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jueves, 8 de septiembre de 2016

Buenas noticias: Jesús no es tu coach


Ya varias veces he intentado ser parte de la cultura fit que se ha apoderado del mundo. Con pena, admito que no he podido. Mi pancita es evidencia empírica de ello. Un tiempo atrás probé ingresar a un gimnasio. “De todos modos”, solía decirme a mí mismo, “no es algo que parezca tan difícil. Sólo voy, hago mi rutina y me largo.” Eso era lo que yo creía. Los veteranos del gym han detectado esta misma ingenuidad en los novatos que se inscriben la primera semana de enero de todos los años.

Entré pensando que como yo sabía el resultado que quería alcanzar, no necesitaba de alguien que me dijera lo que tenía que hacer. Pasó poco tiempo para reconocer lo equivocado que estaba. Me di cuenta que, por mucho que no quisiera, necesitaba de un coach, o instructor o de gimnasio cuyo nombre fuera Mike, Tony o Charlie. ¿Alguna vez se han preguntado porque casi todos los entrenadores de gimnasio llevan nombres como esos?

En fin, nos guste o no, en el gimnasio en particular y en la vida en general necesitamos de coaches o entrenadores que nos ayuden a tomar decisiones correctas.
Necesitamos coaches, por ejemplo, en nuestras finanzas. Tal vez tienes metas financieras grandes. Pero, ¿adivina qué? Hay personas que ya han logrado los objetivos que tú recién te acabas de poner. Y una de las mejores cosas que puedes hacer es acercarte a estas personas para invitarles un café, hacerle buenas preguntas y luego callarte la boca para aprender acerca de cómo han logrado lo que han logrado.

Necesitamos coaches que nos ayuden a llevar buenas relaciones interpersonales. Si analizamos bien nuestras vidas nos daremos cuenta que una causa común de los problemas que cargamos son conflictos no resueltos que involucran las relaciones más cercanas y significativas que tenemos. Pero, hay personas que han sabido caminar el a veces espinoso trecho de las relaciones humanas y pueden guiarnos para que seamos saludables en esta área.

Estos sólo son algunos ejemplos, pero podemos seguir nombrando áreas en las que necesitamos la retroalimentación y el consejo de aquellos que ya han estado en donde nosotros queremos llegar. Y que pueden guiarnos hasta ahí, en lugar de cargarnos hasta ahí. Después de todo, los mejores coaches son aquellos que nos guían acerca de qué hacer en lugar de aquellos que hacen las cosas por nosotros.

Y por muy novedoso que se pueda escuchar el concepto de tener un coach, no es algo innovador en la Biblia. Pablo aconseja a Timoteo para que enseñe a los hombres y mujeres mayores de la iglesia en Éfeso a que puedan ayudar a madurar a aquellos que están más jóvenes dentro de la congregación. Pero, por mucha ayuda que es tener un coach hay momentos en nuestras vidas que necesitamos algo más que mera instrucción y sabiduría práctica. A veces los consejos no son suficiente. Porque hay momentos en nuestra vida que necesitamos más que sólo buenos consejos y buenos instructores. 

Cómo cuando te encuentras tan cansado que no quieres seguir. Sabes que Dios te ha llamado. Pero, no sabías que la misión a veces puede drenar tu vida. Te sientes cansado. Pero, no sólo físicamente cansado. Sino un cansancio que va más allá. Del tipo de cansancio que no se arregla con dormir 20 minutos por la tarde.  Un cansancio de tanto hacer el bien. Cansado de ser el parachoques de la familia, del trabajo y de la iglesia. Cansado de ser el basurero emocional de la gente que te rodea. Un cansancio del espíritu que se manifiesta en el cuerpo.

O como cuando has sido traicionado. No de forma superficial. Sino traicionado de verdad. Por personas que jamás te lo imaginaste. Traicionado por aquellos en quienes tuviste el atrevimiento de poner tu confianza en las manos de otros. Y ellos la tomaron, la tiraron al suelo, la escupieron y la pisotearon. El puñal duele más cuando es clavado por aquellos que sostenían tu corazón.

O como cuando has perdido a un ser querido. Y el dolor es indescriptible. Si lo quisieras poner en palabras, dirías que la mitad de tu alma se está asfixiando. Porque la otra mitad se fue con la persona que te dejó. La soledad, el desamparo, la ira hacia Dios, y a veces, hacia el difunto. Tanto así que no puedes si quiera funcionar bien en horas laborales. Y estás ausente en horas familiares.

