martes, 30 de agosto de 2016

Predicador, nunca serás profesional


Siempre me han interesado los deportes. Pero, he sido un aficionado casi sólo del fútbol. Mi papá suele decir que pude tener un futuro como futbolista. Pero, claro él es mi papá. Y eso es lo que se supone que los papás dicen, ¿no es cierto?

Aunque, les seré sincero, por algunos años me la creí. Y decidí probar mi suerte como jugador inscribiéndome en las pruebas para entrar al equipo de fútbol del colegio. Tenía un cuerpo modestamente atlético. Y pasé las pruebas con éxito. El entrenador, después, me dio la noticia que formaba parte del equipo. No tienen idea de lo extático que me sentía cuando me di cuenta.
Sólo que había un pequeño detalle: yo era el más pequeño del equipo. No sólo en edad sino que en estatura también. Y aunque me gustaría decir que mi falta de calificativos físicos estaba complementada por un desborde natural de talento, eso no es cierto. Yo no era ninguna promesa para el deporte. Y el experimentado ojo del entrenador no tardó en darse cuenta de esto. Verán, no quiero remover recuerdos dolorosos que conscientemente he enterrado en mi subconsciente, pero sólo diré que la banca y yo nos llevábamos bien.

Hasta que un día, casi al final del segundo tiempo, el entrenador gritó: "Luís, vaya a calentar." Me paralicé. No sabía que hacer. Tenía emociones confusas. Por un lado, sorprendido porque el entrenador me esté tomando en cuenta. Y por otro, nervioso por temor a hacer el ridículo. Después del tiempo normal de hacer calistenia, ingresé al campo de juego.
Esta es la parte en la que me gustaría alterar la historia y decir que mi equipo iba perdiendo y mi entrada al partido fue determinante para cambiar el marcador de una manera tan legendaria que quedaría registrada en los libros históricos del deporte Rey.

Pero, no fue así. Mi debut fue sin pena ni gloria. O tal vez, más pena que gloria. Estaba tan emocionado por entrar al campo que una vez dentro no sabía qué hacer. Mi entrenador lo notó y me llamó aparte para instruirme: "si no sabe qué hacer, sólo pase la pelota a quien sí sabe hacerlo." Ese día no hubo goles. No hubo asistencias de mi parte. Y nadie salió diciendo que habían visto al joven que llevaría a la selección al próximo mundial. Pero, lo que sí ocurrió es que, por alguna razón, comencé a jugar más seguido. El nerviosismo se fue disipando. Y la confianza en mí mismo se fue fortaleciendo. Comencé a notar un comportamiento peculiar. Cuando antes prefería que nadie me pasara la pelota para no llevar responsabilidad, ahora me enojaba porque no me pasaban la pelota a mí. Cuando antes prefería pasar la pelota a los que sí sabían que hacer con ella, ahora levantaba las manos gritando para que los ineptos de mis compañeros me pasaran el balón a mí. Porque ahora quería que todos los reflectores y todas las miradas estuvieran puestas en mí. No era un profesional del deporte, pero tenía la actitud como si lo fuera.

De manera curiosa, he notado que esto ocurre no sólo dentro de un campo de fútbol sino que dentro del campo ministerial también.

Si tienes algún tiempo de estar sirviendo al Señor a través de un ministerio en tu iglesia local, quiero hacerte una pregunta: ¿recuerdas cuando comenzaste? ¿Recuerdas la primera vez que alguien te pidió que predicaras en un culto de oración porque es el día que menos gente llega y así hay menos riesgo? ¿Recuerdas cuando te pidieron cantar por primera vez en un servicio de la iglesia? ¿Recuerdas cuando te preguntaron si estabas dispuesto a servir en ese ministerio? ¿Recuerdas que casi vomitaste de los nervios antes de enseñar la palabra en el grupo de crecimiento por primera vez? ¿Recuerdas lo necesitado y desesperado que estabas al ver que tu repertorio de habilidades significaba nada ante la ausencia del poder de Dios?

Pero, es posible que, así como yo, un par de partidos después, un par de congresos después, un par de afiches después, un par de púlpitos después las cosas hayan cambiado. Y cuando antes tu estrategia era sencilla: depender de quien sí sabe hacer las cosas y pasarle el balón, ahora parece que quieres que los reflectores y miradas estén sobre ti.

No estoy haciendo un llamado a continuar caminando en un tipo de inseguridad que, siendo sincero, es una muestra de arrogancia porque estás demasiado obsesionado sobre cómo la gente evaluará tu predicación, enseñanza, cantos, dramas, etc.

Sino, quiero invitarte a seguir caminando en un asombro ante la realidad del peso de la asignación que Dios soberanamente ha decidido poner sobre ti. Ese asombro traerá un sentido apropiado de inadecuación personal. Es decir, sentirás que no eres digno y que no mereces que Dios te haya llamado. Porque en realidad, así lo es. Dios nos llama por gracia y por misericordia. Por eso, no existe tal cosa como el profesionalismo en el púlpito. Entiendo la intención detrás de querer hacer las cosas con excelencia. Todo lo que se hace para Dios debe ser hecho con excelencia. Pero, por otro lado no hay tal cosa como la gracia profesional, la unción profesional o exorcismo profesional. La obra de enseñanza y predicación siempre será una obra de exaltación expositiva guiada por la soberanía del Espíritu y la veracidad de la Palabra.

