Algunos sectores de la iglesia evangélica han estado
marcados por la indiferencia teológica. Al menos por algún tiempo. Los cantos de las sirenas del pragmatismo ministerial han atraído a más de un pastor o líder
evangélico a implementar lo que parece "tener éxito" en el momento. Aunque en ocasiones eso esté
directamente en contra de enseñanzas bíblicas claras.
Las palabras “teología” y “doctrina” han tenido connotaciones
no tan positivas. Vistas por muchos como cosas que traen división en lugar de
unidad. Algunos, por otro lado, sienten
apatía doctrinal porque ven a la teología como un conjunto de postulados
abstractos que no son pertinentes al día a día de las personas. Aunque, en
cierto sentido, no hay nada más práctico que tener una buena y sólida teología.
Pero, con todo y esto, en la actualidad se respiran otros
aires. Muchas personas laicas en general y jóvenes en particular muestran un
creciente interés por entender mejor la fe que ha sido una vez dada a todos los
santos (Judas 1:3).
Muchas organizaciones han usado las herramientas de la
era de la informática para difundir diversos recursos provenientes de
tradiciones teológicas robustas.
Casi siempre que predico en algún lugar hay personas que
expresan su deseo de entender mejor a las Escrituras y al Dios de las Escrituras.
Cuando alguien expresa un deseo genuino de entender mejor la revelación de Dios
a eso digo: "Amen" con un corazón rebosante de alegría. Pues, Dios
nos ha llamado a ser obreros que no tenemos nada de que avergonzarnos y que usamos
bien la Palabra de verdad (2 Tim. 2:15).
Sin embargo, aunque toda esta resurgencia debe alegrarnos,
es necesario reconocer que una de las tentaciones más grandes al estudiar
teología ya sea formalmente en una institución académica o informalmente por
medios autodidactas, es caer en orgullo intelectual.
El orgullo es un pecado sutil. Similar al mal aliento.
Todo mundo sabe que está presente en una persona. Excepto aquel quien lo carga.
Para ser justos, la arrogancia es una tentación para cualquiera en cualquier
campo de desempeño. Un carpintero puede jactarse de hacer mejores sillas que
los demás en su oficio. Pero, sumergirse en las mentes de los pensadores que
han influenciado nuestro entendimiento de la fe cristiana puede intensificar exponencialmente
nuestra tentación de caer en orgullo intelectual.
Considerando que el orgullo puede ser difícil de detectar
en uno mismo, aquí hay algunas señales que te estás volviendo arrogante a causa
de estudiar teología.
1. Te vuelves hipercrítico. Piensas que todo lo que se
hace en tu iglesia local está equivocado. Y la culpa es de los hermanos
ignorantes que no conocen los complejos matices de la teología de Barth.
Permíteme ser claro aquí. Debemos asegurarnos que la sana doctrina sea
predicada en nuestros púlpitos. Pero, también debemos reconocer que hay un
espacio y tiempo para crecer y ser corregidos. De la misma manera, que Apolos
un joven elocuente y poderoso en las Escrituras fue tomado a parte para ser
instruido de una mejor manera en el camino de la fe (Hechos 18:24-28). Si todo
lo que resaltas del sermón de otro es lo impreciso que fue doctrinalmente es
probable que el verdadero problema no provenga del púlpito sino de tu propio
corazón. Es tragicómico intoxicarse hablando de las doctrinas de la gracia en
maneras que no despliegan gracia.
2. Siempre quieres tener la última palabra. La teología
es una disciplina basada en argumentos. Quienes hacemos teología persuadimos a
otros, en el poder del Espíritu, a través de argumentos. Sin embargo, esto se
puede llevar demasiado lejos. Usar argumentos está bien. Volverse una persona
argumentativa está mal. Algunos pueden ser tan argumentativos que no están
dispuestos a perder ni la más mínima discusión sobre temas terciarios como el
debate entre el supralapsarianismo vs. infralapsarianismo. Hay un serio
problema en tu corazón si caminas por la vida queriendo corregir a todo mundo
en cualquier conversación.
3. Quieres convertir a todo mundo. Hay personas que
leen Mateo 28:19 de la siguiente manera: "Por tanto, id por todo el mundo
y haced calvinistas...” o arminianos. O wesleyanos. Tanto así que se consideran
más calvinistas que Juan Calvino. O más arminianos que Jacobo Arminio. O más
barthianos que el propio Karl Barth. Es bueno ser parte de una herencia
teológica. Pero, no perdamos de vista que en el amplio espectro del cristianismo hay personas que aman a Jesús profundamente y aman a las personas genuinamente pero no firmarían nuestra declaración de fe.
SUGERENCIAS
Reconozco que el título de este artículo es ostentoso.
Cualquiera puede llevarse la impresión que estoy ausente de orgullo y he
"logrado" la humildad. No es así. He nacido de nuevo. Pero, mi
corazón tiene residuos de arrogancia. Más de lo que a veces estoy dispuesto a
reconocer. Necesito con desesperación la gracia de Jesús. De hecho, la razón por la que conozco las características del orgullo intelectual no es tanto por que las he notado en otros, sino porque las he visto en mi propio corazón.
Más bien, estas sugerencias son consejos que uno de mis mentores compartió conmigo. Él es un pastor erudito. Con diversos postgrados de varias universidades y seminarios bíblicos. Tiene un vasto conocimiento acerca de Dios y la Biblia. Pero, lo que me sigue impresionando es su profunda humildad y gentileza. No doy su nombre porque seguro se incomodaría de leer que estoy escribiendo acerca de su humildad, atributo que él negaría tener.
En cierta ocasión, él me contó que cada vez que aprendía
algo nuevo acerca de Dios, sentía la tentación dentro de sí de ver de manera
condescendiente a aquellas personas que no tenían acceso a este tipo de
estudio. De inmediato, él cerraba los ojos y oraba algo como: "Señor,
gracias por enseñarme acerca de la igualdad ontológica entre las personas de la
Trinidad. Ayúdame a amarte más. Y ayúdame a amar a las personas más a causa de
esto. En el nombre de Jesús, amen." Orar en agradecimiento a lo que has
aprendido acerca de Dios desciende el contenido de tu cabeza a tu corazón.
Responder hacia lo que aprendes en oración es una manera de reconocer tu
finitud ante un Dios infinitamente sabio.
También, él suele decir: “Asegúrate de oler a oveja.” Cuando
Jesús inició su ministerio pudo haber elegido a la crema y nata del mundo
teológico. Pudo haber elegido a los profesores de la ley y a los eruditos de
ese entonces. Pero, en lugar de eso decidió pasar tiempo con un puñado de
hombres que olían a pescado. Jesús siempre buscaba estar con su Padre y con la
gente. Nuestro olor a personas debe opacar nuestro olor a
libros. De hecho, la razón por la que pasamos tiempo en libros es para amar
mejor a nuestro Padre y ayudar más a las personas.
Tener acceso a recursos teológicos es una bendición.
Pero, es un medio para un fin. La arrogancia intelectual es el resultado de
mirar al estudio teológico como un fin en sí mismo. El fin es amar a Dios y
amar a las personas (Lucas 10:27).
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-Luis Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.
De mucha edificación.
ResponderBorrarGuardar el conocimiento en el corazón y no en la cabeza