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lunes, 21 de noviembre de 2016

6 Estrategias Para Luchar Contra El Orgullo


Dios es quien se encarga de edificar Su obra. Y lo hace otorgando diferentes tipos de dones y habilidades a diferentes tipos de personas. Si por su gracia Dios te ha dotado sobrenaturalmente para algunas tareas específicas de Su Reino, las personas se acercarán para felicitarte y afirmarte. Y aunque este no sea el impulso que te mueve a hacer las cosas, es necesario que tu espíritu se mantenga vigilante a lo que puede ocurrirle a tu corazón al recibir aprobación humana.

No hay nada de malo en expresar admiración por lo que Dios hace a través de otros. Muchas veces siento que un sermón ha salvado mi vida. Y en la manera que puedo, intento expresar mi agradecimiento y admiración hacia la persona que Dios usó para edificarme.

Muchos obreros están haciendo una labor fenomenal. Pero, a la vez, caminan desanimados. Porque casi nunca reciben afirmación de parte de aquellos a quienes sirven fielmente. Por eso, cuando puedas, agradece y felicita a las personas que Dios usa para asistirte en tu caminar con Jesús.

Sin embargo, el fin de este artículo es ayudarte cuando recibas felicitaciones o afirmación de otros por lo que haces en el Reino de Dios. La aprobación humana puede intoxicar el corazón. Y al igual que muchas sustancias tóxicas, nos podemos volver adictos a ella si no tenemos cuidado. Una señal de esto, por ejemplo, es cuando sentimos que los demás están obligados a darnos un "like", "retweet" o una palmada en el hombro después de haber bateado lo que nosotros pensamos fue un "home run."

En nuestro caminar, la clave para crecer más en conformidad a Cristo radica no en controlar o domesticar nuestro ego. Sino en atravesarle una espada para matarlo. Una y otra vez. Y las veces que sean necesarias. Al compartir este artículo, en ninguna manera pretendo haber vencido en totalidad este tipo de pecado. Pensar eso sería suicidio para mi alma. Sino que en mi lucha contra la arrogancia remanente en mi propio corazón, que no es poca, me encontré con las siguientes recomendaciones prácticas del pastor John Piper. Creo que son útiles. 

Si bien es cierto el orgullo se manifiesta de muchas formas, estas dagas son más efectivas contra la arrogancia naciente en un corazón que se quiere acostumbrar a ser alabado:

1. Recuerda que no eres auto-existente; sólo el Dios trinitario lo es. Sólo Dios es absoluto. Tú eres contingente. Recuerda que eres dependiente de Dios en tu origen, presente y futuro. Recuerda esto y medita en esta verdad.

2. Recuerda que eres por naturaleza un pecador depravado y que en todo tu pecado has tratado a Dios con desprecio, prefiriendo otras cosas en lugar de su gloria. Recuerda que no hay nada bueno que hayas hecho que no requiera arrepentimiento. Todas tus buenas obras están, de alguna manera, manchadas por el pecado. Cada una tiene algún grado de error porque Dios demanda perfección. Y por eso, Dios no te debe nada más que dolor en esta vida y en la venidera. Todo lo bueno que tienes a tu alrededor, entonces, es una obra de gracia y no por tu propio mérito.

3. Medita en la realidad que tú condición era tan desesperada que sólo pudo ser remediada por la horrible muerte del hijo de Dios, quien llevó tu pecado y proveyó tu justicia. Y gózate en el perdón y justicia que ahora es tuya en Jesús.

4. Renuncia a todos los deseos de fama y notoriedad cuando sientas que se levantan en tu corazón diciendo: "¡No! En el nombre de Jesús salgan de mi cabeza." Y voltea tu mente con frescura hacia la belleza, verdad y valor de Cristo.

5. Trata de recibir toda crítica, ya sea de amigo o enemigo, asumiendo que casi siempre hay algún grado de verdad del cual te puedes beneficiar. "Sé pronto para oír, tardo para hablar y tardo para airarse." -Santiago 1:19.

