Dios." En el idioma original, la palabra "puso" puede ser traducida también como "sentó." Es decir, David se sentó delante del Señor. Así que arrodillarse no es la única manera para orar.

Cada uno de nosotros está confeccionado de manera peculiar. Encuentra la forma en la que sincronices con Dios con mayor facilidad.

3. Grita: Ayúdame, Espíritu Santo.
Si estás indispuesto a orar, la exclamación más profunda que puedes hacer es: ¡Ayúdame a orar, Espíritu Santo!

La Biblia dice que el Espíritu Santo está intercediendo dentro de nosotros con gemidos que no se pueden describir (Rom. 8:26-28). No sé con exactitud la mecánica de cómo esto se desarrolla. Pero, parte de lo que significa es que cuando hacemos nuestras oraciones, a veces un tanto patéticas y superficiales. El Espíritu Santo las lleva delante del Padre y le dice: "Estas son las oraciones de Luís, tu hijo. Yo sé que no sabe lo que está diciendo. Está distraído y su corazón está divagando. Pero, lo que en realidad quiere decir es..."

¡Oh, sublime oración, hoy puedo hablar con Dios...orando!

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.