miércoles, 8 de junio de 2016

La (posible) causa de tu falta de oración. Y qué hacer al respecto.


Puede que no te conozca. Pero, me atrevo a decir algo acerca de ti. Cada 1ro de enero cuando estás pensando en tus metas para el próximo año estoy casi seguro que no dices algo como esto: "El año pasado oré demasiado. Este año me voy a calmar un poco."

Todo lo contrario. Casi todos  estamos conscientes que debemos orar mucho más. De manera ideal, reconocemos la necesidad de la oración. Pero, en la realidad tal vez no oramos como sabemos que debemos.

Entonces, si sabemos que es importante, ¿por qué no lo estamos haciendo?

Claro, hay muchos factores. Intentar dar una respuesta definitiva sería simplista.
Pero, nuestra falta de oración es causada, en gran medida, por nuestra falta de planeación.

El pastor John Piper ilustra este concepto diciendo que las vacaciones que más se disfrutan en familia son aquellas planeadas con anticipación. Nadie con un salario promedio se levanta un día queriendo esquiar en los Alpes suizos y toma el vuelo con toda su familia.

En lo absoluto. Primero, busca hoteles. Cotiza precios. Planea el viaje. Se asegura que sus hijos estén fuera de colegio. Solicita las vacaciones en su empleo. Y luego emprende rumbo.

Entonces, si nuestros tiempos de mayor intimidad en familia son aquellos que han sido planeados con expectativa, ¿cómo esperamos rejuvenecernos en intimidad con el Padre orando nada más "cuando me quede tiempo durante el día."?

Por eso una pequeña decisión que puede revolucionar exponencialmente tus tiempos de intimidad con Dios es esta: Intenta poner una hora y lugar. Estudios recientes demuestran que es más probable que los seres humanos hagamos algo cuando establecemos la fecha, el lugar y la hora en que lo haremos a que sólo hablemos de manera general y ambigua.

Te lo pongo de esta manera. Imagina que tienes un sobrino que quiere un par de tenis nuevos. Tú eres el tío soltero con un buen corazón y le dices: "Yo te los compro." El niño te va a preguntar: "Sí, pero, ¿cuándo?" Amablemente vas a responder: "La otra semana." Insatisfecho, él te preguntará: "Sí, pero, ¿cuándo la otra semana?" Un tanto incómodo, vas a decir: "Ehh, el martes." Aún sin estar convencido, preguntará: "Sí, pero, ¿a qué horas el martes?" Ya medio sacado de onda y deseando no haber dicho nada tú vas a responder: "¡El martes al salir del trabajo, a las 5:30pm te los iré a comprar!" Ya tranquilo tu sobrino te dirá: "Gracias, tío. Por eso te amo." Y se irá saltando.

En una forma similar, hay un mundo de diferencia en decir: "Voy a comenzar a orar la siguiente semana." A que digas: "El jueves 9 de Junio comenzaré a orar de 6:30am-7:00am todos los días en el baño de mi oficina."

Sabes que debes orar. Sé que quieres orar. Tienes todas las buenas intenciones. Ahora, erradica las generalidades y ponle hora y lugar a tu tiempo de oración.

Puede que esto suene mecánico para quienes tienen una personalidad más bohemia. Tal vez eres de la idea que los mejores tiempos con el Señor son los espontáneos. Los que no son planeados. Hay algo de verdad en eso. La Biblia dice que el Espíritu Santo es como el viento (Juan 3:8). Nadie sabe de dónde viene. Nadie sabe hacia dónde va. Al final del día, cuando todo ha sido dicho y hecho, El Espíritu Santo es Soberano. 

Nadie puede torcerle el brazo con una fórmula mecánica. Orar a cierta hora en cierto lugar no garantiza que El Espíritu Santo se manifieste. Pero, tener al menos una estructura definida en tu tiempo devocional te posiciona bajo la catarata de la presencia de Dios.

Sí, orar es un deleite. Pero, también es una disciplina. Mejor dicho, orar es un deleite disciplinado.

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

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