Es bueno tener un coach. Pero, en momentos en la vida como estos necesitas más que un instructor que te diga que hacer. Necesitas a alguien que no sólo te de consejos que lo único que revelan es que él o ella no ha pasado por lo que tú estás pasando. Necesitas a alguien que haya atravesado lo mismo que tú.
Necesitas a un salvador.  Necesitas a Jesús.  El problema central del hombre no es falta de instrucción. El problema central es un problema del corazón. El corazón de todo problema es un problema del corazón. Sólo Jesús puede sostener tu corazón y ayudarte en momentos que sientes que te ahogas y estás espiritualmente y emocionalmente agonizando.

Por eso, cuando estás recogiendo los pedazos que quedaron de tu alma después de haber sido traicionado por alguien que amabas, Jesús no viene a ti con el libro de Dale Carnegie sobre como “Ganar amigos e influenciar a las personas.” El viene a sentarse a tu lado y a decirte: “Me di cuenta que te hirieron.  Yo fui traicionado también por un amigo, sabes. Se llamaba Judas. Sé exactamente cómo te sientes. Y estoy contigo.” En Jesús, Dios ha sido traicionado. Al igual que tú.

Cuando estás atravesando los momentos más oscuros después de la pérdida de un ser querido, Jesús no viene a ti con una presentación de PowerPoint sobre las diferentes etapas del duelo y como atravesarlas de forma efectiva. Jesús viene a conversar contigo diciéndote: “Supe que perdiste a alguien que amabas. Yo también he llorado la muerte de un ser querido. Se llamaba Lázaro. Sé exactamente cómo te sientes. Y estoy contigo.” En Jesús, Dios ha sufrido duelo. Al igual que tú.

Cuando te encuentras a punto de tirar la toalla porque sientes que tu vida es una montaña rusa emocional y estás cansado de todo, Jesús no viene con el artículo más reciente de Harvard Business Review sobre los 5 secretos para incrementar tu productividad en horas laborales. Sino que Jesús viene a contarte acerca de la vez que el sol le fatigó tanto que tuvo que detenerse a pedir agua a una mujer samaritana de dudosa reputación que estaba cerca de un pozo. En Jesús, Dios se cansa y tiene sed. Al igual que tú.

Jesús no es tu coach. Claro, hay muchas cosas que Él tiene tiene que decir acerca de las diferentes áreas de nuestras vidas que debemos escuchar y obedecer. Pero, Jesús da mucho más que buenos consejos. Y es mucho más que un buen instructor. Jesús no es sólo buenos consejos. Jesús es buenas noticias. Jesús es mucho más que un instructor, Jesús es un Redentor. El sumo sacerdote que se compadece de nuestras debilidades porque las ha atravesado todas y ha sufrido de todo al igual que nosotros pero sin pecado.

En medio de los problemas, en medio de las crisis, en medio de las dificultades Jesús no viene a darte una promesa que todo saldrá bien, que todo pasará rápido o que todo se arreglará. Jesús viene a darte algo mucho mejor que eso. Jesús viene a darse a sí mismo. Jesús no siempre trae la solución. Al menos según lo que nosotros concebimos como solución. Pero, siempre trae Su presencia. Porque Su presencia es Su promesa.

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-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba

viernes, 12 de febrero de 2016

Reflexiones sobre la nueva Corte Suprema de (In?)Justicia



Sesiones alargadas hasta la medianoche; congresistas desapercibidos del micrófono reflejando su educación (o la falta de ella) en televisión nacional; miembros de bancada acusados de traición; periodistas bailando y billetes de cincuenta lempiras volando. La nueva Corte Suprema de Justicia ha sido electa.

Unos vieron el proceso como fuente de entretenimiento. Las ocurrencias dentro del hemiciclo trajeron una que otra carcajada a más de una persona.

Otros lo vieron con indiferencia. “Yo no pierdo mi tiempo. Los diputados no me dan de comer” me dijo un amigo.

Y aún otros, con vergüenza ajena. En una tienda, escuché a una señora comentar: “Me da pena decir que soy hondureña cuando veo esos relajos.”