Así que puedes tener 30 años de estar ministrando de manera ininterrumpida en todos los continentes. O puede que la semana pasada haya sido la primera vez que compartiste un mensaje en tu grupo de crecimiento durante 15 minutos. Cualquiera que sea el caso, tu llamado es por gracia. Así que dale el balón a quien sabe. Tú no eres quien debe estar bajo el reflector. Tú eres quien debe sostener el reflector para que la gente vea al Único que vale la pena contemplar: Jesús.

-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

jueves, 14 de julio de 2016

Predicador, eres un exégeta de la cultura



Uno de los aspectos básicos en la tarea de la predicación es aprender a estudiar el texto bíblico. Después de todo, como suele decir el pastor Tim Keller, debemos predicar la Palabra y no nuestras opiniones. La gente quiere escuchar lo que Dios tiene que decir. No tanto nuestros comentarios editoriales sobre los acontecimientos nacionales e internacionales.

El proceso de estudiar detenidamente un texto para extraer la idea central que el autor original quiso comunicar a la audiencia original es conocido como "exégesis." Esta palabra significa "sacar a la luz lo que ya estaba dentro." Los predicadores bíblicos no se afanan por decir cosas nuevas. Sino que buscan decir verdades eternas de manera fresca. Lo opuesto a la exégesis es la eiségesis. Esto significa ir al texto con ideas preconcebidas. Es básicamente, doblarle el brazo al texto para que diga no lo que está diciendo. Sino, lo que nosotros queremos que diga.

Algún tiempo atrás escuché a un predicador enseñar sobre los lujos que los cristianos nos debemos dar. El usó como texto base el pasaje que dice que el hijo del hombre no tiene lugar para recostar su cabeza (Mateo 8:20). Él después prosiguió a explicar que Jesús era tan lleno de glamour que no había ningún lugar tan fino en toda la provincia en donde el Creador del Universo recostara su cabeza.

Eso es un claro y horrendo ejemplo de hacer eisegesis. Y si tú estás de acuerdo con esta interpretación estás haciendo eiségesis también. Porque estás poniendo tus ideas preconcebidas para que tus ideas guíen el texto. En lugar de que el texto guíe tus ideas. Por tanto, debes arrepentirte. O dejar de predicar. O las dos cosas.

Pero, con todo y el hecho que es importante hacer una lectura apropiada del texto y extraer la verdad central original hacia la audiencia original, la labor no termina ahí. Después de esta ardua tarea hay algo más que debemos estudiar: el contexto. Y no me refiero al contexto del texto. Me refiero al contexto de la audiencia a la que vamos a predicar. Hace algunos días atrás estuve en el país de El Salvador. Josué Campos, un amigo y líder de jóvenes salvadoreño apasionado por Jesús, me recordó acerca de la importancia de esto. Él continuamente decía en nuestras conversaciones: “Luís, quiero aprender a leer bien el contexto de mi ciudad y de mi país.”

Debemos estudiar cuidadosamente el texto. Pero, de la misma forma, debemos estudiar cuidadosamente el contexto que forma los corazones de las personas que nos escuchan. La cultura no determina lo que dice la Escritura. Pero, si nos informa en cómo vamos a decir lo que dice la Escritura. 

Lo que decimos no es más importante de como lo decimos. Pero, cómo lo decimos nunca ha sido tan importante.

Ahora, ¿cómo estudiamos la cultura? Hay mucho que se puede decir acerca de esto. Pero, quiero compartir dos preguntas que continuamente nos debemos hacer si queremos entender mejor la cultura a la que le predicamos.

¿Cuáles son las esperanzas más grandes de la gente a la que le voy a predicar?

Cada comunidad de personas ha depositado la esperanza de su corazón en algo particular y representativo de su entorno. Es cierto, la globalización ha permeado el mundo. Pero, en la mayoría de los casos un grupo demográfico puede tener esperanzas muy particulares y diferentes a las de otro grupo demográfico. Dicho de otra manera, ¿qué es lo que las personas a las que les predicas miran como "la tierra prometida"?

Un tiempo atrás estuve en una congregación en donde el pastor me compartió que la esperanza de los jóvenes en esa comunidad era obtener trabajar como marino en un barco. Trabajar como marino es la tierra prometida ahí. En otro lugar, una zona rural, la esperanza de los muchachos es mudarse a la ciudad. La vida metropolitana puede ser "la tierra prometida." ¿Cuál es la “tierra prometida” de la gente a la que le predicas?

La segunda pregunta es: ¿Cuáles son los temores más grandes de la gente a la que voy a predicar?

De manera similar, los temores que persiguen a un grupo comunitario son peculiares y distintos. A lo mejor el fenómeno de las pandillas es una realidad punzante en tu vecindario y la peor pesadilla de las madres es que sus hijos sean reclutados por estos grupos. 

Tal vez te encuentras en una zona agrario en donde la gente que asiste a tu congregación tema que el verano sea duro y cause que la cosecha se pierda. Puede que ser que la mayoría de personas en tu congregación teman al hecho de quedarse sin empleo. O probablemente lideras una comunidad emprendedora en donde su miedo sea siempre quedarse en el mismo empleo trabajando para alguien más.

En otras palabras, ¿cuál sería la peor pesadilla de alguien en tu comunidad? ¿Qué es lo peor que podría pasar a una persona representativa del entorno en el que ministras?

