Hace un par de días leí en
este artículo del New York Times que Playboy estaba anunciando que dejaría de
mostrar fotos de mujeres desnudas. Ingenuamente pensé: “¡Que bueno!"
Sin embargo, cuando seguí leyendo
el reportaje me horroricé ante la razón por la cual la compañía pornográfica
multimillonaria estaba tomando esta acción.
A continuación comparto un
artículo que traduje del Dr. Albert Mohler, presidente del Seminario Teológico
Bautista del Sur, el seminario cristiano más grande del mundo. La revista Time
ha etiquetado al Dr. Mohler como la figura intelectual predominante del
movimiento evangélico en Estados Unidos.
Para las personas que vivimos fuera de
Estados Unidos este artículo puede sonar extremista o un tanto fatalista, pero
la globalización y la era del Internet cada vez acorta las distancias no sólo
geográficas, sino ideológicas. Debemos estar alertas.
Una parábola venerable de la China Confuciana contaba de un
hombre que había visto a los emperadores y eventos ir y venir y desde su
cosmovisión Confuciana observaba que comúnmente es bastante difícil distinguir
entre las noticias buenas y las noticias malas.
"¿Buenas noticias? ¿Malas noticias? ¿Quién decide cuál
es cuál?" contestaba él a cualquier noticia que recibía de sus vecinos.
Pensé en esa parábola cuando leí los titulares que
anunciaban que Playboy cesaría la publicación de mujeres desnudas en su
revista. Desde cualquier perspectiva moral, eso debería ser buenas noticias.
Los titulares aparentemente sugieren que Playboy ha tenido un cambio de
corazón.
Una mirada más cercana a la historia, sin embargo, revela una realidad
moral diferente. Playboy comunicó que su decisión no tenía nada que ver con la
admisión que la pornografía es moralmente mala.
Más bien, los publicistas de la
revista reconocieron que su producto de pornografía explícita ya no era viable
comercialmente porque la pornografía está tan accesible en la era del Internet
que nadie ahora tiene la necesidad de comprar su producto.
Scott Flanders, CEO de Playboy, dijo a los medios que su
producto había sido superado por la cultura mayor. "Estás a tan sólo un
click de tener acceso a cualquier acto sexual imaginable gratuitamente. Y esta
coyuntura se vuelve innecesaria."
Este es uno de los enunciados más moralmente reveladores de
los últimos tiempos. Playboy ya no tiene la habilidad de transgredir y empujar
los límites morales.
De hecho, fue una víctima de su propio éxito. La
pornografía es tan accesible en la sociedad moderna que Playboy es una víctima
comercial de la revolución moral que simbolizó y promovió por décadas.
Reportando sobre la historia, Ravi Somaiya del New York
Times comentó: "Ahora, cada muchacho adolescente tiene un teléfono con
acceso a internet. Las revistas pornográficas, aún aquellas tan afamadas como
Playboy, han perdido su valor de impresionar, su valor comercial y su
relevancia cultural."
Esta es una evaluación tristemente acertada y aturdidora en
los tres frentes. Las revistas icónicas de la revolución sexual, las mismas
revistas que promovían la revolución sexual y que abrieron las puertas del
diluvio para la pornografía más explícita y gráfica, han perdido su habilidad
de sorprender, su habilidad de venderse a sí mismas al público y su relevancia
cultural.
Y es precisamente porque la cultura se ha vuelto Playboy que lo que
antes era impactante ahora es considerado normal en la cultura occidental.
Playboy llegó a tener una circulación pagada de alrededor 8
millones. De acuerdo al New York Times, ahora sólo tiene 800,000 suscriptores.
"La batalla ha sido peleada y ganada"
Otro comentario revelador de Flanders fue aún más
ambicioso. "La batalla ha sido ganada y peleada" dijo él. "Esa
batalla", haríamos bien en notar, fue la batalla declarada de derrocar un
sistema entero de moralidad sexual que en algún tiempo definió la pornografía
como pecado y afirmó la responsabilidad de una sociedad civilizada de sostener
la dignidad del sexo y la santidad del matrimonio.
Tal como Elizabeth Fraterrigo, autora de "Playboy y la
edificación de la buena vida en la América Moderna", indicó: "La
revista Playboy jugó un papel significativo en definir una versión alternativa,
muchas veces controversial y altamente resonante de lo que es la buena
vida."