6. Trata de acudir a escritores cristianos de siglos anteriores que conocían a Dios en profundidades que la mayoría de nosotros, gente moderna, somos incapaces de conocer.


*En lo personal, he sido redargüido, confrontado y edificado por los escritos de los Padres del Desierto del siglo IV y los predicadores puritanos del siglo 17.* 

-Luís Luna Jr. 
Pecador rescatado por Gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

Puedes encontrar todas las recomendaciones del pastor John Piper haciendo click aquí

jueves, 17 de noviembre de 2016

Más que luces y humo: el requisito indispensable en el ministerio juvenil






Comencé a servir en el ministerio de jóvenes a temprana edad. Pero, rápido me di cuenta de las cosas, o las presiones, con las que un pastor de jóvenes tiene que lidiar de forma continua. Si has estado en el ministerio juvenil por algún tiempo, tienes una idea de las presiones que estoy hablando. Algunas de ellas, claro, no son exclusivas al ministerio juvenil, sino que toda persona que sirve de alguna manera en el ministerio de forma vocacional las atraviesa de manera regular. Pero, algunas son muy características de la pastoral de la juventud.

Por un lado, están los adultos, algunos amables y con buenas intenciones, que siempre quieren decirte lo que tienes que hacer con los jóvenes. Eso no está del todo mal. La biblia dice que muchos consejos traen sabiduría. Pero, pareciera que algunas personas simplemente nunca están satisfechas. O los jóvenes hacen muy poca acción social. O se proyectan demasiado con la comunidad. O son demasiado ruidosos. O no son lo suficiente “enérgicos.”

Por otro lado, está la presión de ser continuamente creativo e innovador. Dios no permita que lleves a cabo una actividad que has hecho tiempo atrás. Estás arriesgando la vida de tus jóvenes y orillándolos a que se vayan al mundo. O lo que es peor: a otra iglesia con un ministerio de jóvenes más "trendy."

Tal vez escuchaste que "debemos cansar a los jóvenes haciendo cosas buenas porque están llenos de energías que pueden usar en cosas malas." Reconozco la buena intención detrás de esta forma de pensar. Pero, si somos honestos, a veces, en respuesta este paradigma, los pastores de jóvenes queremos inventar el agua caliente en cada reunión, ¿no es cierto?

También, existe la presión de ser culturalmente relevante. Aunque este término suene atractivo, en muchos casos, lo que de verdad significa es que debemos tener luces y humo en el escenario. Y nuestros campamentos deben tener nombres en inglés que al resto le cuesta pronunciar.

La cultura contemporánea exige varios requerimientos de aquellos que tienen la gran tarea de liderar a la juventud en la iglesia local. No debemos quejarnos. Sino, aprovechar la oportunidad para adaptarnos y crecer. Los tiempos han cambiado. Y siempre seguirán cambiando. No debemos ignorar esto. Necesitamos adaptarnos. Esto, claro está, no quiere decir que cambiemos el contenido del mensaje del evangelio. Pero sí los métodos que usamos para comunicar el contenido del mensaje.

Aunque la lista de requisitos puede continuar, vale la pena preguntarse: ¿Qué es lo que Dios requiere de los pastores de jóvenes? Pablo, el apóstol, inspirado por Dios, escribe a dos pastores jóvenes: Timoteo y Tito. Ambos ministraban en ciudades grandes y paganas. Las cartas a Timoteo y Tito son conocidas como las epístolas pastorales. Porque en ellas Pablo les aconseja a estos pastores jóvenes sobre como conducirse en sus vidas personales y ministeriales.