La razón por la que buscamos entender las esperanzas y los miedos de las personas a las que predicamos no es por acomodar el contenido del mensaje. Sino, más bien porque para confrontar efectivamente primero hay que conocer profundamente. Para confrontar al pueblo con el texto de la Palabra primero hay que conocer el contexto que forma las esperanzas y los miedos del pueblo. Sólo así podrán experimentar a Jesús como la única esperanza y su gracia es la cobija que nos arropa en la noche oscura del alma.


-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba

miércoles, 29 de junio de 2016

La noche que dios lloró



Algunos días han pasado. Pero, la imagen todavía sigue presente en la retina de muchos. La mayoría de quienes vieron la final de la copa américa recuerdan poco acerca del partido en sí. En general, fue un juego ríspido marcado por el protagonismo arbitral. La imagen que todos recordamos no es ni siquiera la merecida victoria del equipo chileno. La imagen que todos recordamos es otra.
La imagen de la desilusión. La foto de los sueños quebrantados y de las esperanzas fallidas. La imagen de la noche en que Lionel Messi lloró.  La confusión de emociones incrementó más aun cuando minutos después el argentino declaró en la zona mixta ante la prensa que se retiraba por completo de la selección argentina de fútbol. Después de perder 4 finales. "Evidentemente no es para mí", dijo Messi.

Claro, las opiniones de diferentes bandos vinieron como un torrente. Algunos, sus críticos acérrimos, dicen que Messi es un "pecho frío", que no siente los colores de la camiseta. No juega con pasión. Pasa caminando en la cancha. Ha ganado todo con su club. Pero, necesita demostrarlo con la selección. No se le compara a Maradona. Messi le debe a Argentina, dicen.

Otros, sus fieles defensores, dicen que siente demasiado los colores de la camiseta. Pudiendo haber jugado para España, decidió jugar para Argentina. No necesita correr por todos lados pues de la nada saca una genialidad. Ha ganado todo con su club. Por eso, no necesita demostrar nada a nadie. Menos con la selección. Mejor, por mucho, que el Diego. Argentina le debe a Messi, dicen.

Cualquiera que sea la opinión, podemos estar de acuerdo, al menos, en esto: Lionel Messi Cuccitini es un gran atleta. Incluso, aficionados del eterno rival, el Real Madrid, son prestos en admitirlo. Y más de alguna vez no les ha quedado otra que pararse y celebrar involuntariamente un gol imposible de la pulga. ¿Y quién no? Me atrevería a decir que ver jugar a Lionel Messi es un regalo de la gracia común de Dios. Déjame explicar. La gracia común es el favor general de Dios hacia el mundo, creyentes e inconversos por igual (Salmo 145:9; Hechos 14:17; Nahúm 1:3). Esto es lo que la Biblia quiere decir cuando declara que Dios hace llover y salir al sol a buenos y a malos (Mateo 5:45; Lucas 6:35). Por ejemplo, no necesitas ser cristiano para disfrutar un lindo atardecer en la playa. Eso es un regalo de gracia común. No tienes que entregar tu vida a Jesús para degustar de un buen café cosechado a 1,700 pies de altura. Eso es un don de gracia común. No hay que ser discípulo de Jesús para disfrutar de la 5ta sinfonía de Beethoven ejecutada por una gran orquesta. Eso es evidencia de la gracia común. No tienes que ser cristiano (Ronaldo) para disfrutar del talento de un gran deportista, como Messi, en acción. Eso es gracia común.

Sin embargo, un teólogo llamado Juan Calvino escribe en su obra magna, "Institutos de la Religión Cristiana", que el corazón humano es una manufacturera de hacer ídolos. Calvino quiere decir que nosotros tenemos la tendencia natural de idolatrar de manera continua e inconsciente. Ahora, cuando pensamos en ídolos se nos viene a la mente estatuillas de madera. O unos aborígenes danzando alrededor de una fogata. Pero, un ídolo es algo o alguien que ocupa funcionalmente el lugar de Jesús en el altar de tu corazón. Y como resultado de la caída, nuestro corazón toma buenos regalos de parte de Dios y los eleva a un estatus divino, sin siquiera nosotros darnos cuenta. Está bien, entonces, disfrutar de un partido en el que Lionel Messi hace cosas fuera de serie. Pero, si lo que hace dentro del campo afecta tu vida de manera funcional fuera del campo. Como por ejemplo, tus relaciones, tu estado de ánimo y tu perspectiva hacia la vida, entonces está ocupando un lugar para el que no fue diseñado ocupar. Es cierto. Lionel Messi es un gran jugador, pero es un pésimo salvador.

Esa es la razón por la que lo ocurrido en la final del domingo haya enviado ondas expansivas por todos lados. En realidad, cualquiera puede fallar un penal. Hasta jugadores que son conocidos por ser efectivos desde los 11 pasos han fallado lanzamientos decisivos. Roberto Baggio en la final del mundial de USA 94 viene a la mente. Pero, el domingo que pasó, Messi no sólo falló un penal.

Cualquier equipo, por muy bueno que sea, puede perder una final. Los registros históricos del fútbol están llenos de equipos con una larga racha de perder partidos decisivos y finales de manera dramática o, hasta injusta. Pero, el domingo Messi no sólo perdió una final. Fue mucho más allá que perder una final o fallar un penal.