Esa fue la meta del fundador de Playboy Hugh Hefner. Hefner
se vio a sí mismo como un revolucionario moral, aun fanfarroneando que Playboy
"hizo posible que se abrieran las puertas del diluvio" de libertinaje
sexual que promovió, comercializó y simbolizó.
Flanders le dijo al New York Times que el mundo ahora ha
adoptado la cosmovisión de Hefner a tal grado que sus perspectivas libertinas
en un sinnúmero de asuntos morales y sociales son tan compartidas a lo largo y
ancho que la habilidad de la revista para empaquetar pornografía ha expirado.
Bajo cualquier medida, ese enunciado parece reflejar la
realidad. La pornografía es ahora entretenimiento común y disponible 24/7 a tan
sólo un click. La visión de sexualidad que Playboy había glorificado ahora ya
no está en la punta de lanza del cambio moral. Playboy ganó la batalla y ahora
puede dejar el campo de guerra comercialmente herido pero culturalmente
victorioso.
La Filosofía Playboy y su teología subyacente
Hugh Hefner nunca fue menos que ambicioso y nunca encubrió
sus metas. Él quería transformar la moralidad sexual estadounidense y romper la
moralidad sexual Judeo-Cristiana que fue dominante por mucho tiempo. Él
presentó lo que él identificaba como la filosofía de vida Playboy, y empaquetó
su producto como una manera de vender a los hombres la idea de la
objetificación de la mujer--mientras intentaba presentar un retrato de
sexualidad masculina sofisticada que era
glamorosa y libre de las ataduras de la moralidad tradicional.
Por debajo de cada filosofía moral siempre está una
teología. En el caso de Hefner, esa teología estaba a la vista pública. Él le
dijo a la periodista Cathleen Falsani que él era "una persona espiritual,
pero no en el sentido de creer en lo sobrenatural." Él dijo que cree en un
creador, pero no en el Dios de la Biblia.
Y lo explicó así: "No creo en un el Dios bíblico, no
en el sentido que no existe, sólo en el sentido que sé que el hombre fue quien
creó la Biblia y que nosotros inventamos nuestra percepción de lo que no
sabemos."
Continuó: "Yo exhorto a todos a vivir esta vida como
si no hay recompensa en el más allá y a que vivan de una manera moral que haga
las cosas mejor para ti y para las personas a tu alrededor para así dejar este
mundo un poco mejor de cómo lo encontraste."
Así como Falsaní lo entendió, había una "Teología
Playboy" que explicaba la filosofía Playboy:
"Hefner no cree en un 'Dios bíblico' pero está de
acuerdo en la existencia de un Creador. No ha asistido a un servicio de iglesia
desde que era un estudiante en la Universidad de Illinois a finales de 1940,
pero dice que adora de vez en cuando mientras camina en su patio trasero. Y él
sigue un sistema de valores morales, pero no aquellos que le fueron inculcados
del Metodismo de su niñez---o al menos no aquellos que pertenecen a la
sexualidad."
Una teología que rechaza al "Dios bíblico" o
cualquier noción de juicio en el más allá es integral a la filosofía Playboy y
el derrocamiento del Cristianismo como un sistema de creencia precede al
rechazo de la moralidad sexual Cristiana. Y todo esto vino con Hugh Hefner
haciendo millones de dólares explotando mujeres a través de la pornografía
popular.
"¿Buenas noticias? ¿Malas noticias? ¿Quién dice cuál es cuál?"
Los titulares anunciando que Playboy ya no mostraría fotos
de mujeres desnudas parecían buenas noticias, pero la noticia subyacente es
horrorosa en términos morales. Playboy en efecto abrió las puertas del diluvio
y ahora la pornografía es accesible a la cultura entera. La filosofía moral de
Hugh Hefner y su teología subyacente son ahora lo común en gran parte del
hemisferio occidental y el actual CEO de Playboy puede decir, "La batalla
ha sido peleada y ganada."
Lo que debes escuchar en ese canto de victoria es la caída
de una civilización entera y el consenso moral que hizo esa civilización
posible. Cualquier persona moralmente cuerda debe reconocer eso como noticias
horrorosamente malas ciertamente.
-Tomado del blog del Dr. Albert Mohler. Puedes encontrar el artículo original en inglés aquí.
Traducido por Luís Luna Jr.
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