Así que, si la conversación sobre los requerimientos que debe cumplir un pastor de jóvenes nos interesa, debemos ver que es lo que dice al Dios al respecto, ¿no?
En 1 Timoteo 3, Pablo enumera los requisitos que debe cumplir todo aquel que sirve en el ministerio pastoral. Y sí, esto incluye a quienes estamos en el ministerio de jóvenes:

Palabra fiel es ésta: Si alguno aspira al cargo de obispo[a], buena obra desea hacer. 2 Un[b] obispo debe ser, pues, irreprochable, marido de una sola mujer, sobrio, prudente, de conducta decorosa, hospitalario, apto para enseñar, 3 no dado a la bebida[c], no pendenciero, sino amable, no contencioso, no avaricioso. 4 Que gobierne bien su casa, teniendo a sus hijos sujetos con toda dignidad 5 (pues si un hombre no sabe cómo gobernar su propia casa, ¿cómo podrá cuidar de la iglesia de Dios?); 6 no un recién convertido, no sea que se envanezca y caiga en la condenación en que cayó el[d] diablo. 7 Debe gozar también de[e] una buena reputación entre los de afuera de la iglesia, para que no caiga en descrédito y en el lazo del diablo.


Hay algo interesante en esta lista. Y es esto: la descripción que Pablo hace incluye más rasgos de carácter que muestras de talento. De hecho, la única habilidad que aparece nombrada aquí es que quien anhela ministerio debe “ser apto para enseñar.” En otras palabras, Dios está diciendo que el ministro debe tener un carácter sólido más que un conjunto de habilidades fuera de serie.

Dios está más interesado en tu integridad que en tu habilidad. Esto no quiere decir que el talento, las habilidades y muchas otras virtudes no contribuyan a que tu ministerio juvenil sea efectivo. Tú tienes talentos que te hacen único. Fue Dios quien te los dio. Y Él quiere que los uses en el lugar en donde estás.

Pero, más que manos hábiles, más que una mente brillante, Dios busca integridad de carácter.

Las habilidades son aprendidas. El carácter es formado. Está bien que tengamos las actividades y los juegos más divertidos en nuestros campamentos o retiros. Está bien que nuestras reuniones sean llamativas con luces, humo y música que supere los 1000 decibeles. Está bien que hayamos leído todos los libros de Lucas Leys y no faltemos a las conferencias de Especialidades Juveniles. 

Pero, Dios quiere integridad. Esto significa que tus hechos sean consecuentes con tus palabras. Esto significa cumplir con lo prometido aunque el estado de ánimo en el que lo prometiste haya cambiado. Esto significa ser de una sola pieza: ser la misma persona cuando la gente te ve y cuando la gente no te ve.

La razón por la que Dios quiere formar integridad en tu carácter antes de llenarte de habilidades es simple: quien eres cuando nadie te ve determina cuán lejos llegarás. De lo contrario, si te enfocas más en perfeccionar tus talentos antes de formar tu carácter entonces tus habilidades te llevarán a lugares en donde tu carácter no te podrá sostener. Y eventualmente, colapsarás.

Pueden haber líderes juveniles clamando para que Dios les de multitudes. Por una cosecha de almas sobrenatural. Estas no son cosas malas de pedir. El hecho que las pidamos puede ser muestra de un corazón apasionado por almas. Pero, antes de bendecirte con crecimiento ministerial Dios quiere formarte con integridad en tu vida personal.

¿Permitiremos al Espíritu Santo que nos haga más parecido a Jesús?

-Luís Luna jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

martes, 14 de junio de 2016

Como estudiar teología sin morir (de orgullo) en el intento


Algunos sectores de la iglesia evangélica han estado marcados por la indiferencia teológica. Al menos por algún tiempo. Los cantos de las sirenas del pragmatismo ministerial han atraído a más de un pastor o líder evangélico a implementar lo que parece "tener éxito" en el momento. Aunque en ocasiones eso esté directamente en contra de enseñanzas bíblicas claras.

Las palabras “teología” y “doctrina” han tenido connotaciones no tan positivas. Vistas por muchos como cosas que traen división en lugar de unidad.  Algunos, por otro lado, sienten apatía doctrinal porque ven a la teología como un conjunto de postulados abstractos que no son pertinentes al día a día de las personas. Aunque, en cierto sentido, no hay nada más práctico que tener una buena y sólida teología.

