Uno de los aspectos básicos en
la tarea de la predicación es aprender a estudiar el texto bíblico. Después de
todo, como suele decir el pastor Tim Keller, debemos predicar la Palabra y no
nuestras opiniones. La gente quiere escuchar lo que Dios tiene que decir. No
tanto nuestros comentarios editoriales sobre los acontecimientos nacionales e
internacionales.
El proceso de estudiar
detenidamente un texto para extraer la idea central que el autor original quiso
comunicar a la audiencia original es conocido como "exégesis." Esta
palabra significa "sacar a la luz lo que ya estaba dentro." Los
predicadores bíblicos no se afanan por decir cosas nuevas. Sino que buscan
decir verdades eternas de manera fresca. Lo opuesto a la exégesis es la
eiségesis. Esto significa ir al texto con ideas preconcebidas. Es básicamente,
doblarle el brazo al texto para que diga no lo que está diciendo. Sino, lo que
nosotros queremos que diga.
Algún tiempo atrás escuché a
un predicador enseñar sobre los lujos que los cristianos nos debemos dar. El
usó como texto base el pasaje que dice que el hijo del hombre no tiene lugar
para recostar su cabeza (Mateo 8:20). Él después prosiguió a explicar que Jesús era tan
lleno de glamour que no había ningún lugar tan fino en toda la provincia en
donde el Creador del Universo recostara su cabeza.
Eso es un claro y horrendo
ejemplo de hacer eisegesis. Y si tú estás de acuerdo con esta interpretación
estás haciendo eiségesis también. Porque estás poniendo tus ideas preconcebidas
para que tus ideas guíen el texto. En lugar de que el texto guíe tus ideas. Por
tanto, debes arrepentirte. O dejar de predicar. O las dos cosas.
Pero, con todo y el hecho que
es importante hacer una lectura apropiada del texto y extraer la verdad central
original hacia la audiencia original, la labor no termina ahí. Después de esta
ardua tarea hay algo más que debemos estudiar: el contexto. Y no me refiero al
contexto del texto. Me refiero al contexto de la audiencia a la que vamos a
predicar. Hace algunos días atrás estuve en el país de El Salvador. Josué
Campos, un amigo y líder de jóvenes salvadoreño apasionado por Jesús, me recordó acerca de
la importancia de esto. Él continuamente decía en nuestras conversaciones: “Luís,
quiero aprender a leer bien el contexto de mi ciudad y de mi país.”
Debemos estudiar
cuidadosamente el texto. Pero, de la misma forma, debemos estudiar cuidadosamente
el contexto que forma los corazones de las personas que nos escuchan. La
cultura no determina lo que dice la Escritura. Pero, si nos informa en cómo
vamos a decir lo que dice la Escritura.
Lo que decimos no es más importante de como lo decimos. Pero, cómo lo decimos nunca ha sido tan importante.
Ahora, ¿cómo estudiamos la
cultura? Hay mucho que se puede decir acerca de esto. Pero, quiero compartir
dos preguntas que continuamente nos debemos hacer si queremos entender mejor la
cultura a la que le predicamos.
¿Cuáles son las esperanzas más
grandes de la gente a la que le voy a predicar?
Cada comunidad de personas ha
depositado la esperanza de su corazón en algo particular y representativo de su
entorno. Es cierto, la globalización ha permeado el mundo. Pero, en la mayoría
de los casos un grupo demográfico puede tener esperanzas muy particulares y
diferentes a las de otro grupo demográfico. Dicho de otra manera, ¿qué es lo
que las personas a las que les predicas miran como "la tierra
prometida"?
Un tiempo atrás estuve en una
congregación en donde el pastor me compartió que la esperanza de los jóvenes en
esa comunidad era obtener trabajar como marino en un barco. Trabajar como
marino es la tierra prometida ahí. En otro lugar, una zona rural, la esperanza
de los muchachos es mudarse a la ciudad. La vida metropolitana puede ser
"la tierra prometida." ¿Cuál es la “tierra prometida” de la gente a
la que le predicas?
La segunda pregunta es:
¿Cuáles son los temores más grandes de la gente a la que voy a predicar?
De manera similar, los temores
que persiguen a un grupo comunitario son peculiares y distintos. A lo mejor el
fenómeno de las pandillas es una realidad punzante en tu vecindario y la peor
pesadilla de las madres es que sus hijos sean reclutados por estos grupos.
Tal
vez te encuentras en una zona agrario en donde la gente que asiste a tu
congregación tema que el verano sea duro y cause que la cosecha se pierda.
Puede que ser que la mayoría de personas en tu congregación teman al hecho de
quedarse sin empleo. O probablemente lideras una comunidad emprendedora en
donde su miedo sea siempre quedarse en el mismo empleo trabajando para alguien
más.
En otras palabras, ¿cuál sería
la peor pesadilla de alguien en tu comunidad? ¿Qué es lo peor que podría pasar
a una persona representativa del entorno en el que ministras?
La razón por la que buscamos
entender las esperanzas y los miedos de las personas a las que predicamos no es
por acomodar el contenido del mensaje. Sino, más bien porque para confrontar
efectivamente primero hay que conocer profundamente. Para confrontar al pueblo
con el texto de la Palabra primero hay que conocer el contexto que forma las
esperanzas y los miedos del pueblo. Sólo así podrán experimentar a Jesús como
la única esperanza y su gracia es la cobija que nos arropa en la noche oscura
del alma.
-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba
Muchas gracias por compartir esto que es muy importante, ¡Dios te bendiga mucho!
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