miércoles, 29 de junio de 2016

La noche que dios lloró



Algunos días han pasado. Pero, la imagen todavía sigue presente en la retina de muchos. La mayoría de quienes vieron la final de la copa américa recuerdan poco acerca del partido en sí. En general, fue un juego ríspido marcado por el protagonismo arbitral. La imagen que todos recordamos no es ni siquiera la merecida victoria del equipo chileno. La imagen que todos recordamos es otra.
La imagen de la desilusión. La foto de los sueños quebrantados y de las esperanzas fallidas. La imagen de la noche en que Lionel Messi lloró.  La confusión de emociones incrementó más aun cuando minutos después el argentino declaró en la zona mixta ante la prensa que se retiraba por completo de la selección argentina de fútbol. Después de perder 4 finales. "Evidentemente no es para mí", dijo Messi.

Claro, las opiniones de diferentes bandos vinieron como un torrente. Algunos, sus críticos acérrimos, dicen que Messi es un "pecho frío", que no siente los colores de la camiseta. No juega con pasión. Pasa caminando en la cancha. Ha ganado todo con su club. Pero, necesita demostrarlo con la selección. No se le compara a Maradona. Messi le debe a Argentina, dicen.

Otros, sus fieles defensores, dicen que siente demasiado los colores de la camiseta. Pudiendo haber jugado para España, decidió jugar para Argentina. No necesita correr por todos lados pues de la nada saca una genialidad. Ha ganado todo con su club. Por eso, no necesita demostrar nada a nadie. Menos con la selección. Mejor, por mucho, que el Diego. Argentina le debe a Messi, dicen.

Cualquiera que sea la opinión, podemos estar de acuerdo, al menos, en esto: Lionel Messi Cuccitini es un gran atleta. Incluso, aficionados del eterno rival, el Real Madrid, son prestos en admitirlo. Y más de alguna vez no les ha quedado otra que pararse y celebrar involuntariamente un gol imposible de la pulga. ¿Y quién no? Me atrevería a decir que ver jugar a Lionel Messi es un regalo de la gracia común de Dios. Déjame explicar. La gracia común es el favor general de Dios hacia el mundo, creyentes e inconversos por igual (Salmo 145:9; Hechos 14:17; Nahúm 1:3). Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando declara que Dios hace llover y salir al sol a buenos y a malos (Mateo 5:45; Lucas 6:35). Por ejemplo, no necesitas ser cristiano para disfrutar un lindo atardecer en la playa. Eso es un regalo de gracia común. No tienes que entregar tu vida a Jesús para degustar de un buen café cosechado a 1,700 pies de altura. Eso es un don de gracia común. No hay que ser discípulo de Jesús para disfrutar de la 5ta sinfonía de Beethoven ejecutada por una gran orquesta. Eso es evidencia de la gracia común. No tienes que ser cristiano (Ronaldo) para disfrutar del talento de un gran deportista, como Messi, en acción. Eso es gracia común.

Sin embargo, un teólogo llamado Juan Calvino escribe en su obra magna, "Institutos de la Religión Cristiana", que el corazón humano es una manufacturera de hacer ídolos. Calvino quiere decir que nosotros tenemos la tendencia natural de idolatrar de manera continua e inconsciente. Ahora, cuando pensamos en ídolos se nos viene a la mente estatuillas de madera. O unos aborígenes danzando alrededor de una fogata. Pero, un ídolo es algo o alguien que ocupa funcionalmente el lugar de Jesús en el altar de tu corazón. Y como resultado de la caída, nuestro corazón toma buenos regalos de parte de Dios y los eleva a un estatus divino, sin siquiera nosotros darnos cuenta. Está bien, entonces, disfrutar de un partido en el que Lionel Messi hace cosas fuera de serie. Pero, si lo que hace dentro del campo afecta tu vida de manera funcional fuera del campo. Como por ejemplo, tus relaciones, tu estado de ánimo y tu perspectiva hacia la vida, entonces está ocupando un lugar para el que no fue diseñado ocupar. Es cierto. Lionel Messi es un gran jugador, pero es un pésimo salvador.

Esa es la razón por la que lo ocurrido en la final del domingo haya enviado ondas expansivas por todos lados. En realidad, cualquiera puede fallar un penal. Hasta jugadores que son conocidos por ser efectivos desde los 11 pasos han fallado lanzamientos decisivos. Roberto Baggio en la final del mundial de USA 94 viene a la mente. Pero, el domingo que pasó, Messi no sólo falló un penal.

Cualquier equipo, por muy bueno que sea, puede perder una final. Los registros históricos del fútbol están llenos de equipos con una larga racha de perder partidos decisivos y finales de manera dramática o, hasta injusta. Pero, el domingo Messi no sólo perdió una final. Fue mucho más allá que perder una final o fallar un penal.

Cuando Messi falló el penal, Messi le falló al obrero que gana salario mínimo y está preocupado a ver si llegará con las cuentas al fin de mes. Pero que un gane de la Albi le hubiera traído un éxtasis que habría hecho olvidar todo.

Cuando Messi falló el penal, Messi le falló al pastor evangélico desanimado por una mala racha de baja asistencia en los cultos. Pero, que de Argentina haberse traído la copa sus problemas se hubieran, temporalmente, desvanecido.

Cuando Messi falló el penal, Messi le falló a la esposa desilusionada porque está pasando una mala temporada en su matrimonio pero que ver a la selección triunfar la hubiera consolado.

Cuando Messi falló el penal, Messi le falló a su gente. La esperanza de un país entero y de un mundo futbolístico estaban sobre los hombros de un tímido muchacho proveniente de la ciudad de Rosario.

Un dios fue edificado. Pero, falló. Y lloró. Porque Messi es un gran jugador. Pero, un pésimo redentor. Los dioses falsos, los ídolos, los pseudo-salvadores siempre desilusionan. No importa cuan altas sean las esperanzas. 

¡Oh! Si tan sólo tuviéramos a un salvador que hiciera realidad nuestros anhelos de gozo exhilarante... (Salmo 16:11).

¡Oh! Si tan sólo tuviéramos un salvador que nos asegurara siempre la victoria... (1 Cor. 15:57).

¡Oh! Si tan sólo tuviéramos a un salvador que interviniera en momentos decisivos...(Rom. 5:6)

¡Oh! Si tan sólo tuviéramos a un salvador de verdad...

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

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