Un autor cierta vez dijo:
La felicidad en el mundo es como un corto comercial en medio de una película de
terror. La disfrutas mientras dura. Pero, de pronto el comercial termina y las
cosas regresan a su programación habitual.
¿Demasiado Trágico? Tal vez. Pero, es probable que este fue
el sentimiento general de las personas que sufrieron actos de terror en el
aeropuerto de Bruselas en Bélgica y en la col. Reparto Lempira en San Pedro
Sula el día de ayer.
En cierta manera, los actos de terror nos muestran que la
naturaleza humana es muy ambigua. Por un lado, somos lo suficientemente
creativos y buenos para construir orfanatos, hospitales y aeropuertos. Por otro
lado, somos lo suficientemente ingeniosos y malos para hacer bombas y armas
para destruirlos.
Los humanos somos capaces de realizar gran bien. E infundir
gran terror. El terrorismo, internacional y doméstico, nos muestra hasta donde
el mal dentro del corazón humano puede llegar.
Y ante la existencia del mal, debemos lamentarnos. Un error
común en gran sector del evangelicalismo moderno es enseñar directa o
indirectamente que "los hijos de Dios no se deben lamentar." Esto es
curioso. Y hasta irónico, pues la Biblia tiene un libro que se llama
Lamentaciones. No sólo eso, sino que hay una sección entera de los Salmos que
son “cantos de lamentaciones.”
Parece que la psicología popular positiva ha
influido tanto en el pensamiento cristiano protestante que pensamos que
lamentarnos nos hace débiles.
Pero, esto proviene de una mala comprensión del lamento
bíblico. Emmanuel Katongole lo describe de la siguiente manera: "Lamentarse no es desesperarse. Lamentarse no
es quejarse. No es un llanto hacia el vacío. Lamentarse es un llanto dirigido a
Dios. Es el llanto de aquellos que ven la realidad de las heridas profundas del
mundo y el costo de buscar la paz. Es la oración de aquellos que están
incómodos con la manera en cómo están las cosas. El viaje hacia la
reconciliación está basado en la práctica de la lamentación."
El mal tiene diversas formas. Desde las personas inocentes
corriendo por su vida ante el atentado en el aeropuerto Zavanteem en Bruselas;
los vecinos de la comunidad Reparto Lempira empacando sus pertenencias para
huir por sus vidas; los continuos atentados terroristas, que no son tan
televisados, en Líbano y Siria; hasta las masacres en suelo hondureño que se
dan con frecuencia.
Ante esto, debemos clamar: “¿Hasta cuándo, Señor?” (Salmo 13:1)
Es por esto que el mensaje del
evangelio es pertinente para las víctimas y victimarios. A los terroristas,
internacionales y domésticos, Dios quiere decirles que a menos que se
arrepientan, ningún sufrimiento que han causado a otros se compara con el
verdadero terror y sufrimiento que experimentarán en el lago de fuego.
A los víctimas aterrorizadas, Dios quiere que sepan que Él es un juez justo.
Y aunque en este lado de la eternidad, la justicia humana ciertamente es imperfecta, Él un día vendrá a juzgar sin impunidad. Sin amnistía. Sin salvoconducto.
A los víctimas aterrorizadas, Dios quiere que sepan que Él es un juez justo.
Y aunque en este lado de la eternidad, la justicia humana ciertamente es imperfecta, Él un día vendrá a juzgar sin impunidad. Sin amnistía. Sin salvoconducto.
El ladrón que estaba al lado
de Jesús, bajo los estándares de Roma era un terrorista del Medio Oriente, en
su acto de fe no creyó que su salvación lo liberaba de dar cuentas por sus
actos. Él confesó que su sentencia era justa. Y qué él estaba recibiendo
"la recompensa debida por sus actos" (Lucas 23:41) aún mientras él
clamaba a Jesús por una entrada misericordiosa al reino de Cristo.
Por tanto, no es
contradictorio clamar para que Dios haga justicia interviniendo en grupos de
terror como ISIS y las pandillas. Y
también, al mismo tiempo clamar para que tanto víctimas como victimarios puedan
conocer la misericordia de Dios en Cristo Jesús. Esa oración no es incoherente
porque está basada en la cruz.
La cruz significa que Dios es
justo y no ignora el pecado. Por eso, Él lo castiga. Pero, la cruz también
muestra a un Dios escandalosamente amoroso. Por eso, castiga el pecado...en Su
Hijo. Esa es la cruz. Y los cristianos, somos el pueblo de la Cruz.
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-Luis Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.
Acertado comentario...me gustó la parte del libro de Lamentaciones... Saludos Luis. Seguimos en sintonía.
ResponderBorrarGracias por el apoyo, bro. Un saludo. Y estamos en contacto.
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