martes, 13 de septiembre de 2016

Trastorno de bipolaridad eclesial: La Iglesia ante la reelección


"Nunca voy a probar el sushi", le dije a un amigo después de insistirme que comiera el tradicional platillo japonés. "Sólo son rollos de pescado crudo. ¿Quién en su sano juicio lo haría? ¡No importa lo trendy o chic que esté, no voy a comerlo!" Esa era mi postura firme. Antes de haber probado el sushi, claro está. De más está decir que cambié de opinión después de comer sushi por primera vez. Ahora, aunque a mi billetera no le parezca tanto, me fascina el sushi. (Acepto invitaciones. Nos podemos poner de acuerdo en la sección de los comentarios.)
Al igual que yo, estoy seguro que hay muchos que han cambiado su opinión sobre varias cosas con el pasar del tiempo.

Tal vez amabas la soltería. Y no entendías porque la gente se quería complicar la vida casándose. Pero, ahora estás casado. Y después de haber visto el ultrasonido de tu hijo(a) quieres retroceder el tiempo. Para decirle a tu "yo" de hace 5 años atrás que es un patán. Porque nada se compara con la alegría de saber que Dios te usó para concebir a un ser humano.

O puede ser que tenías una postura marcada frente a algunos temas considerados como dilemas éticos. Como la eutanasia o la pena de muerte. Y después de estudiar y reflexionar al respecto ahora razonas de manera diferente.  
Tener una perspectiva distinta acerca de un asunto con el pasar del tiempo no es algo inherentemente bueno. O necesariamente malo. No equivale a un relativismo de convicciones o a un fundamentalismo extremista. En ocasiones, puede ser una señal de humildad reconocer que no todo lo que pensabas acerca de algunas problemáticas estaba acertado.

Habiendo dicho esto, por otro lado, también pienso que hay algunos cambios de opinión general que pueden ser grandes y rápidos a la vez. Existen cambios radicales de proporciones épicas. Como, por ejemplo, el giro de 180 grados que ha dado un gran sector de la Iglesia evangélica con respecto al tema de la reelección presidencial.
Entiendo que hablar sobre eso puede causar controversia. Pero, quiero aclarar que no intento discutir si la reelección presidencial es ética o no. Personas entrenadas en la disciplina jurídica y además, mucho más inteligentes que yo, han determinado que ese es un caso juzgado.

Dejando a un lado el hecho que no todo lo legal es necesariamente moral, mi consternación no recae en decidir si la reelección es lo mejor para el país o no. Esas conversaciones se dan mejor en persona. Preferiblemente, con un café en medio. La iglesia es un solo Cuerpo en Cristo. Pero, eso no implica que todos vamos a pensar de la misma manera sobre todas las cosas. En especial, lo que concierne a temas en los que hay un espacio para el desacuerdo saludable.

A pesar de todo, no deja de ser un tanto bizarro la aparente bipolaridad repentina que un gran sector de la iglesia evangélica ha evidenciado con respecto a su postura hacia esta temática. Algunos años atrás, en el 2009 para ser exactos, las plazas y los parques estaban saturados de personas que querían a un país de paz. El mar de las camisetas blancas, símbolo de pureza, reclamaba que la Carta Magna de la nación no fuese reformada. ¡Que atentado querer cambiar los artículos pétreos! "Amo mi país y por eso defiendo mi constitución" clamaban a unísono. ¿Y quién no?

El presidente de turno, anunciaban, quería cambiar este país y volverlo un enclave socialista. En donde las iglesias serían cerradas y se harían parques de diversiones en su lugar. Las biblias serían quemadas. Suplantadas por "El Manifiesto del Partido Comunista" de Karl Marx. Los maestros adoctrinarían a los alumnos. Diciéndoles que cerraran los ojos, pidieran un chocolate y que abrieran los ojos. Sólo para ver una barra de dulces en su pupitre que decía: "Este chocolate proviene del comandante en jefe, no del Dios de arriba." Así es como el proyecto de transformar a Honduras en una nación marxista-leninista tendría lugar. Honduras sería Bolivariana. Y el gran Chávez, en lugar del  Sabio Valle, aparecería en el billete de 100 lempiras. El presidente de aquel entonces era el anticristo. Y la reelección era un prototipo de la Gran Tribulación.

Pero, algunos años después, las cosas parecen haber cambiado. Bastante. Al menos según, la óptica de una parte de la iglesia. La reelección ya no es, tal parece, la gran tribulación. Sino, el reino milenial. Y el comandante en jefe ya no es el anticristo, sino un David. Quienes defendían la Constitución guardaron el escudo con el que la protegieron y ahora sacaron la pluma para editarla. Los artículos que antes eran pétreos, ahora son moldeables. Las camisas que antes eran blancas, ahora son beige. Eran los peores tiempos, ahora son los mejores tiempos.

Estamos en una época adecuada para que el escritor inglés, Charles Dickens, autor de la épica novela "Un cuento de dos ciudades" resucite para dar a luz a una narrativa que lleve por título algo como "Un cuento de dos iglesias." Una iglesia a lo Harvey Dent. Un extraño cuadro clínico que sugiere la presencia de un trastorno de bipolaridad eclesial.

Pero, tal vez, sobre esto, hay otro relato que sea pertinente a la actualidad. Como la historia que narra la Biblia en Números 22 y 23, por ejemplo. La trama gira entorno a un profeta llamado Balaam, la voz de Dios para el pueblo. Un día un rey llamado Balac le ofrece dinero al profeta para que maldiga a Israel. El profeta, Balaam, ensilla su burro decidido a tomar camino. De pronto, el burro se detiene porque ve a un ángel que impide su paso. Tanto fue el enojo del profeta hacia el burro terco que le pegó. Tanta fue la frustración del burro hacia el profeta que, sobrenaturalmente, le reclamó. Ante esto, el ángel que estaba en medio le dio a Balaam las instrucciones de lo que en realidad tenía que decir una vez estuviese parado ante el rey. 

¿La moraleja? El autor bíblico quiere ilustrar que nadie puede maldecir lo que Dios bendice. Y si esto es cierto, su corolario inverso también lo es: nadie puede bendecir lo que Dios maldice. El autor del libro de Números quiere dar un mensaje claro: la voz profética de Dios hacia una nación no se condiciona por ofertas de gobernantes. Y si eso es cierto para aquel entonces, también lo es para ahora.

Es sólo un relato. Y soy sólo yo pensando, o escribiendo, en voz alta. No condeno, ni apruebo el movimiento telúrico que ha causado el giro tectónico de la opinión de un sector de la iglesia hacia el asunto de la reelección. Sólo es algo que encuentro extrañamente fascinante. A lo mejor es porque estoy demasiado joven e ingenuo. Es probable que la razón sea que, en buen español, no le entiendo al trámite. O no sé "como corre el agua." Tal vez es porque soy un simple y obstinado...burro. Pero, considerando lo que hizo el burro sobre el que iba montado Balaam, tal vez eso significa que estoy en no tan mala compañía.

-Luís Luna Jr.

Pecador rescatado por gracia. Hijo eternamente amado por Abba.

2 comentarios:

  1. mmmmm no creo que era loq ue iba hacer Mel...
    por otro lado Bipolaridad por favor, maniaco depresivos, mas bien amnesicos diria yo

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