Cuando Messi falló el penal, Messi le falló al obrero que gana salario mínimo y está preocupado a ver si llegará con las cuentas al fin de mes. Pero que un gane de la Albi le hubiera traído un éxtasis que habría hecho olvidar todo.

Cuando Messi falló el penal, Messi le falló al pastor evangélico desanimado por una mala racha de baja asistencia en los cultos. Pero, que de Argentina haberse traído la copa sus problemas se hubieran, temporalmente, desvanecido.

Cuando Messi falló el penal, Messi le falló a la esposa desilusionada porque está pasando una mala temporada en su matrimonio pero que ver a la selección triunfar la hubiera consolado.

Cuando Messi falló el penal, Messi le falló a su gente. La esperanza de un país entero y de un mundo futbolístico estaban sobre los hombros de un tímido muchacho proveniente de la ciudad de Rosario.

Un dios fue edificado. Pero, falló. Y lloró. Porque Messi es un gran jugador. Pero, un pésimo redentor. Los dioses falsos, los ídolos, los pseudo-salvadores siempre desilusionan. No importa cuan altas sean las esperanzas. 

¡Oh! Si tan sólo tuviéramos a un salvador que hiciera realidad nuestros anhelos de gozo exhilarante... (Salmo 16:11).

¡Oh! Si tan sólo tuviéramos un salvador que nos asegurara siempre la victoria... (1 Cor. 15:57).

¡Oh! Si tan sólo tuviéramos a un salvador que interviniera en momentos decisivos...(Rom. 5:6)

¡Oh! Si tan sólo tuviéramos a un salvador de verdad...

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

viernes, 17 de junio de 2016

Piensa dentro de la caja




He escuchado muchos consejos y principios sobre liderazgo. La mayoría de ellos son muy buenos. Con el tiempo algunos prevalecen. Otros, no tanto. Entre aquellos que más he escuchado está el famoso: "Piensa fuera de la caja.” Esto puede ser traducido en las siguientes frases inspiracionales: "No te limites"; "No seas conformista"; "Piensa en grande."

En resumidas cuentas "pensar fuera de la caja" significa abordar un problema considerando alternativas externas o diferentes.

A lo mejor eres un emprendedor y pensar fuera de la caja, para ti, significa expandir tu visión a diferentes ciudades a lo largo y ancho del país.

Tal vez eres un líder de jóvenes y pensar fuera de la caja equivale a hacer uso de la materia prima extranjera que puede ayudar a tu ministerio de jóvenes.

Es probable que estés teniendo problemas con tu familia y pensar fuera de la caja es ver a un diferente consejero o terapeuta.

Para la mayoría, pensar fuera de la caja representa que eres una persona de visión. Es una señal de valentía. Es evidencia de un espíritu innovador y atrevido. Es un testimonio que estás dispuesto a mirar a los ojos al status quo y desafiarlo.

Pero, a veces, pensar fuera de la caja puede paralizarte en lugar de impulsarte. Ya que puedes estar demasiado enfocado en la solución que está "allá afuera" que pierdes de vista los recursos que ya están "aquí adentro."

Por eso, deja de pensar fuera de la caja. Y comienza a pensar “dentro de la caja.”

Para algunos esto puede sonar mediocre. Demasiado corriente. Porque están tan programados a ver la solución allá afuera que este tipo de lenguaje puede olerles a conformismo. Incluso, hay libros enteros diciendo que evadas este manera de pensar.

Pero, pensar dentro de la caja envuelve desarrollar la costumbre de inventariar las soluciones que pueden estar dentro en lugar de las ayudas que pueden estar fuera. Pensar dentro de la caja es trabajar con lo que tienes en lugar de analizar los recursos que quisieras tener. La práctica de pensar dentro de la caja no es un conformismo maquillado de psicología positiva. Sino que está firmemente arraigada en la convicción del carácter soberano de Dios.

La soberanía de Dios es tan grande que Él te ha dado todo lo que necesitas para hacer lo que Él quiere que hagas en este preciso momento. En ocasiones, lo que puede parecer un límite que te impide en realidad es una pista que te guía.

Detente. Y lee esas dos últimas líneas. Despacio.

Toma a Moisés por ejemplo. Dios lo llama a liberar al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto (Éxodo 4). Nada mal para un fugitivo de la ley que ahora es pastor de ovejas. Y que también tiene problemas para hablar. Cuando Moisés expresa su desacuerdo, Dios le hace una pregunta punzante: "¿Qué tienes en tu mano?" Este episodio es fascinante porque lo que Moisés tiene en su mano es una maravillosa e innovadora...vara de madera. Sí, una vara. ¿Acaso Dios estaba bromeando? ¿Cómo era posible que Moisés podía causar una revolución libertadora con un pedazo de madera? Digo, sería comprensible si lo que tuviera sería una especie de cetro. O al menos, una espada. Pero, ¿una vara?

Sí, una vara. Porque con esto, Dios le está diciendo a Moisés: la solución no está allá afuera. Sino, cerca de ti. En tu mano. La solución no está fuera de la caja. Sino dentro de la caja: tu vara.

Los relatos del Éxodo muestran más adelante que la vara de Moisés fue un símbolo de libertad e intervención divina (Éxodo 14:21).

