Los predicadores, maestros y comunicadores de la Biblia
somos personas. Antes de cumplir cualquier otro oficio, somos frágiles seres
humanos y pecadores en una desesperada necesidad de la gracia de Dios.
Todo apóstol, pastor, evangelista, maestro y profeta no es
una celebridad que "ya lo alcanzó todo" sino que es un hijo de Dios en
medio del proceso de santificación.
Eso significa que como cualquier otra persona normal, los
predicadores nos ofendemos.
A alguien no le gustó lo que dijimos o como lo dijimos y nos
la tomamos personal.
A alguien no le parece que contemos chistes desde el púlpito
y nos la tomamos personal.
A alguien no le parece la manera en que lideramos y nos la
tomamos personal.
Que la enseñanza es poco profunda y nos la tomamos personal.
Que la enseñanza es demasiado profunda y nos la tomamos
personal. Y así muchos casos como estos pueden ocurrir.
Hasta cierto punto, eso es normal. Con el tiempo, el Señor
nos va formando conforme al carácter de Jesús, poco a poco olvidándonos de
nosotros mismos, dándonos cuenta que Dios nos llamó no a agradar a todo mundo
sino a cumplir con una misión en específico.
Sin embargo, eso es un proceso que dura
toda la vida y no es un acto repentino de la noche a la mañana.
Ahora, las personas que ministramos en el altar tenemos un
"as bajo la manga" que el resto de cristianos no tienen: el púlpito.
Y esto puede ser muy, pero muy peligroso.
Porque desde el púlpito podemos desquitar la ira que
sentimos hacia alguien en particular y pintarlo como "la voz de
Jehová."
Desde el púlpito podemos decir una indirecta bastante
directa hacia alguien que nos hirió, con la excusa de "Si les duele
es la Palabra de Dios cayendo en su llaga."
Desde el púlpito podemos decir gritando lo que somos
demasiado cobardes para hablarlo en persona y aún así seguir sonando muy
espirituales.
Si estás en el ministerio, alguien te va a herir. Y alguien
te va ofender. Cuenta con eso.
Pero, arregla tus problemas en privado. Si tu corazón está
dañado, intenta hablar con esa persona. Si esa persona no quiere hablar acerca
del asunto, busca un amigo y desahógate. Ora. Derrama tu corazón delante del
trono de Gracia.
Pero, no golpees a la congregación simplemente porque tu ego
fue herido. El resto de las personas no tienen la culpa de tus problemas
personales.
El pastor Rick Warren dice que "las personas heridas siempre intentan herir a las personas."
Si el corazón del predicador está herido, eso será lo que transmitirá al corazón de las personas que le escuchan.
Las personas que usualmente entran por las puertas de la
Iglesia llegan agobiadas, cansadas y fatigadas.
Tienen problemas en su familia, los trabajos están
inciertos, tienen problemas financieros...pero llegan.
Y llegan con la esperanza de escuchar un mensaje que pueda
acercar su corazón más a Dios...no a escuchar como usas el púlpito como
"tiradera de rapero."
Los líderes inseguros etiquetan la retroalimentación de otros como oposición
y rebeldía. Los líderes saludables evalúan la crítica para ver si hay algo de
verdad en ella...y usualmente, casi siempre hay algo de verdad.
Que el púlpito pueda ser la fuente de un manantial de gracia
y verdad a los corazones de nuestros hermanos…y no el lugar en donde lavamos la
ropa sucia.
-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.
Puede que estés interesado en leer Un consejo para el predicador joven: no te vuelvas un fariseo.
-Luís Luna Jr.
Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.
Puede que estés interesado en leer Un consejo para el predicador joven: no te vuelvas un fariseo.
Que buen mensaje!
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