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martes, 30 de agosto de 2016

Predicador, nunca serás profesional


Siempre me han interesado los deportes. Pero, he sido un aficionado casi sólo del fútbol. Mi papá suele decir que pude tener un futuro como futbolista. Pero, claro él es mi papá. Y eso es lo que se supone que los papás dicen, ¿no es cierto?

Aunque, les seré sincero, por algunos años me la creí. Y decidí probar mi suerte como jugador inscribiéndome en las pruebas para entrar al equipo de fútbol del colegio. Tenía un cuerpo modestamente atlético. Y pasé las pruebas con éxito. El entrenador, después, me dio la noticia que formaba parte del equipo. No tienen idea de lo extático que me sentía cuando me di cuenta.
Sólo que había un pequeño detalle: yo era el más pequeño del equipo. No sólo en edad sino que en estatura también. Y aunque me gustaría decir que mi falta de calificativos físicos estaba complementada por un desborde natural de talento, eso no es cierto. Yo no era ninguna promesa para el deporte. Y el experimentado ojo del entrenador no tardó en darse cuenta de esto. Verán, no quiero remover recuerdos dolorosos que conscientemente he enterrado en mi subconsciente, pero sólo diré que la banca y yo nos llevábamos bien.

Hasta que un día, casi al final del segundo tiempo, el entrenador gritó: "Luís, vaya a calentar." Me paralicé. No sabía que hacer. Tenía emociones confusas. Por un lado, sorprendido porque el entrenador me esté tomando en cuenta. Y por otro, nervioso por temor a hacer el ridículo. Después del tiempo normal de hacer calistenia, ingresé al campo de juego.
Esta es la parte en la que me gustaría alterar la historia y decir que mi equipo iba perdiendo y mi entrada al partido fue determinante para cambiar el marcador de una manera tan legendaria que quedaría registrada en los libros históricos del deporte Rey.

Pero, no fue así. Mi debut fue sin pena ni gloria. O tal vez, más pena que gloria. Estaba tan emocionado por entrar al campo que una vez dentro no sabía qué hacer. Mi entrenador lo notó y me llamó aparte para instruirme: "si no sabe qué hacer, sólo pase la pelota a quien sí sabe hacerlo." Ese día no hubo goles. No hubo asistencias de mi parte. Y nadie salió diciendo que habían visto al joven que llevaría a la selección al próximo mundial. Pero, lo que sí ocurrió es que, por alguna razón, comencé a jugar más seguido. El nerviosismo se fue disipando. Y la confianza en mí mismo se fue fortaleciendo. Comencé a notar un comportamiento peculiar. Cuando antes prefería que nadie me pasara la pelota para no llevar responsabilidad, ahora me enojaba porque no me pasaban la pelota a mí. Cuando antes prefería pasar la pelota a los que sí sabían que hacer con ella, ahora levantaba las manos gritando para que los ineptos de mis compañeros me pasaran el balón a mí. Porque ahora quería que todos los reflectores y todas las miradas estuvieran puestas en mí. No era un profesional del deporte, pero tenía la actitud como si lo fuera.

De manera curiosa, he notado que esto ocurre no sólo dentro de un campo de fútbol sino que dentro del campo ministerial también.

Si tienes algún tiempo de estar sirviendo al Señor a través de un ministerio en tu iglesia local, quiero hacerte una pregunta: ¿recuerdas cuando comenzaste? ¿Recuerdas la primera vez que alguien te pidió que predicaras en un culto de oración porque es el día que menos gente llega y así hay menos riesgo? ¿Recuerdas cuando te pidieron cantar por primera vez en un servicio de la iglesia? ¿Recuerdas cuando te preguntaron si estabas dispuesto a servir en ese ministerio? ¿Recuerdas que casi vomitaste de los nervios antes de enseñar la palabra en el grupo de crecimiento por primera vez? ¿Recuerdas lo necesitado y desesperado que estabas al ver que tu repertorio de habilidades significaba nada ante la ausencia del poder de Dios?

Pero, es posible que, así como yo, un par de partidos después, un par de congresos después, un par de afiches después, un par de púlpitos después las cosas hayan cambiado. Y cuando antes tu estrategia era sencilla: depender de quien sí sabe hacer las cosas y pasarle el balón, ahora parece que quieres que los reflectores y miradas estén sobre ti.

No estoy haciendo un llamado a continuar caminando en un tipo de inseguridad que, siendo sincero, es una muestra de arrogancia porque estás demasiado obsesionado sobre cómo la gente evaluará tu predicación, enseñanza, cantos, dramas, etc.