En ocasiones, Dios hace más con los recursos dentro de la caja que con las opciones fuera de la caja.

Puedes pensar fuera de la caja y paralizarte. O hacer uso de la vara que está en tu mano, dentro de la caja, y accionar.

Cuando te preguntes: ¿Qué es lo que Dios quiere que haga en este problema?

Dios, irónicamente te contestará con otra pregunta: ¿Qué tienes en tu mano? ¿Qué hay dentro de la caja?

Antes de ver las opciones que están fuera, ¿ya te fijaste en los recursos que hay dentro?

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-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

miércoles, 15 de junio de 2016

Cómo crecer en santidad (sin volverte un fariseo en el intento)

No soy el más indicado para escribir un artículo sobre “cómo ser santo.” Por gracia de Dios, Él me ha rodeado de personas espirituales que persiguen la santidad y me animan cada día a crecer en semejanza a Jesús. Y es, en parte, del aprendizaje de estar cerca de estas personas que comparte este artículo.

La santidad es un tema recurrente en la biblia. El libro de Levítico, con todo y sus pasajes difíciles de entender para una audiencia moderna, expresa la idea general que un Dios santo no acepta cualquier tipo de sacrificio. El profeta Isaías llama a Dios como el Santo de Israel (Isaías 43:3) e invoca diciendo que Él es tres veces santo (Isaías 6:3). Y porque Dios es santo, Él desea que nosotros, sus hijos, seamos santos también (1 Pedro 1:16). Debemos caminar en santidad para glorificar a Dios. De lo contrario, nuestra "santidad" puede ser causa de orgullo.

El orgullo tiene diferentes facetas. Una de ellas es el orgullo intelectual, como resultado de ver al conocimiento como un fin en sí mismo. La otra, es el orgullo espiritual, como resultado de cumplir las disciplinas espirituales como un fin en sí mismo también.

C.S Lewis describe que hay dos categorías de pecados, según él. La primera categoría es el "pecado animal." Son aquellas rebeliones impulsadas por nuestros instintos más bajos. Pecados como la lujuria, la lascivia, las adicciones, etc. Y la segunda categoría es el "pecado espiritual." Pecados como la envidia, los celos y el orgullo, respectivamente. Lewis, en esta categoría, tiene en mente el tipo de arrogancia que acompaña después de orar 3 horas al día o ayunar tres días a la semana.

El resultado de cometer pecados en la primera categoría es la culpabilidad. Porque nuestra consciencia reclama que hicimos mal. Pero, el segundo tipo de pecado es más sutil. Usualmente puede venir, incluso, después de ayunar 3 días a la semana. El orgullo espiritual puede residir en nuestro corazón sin siquiera nosotros darnos cuenta. Es por esto, que según Lewis, en ocasiones una prostituta llena de culpa por haber trabajado una noche entera puede estar más cerca de Dios que un pastor arrogante después de haber predicado un gran sermón.

Aquí hay algunas señales que debes examinar tu corazón en búsqueda de rastros de orgullo espiritual:

1. Cuando te sientes bien al comparar tu desempeño espiritual con el de otros. Dios quiere que vivamos en santidad. Que caminemos en oración. Que busquemos su rostro a través de la meditación en Su Palabra. Con el fin de deleitarnos en Él. Pero si te sientes mejor porque tú oras 4 horas al día en comparación con tu hermano que está luchando por orar 15 minutos diarios entonces necesitas examinar tu corazón.

2. Cuando quieres que un asunto de consciencia sea un dogma para todos. Recuerdo la primera vez que fui a un ayuno congregacional en la iglesia. Nunca antes había ayunado. Sabía que debía hacerlo. Pero, no estaba exactamente seguro de cómo hacerlo. En un tiempo de receso, fui a tomar agua. Una hermana de edad avanzada me quedó viendo con desdén mientras yo me hidrataba. Y me dijo: "¿Usted tiene el valor de ayunar bebiendo agua?" Sin saber que responderle, me quedé callado y después le dije que era mi primera vez ayunando. Ella procedió a explicarme que tomar agua mientras estaba en ayuno desagradaba a Dios y anulaba mi ayuno. Después me di cuenta que la Biblia tiene mucho que decir acerca de porqué ayunar. Pero, es un tanto silenciosa con respecto a cómo hacerlo. Este punto es la diferencia entre la santidad bíblica y el legalismo. Los legalistas son rígidos con otros, pero condescendientes consigo mismo, cuando incumplen asuntos de consciencia. Las personas que caminan en santidad bíblica son rígidos consigo mismo pero condescendientes con otros cuando incumplen estándares de consciencia o preferencia personal. Los legalistas son bulliciosos donde la biblia es silenciosa. Pero, son silenciosos en donde la Biblia es clara.

