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En el camino a Emaús, Jesús
explicó a sus discípulos como todo en el Antiguo Testamento, desde el libro de
Moisés hasta los profetas, se trataba de él. A la mayoría de personas les
cuesta leer el Antiguo Testamento de esa manera. Así que cuando llegan a un
libro como Jueces se preguntan, "¿Qué tiene que ver Jesús en todo este
desorden?"
Pero, las pistas están ahí sí
sabemos cómo leerlas. Muchas de las historias del Antiguo Testamento proveen la
sombra de la cual Jesús es la realidad. Ellas son el bosquejo, Él es la
substancia. Lo que ellas comienzan, Jesús termina.
Recientemente, fui sorprendido
mientras leía la historia del nacimiento de Sansón. Cuando un ángel viene a
prometer sobre el nacimiento milagroso de Sansón, él dice que "Sansón
comenzará a salvar a Israel de la mano de los Filisteos" (Jueces 13:5).
Comenzará.
Esa es una manera extraña de decirlo. ¿Quién lo habría de terminar? Sansón,
después de todo, era el último juez en el libro. El autor intencionalmente nos
está mostrando algo: para el final de esta historia, tienes que leer más allá
del libro. Y para aquellos que sabemos el final de la gran historia, debe ser
obvio: Jesús completa la salvación que Sansón nada más comenzó.
Esto puede ser visto aún en la
historia del nacimiento de Sansón. Hay algunos paralelismos fascinantes: ambos
nacimientos fueron prometidos milagrosamente; ambos fueron respuestas al
cautiverio de Israel; ambas historias describen el nacimiento y luego la adultez,
saltándose la parte de la niñez. Se puede considerar la historia de nacimiento
de Sansón como una anticipación del verdadero y supremo Juez que habría de
venir.
Los paralelismos entre el
nacimiento de Jesús y de Sansón son impactantes, pero también hay una
diferencia abismal. El nacimiento de Sansón traería gozo y honor a una mujer
que, debido a que era estéril, vivía en medio de la vergüenza. Pero, el
nacimiento de Jesús fue todo lo opuesto: trajo vergüenza a María y José, porque
parecía que ellos habían concebido un hijo antes del matrimonio.
La diferencia
es crucial, porque nos muestra como el verdadero Salvador nos salvaría--no a
través de poder y honor, sino a través de vergüenza y desgracia.
Desde el principio, la
historia de Sansón apunta a más allá de Sansón. Apunta a Jesús, el verdadero y supremo Sansón, que triunfaría en cada lugar que Sansón había
fallado. Al igual que Sansón, la fuerza de Jesús residía no en su contextura,
sino en el poder del Espíritu. Pero, a diferencia de Sansón, Jesús nunca
comprometería la ley de Dios. Él obedecería cada faceta de la ley.
A diferencia de Sansón, que
fue controlado por sus impulsos, Jesús sería controlado por la voluntad de
Dios. Después de ayunar por 40 días en el desierto, Él pudo resistir las
tentaciones de Satanás diciendo, "No vivo por pan; vivo por la Palabra de
Dios."
A diferencia de Sansón, que se
volvió arrogante y egoísta, Jesús--quien sí tenía derecho a un trono--tomaría
el rol de un siervo y se sometería a sí mismo a la humillación de la cruz.
Quedamos deslumbrados ante la
fuerza de Sansón. Pero, yo quedo sorprendido ante la presencia de Jesús el
Nazareno.
Vea, admirar a Sansón por su
fuerza nos puede impresionar, pero nunca nos hará cambiar. Porque lo que más
necesitamos no es un fuerte modelo y referente a seguir; lo que más necesitamos
es un Salvador quebrantado, alguien que nos diera su fuerza y nos salve de
nosotros mismos.
La ironía de Sansón radica en
que él era fuerte exteriormente, pero terriblemente débil interiormente. En esa
forma, él es como muchos de nosotros. Necesitamos alguien que empodere nuestros
espíritus, no que simplemente inspire nuestras imaginaciones. Y cuando tú vez y
crees lo que Jesús hizo por ti--que Aquel que era fuerte se hizo débil por ti;
Aquel que era justo se hizo pecado por ti; que La Vida misma sufrió la muerte
por ti...entonces, y sólo entonces, recibirás la fuerza moral para vivir de la
manera que Sansón no pudo.
El objetivo de leer la
Escritura--ya sea Jueces, Juan o Jonás--es la adoración. No se trata de
aprender nuevos datos. No se trata de indagar pasos de acción. Se trata de
adoración. Llega un tiempo cuando pones la pluma a un lado, tus ojos miran
arriba y dejas de decir, "¡Ay Dios! Mira todo lo que yo he hecho por
ti..." y tú dices, "¡Oh, Dios mío! Mira todo lo que Tú has hecho por
mí."
Traducido por Luís Luna Jr.
Este fue un extracto del Sermón "Cuando los débiles se convierten fuertes" del Pastor J.D. Greear, de Summit Church en Raleigh-Durham, Carolina del Norte. Puedes escuchar el sermón en inglés aquí
Excelente aporte de la Gracia y bondad de Dios hacia el ser humano, con todo mi corazón agradezco este blog que es de bendición y obviamente de edificación para las personas que anhelan mas de la revelación de Dios
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