Sino, quiero invitarte a seguir caminando en un asombro ante la realidad del peso de la asignación que Dios soberanamente ha decidido poner sobre ti. Ese asombro traerá un sentido apropiado de inadecuación personal. Es decir, sentirás que no eres digno y que no mereces que Dios te haya llamado. Porque en realidad, así lo es. Dios nos llama por gracia y por misericordia. Por eso, no existe tal cosa como el profesionalismo en el púlpito. Entiendo la intención detrás de querer hacer las cosas con excelencia. Todo lo que se hace para Dios debe ser hecho con excelencia. Pero, por otro lado no hay tal cosa como la gracia profesional, la unción profesional o exorcismo profesional. La obra de enseñanza y predicación siempre será una obra de exaltación expositiva guiada por la soberanía del Espíritu y la veracidad de la Palabra.

Así que puedes tener 30 años de estar ministrando de manera ininterrumpida en todos los continentes. O puede que la semana pasada haya sido la primera vez que compartiste un mensaje en tu grupo de crecimiento durante 15 minutos. Cualquiera que sea el caso, tu llamado es por gracia. Así que dale el balón a quien sabe. Tú no eres quien debe estar bajo el reflector. Tú eres quien debe sostener el reflector para que la gente vea al Único que vale la pena contemplar: Jesús.

-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

viernes, 3 de junio de 2016

Que Hacer Cuando No Quieres Orar


¿Te confieso algo? A veces no tengo el más mínimo deseo de orar. Tal vez has leído uno que otro artículo de este blog que te ayudó en tu vida espiritual y no esperabas leer algo como eso. De todos modos, soy un predicador y se supone que los predicadores siempre queremos orar, ¿verdad?

Pues…no es cierto. Al menos, no todo el tiempo. Hay días en los que simplemente no quiero orar. Esto no quiere decir que he perdido mi fe en Dios. Es sólo que la experiencia subjetiva de gozo en respuesta a la realidad objetiva de mi adopción no siempre está ahí.

Si tienes algún tiempo de ser cristiano estoy seguro que sabes a lo que me refiero.

Cuando tus oraciones se sienten más como un deber que un deleite; entonces, mejor revisas tú celular.

Cuando repites frases trilladas que no expresan con franqueza el estado de tu corazón; entonces, mejor te levantas a hacer cosas más “productivas.”

Cuando tus pensamientos distraídos, que varían desde la posible reelección del presidente hasta los nuevos pañales que tienes que comprar en la farmacia, entorpecen tus oraciones y mejor enciendes el televisor.

Cuando esto ocurre… ¿qué debemos hacer?

Aquí hay algunas sugerencias. Puede que no apliquen a ti. Pero, me han servido cuando orar no me sale tan natural.

1. Lee un devocional antes de orar.
El Dr. David Martin Lloyd Jones aconsejó a sus estudiantes leer un devocional antes de orar. Este hábito calienta el corazón y reagrupa nuestros pensamientos esparcidos enfocándolos en Jesús. La belleza de Dios en el rostro de Jesús puede derretir la cera de tu corazón endurecido. Por eso, asegúrate que la lectura devocional sea Cristo céntrica y no "selfie"-céntrica. Es decir, lee algo que enfoque la mirada de tu corazón en lo maravilloso que Cristo es en lugar de lo "fenomenal" que tú eres. 

Te sugiero "Lecturas de Mañana y Tarde" de Charles Spurgeon. O "En pos de lo supremo" por Oswald Sanders. O si sabes inglés, descarga la app Solid Joys de John Piper.

2. Cambia tu postura física.
La postura más común para orar es de rodillas. Ha sido la más usada porque externaliza el sentir de un espíritu humilde y postrado. Pero, no significa que sea la única forma de orar. En lo personal, arrodillarme a orar por las mañanas es una tentación para quedarme dormido. ¡Y vaya que sí ha pasado! Así que yo oro mientras camino dentro de mi pequeño cuarto. El movimiento hace que mi mente esté alerta. 

¡Un amigo pastor dice que sus mejores momentos de oración son mientras está corriendo o escalando una montaña! , la Biblia dice en 2 Samuel 7:18 que "David fue y se puso delante de Dios." En el idioma original, la palabra "puso" puede ser traducida también como "sentó." Es decir, David se sentó delante del Señor. Así que arrodillarse no es la única manera para orar.

Cada uno de nosotros está confeccionado de manera peculiar. Encuentra la forma en la que sincronices con Dios con mayor facilidad.

3. Grita: Ayúdame, Espíritu Santo.
Si estás indispuesto a orar, la exclamación más profunda que puedes hacer es: ¡Ayúdame a orar, Espíritu Santo!

La Biblia dice que el Espíritu Santo está intercediendo dentro de nosotros con gemidos que no se pueden describir (Rom. 8:26-28). No sé con exactitud la mecánica de cómo esto se desarrolla. Pero, parte de lo que significa es que cuando hacemos nuestras oraciones, a veces un tanto patéticas y superficiales. El Espíritu Santo las lleva delante del Padre y le dice: "Estas son las oraciones de Luís, tu hijo. Yo sé que no sabe lo que está diciendo. Está distraído y su corazón está divagando. Pero, lo que en realidad quiere decir es..."

