El corazón humano tiene una habilidad inusual para
amoldarse. Por eso es común que lo que antes rechazamos ahora abrazamos.
Puede ser que considerabas la mentira como un mal horrible,
pero ahora mientes más de lo normal para proteger tu reputación.
Tal vez tenías un celo evangelístico implacable, pero ahora
justificas tu apatía diciendo que eso ya no es tu llamado.
A lo mejor eras un esposo que amaba a tu esposa de manera
sacrificial, pero ahora te excusas diciendo que los tiempos han cambiado.
Cualquiera que sea el caso, el corazón humano se adapta con
facilidad hacia la tendencia natural de la carne.
Es precisamente por esto que la oración es un acto de
rebelión. Orar es expresar nuestra insatisfacción hacia la situación actual
de las cosas.
La oración es rebelión en contra del status quo dentro de nosotros.
Cuando confesamos nuestros pecados a través de la oración
estamos rebelándonos en contra del mal presente en nuestras vidas. Es fácil
señalar y hablar sobre el mal dentro de nuestras escuelas.
Es fácil hablar sobre el mal que existe dentro de nuestras
iglesias.
Cualquiera puede despotricar acerca del mal que existe dentro de
nuestros gobiernos, en especial cuando los periódicos exponen algún caso
polémico dentro del gabinete.
Pero, del mal que no hablamos es del que habita en
nosotros. Dentro de las cámaras más profundas de nuestros corazones.
Ravi Zacharias cuenta sobre
una vez que estaba evangelizando a un alto ejecutivo de una prestigiosa
empresa. Este hombre se autoproclamaba ateo. Él decía que la razón de su
secularismo era que había visto el mal de primera mano en diferentes lugares
del mundo. "¿Cómo es posible que si Dios existe permita tanto mal en el
mundo entero?" se cuestionaba. Cada
vez que Ravi intentaba penetrar su muro de incredulidad este hombre volvía a la
piedra angular que lo sostenía: el problema del mal. Después de un tiempo de
estar conversando, Ravi Zacharias le dijo: "Veo que estás muy atento y
consternado ante el mal que está a tu alrededor, y tienes todo el derecho.
Pero, ahora hablemos acerca del mal que hay dentro de tu corazón."
Por eso, arrepentirnos de nuestros pecados a través de la
oración es rebelarnos en contra del mal latente no en nuestro exterior, sino en
nuestro interior. Volvernos a Dios es rebelarnos en contra de nuestra rebelión.
En este sentido, nuestra oración es un acto de contrainsurgencia.
Cuando pedimos a Dios que nos cambie es porque gritamos: ¡YA BASTA! a nuestra pasada manera de vivir.
Así también, la oración es rebelión en contra del status quo alrededor de nosotros.
Las personas conformes nunca cambian nada. Son aquellos que
han sido bendecidos con un descontento santo que tienen la compulsión
insaciable de ver la realidad de Dios invadiendo su entorno.
Sólo las personas inconformes con la perdición de su país
son los que piden que Dios sane su tierra.
Sólo los esposos inconformes con la frialdad en su
matrimonio son los que claman al Esposo que avive la llama del primer amor.
Sólo los ministros inconformes con la falta de devoción de
sus feligreses son los que importunan a Dios pidiendo un avivamiento.
Los cristianos domesticados, adaptados al mal, hablan con
los hombres acerca de los problemas de los hombres. Los cristianos
"rebeldes", fastidiados del mal, hablan con Dios acerca de los
problemas de los hombres.
Por esta razón, no hay un grito de guerra más grande hacia
el reino de las tinieblas que el acto silencioso de apretar tus manos, doblar
tus rodillas y orar: Padre, aquí vengo...
"Si ustedes no quieren que el bien se oscurezca y que el mal triunfe, junten de nuevo las manos, y en nombre del que por siempre vive para interceder, prevalezca una vez más en oración para que vuelva a descender la bendición. -"Charles Spurgeon
"Cooperando también vosotros a favor nuestro con la oración." -2 Cor. 1:11
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-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por
Abba.
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