Cualquier que haya sido el caso, el país ya tiene nuevos magistrados. Pero, esta noticia es vista de diferentes ángulos.

Una parte de la población lo ve con fatalismo. Como una confirmación que el presidente Hernández “planea quedarse cincuenta años.”

Otra parte lo ve con optimismo. Como una manera de mostrar ante la comunidad internacional que Honduras es un estado de derecho.

El Cuerpo de Cristo está compuesto por personas en ambos lados del péndulo político. Desafortunadamente, es muy usual cometer el error de ver la fe cristiana a través de la realidad política.

Cuando, al contrario, debemos reflexionar sobre la política a través de la realidad de la fe cristiana.

Por eso, quiero compartir contigo tres reflexiones teológicas sobre la elección de la nueva Corte Suprema de Justicia.

Dios es Justo

El primer homicidio en la historia aparece registrado en el libro de Génesis. Un muchacho llamado Caín decide matar a su hermano Abel. Dios lo confronta y le dice: "¿Por qué has hecho esto? La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra me pido a gritos que yo haga justicia” (Gén. 4:10).

Esto es mucho antes de los diez mandamientos y la Torá. Con esta historia, estando aún en el amanecer de la humanidad, Dios está diciendo que Él es justo y no deja que mal permanezca impune.

La historia de Israel progresa y las consecuencias del pecado son más evidentes en la vida del pueblo. Dios habla a través de los profetas. Condena el mal y las diferentes formas de injusticia. Entre ellas, favorecer al mejor postor.

Por ejemplo, Amos 5:12 dice: Yo conozco sus muchas maldades y sus pecados sin fin: oprimen al justo, reciben soborno y en los tribunales hacen que el pobre pierda su causa."

¿Qué quiere decir esto? En la antigua Israel los líderes del pueblo se reunían en las puertas de la ciudad para decidir los casos que la gente les traía. Y en lugar de hacer juicios justos basados en la verdad, los hombres a los que Amos se refiere aceptaban sobornos e ignoraban completamente las peticiones justas de los pobres.

En la actualidad, algunos sectores de la Iglesia se incomodan al hablar sobre el hecho que los crímenes hacia los pobres y oprimidos permanecen sin castigo. Lo catalogan como socialismo con tinte religioso. Cuando, en verdad, accionar en favor de la justicia, hacia los pobres y oprimidos no es marxismo populista. Es simplemente cristianismo bíblico (Salmo 9:9; Prov. 14:31; Isaías 34:18; Zacarías 7:10; Santiago 2:6)

El Señor es un Dios justo. Y Él condena toda forma de injusticia. Entre ellas, recibir sobornos en la corte para favorecer a los mejores postores que buscan seguir oprimiendo a los pobres.        

El pecado, en todas sus formas, debilita la justicia.

En Génesis 3, el pecado entra al mundo de paz y orden que Dios había creado. Nuestros antepasados Adán y Eva, rechazaron la sumisión hacia un Dios bueno y lleno de amor. Y fueron detrás de la autonomía y autosuficiencia. Esto trajo consigo lo que se conoce como La Caída.

El pecado es, en esencia, desobedecer a Dios (1 Juan 3:4). Y desde el jardín del Edén, todos nacemos con la tendencia natural de desobedecer a Dios y rebelarnos en contra de Él (Rom. 5:12).

Esto ha afectado no sólo nuestra “parte espiritual” sino cada faceta de nuestras vidas. El pecado ha deformado la manera en como pensamos acerca de Dios. La manera en cómo nos vemos a nosotros mismos. Y  la manera en como tratamos a los demás. El pecado cauteriza la consciencia y hace que la persona sea "incapaz de sentir vergüenza de nada" (1 Tim. 4:2). Particularmente, ha desquebrajado nuestro sentido de justicia.

Por eso, los sistemas judiciales en los gobiernos, incluyendo gobiernos democráticos, están propensos a fallar. A pesar de esto, muchos ingenuamente idealizan la democracia.
 "La democracia, en el mejor de los casos," dice D.A Carson, "lo único que hace es garantizar que los países cambien de presidente sin que haya derramamiento de sangre.”

No debe sorprendernos, entonces, que todo intento de hacer justicia en este lado de la eternidad sea languidecido por el pecado.

