Algunos días han pasado. Pero, la imagen todavía sigue
presente en la retina de muchos. La mayoría de quienes vieron la final de la
copa américa recuerdan poco acerca del partido en sí. En general, fue un juego ríspido marcado por el protagonismo arbitral. La imagen que todos recordamos
no es ni siquiera la merecida victoria del equipo chileno. La imagen que todos
recordamos es otra.
La imagen de la desilusión. La foto de los sueños
quebrantados y de las esperanzas fallidas. La imagen de la noche en que Lionel
Messi lloró. La confusión de emociones
incrementó más aun cuando minutos después el argentino declaró en la zona mixta
ante la prensa que se retiraba por completo de la selección argentina de
fútbol. Después de perder 4 finales. "Evidentemente no es para mí",
dijo Messi.
Claro, las opiniones de diferentes bandos vinieron como un
torrente. Algunos, sus críticos acérrimos, dicen que Messi es un "pecho
frío", que no siente los colores de la camiseta. No juega con pasión. Pasa
caminando en la cancha. Ha ganado todo con su club. Pero, necesita demostrarlo
con la selección. No se le compara a Maradona. Messi le debe a Argentina,
dicen.
Otros, sus fieles defensores, dicen que siente demasiado los
colores de la camiseta. Pudiendo haber jugado para España, decidió jugar para
Argentina. No necesita correr por todos lados pues de la nada saca una
genialidad. Ha ganado todo con su club. Por eso, no necesita demostrar nada a
nadie. Menos con la selección. Mejor, por mucho, que el Diego. Argentina le
debe a Messi, dicen.
Cualquiera que sea la opinión, podemos estar de acuerdo, al
menos, en esto: Lionel Messi Cuccitini es un gran atleta. Incluso, aficionados del eterno
rival, el Real Madrid, son prestos en admitirlo. Y más de alguna vez no les ha
quedado otra que pararse y celebrar involuntariamente un gol imposible de la
pulga. ¿Y quién no? Me atrevería a decir que ver jugar a Lionel Messi es un
regalo de la gracia común de Dios. Déjame explicar. La gracia común es el favor
general de Dios hacia el mundo, creyentes e inconversos por igual (Salmo 145:9;
Hechos 14:17; Nahúm 1:3). Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando declara
que Dios hace llover y salir al sol a buenos y a malos (Mateo 5:45; Lucas 6:35).
Por ejemplo, no necesitas ser cristiano para disfrutar un lindo atardecer en la
playa. Eso es un regalo de gracia común. No tienes que entregar tu vida a Jesús
para degustar de un buen café cosechado a 1,700 pies de altura. Eso es un don
de gracia común. No hay que ser discípulo de Jesús para disfrutar de la 5ta
sinfonía de Beethoven ejecutada por una gran orquesta. Eso es evidencia de la gracia
común. No tienes que ser cristiano (Ronaldo) para disfrutar del talento de un
gran deportista, como Messi, en acción. Eso es gracia común.
Sin embargo, un teólogo llamado Juan Calvino escribe
en su obra magna, "Institutos de la Religión Cristiana", que el
corazón humano es una manufacturera de hacer ídolos. Calvino quiere decir que
nosotros tenemos la tendencia natural de idolatrar de manera continua e
inconsciente. Ahora, cuando pensamos en ídolos se nos viene a la mente
estatuillas de madera. O unos aborígenes danzando alrededor de una fogata.
Pero, un ídolo es algo o alguien que ocupa funcionalmente el lugar de Jesús en
el altar de tu corazón. Y como resultado de la caída, nuestro corazón toma
buenos regalos de parte de Dios y los eleva a un estatus divino, sin siquiera
nosotros darnos cuenta. Está bien, entonces, disfrutar de un partido en el que Lionel
Messi hace cosas fuera de serie. Pero, si lo que hace dentro del campo afecta
tu vida de manera funcional fuera del campo. Como por ejemplo, tus relaciones,
tu estado de ánimo y tu perspectiva hacia la vida, entonces está ocupando un
lugar para el que no fue diseñado ocupar. Es cierto. Lionel Messi es un gran
jugador, pero es un pésimo salvador.
Esa es la razón por la que lo ocurrido en la final del
domingo haya enviado ondas expansivas por todos lados. En realidad, cualquiera
puede fallar un penal. Hasta jugadores que son conocidos por ser efectivos
desde los 11 pasos han fallado lanzamientos decisivos. Roberto Baggio en la
final del mundial de USA 94 viene a la mente. Pero, el domingo que pasó, Messi
no sólo falló un penal.
Cualquier equipo, por muy bueno que sea, puede perder una final. Los registros históricos del fútbol están llenos de equipos con una larga racha de perder partidos decisivos y finales de manera dramática o, hasta injusta. Pero, el domingo Messi no sólo perdió una final. Fue mucho más allá que perder una final o fallar un penal.
Cuando Messi falló el penal, Messi le falló al obrero que
gana salario mínimo y está preocupado a ver si llegará con las cuentas al fin
de mes. Pero que un gane de la Albi le hubiera traído un éxtasis que habría
hecho olvidar todo.
Cuando Messi falló el penal, Messi le falló al pastor
evangélico desanimado por una mala racha de baja asistencia en los cultos.
Pero, que de Argentina haberse traído la copa sus problemas se hubieran, temporalmente,
desvanecido.
Cuando Messi falló el penal, Messi le falló a la esposa
desilusionada porque está pasando una mala temporada en su matrimonio pero que
ver a la selección triunfar la hubiera consolado.
Cuando Messi falló el penal, Messi le falló a su gente. La
esperanza de un país entero y de un mundo futbolístico estaban sobre los hombros
de un tímido muchacho proveniente de la ciudad de Rosario.
Un dios fue edificado. Pero, falló. Y lloró. Porque Messi es
un gran jugador. Pero, un pésimo redentor. Los dioses falsos, los ídolos, los
pseudo-salvadores siempre desilusionan. No importa cuan altas sean las
esperanzas.
¡Oh! Si tan sólo tuviéramos a un salvador que hiciera
realidad nuestros anhelos de gozo exhilarante... (Salmo 16:11).
¡Oh! Si tan sólo tuviéramos un salvador que nos asegurara
siempre la victoria... (1 Cor. 15:57).
¡Oh! Si tan sólo tuviéramos a un salvador que interviniera
en momentos decisivos...(Rom. 5:6)
¡Oh! Si tan sólo tuviéramos a un salvador de verdad...
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-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por
Abba.
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