3. Cuando crees que tu desempeño espiritual es la base para obtener favor de Dios. Algunas semanas obedecer a Dios parece que está a flor de piel. Y es tan natural como respirar. Pero, en otras temporadas obedecer a Dios requiere todo el esfuerzo de cada fibra de tu ser. Una señal de peligro es cuando crees que porque has tenido una buena semana en tu santificación Dios está obligado a actuar como tú quieres. O vas a tener más favor de parte de Dios. Eso, en realidad no es el evangelio. Eso es un sistema de religiosidad. Todas las religiones enseñan que primero debes obedecer para recibir aceptación y favor de parte de Dios. El evangelio es radicalmente diferente porque primero somos aceptados en Cristo y es en respuesta a esa aceptación que nosotros obedecemos con gozo y amor. Aún en nuestros mejores días de caminar en santidad, nuestras buenas obras son como trapos de inmundicia delante de un Dios eminentemente santo. Es por eso que el favor de Dios hacia nosotros es el resultado de la doble imputación. Nuestros pecados imputados a Cristo. Y la justicia de Cristo imputada a nuestra cuenta. ¡Glorioso intercambio! (2 Cor. 5:21). Todas las bendiciones que provienen de la mano de Dios son obras de gracia. No de nuestro mérito. El reclamo jactancioso se disipa cuando nuestros ojos ven la obra de Jesús con claridad.

Esto no significa que es mejor dejar de caminar en santidad sólo porque la tentación de volverse orgullo está presente. Lo que sí significa es que Dios está más interesado en la transformación de nuestro corazón que en la modificación de nuestro comportamiento.

Si hemos detectado que el orgullo ha subido a nuestro corazón como resultado de cumplir con nuestros deberes espirituales debemos comenzar por arrepentirnos. Es interesante notar Jesús fue cálido con pecadores que no se parecían a él. Pero, directo y confrontativo con fariseos legalistas y arrogantes. Aun así, la gracia de Dios puede transformar al hijo pródigo depravado como al hermano mayor religioso (Lucas 15).


Corrijamos, también, el concepto primario que tenemos sobre Jesús. Tu perspectiva sobre Jesús determina tu abordaje a la santidad. Si miras a Jesús primordialmente como un ejemplo a seguir, entonces serás tosco y rígido con aquellos que tropiezan. Pero, Jesús no es sólo nuestro ejemplo a seguir. La humanidad caída no necesita un ejemplo a seguir. Necesita un Redentor. Un segundo Adán (1 Cor. 15:45). Ese es Jesús. El sustituto que vivió la vida que nosotros teníamos que vivir. Y murió la muerte que nosotros teníamos que morir. Sólo cuando ponemos nuestra mirada en él que seremos transformados de gloria en gloria (2 Cor. 3:18). Somos salvos por fe en la gracia de Dios. De la misma manera, que somos santificados por fe en la gracia de Dios.

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-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

martes, 14 de junio de 2016

Como estudiar teología sin morir (de orgullo) en el intento


Algunos sectores de la iglesia evangélica han estado marcados por la indiferencia teológica. Al menos por algún tiempo. Los cantos de las sirenas del pragmatismo ministerial han atraído a más de un pastor o líder evangélico a implementar lo que parece "tener éxito" en el momento. Aunque en ocasiones eso esté directamente en contra de enseñanzas bíblicas claras.

Las palabras “teología” y “doctrina” han tenido connotaciones no tan positivas. Vistas por muchos como cosas que traen división en lugar de unidad.  Algunos, por otro lado, sienten apatía doctrinal porque ven a la teología como un conjunto de postulados abstractos que no son pertinentes al día a día de las personas. Aunque, en cierto sentido, no hay nada más práctico que tener una buena y sólida teología.

Pero, con todo y esto, en la actualidad se respiran otros aires. Muchas personas laicas en general y jóvenes en particular muestran un creciente interés por entender mejor la fe que ha sido una vez dada a todos los santos (Judas 1:3).

Muchas organizaciones han usado las herramientas de la era de la informática para difundir diversos recursos provenientes de tradiciones teológicas robustas.

Casi siempre que predico en algún lugar hay personas que expresan su deseo de entender mejor a las Escrituras y al Dios de las Escrituras. Cuando alguien expresa un deseo genuino de entender mejor la revelación de Dios a eso digo: "Amen" con un corazón rebosante de alegría. Pues, Dios nos ha llamado a ser obreros que no tenemos nada de que avergonzarnos y que usamos bien la Palabra de verdad (2 Tim. 2:15).

Sin embargo, aunque toda esta resurgencia debe alegrarnos, es necesario reconocer que una de las tentaciones más grandes al estudiar teología ya sea formalmente en una institución académica o informalmente por medios autodidactas, es caer en orgullo intelectual.

El orgullo es un pecado sutil. Similar al mal aliento. Todo mundo sabe que está presente en una persona. Excepto aquel quien lo carga. Para ser justos, la arrogancia es una tentación para cualquiera en cualquier campo de desempeño. Un carpintero puede jactarse de hacer mejores sillas que los demás en su oficio. Pero, sumergirse en las mentes de los pensadores que han influenciado nuestro entendimiento de la fe cristiana puede intensificar exponencialmente nuestra tentación de caer en orgullo intelectual.  

Considerando que el orgullo puede ser difícil de detectar en uno mismo, aquí hay algunas señales que te estás volviendo arrogante a causa de estudiar teología.

1. Te vuelves hipercrítico. Piensas que todo lo que se hace en tu iglesia local está equivocado. Y la culpa es de los hermanos ignorantes que no conocen los complejos matices de la teología de Barth. Permíteme ser claro aquí. Debemos asegurarnos que la sana doctrina sea predicada en nuestros púlpitos. Pero, también debemos reconocer que hay un espacio y tiempo para crecer y ser corregidos. De la misma manera, que Apolos un joven elocuente y poderoso en las Escrituras fue tomado a parte para ser instruido de una mejor manera en el camino de la fe (Hechos 18:24-28). Si todo lo que resaltas del sermón de otro es lo impreciso que fue doctrinalmente es probable que el verdadero problema no provenga del púlpito sino de tu propio corazón. Es tragicómico intoxicarse hablando de las doctrinas de la gracia en maneras que no despliegan gracia.

