sábado, 17 de octubre de 2015

Reflexiones sobre el caso Rosenthal


Si eres hondureño, lo más probable es que estés relativamente informado acerca del caso Rosenthal.

Si no lo eres o no estás al tanto, la historia resumida es esta: el Ing. Jaime Rosenthal es la versión hondureña del norteamericano Warren Buffet y el mexicano Carlos Slim. Estudió bajo el tutelaje del Premio Nobel de Economía Paul Samuelson. Se graduó con honores del MIT (Massachussets Institute of Technology). Fundó el Grupo Continental, que componía el 5% del producto interno bruto del país. Sus empresas habían generado aproximadamente 11,000 empleos directos. Una especie de Rey Midas. Todo lo que tocaba y todo en lo que invertía se volvía oro.

¿La trama? Algunos de sus familiares, con puestos claves en el consorcio, han sido implicados en actividades ilícitas. Y como consecuencia, el emporio que habían edificado por tanto tiempo se ha ido desbaratando en cuestión de unos días.

Sin embargo, escribo, no como periodista reportando; ni como abogado explicando; mucho menos como predicador condenando; sino, como un simple ex cliente del banco, pensando. Como un ex cuentahabiente haciendo una enorme fila esperando información de parte de la CNBS (Comisión Nacional de Banca y Seguros).

Y como la fila era larga, el tiempo para pensar fue mucho. Aquí te comparto algunas reflexiones sobre el caso Rosenthal.  Aclaro, antes, que mis opiniones no provienen de la suposición que los implicados son culpables. Creo que cada quien es inocente hasta que se ha confirmado lo contrario mediante evidencia verificable en un juicio justo. Es sólo que esto era hacia lo que mi mente gravitaba mientras observaba el frenesí alrededor y esperaba mi lugar en la fila:

Ten cuidado con poner tu fe en el dinero.


“En seis días acabaron con lo que nos costó 100 años construir” fueron las palabras del Ing. Jaime Rosenthal Oliva haciendo referencia a la liquidación forzosa del Banco Continental.

Eso me hizo recordar algo que Jesús dijo: “No traten de amontonar riquezas aquí en la tierra. Esas cosas se echan a perder o son destruidas por la polilla. Además, los ladrones pueden entrar y robarlas. Es mejor que amontonen riquezas en el cielo. Allí nada se echa a perder ni la polilla lo destruye. Tampoco los ladrones pueden entrar y robar.  Recuerden que la verdadera riqueza consiste en obedecerme de todo corazón.” –Mateo 6:19-21 (TLA)

Todos necesitamos el dinero para vivir. Es verdad. A veces,  hay personas que hablan del dinero como si fuera algo inherentemente malo o innecesario. Por cierto, si usted piensa que el dinero es malo entonces deme todo el dinero que tiene y deshágase rápido de ese instrumento de maldad.

¡No! El dinero no es malo. Es un medio para diferentes fines. El problema viene cuando lo volvemos  un fin en sí mismo.

Cuando hacemos del dinero nuestro tesoro, él se convierte en nuestro señor.

Fíjate que hace un tiempo ví una entrevista a una persona muy adinerada y él habló sobre el miedo que sentía ante la realidad económica actual. Recuerdo pensar: “Este tipo tiene más dinero de lo que yo puedo hacer en 100 vidas. Y él está preocupado. ¡Cuánto más yo!”

Curiosamente, ¿te has fijado que el mensaje que todas las instituciones bancarias transmiten es “solidez” y “seguridad”?

Porque lo que en realidad amamos no es el dinero sino la seguridad y estatus que creemos que trae.

Si bien es cierto, hay muchos escritores buenos acerca del manejo del dinero desde una perspectiva cristiana: Dave Ramsey, Michael Hyatt, Andrés Panasiuk y muchos otros.

Pero, francamente, el corazón del problema sobre el manejo del dinero es un problema del corazón.

Tu corazón tembloroso busca sentirse seguro e importante. Pero, el dinero te provee una ilusoria seguridad, tan variable como el sube y baja de la bolsa de valores. Y un falso sentido de importancia, que se va al momento que tus riquezas dejan de existir.

Ahora, ¿por qué depositar la confianza entera de tu corazón en algo tan frágil y fluctuante como el dinero en lugar de la Roca Inamovible que es Jesús?
Sólo en Cristo puedes encontrar completa seguridad. Nadie te puede separar de su amor ni arrebatar de su mano (Juan 10:28; Rom. 8:39). Sólo en Jesús eres infinitamente amado e importante, no porque lo tienes, sino por quien eres (Salmo 139:13-16; Efesios 1:14).

Así que, trabaja duro. Sé generoso. Provee para ti y tu familia. Ahorra con disciplina. Pero, no pongas tu fe en el dinero. El dinero es un buen esclavo, pero un terrible amo.

Adviérteles a los ricos de este mundo que no sean orgullosos ni confíen en sus riquezas, porque es muy fácil perder todo lo que se tiene. Al contrario, diles que confíen en Dios, pues él es bueno, y nos da todo lo que necesitamos para que lo disfrutemos. – 1 Timoteo 6:17 (TLA)
  

Guarda tu corazón de la avaricia


Jesús habló más acerca del dinero que del sexo. ¿Por qué? Nadie que comete adulterio se despierta una mañana en la cama equivocada y dice con sorpresa: “¡Hey, tú no eres mi esposa.”

Cualquiera puede admitir: “Soy un adúltero” o “soy un adicto.” Pero, casi nunca escucharás a alguien decir: “Es cierto. Soy ávaro.”

Porque la avaricia es mucho más sutil que el resto de los pecados.

Verás, el corazón humano tiene un hambre implacable por querer siempre “un poquito más.”

Por ejemplo, a lo mejor contemplaste la idea que si tan sólo te aumentaban entonces todo estaría bien. Pues, te aumentaron  y ¿qué pasó? ¡Ahora gastas más porque ganas más!

“Luís, pero Dios me ha bendecido. Creo que puedo disfrutar de mis bendiciones.” ¡Claro que sí! Es bueno que disfrutes del fruto de tu ardua labor.

El Pastor John Piper lo pone de esta manera:
“¿Por qué nos bendice Dios con abundancia? Para que tengamos lo suficiente para vivir y usar el resto para todo tipo de buenas obras que alivien la miseria espiritual y física. El principio es este: Lo suficiente para nosotros y la abundancia para los demás.

No se trata de cuánto dinero hace una persona. Las grandes industrias y los grandes salarios son un hecho en nuestros tiempos y no son un mal necesario. El mal está en ser engañado a pensar que un salario de seis dígitos debe estar acompañado de un estilo de vida de seis dígitos” (Deseando a Dios, pg. 202-203).

Disfruta de tus bendiciones ayudando a los demás. Muchas personas dicen que el dinero no te hace feliz. El dinero sí te hace feliz...cuando lo usas para ayudar a otros.

Recuerda que Dios te bendice para ser más generoso, no más lujoso.

No existe mayor riqueza que la que Cristo ha comprado para nosotros a través de la cruz. Es una riqueza que no fluctúa. No se corrompe. Y nunca será liquidada.

Por eso, cuando el Reino de Dios, en lugar del dinero, es tu tesoro, la generosidad será tu estilo de vida.

Por tanto, pongamos nuestra confianza en Jesús, no en el dinero. Y guardemos nuestro corazón de la avaricia, siendo generosos con los demás, pues Dios ha sido generoso con nosotros en Cristo.

No vivan siempre con el deseo de tener más y más! No por ser dueños de muchas cosas se vive una vida larga y feliz. – Jesús (Lucas 12:15) (TLA).

-Escrito por Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

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