Si eres hondureño, lo más probable es que estés
relativamente informado acerca del caso Rosenthal.
Si no lo eres o no estás al tanto, la historia resumida es
esta: el Ing. Jaime Rosenthal es la versión hondureña del norteamericano Warren
Buffet y el mexicano Carlos Slim. Estudió bajo el tutelaje del Premio Nobel de
Economía Paul Samuelson. Se graduó con honores del MIT (Massachussets Institute
of Technology). Fundó el Grupo Continental, que
componía el 5% del producto interno bruto del país. Sus empresas habían
generado aproximadamente 11,000 empleos directos. Una especie de Rey Midas.
Todo lo que tocaba y todo en lo que invertía se volvía oro.
¿La trama? Algunos de sus familiares, con puestos claves en
el consorcio, han sido implicados en actividades ilícitas. Y como consecuencia,
el emporio que habían edificado por tanto tiempo se ha ido desbaratando en
cuestión de unos días.
Sin embargo, escribo, no como periodista reportando; ni
como abogado explicando; mucho menos como predicador condenando; sino, como un
simple ex cliente del banco, pensando. Como un ex cuentahabiente haciendo una
enorme fila esperando información de parte de la CNBS (Comisión Nacional de
Banca y Seguros).
Y como la fila era larga, el tiempo para pensar fue mucho.
Aquí te comparto algunas reflexiones sobre el caso Rosenthal. Aclaro, antes, que mis opiniones no provienen
de la suposición que los implicados son culpables. Creo que cada quien es
inocente hasta que se ha confirmado lo contrario mediante evidencia verificable
en un juicio justo. Es sólo que esto era hacia lo que mi mente gravitaba
mientras observaba el frenesí alrededor y esperaba mi lugar en la fila:
Ten cuidado con poner tu fe en el dinero.
“En seis días acabaron con lo que nos costó 100 años
construir” fueron las palabras del Ing. Jaime Rosenthal Oliva haciendo
referencia a la liquidación forzosa del Banco Continental.
Eso me hizo recordar algo que Jesús dijo: “No traten de amontonar riquezas aquí en la
tierra. Esas cosas se echan a perder o son destruidas por la polilla. Además,
los ladrones pueden entrar y robarlas. Es mejor que amontonen riquezas en
el cielo. Allí nada se echa a perder ni la polilla lo destruye. Tampoco los
ladrones pueden entrar y robar. Recuerden que la
verdadera riqueza consiste en obedecerme de todo corazón.” –Mateo 6:19-21
(TLA)
Todos necesitamos el dinero para vivir. Es verdad. A
veces, hay personas que hablan del
dinero como si fuera algo inherentemente malo o innecesario. Por cierto, si
usted piensa que el dinero es malo entonces deme todo el dinero que tiene y
deshágase rápido de ese instrumento de maldad.
¡No! El dinero no es malo. Es un medio para diferentes
fines. El problema viene cuando lo volvemos
un fin en sí mismo.
Cuando hacemos del dinero nuestro tesoro, él se convierte
en nuestro señor.
Fíjate que hace un tiempo ví una entrevista a una persona
muy adinerada y él habló sobre el miedo que sentía ante la realidad económica
actual. Recuerdo pensar: “Este tipo tiene
más dinero de lo que yo puedo hacer en 100 vidas. Y él está preocupado. ¡Cuánto
más yo!”
Curiosamente, ¿te has fijado que el mensaje que todas las
instituciones bancarias transmiten es “solidez” y “seguridad”?
Porque lo que en realidad amamos no es el dinero sino la
seguridad y estatus que creemos que trae.
Si bien es cierto, hay muchos escritores buenos acerca del
manejo del dinero desde una perspectiva cristiana: Dave Ramsey, Michael Hyatt,
Andrés Panasiuk y muchos otros.
Pero, francamente, el corazón del problema sobre el manejo
del dinero es un problema del corazón.
Tu corazón tembloroso busca sentirse seguro e importante.