2. Siempre quieres tener la última palabra. La teología es una disciplina basada en argumentos. Quienes hacemos teología persuadimos a otros, en el poder del Espíritu, a través de argumentos. Sin embargo, esto se puede llevar demasiado lejos. Usar argumentos está bien. Volverse una persona argumentativa está mal. Algunos pueden ser tan argumentativos que no están dispuestos a perder ni la más mínima discusión sobre temas terciarios como el debate entre el supralapsarianismo vs. infralapsarianismo. Hay un serio problema en tu corazón si caminas por la vida queriendo corregir a todo mundo en cualquier conversación.

3. Quieres convertir a todo mundo. Hay personas que leen Mateo 28:19 de la siguiente manera: "Por tanto, id por todo el mundo y haced calvinistas...” o arminianos. O wesleyanos. Tanto así que se consideran más calvinistas que Juan Calvino. O más arminianos que Jacobo Arminio. O más barthianos que el propio Karl Barth. Es bueno ser parte de una herencia teológica. Pero, no perdamos de vista que en el amplio espectro del cristianismo hay personas que aman a Jesús profundamente y aman a las personas genuinamente pero no firmarían nuestra declaración de fe.

SUGERENCIAS
Reconozco que el título de este artículo es ostentoso. Cualquiera puede llevarse la impresión que estoy ausente de orgullo y he "logrado" la humildad. No es así. He nacido de nuevo. Pero, mi corazón tiene residuos de arrogancia. Más de lo que a veces estoy dispuesto a reconocer. Necesito con desesperación la gracia de Jesús. De hecho, la razón por la que conozco las características del orgullo intelectual no es tanto por que las he notado en otros, sino porque las he visto en mi propio corazón.

Más bien, estas sugerencias son consejos que uno de mis mentores compartió conmigo. Él es un pastor erudito. Con diversos postgrados de varias universidades y seminarios bíblicos. Tiene un vasto conocimiento acerca de Dios y la Biblia. Pero, lo que me sigue impresionando es su profunda humildad y gentileza. No doy su nombre porque seguro se incomodaría de leer que estoy escribiendo acerca de su humildad, atributo que él negaría tener.

En cierta ocasión, él me contó que cada vez que aprendía algo nuevo acerca de Dios, sentía la tentación dentro de sí de ver de manera condescendiente a aquellas personas que no tenían acceso a este tipo de estudio. De inmediato, él cerraba los ojos y oraba algo como: "Señor, gracias por enseñarme acerca de la igualdad ontológica entre las personas de la Trinidad. Ayúdame a amarte más. Y ayúdame a amar a las personas más a causa de esto. En el nombre de Jesús, amen." Orar en agradecimiento a lo que has aprendido acerca de Dios desciende el contenido de tu cabeza a tu corazón. Responder hacia lo que aprendes en oración es una manera de reconocer tu finitud ante un Dios infinitamente sabio.

También, él suele decir: “Asegúrate de oler a oveja.” Cuando Jesús inició su ministerio pudo haber elegido a la crema y nata del mundo teológico. Pudo haber elegido a los profesores de la ley y a los eruditos de ese entonces. Pero, en lugar de eso decidió pasar tiempo con un puñado de hombres que olían a pescado. Jesús siempre buscaba estar con su Padre y con la gente. Nuestro olor a personas debe opacar nuestro olor a libros. De hecho, la razón por la que pasamos tiempo en libros es para amar mejor a nuestro Padre y ayudar más a las personas.  


Tener acceso a recursos teológicos es una bendición. Pero, es un medio para un fin. La arrogancia intelectual es el resultado de mirar al estudio teológico como un fin en sí mismo. El fin es amar a Dios y amar a las personas (Lucas 10:27).

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-Luis Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

viernes, 10 de junio de 2016

El mejor regalo que le puedes dar a un predicador



Hace algún tiempo me preguntaron cuál era el mejor regalo que se le puede dar a un predicador. Es una interesante pregunta. Nunca me había puesto a pensar en algo así. Bendecir a quien te instruye en La Palabra no es sólo una buena práctica sino un mandato bíblico (Gal. 6:6; 1 Tim. 5:17; 1 Tes. 5:12-13). Puede que tú aprecias a tu pastor o a alguien que predica la Palabra de Dios y quieres regalarle algo, pero no estás tan seguro que debes darle. En verdad, hay muchas cosas buenas que se le pueden dar a un predicador.

Tal vez estás pensando en regalarle un libro. Por lo general, a los predicadores nos gusta leer. Regalar buenos libros siempre es una buena idea. Herramientas como comentarios bíblicos, enciclopedias o diccionarios enriquecen el estudio de un predicador.

Puede que estés pensando en regalarle corbatas, trajes o zapatos. De todos modos, el pastor siempre está en bodas, funerales, graduaciones, etc. y en otros eventos que requieren una vestimenta formal.