Debemos entristecernos, pero no escandalizarnos, ante la realidad que las iniciativas de justicia a veces fracasan. ¿Por qué? Porque cualquier sistema judicial, por muy coherente y justo que pretenda ser, estará compuesto por pecadores cuya brújula moral es incoherente y errónea.

Ahora, esto no implica que la Iglesia debe quedarse con los brazos cruzados. Nada más viendo como la gente mala hace daño al país. Es cierto, los sistemas judiciales fallarán. Y es exactamente por eso que la Iglesia, teniendo el Espíritu y la Palabra, debe ser un vigilante a favor de la justicia en la nación.

Esto quiere decir que debemos orar por justicia. Y denunciar y trabajar en contra de la impunidad. Ambas. No una o la otra. Sino, una y la otra.

Debemos detenernos a reflexionar, por ejemplo, que según el Centro de Estudios de Impunidad y Justicia de la Universidad de las Américas Puebla, Honduras está ubicada en el cuarto lugar de los países con más impunidad en América Latina y el séptimo en todo el mundo.

En otras palabras, actualmente, Honduras es un lugar seguro para los malhechores.

Dios instituyó las autoridades para castigar a los que hacen el mal (Rom. 13:3-4). Cuando las autoridades no ejecutan este diseño divino se vuelven inefectivas. Y la impunidad se multiplica. Pues, los malos no temen seguir quebrantando la ley. Por eso, el pueblo sufre donde la impunidad reina.

La elección de una nueva corte suprema de justicia sonaba prometedora para gran parte del pueblo hondureño. Sin embargo, los magistrados que fueron elegidos representan a organizaciones políticas con miembros implicados en casos de corrupción, como el desfalco multimillonario del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS).

Por esta razón, es difícil que la comunidad hondureña esté segura que la nueva corte investigará y sancionará a sus propios correligionarios.

El pecado individual en el corazón del hombre y el pecado sistémico en las estructuras sociales pueden asfixiar, temporalmente, los clamores del pueblo por justicia.

El Supremo Juez Justo tiene la última palabra

Viéndolo sólo desde este ángulo puede desalentar a cualquiera. Incluso, algunos concluirán que sólo soy un pesimista antipatriota. Pienso que no es así. Hacemos más daño al país cuando pretendemos que “el emperador no está desnudo.”

Algunos hermanos en Cristo mejor prefieren “ver el vaso medio lleno.” O mejor dicho en un lenguaje más santo: "hablar las cosas que no son como si fuesen.”

En realidad, la mala comprensión y aplicación de esta frase aislada de Rom. 4:17, cuyo tema central es el cumplimiento del pacto Abrahámico, ha contribuido a que muchos en el Cuerpo de Cristo piensen que tener fe es negar lo obvio.

Ciertamente no puede significar eso. Lo que sí significa, es que en lugar de negar, podemos enfrentar la actualidad con una firme confianza en una suprema realidad.

Respectivamente, que Dios es un juez justo.

El evangelio de Dios no dice: "¿Pecaste? No te preocupes todo está bien." ¡No! El evangelio nos apunta a la cruz en donde el pecado fue absorbido y castigado en un sustituto: Jesús (Isaías 53:4-6).

La condena justa de Dios hacia el pecado y la injusticia toma lugar en la cruz. Él detesta la maldad. Dios es justo.

Pero, Dios es también misericordioso. Él envía a su propio Hijo como castigo que satisface la deuda por el pecado.

Él es "el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús."-Romanos 3:26.
Dios es justo, el pecado es castigado. Dios es misericordioso, Él castiga el pecado en Su Hijo.

La justicia del evangelio, a diferencia de nuestro sistema judicial, no deja impune al pecado. Todos los pecados son castigados.

Para las personas que han creído en el evangelio, sus pecados fueron castigados en el Gólgota, en Cristo.

Para las personas que preservan la impunidad, oprimen al pobre con libertad y no desean arrepentirse, sus pecados serán castigados en el día del juicio cuando sean enviados al lago de fuego.

Hermanos, la institucionalidad jurídica nacional puede estar fallida. Pero, la naturaleza justa de Dios no lo está. Y eso, más que otra cosa, debe llenarnos de esperanza.

Los jueces terrenales un día responderán por sus actos ante el Supremo Juez Justo. 

Selah.

-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.