Pero, con todo y esto, en la actualidad se respiran otros aires. Muchas personas laicas en general y jóvenes en particular muestran un creciente interés por entender mejor la fe que ha sido una vez dada a todos los santos (Judas 1:3).

Muchas organizaciones han usado las herramientas de la era de la informática para difundir diversos recursos provenientes de tradiciones teológicas robustas.

Casi siempre que predico en algún lugar hay personas que expresan su deseo de entender mejor a las Escrituras y al Dios de las Escrituras. Cuando alguien expresa un deseo genuino de entender mejor la revelación de Dios a eso digo: "Amen" con un corazón rebosante de alegría. Pues, Dios nos ha llamado a ser obreros que no tenemos nada de que avergonzarnos y que usamos bien la Palabra de verdad (2 Tim. 2:15).

Sin embargo, aunque toda esta resurgencia debe alegrarnos, es necesario reconocer que una de las tentaciones más grandes al estudiar teología ya sea formalmente en una institución académica o informalmente por medios autodidactas, es caer en orgullo intelectual.

El orgullo es un pecado sutil. Similar al mal aliento. Todo mundo sabe que está presente en una persona. Excepto aquel quien lo carga. Para ser justos, la arrogancia es una tentación para cualquiera en cualquier campo de desempeño. Un carpintero puede jactarse de hacer mejores sillas que los demás en su oficio. Pero, sumergirse en las mentes de los pensadores que han influenciado nuestro entendimiento de la fe cristiana puede intensificar exponencialmente nuestra tentación de caer en orgullo intelectual.  

Considerando que el orgullo puede ser difícil de detectar en uno mismo, aquí hay algunas señales que te estás volviendo arrogante a causa de estudiar teología.

1. Te vuelves hipercrítico. Piensas que todo lo que se hace en tu iglesia local está equivocado. Y la culpa es de los hermanos ignorantes que no conocen los complejos matices de la teología de Barth. Permíteme ser claro aquí. Debemos asegurarnos que la sana doctrina sea predicada en nuestros púlpitos. Pero, también debemos reconocer que hay un espacio y tiempo para crecer y ser corregidos. De la misma manera, que Apolos un joven elocuente y poderoso en las Escrituras fue tomado a parte para ser instruido de una mejor manera en el camino de la fe (Hechos 18:24-28). Si todo lo que resaltas del sermón de otro es lo impreciso que fue doctrinalmente es probable que el verdadero problema no provenga del púlpito sino de tu propio corazón. Es tragicómico intoxicarse hablando de las doctrinas de la gracia en maneras que no despliegan gracia.

2. Siempre quieres tener la última palabra. La teología es una disciplina basada en argumentos. Quienes hacemos teología persuadimos a otros, en el poder del Espíritu, a través de argumentos. Sin embargo, esto se puede llevar demasiado lejos. Usar argumentos está bien. Volverse una persona argumentativa está mal. Algunos pueden ser tan argumentativos que no están dispuestos a perder ni la más mínima discusión sobre temas terciarios como el debate entre el supralapsarianismo vs. infralapsarianismo. Hay un serio problema en tu corazón si caminas por la vida queriendo corregir a todo mundo en cualquier conversación.

3. Quieres convertir a todo mundo. Hay personas que leen Mateo 28:19 de la siguiente manera: "Por tanto, id por todo el mundo y haced calvinistas...” o arminianos. O wesleyanos. Tanto así que se consideran más calvinistas que Juan Calvino. O más arminianos que Jacobo Arminio. O más barthianos que el propio Karl Barth. Es bueno ser parte de una herencia teológica. Pero, no perdamos de vista que en el amplio espectro del cristianismo hay personas que aman a Jesús profundamente y aman a las personas genuinamente pero no firmarían nuestra declaración de fe.