Tal vez has pensado en bendecir a un predicador económicamente. Eso está bien. Contrario a la idea popular que mucha gente tiene acerca de los predicadores, casi nadie está en este asunto por ganar dinero fácil. Claro, hay lobos vestidos de oveja y asalariados que explotan al pueblo de Dios. Pero, la gran mayoría de predicadores que conozco personalmente han incluso renunciado a trabajos bien pagados por dar su vida a la proclamación del evangelio. Créeme, hay maneras mucho más rápidas y menos complicadas de hacer grandes sumas de dinero que predicar el evangelio y cuidar del rebaño del Señor.

Todos estos son buenos regalos. Pero, hay algo aún mejor. El mejor regalo que le puedes dar a un predicador es algo intangible. No es material ni físico. No se usa para vestir ni comer ni conducir. Y es algo todos tenemos de sobra. Nunca se acaba. Y sé que tenemos de sobra porque ya la estamos dando a muchas personas en varios lugares.

El mejor regalo que le puedes dar a un predicador es tu atención mientras él está predicando.

Tal vez no lo creas así, pero tu atención es importante para nosotros. Incluso, estamos dispuestos a hacer cosas que nunca nos imaginamos con el fin de comunicar bien un punto. ¿Alguna vez has estado en algún culto o en algún evento en el que sentiste que el predicador fue un poco excéntrico o cruzó la línea? Sin ánimos de excusar o justificar su error, estoy seguro que lo hizo por una razón noble: captar tu atención.

Estar atento no significa estar de acuerdo con todo lo que el predicador dice. Donde la Biblia es silenciosa, es normal que haya espacio para diferir sobre algunos artículos. Ningún predicador serio desea que su congregación deje su cerebro en la entrada al templo. En lo personal, siempre me halaga que alguien se acerque para discutir algún punto sobre algo que prediqué. Porque eso significa que al menos pusieron atención.

Si te preguntas porque esto parece ser tan importante para nosotros, déjame explicarte. Si tu pastor o algún predicador que conozcas ama a Dios y ama a las personas es seguro que antes de pararse detrás del púlpito pasa mucho tiempo orando y preparándose. Ora por La Palabra. Y ora por ti. Específicamente, ora para que la Palabra haga efecto en ti a través del Espíritu. Lucha con el pasaje para entender su idea central. Consulta comentarios y compara interpretaciones. Y sigue orando por ti un poco más. Cuando llega el momento de servir la Palabra se siente, aunque le cueste admitirlo, vulnerable. Y hasta desnudo. Todo predicador honesto consigo mismo y consciente sobre la enorme carga de predicar La Palabra siente algún grado de inseguridad. Aunque tenga 20 años de predicar o haya comenzado la semana pasada. 

Por eso cuando estamos predicando y tú estás más interesado en el celular, lo notamos. Cuando estamos predicando y aunque tu cuerpo esté ahí pero tu mente está en la deliciosa cena que vas a comer después del culto, también lo notamos. Cuando bostezas y miras el reloj, también lo notamos. Cuando tu mirada está perdida y estás haciendo un esfuerzo desmedido por bloquearte, también lo notamos. Y porque nos sentimos vulnerables en ese momento eso tiende a hacernos sentir inseguros.

¿Quieres bendecir a un predicador y ayudarle a predicar mejor? Bendícelo con tu atención.

Pero, hay algo más por lo que tu atención es importante para nosotros. Este, en realidad, es el verdadero porqué.

Los predicadores fieles creemos que la Biblia es La Palabra de Dios. Es autoritativa. Es definitiva. Es suficiente. Como estamos persuadidos de esto, tenemos la convicción que la gente necesita escuchar lo que la Biblia dice. Porque Dios habla a través de la Biblia. Si nos paráramos a hablar por 45 minutos acerca de nuestras opiniones políticas, nuestros estereotipos y gustos, entonces merecemos ser ignorados. Total, no somos tan interesantes. Pero, es precisamente por el hecho que Dios habla cuando exponemos fielmente la Palabra que esperamos la atención de las personas que están ahí.

George Whitefield fue uno de los predicadores más poderosos de los últimos siglos. Dios lo usó como un catalizador para iniciar el segundo gran avivamiento en Inglaterra y el este de Estados Unidos. Era un orador prodigioso. Un actor británico contemporáneo solía decir que estaba dispuesto a matar por poseer la misma elocuencia que Whitefiled desplegaba al decir palabras como "Mesopotamia." 

Whitefield estaba seguro que Dios habla a través de la exposición de la Escritura. Tan convencido estaba de esta realidad que mientras estaba predicando en una iglesia alguien en las primeras filas comenzó a dormirse. Al ver esto, Whitefield golpeó el púlpito y le dijo: "Si viniera a hablar de mis opiniones, tendrías el derecho a dormirte. Pero, vengo a dar un mensaje de parte de Dios. Y por lo tanto, debo ser escuchado y seré escuchado."

Si alguien predica un mensaje de parte de Dios a través de la Biblia y en el poder del Espíritu, esa persona espera tu atención porque merece tu atención. Tal vez tu predicador o pastor no sea Spurgeon. O Whitefield. O John Piper. Puede que no cautive contando una historia. Tal vez tenga una muletilla incómoda. Pero si durante el tiempo que predica está exponiendo la Escritura con fidelidad él es la boca de Dios hacia el pueblo. Y por lo tanto, debes estar atento.

¿Quieres darle el mejor regalo a un predicador? Dale tu atención mientras él está predicando.

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-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.