Imagina que un
día decides enseñarle a tu hijo a cazar. Así que empacas tu rifle, sombreros,
tienda de campaña y demás, los subes al carro y salen de viaje. Tú y él. Nadie
más. Piensas que será un buen tiempo entre padre e hijo para crear vínculos
fuertes a través de un fin de semana de cacería. ¡Como no! Como no, de todos
modos pocas cosas son tan satisfactorias como padre e hijo construyendo
recuerdos juntos.
Sin embargo,
después de unas cuantas horas te topas con la realidad que tus instintos de
padre son mejores que tus habilidades, o la falta de ellas, como cazador. La
aventura, aunque divertida, no trajo ninguna presa. Al no cazar nada, se
resignan y duermen un rato. Ya es madrugada.
De pronto, un
ruido te despierta. Abres tus ojos. Y te fijas que tu hijo no está al lado
tuyo. Salió, tal parece. Nervioso y pensando lo peor, dejas la tienda de
campaña para ir a buscarlo. Observas las huellas de sus pisadas alrededor del
lugar en donde cenaron. Cuando, de repente, escuchas su voz diciéndote:
"Papá..."
El lugar está
oscuro. Tú no miras mucho. Por eso, te detienes a identificar bien de donde
proviene el sonido de su voz. Justo cuando te das cuenta que está detrás de ti,
él te dice: "No voltees a ver, sólo dime si puedo matar esto que
encontré."
Pausa. ¿Cuál
sería tu respuesta? ¿Qué le dirías a tu hijo? ¿Le darías permiso de matar eso
(lo que sea que eso sea)?
La respuesta es
clara: no hay ninguna respuesta. No, al menos hasta que sepas bien a que
exactamente se refiere tu hijo cuando te dice: "me encontré esto." No
puedes otorgarle o negarle a tu hijo el permiso de matar "esto" si
primero no sabes que diantres es "esto."
Por ejemplo, si
tu hijo tiene enfrente a un pequeño escorpión, que de picar al niño, lo podría
enfermar, entonces le dirías: "Sí, claro. Mátalo, antes que te pique a ti."
Pero, si por el
contrario te fijas que tu hijo está apuntándole a otro niño, casi de su misma
edad, pero que se encuentra perdido y que no sabe hablar tu idioma, entonces
correrías a quitarle el rifle. Porque es la vida de un ser humano la que está
en juego.
Y nadie debe,
intencionalmente, quitarle la vida a un ser humano.
En esto, ni más
ni menos, se centra el debate sobre el tema del aborto. No gira, o no debe
girar, al menos, en torno a si las mujeres tienen autonomía sobre su propio
cuerpo. La mayoría estamos de acuerdo en que las mujeres deben tener derechos
sobre sus propios cuerpos.
El asunto está en que primero se debe clarificar si
existe otra persona, u otra vida, involucrada en ese proceso de hacer lo que
quieran con sus cuerpos.
La controversia
tampoco gira entorno a cuál es el camino moral en lo que respecta a embarazos
ectópicos. Aunque con justa razón deben ser considerados este tipo de casos
especiales.
No. La
verdadera pregunta sobre la cual la temática de la despenalización o no del
aborto debe girar es esta: ¿Qué exactamente es el feto? ¿Es nada más una
amalgama de células? ¿Una bola de tejidos con órganos en formación, sin ningún
derecho ni libertad? ¿Es el feto un sub-humano?
¿O acaso el
feto es una persona humana? ¿Es un individuo con derechos y libertades, al
igual que los de la mamá? Más importante aún, ¿es el feto una persona poseedora
de un alma?
Si tu respuesta
es la primera: el feto no es una persona. Entonces, cabe hacerse la pregunta:
¿por qué el feto no es una persona? Y de paso, ¿qué exactamente, entonces, es lo
que constituye a una persona?
Algunos responderán
diciendo que alguien es "una persona" por su facultad de razonar. Es
decir, para ser denominado "persona" entonces se debe tener un
funcionamiento neurológico apropiado. Como el feto no puede razonar, por lo tanto,
el feto no es una persona.
Entiendo, pero
¿qué hay entonces de aquellos individuos con problemas mentales tan severos que
no tienen un funcionamiento neurológico apropiado? ¿Qué hay del niño con un
cromosoma menos cuyos procesos cognitivos son afectados a tal punto que no
tienen "una capacidad de raciocinio" como la de la persona promedio?
¿Merecen ellos la misma suerte que un feto abortado, entonces?
Otros
responderán diciendo que lo que hace a alguien en "una persona" es su
capacidad de contribuir al bien común.
En ese caso,
¿qué hay de aquellas personas en nuestra sociedad, que por una u otra razón, no
"contribuyen al bien común"? ¿Qué pasa con el empleado que sufrió un
accidente laboral quedando cuadripléjico y necesita ser atendido por su
familia, tal vez por el resto de su vida?
¿Qué pasa con la persona que tuvo un
derrame cerebral que atrofió sus habilidades motoras a tal grado que no puede
desempeñarse integralmente en un trabajo normal?
Siguiendo esa
línea de pensamiento, ¿entonces las personas en discapacidad también merecen el
destino de un feto abortado, también?
Tal vez otros
contestarán que una persona se vuelve persona cuando está fuera del vientre,
simple y llanamente dicho. Siendo así, ¿qué proceso especial ocurre para que el
feto pase de ser un simple conjunto de tejidos y se convierta en una persona
humana con dignidad y derechos en el mismo instante que sale del conducto
vaginal?
¿Entonces la característica determinante que establece si alguien es
persona o no es el lugar en donde se encuentra? ¿Por qué el feto no es persona
dentro del vientre pero si fuera de el, entonces?
Estas son
preguntas serias que las personas a favor de la despenalización del aborto en
Honduras deben contestar.
Porque, si por
otro lado, lo que la mujer embarazada lleva dentro de sí es una persona humana,
con dignidad y derechos; si aquello que se está gestando en el vientre es un
individuo que merece igualdad de oportunidades y posee un alma, entonces el
acto del aborto es un crimen de lesa humanidad en contra del segmento más
desprotegido en nuestra país: el embrión.
Y si un
embrión, entonces, es una persona y tiene vida, en tal caso, el aborto, sin más
ni más, es el acto intencional de quitarle la vida a una persona en contra de
su voluntad.
Ya hay un
nombre para eso: asesinato. En conclusión, despenalizar el aborto equivale a
despenalizar el asesinato.
-Luís Luna Jr.