He tenido mentores y amigos
influyentes en mi vida. Pero, ninguno como mi papá. Hoy se celebra el día del
padre. Y quiero compartir algunas lecciones que he aprendido de él. Sin
ningún orden en particular, aquí están:
Mi papá me ha enseñado a valorar el estudio teológico.
Mi papá inició el ministerio
pastoral reconociendo la necesidad de la preparación teológica. Había ocasiones
en que venía de recibir un curso, llegaba a casa, tomaba un baño y salía hacia
otro programa de estudio. En los últimos años, he tenido el privilegio de verlo
cosechar sus logros académicos en dos graduaciones.
De mi papá he aprendido que amar a Dios y a las personas implica prepararse para servir mejor.
Mi papá me ha enseñado a confiar en la providencia de Dios
Yo estaba coordinando una
actividad de jóvenes y unos muchachos ebrios llegaron a causar disturbios y a irrespetar a las muchachas. Con cordialidad y firmeza, les pedí que se
fueran. Uno de ellos se molestó y me amenazó. De hecho, me dijo: "Cuando
te vea sólo, te voy a meter un puñal." En realidad no me iba a hacer nada.
Sólo estaba ebrio. (Espero que no esté leyendo este artículo).
Llegué a mi casa muy asustado.
Mi papá me preguntó qué había sucedido. Yo le conté. Y él me respondió: "Vos hiciste lo correcto. Ahora, deja que
Dios se encargue de las consecuencias."
De mi papá he aprendido que,
por encima de todo lo demás, Dios tiene cuidado de sus hijos.
Mi papá me ha enseñado a amar a la gente aun cuando duele
Una vez después del culto, un
hombre fue e insultó a mi papá en su cara. Delante de mi familia. Mi papá es un
hombre grande. Y el otro hombre era bajito. Pensé que mi papá le pegaría. Al menos
yo lo hubiera hecho. De hecho, yo quería hacerlo. Pero, mi papá guardó
silencio. Y el hombre se fue.
El tiempo pasó y un día ese hombre
regresó a la iglesia un 24 de diciembre. Mi papá lo saludó con alegría y lo
invitó a compartir con nosotros la cena navideña. En la mesa. En casa.
De mi papá he aprendido que
los cristianos amamos a las personas no por cómo nos tratan sino por como Dios
nos ha tratado en Cristo.
Mi papá me ha enseñado que amor se deletrea T-I-E-M-P-O.
Cuando estaba en preparatoria,
yo era un niño ansioso e inseguro. Recién nos habíamos mudado de ciudad. No
conocía a nadie en el vecindario. Y no tenía amigos en la escuela. Odiaba
cuando el timbre sonaba para ir a recreo. Y por eso me quedaba sólo en el aula.
La maestra habló con mi papá y le explicó lo que estaba ocurriendo.
Al día
siguiente, cuando era hora de almuerzo, yo estaba abriendo mi lonchera de “Cuasimodo
de Notre Dame”, cuando de pronto noté que mi papá estaba entrando por el portón
de la escuela. Yo salí corriendo a abrazarlo.
Mi papá siempre ha sido un
hombre ocupado. Pero, por muchas semanas él llegaba a hacerme compañía. Apagaba
el radio y el beeper/pager/localizador. Y nos sentábamos a comer y a platicar. ¿De
qué? No sé. Tenía 6 años. Pero, en esos 30 minutos, yo era el niño más feliz.
Mi papá me ha enseñado a seguir a Cristo
Cuando tenía 8 años mi papá
lideraba un grupo de crecimiento en nuestra casa. Un día sábado él predicó el
mensaje. Después de escucharle, yo fui al baño a llorar porque no entendía cómo Dios me podía amar siendo yo un niño tan malo. Recuerdo que le dije
a mi mamá en mi lenguaje teológicamente inexacto "¿Cómo hago para aceptar
a Jesús?"
Mi papá, por medio del
Espíritu Santo, me guio a confesar mis pecados y poner mi fe en Jesús. Y desde
que tengo memoria espiritual, he visto la vida de Cristo manifestarse a través
de la vida de él.
No tuve objeción alguna al
estudiar la doctrina de la adopción (Juan 1:12; Rom. 8:16-17) y darme cuenta
que Dios, en Cristo, es un buen Padre hacia nosotros sus hijos. Mi papá en la
tierra ha sido bueno. Por consiguiente, tiene sentido que mi Papá en el cielo
sea bueno.
Ahora, mi papá es un gran
hombre. Y lo amo. Pero, es un pecador. Al igual que todos (Rom. 3:23). Y si el
amor de un padre en la tierra puede ser tan abnegado, real y sacrificial… ¿“cuanto
más vuestro Padre Celestial que está en los cielos”?
Quisiera decir que he sido tan buen hijo como él ha sido tan buen padre. Pero, no es cierto. Siempre recibo mis regañadas. Y muy merecidas. Como ahorita, por ejemplo, que se levantó a reclamarme por tener las luces encendidas y quedarme escribiendo hasta tan tarde...
Gracias papá. Y gracias Papá
por mi papá.
-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.
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