SUGERENCIAS
Reconozco que el título de este artículo es ostentoso. Cualquiera puede llevarse la impresión que estoy ausente de orgullo y he "logrado" la humildad. No es así. He nacido de nuevo. Pero, mi corazón tiene residuos de arrogancia. Más de lo que a veces estoy dispuesto a reconocer. Necesito con desesperación la gracia de Jesús. De hecho, la razón por la que conozco las características del orgullo intelectual no es tanto por que las he notado en otros, sino porque las he visto en mi propio corazón.

Más bien, estas sugerencias son consejos que uno de mis mentores compartió conmigo. Él es un pastor erudito. Con diversos postgrados de varias universidades y seminarios bíblicos. Tiene un vasto conocimiento acerca de Dios y la Biblia. Pero, lo que me sigue impresionando es su profunda humildad y gentileza. No doy su nombre porque seguro se incomodaría de leer que estoy escribiendo acerca de su humildad, atributo que él negaría tener.

En cierta ocasión, él me contó que cada vez que aprendía algo nuevo acerca de Dios, sentía la tentación dentro de sí de ver de manera condescendiente a aquellas personas que no tenían acceso a este tipo de estudio. De inmediato, él cerraba los ojos y oraba algo como: "Señor, gracias por enseñarme acerca de la igualdad ontológica entre las personas de la Trinidad. Ayúdame a amarte más. Y ayúdame a amar a las personas más a causa de esto. En el nombre de Jesús, amen." Orar en agradecimiento a lo que has aprendido acerca de Dios desciende el contenido de tu cabeza a tu corazón. Responder hacia lo que aprendes en oración es una manera de reconocer tu finitud ante un Dios infinitamente sabio.

También, él suele decir: “Asegúrate de oler a oveja.” Cuando Jesús inició su ministerio pudo haber elegido a la crema y nata del mundo teológico. Pudo haber elegido a los profesores de la ley y a los eruditos de ese entonces. Pero, en lugar de eso decidió pasar tiempo con un puñado de hombres que olían a pescado. Jesús siempre buscaba estar con su Padre y con la gente. Nuestro olor a personas debe opacar nuestro olor a libros. De hecho, la razón por la que pasamos tiempo en libros es para amar mejor a nuestro Padre y ayudar más a las personas.  


Tener acceso a recursos teológicos es una bendición. Pero, es un medio para un fin. La arrogancia intelectual es el resultado de mirar al estudio teológico como un fin en sí mismo. El fin es amar a Dios y amar a las personas (Lucas 10:27).

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-Luis Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

lunes, 16 de mayo de 2016

Dios te ha llamado a cosas pequeñas



Yo era el tipo de joven que se acercaba al predicador en el tiempo de ministración para averiguar mi futuro. Quería escuchar acerca de los estadios en los que iba a predicar y acerca de los libros que iba a publicar. Básicamente, yo quería saber acerca de las "cosas grandes" que Dios haría conmigo.

Los humanos amamos la grandeza. Incluso, en el grupo de Jesús, dos discípulos le preguntaron quien estaría sentado a su derecha y a su izquierda en el cielo. Cuando el resto escuchó eso, se enojaron. Y si has leído sobre los discípulos, podrás sacar la conclusión que se enojaron no tanto por la ambición de Juan y Jacobo, sino que su molestia fue porque ellos dos se adelantaron a pedir grandeza.

Hacer cosas grandes no es malo. No quiere decir que tengamos un corazón ávaro o lleno de ambición desmedida. Al contrario, nuestras aspiraciones reflejan el concepto que tenemos de Dios. Si creemos en un Dios limitado y desinteresado en intervenir en su creación, siempre seremos pasivos, conformistas y apáticos. Pero, si confiamos en un Dios grande, infinito en amor y en recursos, entonces haremos planes que desafíen el status quo.

El problema no es aspirar a hacer cosas grandes. El problema radica en desear los derivados que vienen como resultado de hacer cosas grandes.

No hay nada de malo en hacer una iniciativa evangelística que alcance las multitudes. Lo peligroso es hacerlo con el único fin de recibir la admiración de tus colegas ministeriales.

