viernes, 12 de febrero de 2016

Reflexiones sobre la nueva Corte Suprema de (In?)Justicia



Sesiones alargadas hasta la medianoche; congresistas desapercibidos del micrófono reflejando su educación (o la falta de ella) en televisión nacional; miembros de bancada acusados de traición; periodistas bailando y billetes de cincuenta lempiras volando. La nueva Corte Suprema de Justicia ha sido electa.

Unos vieron el proceso como fuente de entretenimiento. Las ocurrencias dentro del hemiciclo trajeron una que otra carcajada a más de una persona.

Otros lo vieron con indiferencia. “Yo no pierdo mi tiempo. Los diputados no me dan de comer” me dijo un amigo.

Y aún otros, con vergüenza ajena. En una tienda, escuché a una señora comentar: “Me da pena decir que soy hondureña cuando veo esos relajos.”

Cualquier que haya sido el caso, el país ya tiene nuevos magistrados. Pero, esta noticia es vista de diferentes ángulos.

Una parte de la población lo ve con fatalismo. Como una confirmación que el presidente Hernández “planea quedarse cincuenta años.”

Otra parte lo ve con optimismo. Como una manera de mostrar ante la comunidad internacional que Honduras es un estado de derecho.

El Cuerpo de Cristo está compuesto por personas en ambos lados del péndulo político. Desafortunadamente, es muy usual cometer el error de ver la fe cristiana a través de la realidad política.

Cuando, al contrario, debemos reflexionar sobre la política a través de la realidad de la fe cristiana.

Por eso, quiero compartir contigo tres reflexiones teológicas sobre la elección de la nueva Corte Suprema de Justicia.

Dios es Justo

El primer homicidio en la historia aparece registrado en el libro de Génesis. Un muchacho llamado Caín decide matar a su hermano Abel. Dios lo confronta y le dice: "¿Por qué has hecho esto? La sangre de tu hermano, que has derramado en la tierra me pido a gritos que yo haga justicia” (Gén. 4:10).

Esto es mucho antes de los diez mandamientos y la Torá. Con esta historia, estando aún en el amanecer de la humanidad, Dios está diciendo que Él es justo y no deja que mal permanezca impune.

La historia de Israel progresa y las consecuencias del pecado son más evidentes en la vida del pueblo. Dios habla a través de los profetas. Condena el mal y las diferentes formas de injusticia. Entre ellas, favorecer al mejor postor.

Por ejemplo, Amos 5:12 dice: Yo conozco sus muchas maldades y sus pecados sin fin: oprimen al justo, reciben soborno y en los tribunales hacen que el pobre pierda su causa."

¿Qué quiere decir esto? En la antigua Israel los líderes del pueblo se reunían en las puertas de la ciudad para decidir los casos que la gente les traía. Y en lugar de hacer juicios justos basados en la verdad, los hombres a los que Amos se refiere aceptaban sobornos e ignoraban completamente las peticiones justas de los pobres.

En la actualidad, algunos sectores de la Iglesia se incomodan al hablar sobre el hecho que los crímenes hacia los pobres y oprimidos permanecen sin castigo. Lo catalogan como socialismo con tinte religioso. Cuando, en verdad, accionar en favor de la justicia, hacia los pobres y oprimidos no es marxismo populista. Es simplemente cristianismo bíblico (Salmo 9:9; Prov. 14:31; Isaías 34:18; Zacarías 7:10; Santiago 2:6)

El Señor es un Dios justo. Y Él condena toda forma de injusticia. Entre ellas, recibir sobornos en la corte para favorecer a los mejores postores que buscan seguir oprimiendo a los pobres.        

El pecado, en todas sus formas, debilita la justicia.

En Génesis 3, el pecado entra al mundo de paz y orden que Dios había creado. Nuestros antepasados Adán y Eva, rechazaron la sumisión hacia un Dios bueno y lleno de amor. Y fueron detrás de la autonomía y autosuficiencia. Esto trajo consigo lo que se conoce como La Caída.

El pecado es, en esencia, desobedecer a Dios (1 Juan 3:4). Y desde el jardín del Edén, todos nacemos con la tendencia natural de desobedecer a Dios y rebelarnos en contra de Él (Rom. 5:12).

Esto ha afectado no sólo nuestra “parte espiritual” sino cada faceta de nuestras vidas. El pecado ha deformado la manera en como pensamos acerca de Dios. La manera en cómo nos vemos a nosotros mismos. Y  la manera en como tratamos a los demás. El pecado cauteriza la consciencia y hace que la persona sea "incapaz de sentir vergüenza de nada" (1 Tim. 4:2). Particularmente, ha desquebrajado nuestro sentido de justicia.