Pero, el dinero te provee una ilusoria
seguridad, tan variable como el sube y baja de la bolsa de valores. Y un falso
sentido de importancia, que se va al momento que tus riquezas dejan de existir.
Ahora, ¿por qué depositar la confianza entera de tu corazón
en algo tan frágil y fluctuante como el dinero en lugar de la Roca Inamovible
que es Jesús?
Sólo en Cristo puedes encontrar completa seguridad. Nadie
te puede separar de su amor ni arrebatar de su mano (Juan 10:28; Rom. 8:39).
Sólo en Jesús eres infinitamente amado e importante, no porque lo tienes, sino
por quien eres (Salmo 139:13-16; Efesios 1:14).
Así que, trabaja duro. Sé generoso. Provee para ti y tu
familia. Ahorra con disciplina. Pero, no pongas tu fe en el dinero. El
dinero es un buen esclavo, pero un terrible amo.
Adviérteles a los ricos
de este mundo que no sean orgullosos ni confíen en sus riquezas, porque es muy
fácil perder todo lo que se tiene. Al contrario, diles que confíen en Dios,
pues él es bueno, y nos da todo lo que necesitamos para que lo disfrutemos. – 1 Timoteo 6:17 (TLA)
Guarda tu corazón de la avaricia
Jesús habló más acerca del dinero que del sexo. ¿Por qué? Nadie
que comete adulterio se despierta una mañana en la cama equivocada y dice con
sorpresa: “¡Hey, tú no eres mi esposa.”
Cualquiera puede admitir: “Soy un adúltero” o “soy un
adicto.” Pero, casi nunca escucharás a alguien decir: “Es cierto. Soy ávaro.”
Porque la avaricia es mucho más sutil que el resto de los
pecados.
Verás, el corazón humano tiene un hambre implacable por
querer siempre “un poquito más.”
Por ejemplo, a lo mejor contemplaste la idea que si tan
sólo te aumentaban entonces todo estaría bien. Pues, te aumentaron y ¿qué pasó? ¡Ahora gastas más porque ganas
más!
“Luís, pero Dios me ha
bendecido. Creo que puedo disfrutar de mis bendiciones.” ¡Claro que sí! Es bueno que disfrutes del fruto de tu
ardua labor.
El Pastor John Piper lo pone de esta manera:
“¿Por qué nos bendice
Dios con abundancia? Para que tengamos lo suficiente para vivir y usar el resto
para todo tipo de buenas obras que alivien la miseria espiritual y física. El
principio es este: Lo suficiente para nosotros y la abundancia para los demás.
No se trata de cuánto
dinero hace una persona. Las grandes industrias y los grandes salarios son un
hecho en nuestros tiempos y no son un mal necesario. El mal está en ser engañado a pensar que un salario de seis dígitos
debe estar acompañado de un estilo de vida de seis dígitos” (Deseando a
Dios, pg. 202-203).
Disfruta de tus bendiciones ayudando a los demás. Muchas
personas dicen que el dinero no te hace feliz. El dinero sí te hace feliz...cuando
lo usas para ayudar a otros.
Recuerda que Dios te bendice para ser más generoso, no más
lujoso.
No existe mayor riqueza que la que Cristo ha comprado para
nosotros a través de la cruz. Es una riqueza que no fluctúa. No se corrompe.
Y nunca será liquidada.
Por eso, cuando el Reino de Dios, en lugar del dinero, es
tu tesoro, la generosidad será tu estilo de vida.
Por tanto, pongamos nuestra confianza en Jesús, no en el
dinero. Y guardemos nuestro corazón de la avaricia, siendo generosos con los
demás, pues Dios ha sido generoso con nosotros en Cristo.
-Escrito por Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por
Abba.
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Excelente comentario saludos
ResponderBorrarGracias, Walter. Un saludo y abrazo a la familia.
BorrarDios te continúe bendiciendo Luis, muy buena reflexión.
ResponderBorrarAmen. Bendiciones y gracias por tus palabras, amigo!
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