No hay nada de malo en hacer una gran obra social. Lo peligroso es desear las entrevistas y notoriedad que traen consigo.

Porque cuando estás demasiado consumido en los derivados que resultan de hacer cosas grandes puedes despreciar las "cosas pequeñas."

Como cuando estás demasiado ocupado siendo un gran predicador que no tienes tiempo para escuchar a una pequeña oveja herida.

Como cuando estás demasiado ocupado levantando una gran empresa que no tienes tiempo para ayudar a tu hijo de 7 años con su pequeña tarea de matemáticas.

Cuando haces las "cosas pequeñas" con una actitud agrandada es señal que necesitas examinar tu corazón. Pues nadie nunca se gradúa de hacer "las cosas pequeñas."

Y la actitud con la que haces las "cosas pequeñas" en gran parte determina cuanto tiempo Dios te permitirá estar haciendo las "cosas grandes."

Porque la manera en que haces las cosas pequeñas refleja tu grado de humildad y sencillez. Y no hay nada más grande que un corazón humilde y sencillo.

Así que Dios te ha llamado a cosas grandes. Dios también te ha llamado a cosas pequeñas. Y si amas a Dios, no habrá ninguna diferencia en la actitud con la que haces las dos.

En lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré. - Mateo 25:23

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-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

jueves, 8 de octubre de 2015

Un consejo para el predicador joven: Guarda la pluma roja, man



Hace algunos días estaba platicando con una maestra y me explicaba que ahora se considera inapropiado corregir un trabajo en el cuaderno de un niño usando pluma roja. Ella prosiguió a explicarme como eso dañaba la autoestima y disminuía la motivación del infante.

Entre otras cosas, esa plática me concientizó ante el hecho que estoy envejeciendo. Recuerdo cuando en mis tiempos de primaria nadie podía escribir en rojo en el cuaderno. Nadie. Excepto una persona: el profesor. Sólo él o ella podían escribir en rojo. Porque rojo significaba corrección.

Las “técnicas pedagógicas modernas” cada día son más raras. Mis maestras me escribían en rojo siempre y nunca me sentí desmotivado. Es más, yo seguía muy motivado presentando trabajos incompletos. Pero, todos sabíamos que cuando el profesor sacaba la pluma roja, había algo que estaba malo.

Esto es igual con los predicadores. Por alguna razón, los predicadores siempre estamos cargando una pluma roja en nuestra mente. Siempre tratando de corregir todo lo que la persona en el púlpito hizo mal a nuestro juicio.

Esa palabra no se pronuncia de esa manera.

Contó demasiados chistes en el sermón. Con la palabra de Dios no se juega.

No contó ningún chiste en el sermón. Es un pecado predicar de forma aburrida.

Gritó mucho. Estaba demasiado emocionado. Demasiado pentecostal.

Fue bien pausado. No tiene la unción. Para nada pentecostal.

Y la lista sigue. De hecho, un amigo una vez me contó que le daba terror predicar en su iglesia. Porque después que alguien terminaba de predicar y se bajaba del púlpito, el pastor tenía un cuaderno en la mano con todas las palabras que habían sido mal pronunciadas y al final les decía: “Corríjalas.”

Ahora, no estoy diciendo que nadie nos debe corregir. Eso sería insensato. La retroalimentación es clave para crecer como comunicador de la Palabra. Pero, es necesario ser sabio y prudente con respecto a cuándo, cómo y a quien darla.

Cuando yo comencé a predicar, no andaba una pluma roja, sino que cargaba un marcador jumbo permanente color rojo. Una vez un hermano predicó en mi iglesia. Y por casualidad yo había estudiado ese pasaje hace algunos días atrás. 

Después de terminar el servicio, me le acerqué y sin pudor le dije: “Bonito su mensaje. Pero, eso no fue lo que el texto quiso decir. En realidad, la tradición oral judía se refiere a este pasaje como bla, bla, bla…” Esto persona sólo me sonrío amablemente y se fue. Yo quedé atónio. ¿Cómo es posible que despreció mi consejo? ¿Quién se atreve a rechazar la guianza hermenéutica de un muchacho de 17 años?

