Yo era el tipo de joven que se acercaba al predicador en el tiempo de ministración para averiguar mi futuro. Quería escuchar acerca de los estadios en los
que iba a predicar y acerca de los libros que iba a publicar. Básicamente, yo
quería saber acerca de las "cosas grandes" que Dios haría conmigo.
Los humanos amamos la
grandeza. Incluso, en el grupo de Jesús, dos discípulos le preguntaron quien
estaría sentado a su derecha y a su izquierda en el cielo. Cuando el resto
escuchó eso, se enojaron. Y si has leído sobre los discípulos, podrás sacar la
conclusión que se enojaron no tanto por la ambición de Juan y Jacobo, sino que su molestia fue porque ellos dos se adelantaron a pedir grandeza.
Hacer cosas grandes no es malo. No quiere decir que tengamos un corazón ávaro o lleno de ambición
desmedida. Al contrario, nuestras aspiraciones reflejan el concepto que tenemos
de Dios. Si creemos en un Dios limitado y desinteresado en intervenir en su
creación, siempre seremos pasivos, conformistas y apáticos. Pero, si confiamos
en un Dios grande, infinito en amor y en recursos, entonces haremos planes que
desafíen el status quo.
El problema no es aspirar a
hacer cosas grandes. El problema radica en desear los derivados que vienen como
resultado de hacer cosas grandes.
No hay nada de malo en hacer
una iniciativa evangelística que alcance las multitudes. Lo peligroso es
hacerlo con el único fin de recibir la admiración de tus colegas ministeriales.
No hay nada de malo en hacer
una gran obra social. Lo peligroso es desear las entrevistas y notoriedad que
traen consigo.
Porque cuando estás demasiado
consumido en los derivados que resultan de hacer cosas grandes puedes despreciar
las "cosas pequeñas."
Como cuando estás demasiado
ocupado siendo un gran predicador que no tienes tiempo para escuchar a una
pequeña oveja herida.
Como cuando estás demasiado
ocupado levantando una gran empresa que no tienes tiempo para ayudar a tu hijo
de 7 años con su pequeña tarea de matemáticas.
Cuando haces las "cosas
pequeñas" con una actitud agrandada es señal que necesitas examinar tu
corazón. Pues nadie nunca se gradúa de hacer "las cosas pequeñas."
Y la actitud con la que haces
las "cosas pequeñas" en gran parte determina cuanto tiempo Dios te
permitirá estar haciendo las "cosas grandes."
Porque la manera en que haces
las cosas pequeñas refleja tu grado de humildad y sencillez. Y no hay nada más
grande que un corazón humilde y sencillo.
Así que Dios te ha llamado a
cosas grandes. Dios también te ha llamado a cosas pequeñas. Y si amas a Dios,
no habrá ninguna diferencia en la actitud con la que haces las dos.
En lo poco fuiste fiel, sobre mucho te pondré. - Mateo 25:23
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-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.
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