¡Oh, sublime oración, hoy puedo hablar con Dios...orando!

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

domingo, 19 de abril de 2015

3 Consideraciones Antes de Congregarte

¿Te aburre ir a la Iglesia?


De niño mis papás casi que tenían que castigarme para ir a la Iglesia. No me gustaba ir para nada. Lo encontraba como un lugar aburrido en donde lo mejor que podía hacer era dormirme. La única vez en donde me despertaba era cuando el predicador decía, "Y ahora, para concluir..."

Sin embargo, ahora amo la Iglesia. Y amo la Iglesia porque Jesús ama la Iglesia y dio su vida por ella. Congregarse es un privilegio que no todos nuestros hermanos alrededor del mundo pueden disfrutar libremente sin temor a persecución. 

Pero, a veces podemos perder de vista lo importante que es reunirnos corporativamente como un Cuerpo para adorar a Jesús. Por eso, quiero que consideres tres cosas antes de congregarte hoy:

1.) Ve con el fin de Adorar 

"No cantaron mi canción favorita"
Nuestra cultura está acostumbrada a la gratificación instantánea. Por esta razón los negocios constantemente hacen encuestas para conocer con detalle a sus clientes y brindarles un mejor servicio. Esto nos hace sentir bien. Pero, es algo peligroso cuando llegas con una mentalidad de "cliente" a la iglesia. 

Asistir a la casa de Dios con una inclinación consumerista te dejará más vacío que cuando entraste. Muchas personas cierran su corazón en la parte musical del servicio sencillamente porque las canciones que cantaron no se encuentran en la lista de "Más Reproducidas" de su iPod.

La adoración es para el Señor
La parte musical del servicio es una oportunidad para que adoremos a Dios por quien Él es (bueno, amoroso, generoso) y le agradezcamos por lo que Él ha hecho (nos ha creado, salvado, rescatado, sanado, etc.). 

Así que cuando te esté costando unirte al río de adoración, trae a tu mente Sus atributos y las veces que has visto a Dios obrar claramente en tu vida. Eso seguramente derretirá tu corazón y te hará explotar en exaltación a Él.

2.) Ve con el fin de Aprender

"Ese predicador es anticuado"
Este es una excusa frecuente para no estar conectado durante la predicación en el servicio. Sin importar la elocuencia de la persona quien esté en el púlpito, si somos lo suficiente humildes, Dios nos puede hablar a través de ellos. 

Probablemente quien esté en frente no es tu predicador favorito, o su estilo de enseñar no es el que más llega a tu corazón, pero si esa persona está predicando La Palabra de Dios y está siendo fiel al Texto, merece toda tu atención pues tu corazón necesita de Su Palabra. 

El gran predicador George Whitefield decía, "Pueden haber mejores predicadores de este mensaje. Pero, no hay predicadores de un mejor mensaje."

"Señor, habla que Tu siervo oye"
Es muy fácil que durante la predicación tu cuerpo esté presente pero tu mente no. Estás escuchando el sermón y de repente empiezas a pensar en el próximo partido de tu equipo favorito o a donde irás a comer después del servicio. Debido a que vivimos en un mundo digitalizado y hasta cierta medida, instrusivo, esto es común. 

Pero, en Cristo tienes el poder para ejercer dominio propio y poner atención. Cuando notes que no estás conectado con el mensaje, haz esta breve oración: "Señor, estoy dispuesto a escucharte. Háblame a través de Tu Palabra en este mensaje."

3.) Ve con el fin de Implementar

Seamos hacedores de la Palabra no meramente oidores.
Es muy común que después del mensaje y cuando el servicio haya terminado regresemos a nuestras casas con la actitud de "colorín colorado, este domingo se ha acabado" y el mensaje no haya tenido ningún efecto ni repercusión en nosotros. 

Claro, probablemente dijiste "amen" varias veces y aplaudiste fuerte cuando el predicador estaba gritando tanto que las venas de su cuello iban a explotar; pero, ¿ya decidiste que parte de lo que escuchaste vas a implementar en tu trabajo cuando te encuentres al insoportable de tu jefe? 

¿Ya consideraste cuándo empezarás a dejar de abusar verbalmente tu cónyuge y le empezarás a hablar la verdad en amor? 

¿Me aceptas un consejo? Toma notas del mensaje. Sí. Ya sea en una libretita o en tu celular (pero eso sí: ¡notas, eh! nada de facebookear a escondidas) y luego hazte este pregunta importante: ¿Cómo puede ser real eso en mi vida empezando mañana lunes?

Si tienes una iglesia en donde congregarte y la Biblia se predica fielmente ahí, eso es una bendición incomparable de Dios. Por tanto, en los días que te congregues siempre ve dispuesto a adorar, aprender e implementar.

Por: Luís Luna Jr.