Usar siempre la pluma roja para corregir el sermón de otro cuando te toca estar escuchando revela más la arrogancia en tu corazón que tu deseo de “defender la verdad del evangelio.

Claro. Pablo defendió con tenacidad la sana doctrina. Y acusó a los falsos maestros. Y nosotros tenemos que hacerlo también. Pero, hay una gran diferencia entre alguien que está en error doctrinal por falta de instrucción y alguien que intencionalmente quiere desviar a las ovejas para edificar su propio imperio. Aprendamos a discernir entre ambas.

Sé lo difícil que puede ser. Más si estás en algún tipo de estudio teológico formal como en un seminario e instituto bíblico. Quieres decirle a todos los que predican en tu iglesia lo equivocado que están y porque deben aprender a usar una verdad central, palabra clave, aliteración y cuanta cosa.

Pero, mira, relájate. No seas el típico seminarista que recién terminó de cursar “Interpretación Bíblica” y “Homilética” y ahora quiere andar por ahí evaluando a todo mundo desde Walter Mercado hasta a Adrián Rogers.  

Tú no eres Charles Spurgeon. Y esas personas a las que tanto quieres corregir en tu iglesia han sido pacientes contigo escuchando decenas de tus sermones inmaduros.

Así que guarda la pluma roja, sé humilde, saca la pluma negra, anota y crece.

Sí, hay contextos específicos para la corregir, como una clase o curso sobre predicación en los que nadie puede escapar a la examinación del estudio, estructuración y entrega del mensaje. Pero, predicar se aprende predicando.

Y si en verdad crees que tu retroalimentación puede ser beneficiosa para la persona que recién predicó. Espera un par de días, invítale un café y trae a conversación el tema con un simple pero auténtico: "Hey, te felicito por haber predicado. Y quiero sugerirte un par de cosas que sé que puedes hacer mejor."

Necesitamos más Aquilas y Priscilas dispuestos a instruir apropiadamente a los Apolos de esta generación.


 Y comenzó [Apolos] a hablar con denuedo en la sinagoga; pero cuando le oyeron Priscila y Aquila, le tomaron aparte y le expusieron más exactamente el camino de Dios. – Hechos 18:26

-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

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lunes, 31 de agosto de 2015

No trates de ser humilde




Hace unos cuantos siglos atrás, particularmente cuando el Imperio Romano dominaba el mundo conocido, la humildad no era una virtud sino que era vista como una señal de debilidad. Por el contrario, el orgullo era considerado como una señal de fortaleza y de poder.

Pero, en gran parte, la ética judeo-cristiana influenció el mundo occidental de tal manera que causó que actitudes como el servicio, los actos sacrificiales de amor desinteresado y la humildad fueran vistas como características socialmente deseables en una persona.

Por eso, ahora, en el siglo XXI, todos amamos a las personas humildes. Y por lo general todos aborrecemos a los arrogantes y prepotentes. Y en vista que la humildad es un rasgo que todos admiramos en otros, deseamos tenerla para que los demás nos puedan catalogar como humildes y ser tenidos en alta estima.

Sin embargo, eso sólo demuestra que, en muchos casos, la motivación interna de una humildad externa es recibir adulación. Estamos tan obsesionados con nosotros mismos que haríamos lo que fuera, incluso aparentar ser humildes, con el fin que nuestro ego sea acariciado.

 Es por esto que la falsa humildad es la más grande de las altanerías.

Pero, entonces, ¿qué es la verdadera humildad?  

Podemos comenzar por definir que NO es. Por ejemplo, en nuestro país Honduras, usualmente tildamos a una persona introvertida y callada como alguien humilde.