Por eso, los sistemas judiciales en los gobiernos, incluyendo gobiernos democráticos, están propensos a fallar. A pesar de esto, muchos ingenuamente idealizan la democracia.
 "La democracia, en el mejor de los casos," dice D.A Carson, "lo único que hace es garantizar que los países cambien de presidente sin que haya derramamiento de sangre.”

No debe sorprendernos, entonces, que todo intento de hacer justicia en este lado de la eternidad sea languidecido por el pecado.

Debemos entristecernos, pero no escandalizarnos, ante la realidad que las iniciativas de justicia a veces fracasan. ¿Por qué? Porque cualquier sistema judicial, por muy coherente y justo que pretenda ser, estará compuesto por pecadores cuya brújula moral es incoherente y errónea.

Ahora, esto no implica que la Iglesia debe quedarse con los brazos cruzados. Nada más viendo como la gente mala hace daño al país. Es cierto, los sistemas judiciales fallarán. Y es exactamente por eso que la Iglesia, teniendo el Espíritu y la Palabra, debe ser un vigilante a favor de la justicia en la nación.

Esto quiere decir que debemos orar por justicia. Y denunciar y trabajar en contra de la impunidad. Ambas. No una o la otra. Sino, una y la otra.

Debemos detenernos a reflexionar, por ejemplo, que según el Centro de Estudios de Impunidad y Justicia de la Universidad de las Américas Puebla, Honduras está ubicada en el cuarto lugar de los países con más impunidad en América Latina y el séptimo en todo el mundo.

En otras palabras, actualmente, Honduras es un lugar seguro para los malhechores.

Dios instituyó las autoridades para castigar a los que hacen el mal (Rom. 13:3-4). Cuando las autoridades no ejecutan este diseño divino se vuelven inefectivas. Y la impunidad se multiplica. Pues, los malos no temen seguir quebrantando la ley. Por eso, el pueblo sufre donde la impunidad reina.

La elección de una nueva corte suprema de justicia sonaba prometedora para gran parte del pueblo hondureño. Sin embargo, los magistrados que fueron elegidos representan a organizaciones políticas con miembros implicados en casos de corrupción, como el desfalco multimillonario del Instituto Hondureño de Seguridad Social (IHSS).

Por esta razón, es difícil que la comunidad hondureña esté segura que la nueva corte investigará y sancionará a sus propios correligionarios.

El pecado individual en el corazón del hombre y el pecado sistémico en las estructuras sociales pueden asfixiar, temporalmente, los clamores del pueblo por justicia.

El Supremo Juez Justo tiene la última palabra

Viéndolo sólo desde este ángulo puede desalentar a cualquiera. Incluso, algunos concluirán que sólo soy un pesimista antipatriota. Pienso que no es así. Hacemos más daño al país cuando pretendemos que “el emperador no está desnudo.”

Algunos hermanos en Cristo mejor prefieren “ver el vaso medio lleno.” O mejor dicho en un lenguaje más santo: "hablar las cosas que no son como si fuesen.”

En realidad, la mala comprensión y aplicación de esta frase aislada de Rom. 4:17, cuyo tema central es el cumplimiento del pacto Abrahámico, ha contribuido a que muchos en el Cuerpo de Cristo piensen que tener fe es negar lo obvio.

Ciertamente no puede significar eso. Lo que sí significa, es que en lugar de negar, podemos enfrentar la actualidad con una firme confianza en una suprema realidad.

Respectivamente, que Dios es un juez justo.

El evangelio de Dios no dice: "¿Pecaste? No te preocupes todo está bien." ¡No! El evangelio nos apunta a la cruz en donde el pecado fue absorbido y castigado en un sustituto: Jesús (Isaías 53:4-6).

La condena justa de Dios hacia el pecado y la injusticia toma lugar en la cruz. Él detesta la maldad. Dios es justo.

Pero, Dios es también misericordioso. Él envía a su propio Hijo como castigo que satisface la deuda por el pecado.

Él es "el justo y el que justifica al que es de la fe de Jesús."-Romanos 3:26.
Dios es justo, el pecado es castigado. Dios es misericordioso, Él castiga el pecado en Su Hijo.

La justicia del evangelio, a diferencia de nuestro sistema judicial, no deja impune al pecado. Todos los pecados son castigados.

Para las personas que han creído en el evangelio, sus pecados fueron castigados en el Gólgota, en Cristo.

Para las personas que preservan la impunidad, oprimen al pobre con libertad y no desean arrepentirse, sus pecados serán castigados en el día del juicio cuando sean enviados al lago de fuego.

Hermanos, la institucionalidad jurídica nacional puede estar fallida. Pero, la naturaleza justa de Dios no lo está. Y eso, más que otra cosa, debe llenarnos de esperanza.

Los jueces terrenales un día responderán por sus actos ante el Supremo Juez Justo. 

Selah.

-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

No hay comentarios.:

Publicar un comentario