¿Alguna vez se han referido a alguien que es tímido diciendo, "Juan es bien callado; por eso es muy humilde”? Cuando en realidad, la timidez e introversión de Juan puede venir de una obsesión consigo mismo que le hace estar demasiado pendiente de sus acciones pues tiene un deseo enfermizo por agradar a todos los que le rodean.

Para otros, ser humilde es creerse menos que los demás. Y por eso, la humildad es confundida con baja autoestima. Pero, muchas personas con baja autoestima en realidad están demasiado sumergidas en su mundo ya que se enfocan demasiado en lo que no tienen. Su obsesión insalubre con sus carencias genera una falta de confianza en sí mismos.

Si esto es cierto, y creo que lo es, ¿qué es, entonces, la verdadera humildad? o ¿cómo se manifiesta?

C.S Lewis escribió un libro llamado "Mero Cristianismo" y en el hay un capítulo fascinante acerca del orgullo en donde describe al prototipo de una persona realmente humilde:

"No te imagines que si conoces a un hombre humilde él será lo que la mayoría de personas llaman "humilde" hoy en día. Él no será el tipo de persona con auto-lástima y auto-compasión que constantemente te esté diciendo que él es un don nadie. Probablemente todo lo que tú pienses de él es que él parecía un tipo alegre e inteligente que tenía un interés genuino en lo que tú le estabas diciendo a él. Si él no te cayó bien será porque tú te sentiste un poco envidioso de alguien que parece disfrutar la vida con tanta sencillez. Esta persona no estará pensando, o siquiera tratando de ser humilde: porque no estará pensando en sí mismo en lo absoluto.

Si alguien quiere adquirir humildad, yo puedo, creo, darle el primer paso. El primer paso es admitir que uno es orgulloso. Y éste es un paso grande también. Al menos, nada puede hacerse antes de esto. Si piensas que no eres arrogante, significa que ciertamente eres muy arrogante."

Lo que CS Lewis dice es que si nos encontramos con alguien realmente humilde, no nos vendremos con la idea que nos topamos con alguien humilde. El no estaría haciéndonos saber que es un don nadie (porque una persona que siempre dice que es un don nadie es en realidad una persona absorbida en sí misma).

Lo que más recordaríamos de conocer a alguien verdaderamente humilde es lo mucho que él se interesó en nosotros.

Porque la esencia de la humildad no es pensar más de ti mismo. Y tampoco es pensar menos de ti mismo. Sino pensar menos en ti mismo.

Una persona genuinamente humilde no está “tratando” de ser humilde porque simplemente no está ansioso por pulir su imagen y presentar la mejor versión de sí mismo sino que está auténticamente interesado en lo que la otra persona tiene que decir.

Eres humilde cuando dejas de conectar todas las cosas contigo mismo. Es ponerle un fin a pensamientos tales como, “Dios mío, estoy en medio de un montón de personas, ¿cómo me veo? ¿Será que si visto así hará que me vea mejor?”

La verdadera humildad significa que tú dejas de asociar cada cosa, cada conversación, cada experiencia contigo mismo.

Eres humilde cuando dejas que otra persona cuente su historia completa sin que lo interrumpas diciendo “Eso no es nada...Vieras a mí.”

Eres humilde cuando dejas de exigir crédito por las victorias y tomas responsabilidades por las derrotas. Napoleón Bonaparte dijo, “Las derrotas son huérfanas pero las victorias tienen muchos padres.”

Te has fijado que hay personas que cuando alguien les dice, “Fíjate que a Pedro lo ascendieron en su trabajo” ellos contestan, “Ah sí…yo fui quien lo recomendó con el jefe…”

Una persona humilde es sencillamente una persona que se olvida de sí misma.

Porque la cura para el ego-centrismo es el Cristo-centrismo. Jesús es el centro del universo, no tú. 

Eres más pecador de lo que estás dispuesto a admitir; pero, eres más amado en Cristo de lo que te puedes imaginar. Así que, deja de tratar de sonar interesante y empieza a estar interesado por los demás.

Escrito por Luís Luna Jr.